martes, 28 de febrero de 2017

LA GRACIA MANIFESTADA


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Recién estuve viendo la entrega de los Oscar, donde se premia a los actores y a las actrices por su trabajo. Ellos tienen que esforzarse, hacer un gran trabajo para recibir la gloria de los hombres, pero hay algo más maravilloso que recibir la gloria de los hombres y es recibir la gloria de Dios manifestada en su gracia
Cuando amamos a Dios de verdad, el manifiesta su gracia en nosotros de manera sobrenatural. Es decir Dios nos levanta como en alas de águila sobre los demás de una manera inexplicable.
He tomado de ejemplo tres relatos bíblicos para que comprendamos esa verdad. Los actores principales son un faraón, el rey de Persia y un padre acaudalado.  También hay tres actores de reparto: José, el hijo de Jacob, un judío llamado Mardoqueo y el hijo pródigo.

LA HISTORIA DE JOSÉ

José, el hijo de Jacob fue vendido por sus hermanos a unos mercaderes ismaelitas, y éstos lo  llevaron a Egipto y lo vendieron a un varón egipcio llamado Potifar oficial de Faraón y capitán de la guardia (Génesis 39:1).
Dice la escritura que Jehová estaba con José,  y prosperó a la casa de su amo el egipcio. Y vio Potifar que Jehová estaba con José, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano.  Así halló José gracia en sus ojos, y le servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que tenía (Génesis 39:2-4).
Que Potifar hallará gracia en José, es que vio en José manifestada la gracia de Dios.
Los hermanos de José le quisieron hacer un mal, pero por su amor, aún en las circunstancias negativas, el Señor estuvo con él y le dio su gracia, la cual se manifestaba en todo lo que hacía.
Fue así como Potifar le hizo mayordomo y le entregó en su poder todos sus bienes.
Pero aconteció después de esto, que la mujer de Potifar quería acostarse con José y como éste se negó, entonces lo acusó de intentar violarla.  Y Potifar metió a José en la cárcel (Génesis 39:7-20).
Parecía que todo se acababa para José, pero debido a amor fiel, Dios estuvo con él, le extendió su misericordia y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel.
Nuevamente el jefe de la cárcel vio la gracia de Dios manifestada en José y  entregó en sus manos el cuidado de todos los presos que había en aquella prisión y todo lo que se hacía allí.  
El jefe no necesitaba atender cosa alguna de las que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba (Génesis 39:21-23).
Aún en la cárcel la gracia de Dios se manifestaba en José y el Jefe de la cárcel entregó todo en su mano, incluido el cuidado de todos los presos de aquella prisión.
No importa el lugar en donde te encuentres, si amas al Señor, el Señor manifestará tu gracia en ti, te hará sobresalir y ser mejor que todos los demás.
Luego cayeron a la cárcel el panadero y el copero del rey por supuestos delitos contra su mandatario.  Ambos tuvieron sueños una misma noche y Dios manifestó nuevamente su gracia en José para que interpretara sus sueños. José le dijo al copero que lo que su sueño significa era que a los tres días sería restituido a su puesto y al panadero que sería ahorcado. Las cosas sucedieron tal y como José les dijo (Génesis 4o:1-23) porque Dios así se lo había revelado.
Dos años después el faraón tuvo un sueño, el de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas y no hubo en el palacio quien le interpretara su sueño. Fue así como el copero se acordó de José y le contó al Faraón que José le había interpretado su sueño.
El faraón hizo traer a José, el cual  interpretó también el sueño del faraón. Nuevamente la gracia de Dios se vio manifestada en José, quien le dijo al faraón que lo que el sueño significaba era que vendrían siete años de abundancia y siete años de hambre.  Así que le recomendó al Faraón escoger un varón prudente y que supiese administrar la buena provisión de los años de abundancia para cuando viniesen los años malos (Génesis 41:1-36).
Y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios?  Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa,  y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú.  Dijo además Faraón a José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto. Entonces Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello;  y lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!; y lo puso sobre toda la tierra de Egipto (Génesis 41:37-43)
Nuevamente la gracia de Dios fue manifestada en José. Dios hizo que a sus tan solo 30 años José fuese nombrado gobernador de Egipto, por debajo únicamente del Faraón.
 A José no le dieron un Oscar, sino que el Faraón puso su anillo en la mano de José, para el mundo, ese anillo es un símbolo de poder; para nosotros los creyentes, ese anillo es un símbolo de la gracia de Dios.
Dios permitió que algunas cosas que parecían malas sucedieran en la vida de José, pero si no hubieran sucedido, es posible que José no hubiera llegado a tan alto puesto.

LA HISTORIA DE MARDOQUEO

El segundo relato lo encontramos en el libro de Ester. Durante los tiempos de la cautividad Babilónica, surgió un hombre que como primer ministro del Imperio, lanzó un ataque contra los judíos e intentó borrar a este pueblo de la faz de la tierra.
Todo empezó cuando el Rey de Persia, al cumplir sus primeros tres años de mandato, decidió hacer un banquete para todo el pueblo. Pero, la reina se negó a participar. Entonces el rey aconsejado por sus asesores, emitió un decreto mediante el cual  ordenó que trajeran a todas las mujeres vírgenes y de buen aspecto del reino para escoger una reina de entre todas ellas.
Las jóvenes fueron apareciendo, una tras otra, y entre ellas estaba una joven muy hermosa de origen judío llamada Ester, que era una de las cautivas que habían sido llevadas de Jerusalén a Babilonia.
Ella había quedado huérfana y su primo Mardoqueo la había adoptado como hija suya. Y la doncella Ester agradó a los ojos del Rey, y halló gracia delante de él, por lo el Rey terminó haciéndola reina seis meses después. Eso sí, Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, porque Mardoqueo le había mandado que no lo declarase (Ester 2:1-18).
Resulta que dos eunucos estaban conspirando para matar al Rey, pero Mardoqueo que estaba sentado a la puerta de la casa del Rey los escuchó y se lo hizo saber a Ester; ésta se lo hizo saber también al Rey quien investigó el asunto y viendo que era cierto mando matar a los conspiradores (Ester 2:19-23).
Después de estas cosas el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba porque amaba al único Dios verdadero, ante el único que él podía arrodillarse y humillarse.
Sin embargo, vemos hoy en día, como personas que dicen ser cristianas se arrodillan ante las imágenes y les rinden honra como si fueran dioses. Otros no se inclinan ante las imágenes, pero se avergüenzan de compartir la palabra de Dios, pensando en el que dirán sus amigos, negando con ello su amor a Dios.  
Y los siervos del rey que estaban a la puerta preguntaron a Mardoqueo ¿Por qué traspasas el mandamiento del rey? Aconteció que hablándole cada día de esta manera, y no escuchándolos él, lo denunciaron a Amán, para ver si Mardoqueo se mantendría firme en su dicho; porque ya él les había declarado que era judío (Ester 3:1-4).
Entonces Amán se llenó de ira, pero no decidió acabar solamente con Mardoqueo sino con todos los judíos que había en el Reino. Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir. 
Entonces el rey lo autorizó para que hiciere lo que le pareciere, y fueron llamados los escribanos del rey y fue escrito conforme a todo lo que mandó Amán, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua; en nombre del rey Asuero.  Y salieron los correos prontamente por mandato del rey, y el edicto fue dado en Susa capital del reino.
Y el rey y Amán se sentaron a beber; pero la ciudad de Susa estaba conmovida. (Ester 3:5-15).
La reina Ester les pidió a Mardoqueo y al resto de los judíos que ayunaren por tres días, que se humillaren ante Dios para que Dios actuara.
Al tercer día Ester se atavió con sus vestimentas reales y se fue al atrio interior del palacio del rey, sin saber lo que sucedería, únicamente confiando en Dios, porque la reina no podía presentarse ante el rey sin que éste la llamase. Hacerlo podría hasta costarle la muerte.
Pero la gracia de Dios se manifestó en ella,  y el rey extendió a Ester el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces dijo el rey: ¿Qué tienes, reina Ester, y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará. Y Ester dijo: Si place al rey, vengan hoy el rey y Amán al banquete que he preparado para el rey (Ester 5:1-4).
Ester no le pide nada al rey, sencillamente le invita a comer al día siguiente y le pide que traiga consigo a Amán. El Rey mandó a llamar a Amán para el banquete y mientras bebían vino volvió a preguntar: ¿Cuál es tu petición, y te será otorgada? Aunque sea la mitad del reino, te será concedida. Nuevamente la reina insistió en otro banquete para esperar a que Dios actuara.
Aquel día Amán salió alegre y contento de corazón. Pero cuando vio a Mardoqueo en la puerta  y qe no se levantaba ni temblaba delante de él, se llenó de ira, sin embargo se refrenó y fue a presumir con su mujer y sus hijos que no solamente era el favorito del rey sino también de la reina.
Pero todo esto de nada me sirve cada vez que veo al judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey”, dijo Amán.
Y le dijo Zeres su mujer y todos sus amigos: “Hagan una horca de cincuenta codos  de altura, y mañana di al rey que cuelguen a Mardoqueo en ella; y entra alegre con el rey al banquete”. Y agradó esto a los ojos de Amán, e hizo preparar la horca (Ester 5:12-14).
Pero Dios actúo de inmediato e hizo que se le fuera el sueño al Rey aquella noche. Éste pidió que trajesen el libro de las memorias, las cuales fueron leídas delante del rey. Entonces el rey se enteró que fue Mardoqueo el que lo salvó de la muerte cuando avisó a la reina del complot de los eunucos para matarlo. Entonces preguntó que quién estaba en el patio, le dijeron que Amán, el cual estaba allí preparándola horca para Mardoqueo.
El rey hizo traer a Amán y le preguntó ¿De qué manera se podría honrar a alguien? Pensando Amán que el Rey hablaba de él, le dijo: “traigan el vestido real de que el rey se viste, y el caballo en que el rey cabalga, y la corona real que está puesta en su cabeza;  y den el vestido y el caballo en mano de alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan a aquel varón cuya honra desea el rey, y llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad, y pregonen delante de él”.
Así se hará, dijo el Rey, “trae a Mardoqueo y has con él como has dicho”. Amán cumplió las órdenes del Rey y luego se fue a contarlo a su familia (Ester 6:1-13).
Fue, pues, el rey con Amán al segundo banquete de la reina Ester. Y mientras bebían vino volvió a preguntar a la reina: ¿Cuál es tu petición, reina Ester, y te será concedida? Aunque sea la mitad del reino, te será otorgada. Entonces la reina respondió: si he hallado gracia en tus ojos, te pido perdones mi vida y la de mi pueblo porque quieren exterminarnos.
El rey preguntó: ¿Quién es, y dónde está, el que quiere hacer esto? Ester dijo: Es este malvado Amán. Entonces el rey se levantó encendido en ira, y se fue al huerto del palacio; y se quedó Amán para suplicarle a la reina. Después el rey volvió al aposento del banquete, y al ver a Amán caído sobre el lecho en que estaba Ester, dijo: ¿Querrás también violar a la reina en mi propia casa? Entonces ordenó colgar a Amán en la misma horca que éste había preparado para Mardoqueo y se apaciguó la ira del rey (Ester 7:1-10).
Mardoqueo amó a Dios y le fue fiel a pesar de poner su vida en peligro y Dios lo libró de la muerte. La reina le declaró al rey que Mardoqueo era su tío. Entonces el rey lo hizo llamar, se quitó el rey el anillo que recogió de Amán, y se lo dio a Mardoqueo.
Y Ester puso a Mardoqueo sobre la casa de Amán. Como el rey no podía anular el decreto, entonces emitió un nuevo decreto, el cual daba facultad a los judíos para que defendieran su vida y acabaran con toda fuerza armada que viniese contra ellos.
Los correos fueron enviados a toda prisa por la orden del rey; y el edicto fue dado en Susa capital del reino. Y en cada provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de entre los pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor de los judíos había caído sobre ellos. (Ester 8:1-17). El día que debía ejecutarse el decreto de matar a los judíos, sucedió lo contrario; porque los judíos se enseñorearon de los que los aborrecían y los mataron a todos.
La gracia de Dios se había manifestado en Mardoqueo, que pasó de no ser nadie, a convertirse en el segundo hombre más poderoso del imperio, poder que usó para procurar el bienestar de su pueblo y la paz para todo su linaje (Ester 10:1-3).
De igual modo, los judíos empezaron con “lloro y lamentación” (Ester 4:3) y terminaron festejando (Ester 8:17) y con sus enemigos destruidos (Ester 9:1). Por otro lado, Amán, terminó en la horca y toda su familia también fue condenada a muerte.
Estos relatos bíblicos nos dan una lección, aquellos que como Mardoqueo, aman a Dios y confían en él “no serán avergonzados” (Isaías 49:23)

EL HIJO PRÓDIGO

Esta es una parábola contada por el Señor Jesús. Una parábola es una historia que revela el corazón de Dios. Dijo Jesús que un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: dame la parte de la herencia que me corresponde y así fue. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.  Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.  
Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!  Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.  Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre.
Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.  Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.  Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;  porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. (Lucas 15:11:24)
En este último relato, el Padre es Dios y el hijo pródigo es cualquier creyente que vuelve arrepentido y humillado pidiendo el perdón de su padre. Por esa humillación la gracia de Dios se manifestó en el hijo prodigo.
¿Cuál es el común denominador de los tres relatos. Que el actor de reparto recibe un anillo del actor principal. Es el anillo que simboliza la gracia de Dios.
El último caso era el de un pecador irresponsable, pero la palabra de Dios dice que cuando el pecado sobreabunda, entonces sobreabunda la gracia de Dios (Romanos 5:20), no hay pecado que no sea cubierto por la gracia de Dios.
A José, a Mardoqueo y al hijo pródigo  les iba a ir mal, pero Dios cambió su historia contra todos los pronósticos. Es el favor de Dios por encima de los demás, es su gracia manifestada en aquellos que lo aman.
Al que tiene el favor de Dios se le aceleran los tiempos, es lo que los lleva siempre un paso adelante. Entonces pensamos si será que Dios escoge a algunas personas de manera imparcial, pero no es así,  Dios corresponde al amor y fidelidad de aquellos que no claudican aún en las circunstancias negativas.
¿De dónde viene el favor? No viene de los hombres, viene de Dios. Cuando la gracia de Dios se manifiesta, aún el enemigo de Dios debe agachar la cabeza y obedecer las órdenes de Dios.
Dios puede ordenar a tu jefe incrédulo que te ascienda. Aunque no tengas más capacitad intelectual que otros, Dios puede hacer que obtengas el mejor promedio.
¿Qué es en esencia la gracia de Dios? Gracia viene de gratis, consiste en que Dios no da algo a  cambio de nada, o mejor dicho a cambio de la fe que obra por el amor (Gálatas 5:6).
Para poder alcanzar la gracia de Dios, la persona debe ser convencida de que nada puede hacer por sí misma.
No debemos confundir los logros personales con la gracia de Dios. Esta última se destaca por logros sobrenaturales, por cosas imposibles de lograr por méritos propios. 
La única forma que podamos encontrar la gracia de Dios es por medio de la fe que obra por el amor ¿Qué es lo que eso significa? Que por amor a Dios, dejamos de hacer nuestra voluntad para hacer la suya. Por ejemplo, si alguien nos roba no respondemos, dejamos que Dios se encargue.
Muchos personajes nombrados en la Biblia buscaron y hallaron la gracia de Dios. Uno de ellos fue Rut, la moabita, quien dijo a Noemí: “Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia. Y ella le respondió: Vé, hija mía” (Rut 2: 2).
La generosidad de Dios se expresó en aquellos que dejaban caer sus espigas, en especial Booz, el patrón y futuro esposo, para que ella y su suegra pudieran alimentarse.
Noé también, dice la Biblia “halló gracia ante los ojos de Jehová” (Génesis 6:8).
El patriarca Abraham, padre de la fe, dijo: “Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo” (Génesis 18:3).
Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste” (1 Samuel 1:18).
Otro fue el caudillo Gedeón que halló gracia y se encontró con la victoria sobre sus enemigos: “Y él respondió: Yo te ruego que si he hallado gracia delante de ti, me des señal de que tú has hablado conmigo” (Jueces 6: 17).
Finalmente María, la madre terrenal de Jesús, fue avisada por el ángel: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.” María no tenía que temer de Herodes ni tampoco de las habladurías del pueblo acerca de su maternidad. Había encontrado Su gracia y Él le honraba con el regalo mayor a una mujer: dar a luz al Hijo de Dios.
¿Ha encontrado usted también la gracia de Dios? No es necesario que haga algo especial para encontrarla. No es preciso que haga grandes sacrificios para experimentar la gratuidad del  Señor.
Solamente necesitas amar a Dios. La escritura dice a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. Lo que quiere decir, es que Dios puede usar las  circunstancias negativas, como en el caso de José para cosas positivas.
Esto es así, porque hay un propósito por el cual Dios nos llama (Romanos 8:29) y él siempre cumple sus propósitos, si nosotros le abrimos el corazón.  Él hará que lo negativo se convierta en positivo tal y como hizo con José, con Mardoqueo y con el hijo pródigo. Para eso hemos sido predestinados.
Y a los que predestinó, los llamó; y los llamó para justificarlos y los justificó para glorificarlos manifestando su gracia en ellos (Romanos 8:30) y levantándolos por encima de todos.
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos 8:30-32). Dios no nos ha llamado para hacernos mal, sino para manifestar su gracia en nosotros.
Lo único que nos pide es que lo amemos y sabemos que la fe obra por el amor. Jesús dijo: Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos (Marcos 12:30-31).
Lo único que Dios nos pide es amor para el Padre celestial y para nuestros semejantes. Pero no digas que amas a Dios, si aborreces a tus semejantes. Pues el que no ama a su semejante a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano (Juan 4:20-21).
Jesús dijo tuve hambre y no me diste te comer y le preguntaron ¿Cuando fue eso? Él contestó, cuando no lo hiciste con uno de tus semejantes, no lo hiciste conmigo (Mateo 25:42-45).
La historia de José, de Mardoqueo, del hijo pródigo y de muchos otros héroes de la Biblia nos enseñan que Dios quiere manifestar su gracia en todos sus hijos. Muchos se lo impiden porque su fe no está obrando y eso es una señal que falta amor.
Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras (Santiago 2:18) escribió el apóstol Santiago.
El resumen de todo esto, es que Dios está deseando manifestar su gracia en ti, tal y como lo hizo con José y con Mardoqueo. Lo único que necesitas es abrir tu corazón hacia él, hacer que sus propósitos sean tus propósitos y que los tuyos pasen a un segundo plano. Es lo que conocemos como vivir para Cristo (2 Corintios 5:15) dejando de vivir para ti.
Ya vimos que la fe obra por el amor, si no hay amor no haces nada para Cristo, sigues en lo tuyo y niegas tu fe, dice Santiago.
Pero si hay amor, activas tu fe, aprovechas para llevar el evangelio cada vez que se presente la oportunidad, visualizas a Cristo muriendo por ti y entonces, sin ningún egoísmo vives para él. Ya verás como Dios hará que todos tus sueños se cumplan, manifestando su gracia en ti, de la manera que menos imaginas y pondrá en tu mano un precioso anillo de oro. ¡No lo olvides!


lunes, 27 de febrero de 2017

DEJA DE ORAR Y ACTÚA

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Dice la escritura que Moisés clamó al Señor y el Señor le contestó: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen (Éxodo 14:15).
Hay un momento en la vida cristiana en que debemos de dejar de hacerle peticiones al Señor, en lugar de pedir, debemos actuar.
Muchas congregaciones no crecen, muchas personas no son salvas, muchos milagros no se realizan, muchos propósitos de Dios no se llevan a cabo porque no actuamos, más bien nos dedicamos a pedirle a Dios que actúe por nosotros y eso no va a suceder.  
Dice la palabra de Dios que hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual (Efesios 1:3), que tenemos dentro de nosotros un poder tan grande como el que levantó a Jesucristo de entre los muertos (Efesios 1:20), que tenemos autoridad sobre todo principado, autoridad, poder y señorío (Efesios 1:21-22) y que hemos sido sentados en lugares celestiales con Cristo Jesús (Efesios 2:6).
Esto es lo que se conoce como la autoridad del Creyente. Para entenderlo pongamos de ejemplo a un oficial de tránsito. Si usted conduce por una carretera y un oficial de tránsito le hace una señal de alto, usted obedece, porque la autoridad del oficial es la autoridad del Estado, él ha sido investido con esa autoridad y tenemos que obedecerlo.
De igual manera, Dios nos ha investido con toda su autoridad  sin embargo, en lugar de actuar y detener al enemigo  seguimos clamando a Dios para que él lo detenga por nosotros.
En Marcos 16:17 dice que si ponemos las manos sobre los enfermos, éstos sanarán porque el poder de sanidad está en todos los creyentes, ese poder se llama Espíritu Santo. No obstante, en lugar de poner las manos sobre los enfermos, le oramos a Dios por sanidad.  Le pedimos que haga algo que nosotros podemos hacer.
Dios quiere que conquistemos la tierra prometida y para ello se requiere que nos movamos y pasemos al otro lado, no se requiere de oración, se requiere de acción.
¿Qué significa pasar al otro lado? Movernos hacia el lugar que Dios quiere que por fe nos movamos con algún propósito divino.
La expresión “cruzar al otro lado” significa tomar una decisión o determinación importante. Cuando cruzamos al otro lado nuestras vidas crecen, maduran y nuestra comunión con Dios se incrementa.
Éxodo 14 nos presenta el cuadro de un pueblo que estuvo oprimido bajo el yugo de Egipto. Fue liberado y debía moverse hacia la tierra prometida, este pueblo es el pueblo Judío.
Leyendo como sucedieron los acontecimientos, recibiremos luz del Señor para que nosotros hoy crucemos al otro lado efectivamente.
Jehová Dios le dijo a su siervo Moisés “di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen para que el Faraón diga que están encerrados en el desierto” (Éxodo 14:2-3)
El pueblo debía pasar al otro lado del desierto, había un mar de por medio, pero antes de ello, el Señor les dio una orden de acampar. Esta orden era ni más ni menos la Palabra de Dios, para que el pueblo la obedeciera.
Esta es la primera enseñanza, si deseamos pasar al otro lado debemos aprender a escuchar la palabra de Dios y hacer su voluntad, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra.
 Si Dios dice que hay que cenar en su nombre cada vez que nos congreguemos, no es una vez al año, es cada vez que nos congreguemos como hacían los de la iglesia primitiva.
Si él dice que debemos cenar con vino, es con vino, no es con fanta uva. Si Dios dice que es pan sin levadura, no es pan con levadura. Si él dice que debemos ofrendar, es ofrendar, no es dar limosnas.
Si no obedecemos sus órdenes de manera exacta, entonces seremos derrotados por el enemigo.
En el caso de los hijos de Israel, Dios les dijo que acamparan antes de cruzar al otro lado del mar porque Dios estaba preparando su estrategia, estaba esperando que el ejército enemigo creyera que los judíos estaban atrapados y se acercaran con toda confianza con el único fin de acabar con ellos.
Y yo endureceré el corazón de Faraón para que los siga; y seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová. Y ellos lo hicieron así” (Éxodo 14:4).
Dios no solamente quería que su pueblo cruzara al otro lado, entre sus planes estaba también el acabar con el enemigo. Pero si hacemos nuestra voluntad y no le obedecemos, los derrotados seremos nosotros.
Moverse sin el aval de las Escrituras es lo mismo que pretender ir a la jungla sin un guía. Si usted intenta cruzar al otro lado sin la aprobación previa de Dios, morirá en el intento.
Cuando un creyente desea glorificar al Señor, debe buscar estar en la misma línea de pensamiento de la Palabra de Dios, es decir que nuestra voluntad sea su voluntad.
Muchas veces no obedecemos a Dios porque no conocemos sus planes, y no necesitamos conocerlos, lo que necesitamos es obedecerlo.
Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto, y él siguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa” (Éxodo 14:8).
Dios endureció el corazón del faraón para que persiguiera al pueblo judío  y hacerlo caer en la trampa que le tenía preparada. En este pasaje, el Faraón representa a Satanás y Egipto que es una figura del reino de este mundo, los dos enemigos de Dios.
Cuando vayas por la conquista de la tierra prometida, te encontrarás con estos dos enemigos.
Dice el pasaje que el faraón siguió a los hijos de Israel, pero ellos  habían salido con mano poderosa, esa mano era nada más y nada menos que la mano de Dios.
Esa mano poderosa se encuentra en usted porque el Espíritu de Dios mora en su espíritu”. El hijo de Dios no pelea “con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Y es que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Corintios 10:4),
Nunca trate de servir a Dios en la carne porque será derrotado, las armas del hijo de Dios se encuentran en su espíritu, es el Espíritu de Dios el que logrará las victoria por usted.
Ahora, si solo tenemos la palabra de Dios, seremos derrotados, necesitamos la palabra y el  Espíritu Santo para que nadie nos pueda hacer frente. Y no es creyendo que obtenemos el Espíritu, sino creyendo y bautizándonos (Hechos 2:38).
Millones de creyentes viven en una constante derrota porque han sido engañados que al creer reciben el Espíritu de Dios.  Hacer eso es ir a la guerra sin armas, es ir sin la mano poderosa.
Lo cierto es que el faraón se vino con todo contra el pueblo de Israel, “siguiéndolos, pues, los egipcios, con toda la caballería y carros de Faraón, su gente de a caballo, y todo su ejército, los alcanzaron acampados junto al mar, al lado de Pi-hahirot, delante de Baal-zefón” (Éxodo 14:9).  
Satanás sabe que si cruzamos al otro lado del mar estaremos a salvo, y tratara de acabar con nosotros antes de que crucemos. En este caso, las aguas del mar rojo  simbolizan el bautismo en agua.
Dice la escritura que “los alcanzaron acampados”. Podríamos pensar que lo peor que uno puede hacer es detenerse para ser alcanzado. Pero muchas veces Dios te dirá que te detengas porque quiere que el enemigo caiga en la trampa.  Nunca te detengas por cobardía, hazlo únicamente cuando Dios te lo pida,  como demostración de sujeción al Señor.
Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová” (Éxodo 14:10)
Los hijos de Israel sintieron temor porque a pesar de todo lo que Dios había hecho por ellos, aún seguían siendo incrédulos.
La palabra de Dios dice que “en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (Juan 4:18)”.
Vivir bajo temor es paralizante, anula la fe y acrecienta la incredulidad. Por eso, necesitamos echar fuera el temor, colocándonos bajo la cobertura del Señor.
La escritura dice: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31). Si Dios está con nosotros, no puede haber ningún tipo de temor.
Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Tenemos a nuestra disposición la capacidad para decirle no al temor y decirle sí al poder de Dios, usémosla.
Y acobardados, los judíos clamaron a Jehová. Estaban llenos de temor porque su falta de comunicación con Dios les impedía acrecentar su fe. Y cuando clamaron  el enemigo se les vino encima.
Esto les pasa a miles de creyentes, no tienen comunicación con él y esa falta de comunicación los hace vivir llenos de temor y acobardados ante la primera circunstancia negativa que les aparezca.
Si usted desea cruzar al otro lado desarrolle una comunión diaria e íntima con el Señor, sean los tiempos buenos o malos.

Éxodo 14:11 Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? 14:12 ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto.

Este pasaje revela el corazón de los judíos. Comenzaron a murmurar, se arrepintieron de su liberación y pensaron que era mejor ser esclavo que morir en el desierto. Estaban mirando las circunstancias en vez de mirar a Dios. Cuando no ejercemos fe, crece la incredulidad y miramos las cosas como seres racionales en vez de mirarlas con ojos espirituales.
Muchos de los que se convierten, ante  el primer ataque del enemigo, reniega de  Dios y se arrepiente de su liberación del reino de las tinieblas. Ellos dice: “cuando no estaba en Cristo nada malo me sucedía, mejor me hubiera quedado como estaba”.
Debemos dar lugar a la presencia del Espíritu para que nos ministre fe inamovible y ante la adversidad podamos proclamar: “Voy a vencer en el nombre del Señor”.
Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis.  Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éxodo 14:13-14).
Moisés les dijo no temieran, que si cruzaban al oro lado verían la salvación. Moisés sabía que si temían se iban a llenar de incredulidad y no verían la gloria de Dios.
La falta de fe trae temor y el temor nos impide creerle al Señor. Cuando vemos por la fe podemos proclamar confiadamente: “Si, veo que cruzaré hacia el otro lado”. Para poder cruzar es necesario estar firmes creyendo la Palabra de Dios.
Moisés lo dijo claramente: “Jehová peleará por vosotros, estén tranquilos”.
Eso no fueron simples palabras que salieron de la boca de Moisés, Jehová lo había prometido.
Cuando damos lugar a la fe, veremos al Señor peleando contra nuestros enemigos, que no quieren que alcancemos la salvación.
Hay personas que creen el evangelio, lo que significa ser liberados de Egipto, pero deben cruzar al otro lado para ser salvos, en este caso ser bautizados. Entonces el diablo pone toda clase de obstáculos, pretextos y temores para que no crucen al otro lado.
Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen (Éxodo 14:15).
Aquí se confirma lo que dijimos al inicio, es como si el Señor le hubiera dicho a Moisés: “diles a los herederos de mis promesas que tomen la autoridad que les he dado”.
En este momento crucial para el pueblo de Israel, hasta el mismo Moisés llegó a dudar. Dime con quién andas y conoceré tu fe. Cuando andamos con incrédulos terminamos contagiándonos de su incredulidad.
Moisés dudó y clamó a Dios, por eso fue que el Señor le ordenó: “Deja de clamar y dile a los hijos de Israel que marchen”.
Debemos de dejar de pedirle a Dios que nos de lo que ya nos ha dado. Hay personas que viven pidiéndole a Dios que los bendiga en lugar de tomar la bendición que ya recibieron (Efesios 1:3). Viven pidiéndole a Dios un poder una ayuda que está en ellos. La Biblia dice que el Espíritu Santo es nuestro ayudador y nuestro consolador.
No tenemos que pedir lo que ya tenemos, lo que tenemos que hacer es empezar a marchar y dejar de poner escusas. No hacerlo es lo mismo que orar por un plato de comida que tenemos servido en la mesa. En esa situación lo que usted debe hacer es dejar de orar,  y sentarse a comer. Esto es lo que significa “marchar” en términos espirituales.
Entonces Dios le dijo a Moisés: “Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco” (Éxodo 14:16).
Cuando el pueblo de Dios “marcha” debe tomar autoridad. Las palabras “alza”; “extiende”; “divídelo” y “entren” son sinónimos de la expresión “tomar autoridad”, son órdenes a la misma naturaleza.  
La autoridad y el poder de Dios estaba simbolizado en la vara de Moisés, pero hoy esa autoridad y poder  están en ti. Estás sentado en lugares celestiales y tienes poder sobre toda autoridad, poder y señorío, solo actúa.
No ceso de  orar por ustedes, le dijo Pablo a los efesios, para que Dios alumbre su entendimiento y puedan comprender de una vez por todas cuál es la riqueza de la gloria de Dios en sus hijos y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos. Ustedes tienen el mismo poder que operó en Cristo, resucitándole de los muertos y que lo sentó a su diestra en los lugares celestiales, lugares de autoridad  sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. (Efesios 1:16-22)
Y eso no es todo, “juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, (Efesios 2:6), es decir,  nos dio autoridad sobre todos esos entes espirituales de maldad.
Usted ordena y el diablo obedece, no tienes por qué temerle al diablo y sus ángeles, porque todos ellos están bajo tu poder.
Como consecuencia, dice el Señor: “Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería; y sabrán los egipcios que yo soy Jehová cuando me glorifique en Faraón, en sus carros y en su gente de a caballo” (Éxodo 14:17-18).
Las expresiones “yo endureceré” y “yo me glorificaré”, expresan claramente que Dios haría la obra por los judíos. Eso no era solo para ellos, es para ti y para mí,  después que usted y yo nos movamos por fe, Dios hará la obra, él solamente espera que su pueblo se esfuerce y ejerza su fe.
Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas  e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquéllos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros.” (Éxodo 14:19-20).
El ángel de Dios cambió de posición, se pasó de adelante para atrás. Se puso en medio del pueblo de Dios y el enemigo de Dios. Eso mismo hace Dios contigo y conmigo. Él nos dice: “Vamos, toma la delantera que yo cubro tus espaldas, cuando seas perseguido”.
Dios se mueve de esa manera para que usemos la fe y recibamos recompensa. Hebreos 11:6 dice que la fe es lo único que agrada a Dios, y tiene un premio para todos aquellos que la ejercen.
Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas” (Éxodo 14:21).
Si Moisés no hubiera ejercido su fe, Dios no hubiera hecho que el mar se dividiese, pero como él por fe levantó su vara en señal de autoridad sobre el mar, Dios hizo que las aguas se dividieran.
Si tú no ejerces su autoridad, Dios no hará nada por ti. Deja de llorar, deja de quejarte, deja de pedirle a Dios, solamente actúa, camina hacia el mar, levanta tus manos hacia él y éste se abrirá.
Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar,  en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda” (Éxodo 14:22) y pudieron llegar al otro lado.

Éxodo 14:23 Y siguiéndolos los egipcios, entraron tras ellos hasta la mitad del mar, toda la caballería de Faraón, sus carros y su gente de a caballo. 14:24 Aconteció a la vigilia de la mañana, que Jehová miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y nube, y trastornó el campamento de los egipcios, 14:25 y quitó las ruedas de sus carros, y los trastornó gravemente. Entonces los egipcios dijeron: Huyamos de delante de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios. 14:26 Y Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros, y sobre su caballería.

Los egipcios no entendieron que el mar se abría únicamente para el pueblo de Dios, que los que no eran su pueblo morirían ahogados en las aguas.
Cuando ejercemos la autoridad que Dios nos ha dado los enemigos y las circunstancias caerán derrotados, pues ellos deben postrarse ante la autoridad del creyente.
Los enemigos de Dios son nuestros enemigos. Estos deben rendirse ante la autoridad del Señor y deben ser destruidos para que no nos toquen ni nos afecten negativamente.
Note usted que Jehová trastornó el campamento de los egipcios pero también  le dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre su caballería”.
Entonces “Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza, y los egipcios al huir se encontraban con el mar; y Jehová derribó a los egipcios en medio del mar. Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno” (Éxodo 14:27-28).
Para que la victoria sea total, no solo debemos ver a nuestros enemigos retroceder sino que también necesitamos verlos aniquilados, de tal manera que no quede ni uno solo de ellos. Entonces, cuando eso suceda, proclamemos ¡Señor Jesús, tuya es la magnificencia, el poder, la gloria, la victoria y el honor! (1 Crónicas 29:11­12). Si ganamos estas batallas vamos a crecer en la vida cristiana.

Éxodo 14: 31 Y vio Israel aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios; y el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo.

Tres cosas sucedieron luego de aquellos hechos:
Primero: el pueblo vio aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios. Una vez que actuamos por fe, veremos las grandes maravillas de Jehová.
Segundo: el pueblo temió a Jehová. Se dio cuenta que con Jehová no se juega, que Dios es amor para los que le temen, pero es fuego consumidor para los que no le temen.
Tercero: Creyeron a Jehová, es decir se llenaron de fe en el único Dios verdadero.
Desdichadamente esa fe fue momentánea, cuando volvieron las circunstancias negativas, volvieron a lamentarse, no se atrevieron a caminar  y su fe se terminó. De más de un millón de personas, solamente Josué y Calé pudieron conquistar la tierra prometida, su fe los salvó, los demás cayeron postrados en el desierto.
Si usted desea ver crecer su fe, necesita pasar al otro lado, no necesita orar, lo que necesita es caminar hacia el otro lado, las aguas se abrirán y podrás caminar seguro. Y el Señor vendrá atrás cubriéndote la espalda.
No solamente eres un hijo de Dios, eres su embajador (2 Corintios 5:20), tienes la obligación de actuar, esto es llevar el evangelio al lugar que Dios te ha asignado, debes cruzar al otro lado y ejercer tu autoridad.
Hay personas que oran para que sus parientes sean salvos pero no les hablan a éstos del evangelio. Dios te ha dicho que no clames, sino que les hables, que camines, que cruces al otro lado. Si lo haces  serás premiado, si no lo haces,  sufrirás pérdida porque no recibirás ningún primero. Si bien te mantendrás salvo, serás pasado por fuego (1 Corintios 3:14-15). Y si se diera el arrebato, no serás tomado en cuenta. Esfuérzate y se valiente, cruza al otro lado, que Dios está contigo.





jueves, 23 de febrero de 2017

CIEGOS, GUIAS DE CIEGOS

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Si todos tenemos la misma Biblia ¿Por qué algunos viven bajo la gria y otros bajo la ley? ¿Por qué algunos veneran imágenes y otros no? ¿Por qué algunos se bautizan apenas creen y otros no? ¿Por qué unos pocos viven para Cristo y la gran mayoría viven para sí mismos?
Solamente hay una respuesta: hay ceguera espiritual. En tiempos que se supone son tiempos de iluminación, los creyentes están ciegos, los pastores evangélicos están ciegos, los sacerdotes católicos están ciegos, el Papa está ciego; “guías de ciegos, y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15:14).
Eso es lo que está sucediendo en las iglesias,  ciegos guiando a ciegos y todos con un mismo destino: el hoyo del infierno. Compara lo que dice la Biblia con lo que estos guías ciegos enseñan y te darás cuenta de su ceguera.
De acuerdo con la biblia hay dos tipos de hombres, los naturales y los espirituales. Muchos creen que un hombre  espiritual es aquel que es más bueno o menos pecador que los otros, pero no es así,  la diferencia se da en que el hombre espiritual ha sido sanado de su ceguera.
Todos, absolutamente todos, nacemos siendo hombres naturales y en esa condición nacemos ciegos, no podemos entender las cosas de Dios porque  esas cosas  se han de discernir espiritualmente  (1 Corintios 2:14).
Dice la palabra de Dios, que El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio (2 Corintios 4:4)
Este siglo”, no se refiere a un lapso de cien años, se refiere a la vida aquí en la tierra. Y la palabra “incrédulo” hace referencia al hombre natural que no cree en las cosas de Dios ni lo obedece. Todos los hombres naturales son incrédulos. El ejemplo lo podemos ver en la veneración a las imágenes.  Los hombres naturales dicen creer en Dios pero idolatran imágenes. No le creen a Dios que ha dicho que todos los idólatras tendrán su parte en el lago de fuego que arde con azufre (Apocalipsis 21:8). Es decir, creen en Dios, pero no lo creen a Dios, son creyentes incrédulos.  La ceguera mental los hace razonar de una u otra forma para justificar su idolatría. En ellos, el espíritu es esclavo de sus mentes.
El hombre natural siempre le busca una razón o lógica a las cosas sobrenaturales, y eso le impide ver la verdad de Dios. Entre más estudiemos, más incrédulos nos hacemos.  Todo aquel que haya recibido cursos de filosofía en la universidad, por ejemplo, no puede negar que su incredulidad y su rebelión aumentaron luego de esos cursos. Para Dios es más fácil tratar con una persona que no ha ido a la escuela que con un intelectual.
El hombre es espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23) y Dios espera que en ese orden interactúen. Es decir, que el espíritu tenga el control del alma y el alma el control del cuerpo. Así era en el Jardín del Edén. Pero Satanás tentó a la mujer y le dijo que si comía del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, sería igual a Dios sabiendo el bien y el mal (Génesis 3:5). Satanás no le dijo que sería tan poderosa como Dios, solamente le dijo que al igual que Dios sabría el bien y el mal. Tal vez ella interpretó lo primero. Lo cierto es que ese era el plan del diablo para que los papeles ser invirtieran.
La mujer comió y dio a su marido y ambos se hicieron sabios en el sentido que su raciocinio se despertó y la mente le quitó el control al espíritu.
Antes de comer del fruto del árbol del bien y del mal, ellos eran inocentes, el espíritu tenía el control de sus vidas, como niños confiaban plenamente en el Padre Celestial y hacían su voluntad. Pero una vez que comieron del fruto prohibido, comenzaron a razonar, a desconfiar del Padre, adquirieron sabiduría humana, sus espíritus fueron controlados por la mente del alma y comenzaron a hacer su propia voluntad y no la voluntad de Dios.
Pero la sabiduría humana es insensatez para con Dios (1 Corintios 3:19); porque los caminos y los pensamientos del hombre no son los caminos ni los pensamientos de Dios (Isaías 55:8).
Los deseos de la carne se avivaron en ellos, la carne subyugó al alma que subyugó al espíritu y el hombre se hizo carne (Génesis 6:3). Es decir, se vio dominado por los deseos de la carne. Ese es el hombre natural, el cual perdió toda sensibilidad espiritual y quedó cegado por la mente, la cual le impidió conocer las cosas de Dios.
Para sanarse de la ceguera espiritual el hombre debe convertirse en un hombre espiritual, lo que les estoy diciendo es que existen 2 etapas: 1) la etapa terrenal y 2) la etapa espiritual. Todos los hombres están en la etapa natural, si quieren sanarse de su ceguera, debe evolucionar a la etapa espiritual.

LA ETAPA TERRENAL

Esta etapa tiene a la vez varias fases: el nacimiento, la niñez, la edad adulta, la madurez, la vejez, la muerte y la condenación eterna. Toda persona pasa por esta evolución en donde se es feliz a ratos, pero el estrés, las preocupaciones  y el pecado de este mundo, van minando al hombre, de tal manera que  solo vive un promedio de 80 años, de los 120 que podría alcanzar. Y al dejar esta vida, la morada de su espíritu será el hades.
 Por más éxitos logrados, y riquezas acumuladas, el hombre natural siempre sentirá que algo le falta; dirá que “no hay felicidad completa”. En esta etapa el hombre puede adquirir mucha sabiduría humana, pero con toda esa sabiduría, aunque crea en Dios, siempre será un creyente incrédulo, porque esa sabiduría humana acumulada en su mente le impide ver la verdad de Dios y hacer su voluntad.

LA ETAPA ESPIRITUAL

La segunda etapa también tiene varias fases: el nuevo nacimiento, la niñez espiritual, la madurez espiritual y la vida eterna. Cuando se complete el ciclo, encontramos el verdadero amor, la santidad, la perfección la paz y la felicidad completa.
Desdichadamente, la gran mayoría de los hombres no logran evolucionar a la etapa espiritual. Al que lo logra, la Biblia le llama “el hombre espiritual” y el que no lo logra seguirá siendo “un hombre natural”. 
Dios no excluye de ninguna manera a la mujer; “hombre” incluye a ambos sexos, la palabra hombre es usado en la Biblia para referirse tanto al varón como a la mujer. Génesis 1:27 dice:” Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. 
La sabiduría de este mundo, es la sabiduría del hombre natural. Las verdades de Dios, no se obtienen mediante el conocimiento intelectual del hombre natural, sino mediante el conocimiento que el hombre espiritual recibe de Dios.
Jesús dijo: “si quieren ver el reino de Dios”, en otras palabras si quieren disfrutar de las maravillas de Dios y obtener la vida eterna, “deben nacer de nuevo” (Juan 3:3). Es decir, deben evolucionar a la etapa espiritual a través del nuevo nacimiento.
Los que crucificaron al Señor no habían evolucionado a la etapa espiritual; no conocían la sabiduría de Dios, eran religiosos con sabiduría  humana; si hubiesen conocido la sabiduría Divina, no lo habrían crucificado.
Antes bien,  Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los hombres espirituales, porque Dios las revela por su Espíritu que deposita en el espíritu del hombre que evoluciona a la etapa espiritual (1 Corintios 2:9-10).
Al evolucionar a la etapa espiritual, el Espíritu de Dios viene a morar al espíritu del hombre (Hechos 2:38, 1 Corintios 3:16), y de esa forma le abre los ojos espirituales y le da revelación.
El hombre natural, puede ser  un gran intelectual, pero no puede entender la Palabra de Dios, porque no tiene el espíritu de Dios, para entenderla. Pero cuando evolucione a la etapa espiritual podrá entenderla claramente.
Dios ha nombrado a todos aquellos que han evolucionado a la etapa espiritual para que sean sus embajadores (2 Corintios 5:20) y le ayuden a los hombres naturales a evolucionar a la etapa espiritual por medio de la predicación del evangelio.
Porque ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14-15), y aquí es donde está el problema.
La gran mayoría de hombres naturales no evolucionan a la etapa espiritual por dos razones: 1)  no hay quien les predique el evangelio. Y 2) los que sí predican, lo hacen enseñando una versión adulterada del evangelio (Gálatas 1:7).
Durante más de 20 años asistí a diferentes congregaciones y en ninguna se predicaba el verdadero evangelio, sino un evangelio adulterado, en donde la palabra del “falso profeta” estaba por encima de la palabra de Dios. Y eso se sigue dando, estamos llenos de falsos profetas que engañan a la gente con sus mentiras.
El apóstol Pedro dijo que como niños recién nacidos, debemos desear la leche espiritual que es la palabra de Dios, pero ésta no debe estar adulterada, o sea, mezclada con la palabra del hombre, para que por ella crezcamos para salvación (1 Pedro 2:2).
Es un hecho establecido por Jesús el que el hombre nace ciego, espiritualmente hablando. Él dijo: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Juan 12:46).
Cualquiera que enseñe la palabra de Dios, tiene que tener registrado el milagro de haber recibido la vista en su historia personal, porque de lo contrario seguirá siendo un hombre natural y se va a convertir en ciego guía de ciegos. A no ser que hayamos evolucionado a la etapa espiritual, nuestra predicación será totalmente vana y Dios nos llamará hacedores de maldad:

Mateo 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 7:22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 7:23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

No todo el que dice Señor, Señor, ni todos los que hacen milagros, profetizan o echan fueron demonios, entrarán en el reino de los cielos sino únicamente aquellos que hacen la voluntad del Padre ¿Cuál es esa voluntad? Que lleven la verdad a todos los hombres para que sean salvos (1 Timoteo 2:3-4). Está pasando lo contrario, lo que le está llegando a los hombres es una mentira.
Los púlpitos están siendo ocupados por personas que el Señor no mandó,  por personas que Jesús no conoce y si no los conoce es porque no han evolucionado a la etapa espiritual y no son hijos de Dios.
Los hijos de Dios son únicamente aquellos que han evolucionado a la etapa espiritual y han recibido el Espíritu Santo en su espíritu. Usted puede ser católico, puede ser evangélico, asambleísta de  Dios, testigo de Jehová, bautista, mormón o de cualquier denominación religiosa, pero si no ha nacido evolucionado de etapa, no es hijo de Dios y su religiosidad no le vale de nada.
Lo que sucede es que muchos pastores creen que son hijos de Dios sin serlo porque ellos mismos recibieron una media verdad, no la verdad absoluta de Dios. No fueron sanados de su ceguera.
Esa media verdad es lo que enseñan a los fieles y la media verdad va de generación en generación, ciegos y guías de ciegos, todos de la mano.
Esa media verdad termina siendo una mentira, porque no hay peor mentira que la que se fundamenta en una media verdad, porque todos la van a creer y van a permanecer ciegos.

Marcos 8:23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo. 8:24 El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan.

Además de los ciegos de nacimiento, está el grupo de los que han recibido un poco de luz. Éstos son la mayoría, son católicos o evangélicos, han escuchado algo de Dios, pero ven a los “hombres como árboles que andan” porque reciben medias verdades, que como dije se convierten en mentiras.
No solamente son los fieles, son también sus pastores, sus sacerdotes y hasta el Papa ¿Por qué lo digo? Por sus falsas enseñanzas. Ellos ven un poco, tanto en profundidad como en alcance, y  de manera imperfecta.

Apocalipsis 3:18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.

Hay iglesias donde los maestros y los alumnos quizás ven un poco, pero creen que ven correctamente. Esta era la tragedia de la iglesia de Laodicea y es la tragedia de la mayoría de iglesias cristianas de la actualidad y del propio catolicismo romano.
Perder la visión espiritual es perder el carácter sobrenatural de la vida espiritual y ello conduce al estado de la iglesia de Laodicea.
Si no eres ni frío ni caliente (Apocalipsis 3:15) Jesús te vomitará, porque no soporta a los tibios.  Un tibio es aquel que cree la palabra de Dios, pero también cree la palabra del hombre o lo religioso, y mezcla ambas palabras, adulterando por completo la verdad. Esa mezcla le impide sanar  de su ceguera espiritual.
Dios lo ha dicho claro: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová”.   (Jeremías 17:5-6). Cuando confiamos en lo que dicen los pastores evangélicos, los sacerdotes católicos o el mismo Papa, sin confirmar lo dicho por ellos con la Biblia, para Dios, somos unos malditos que nos apartamos de él. Por el contrario, Bendito es el varón que confía plenamente en Jehová y no en lo dicho por el hombre (Jeremías 17:7).

Números 22:23 Y el asna vio al ángel de Jehová, que estaba en el camino con su espada desnuda en su mano; y se apartó el asna del camino, e iba por el campo. Entonces azotó Balaam al asna para hacerla volver al camino.

Los hay como el profeta Balaam, quien cegado por la ganancia, o la perspectiva de ganancia, fue incapaz de ver lo que sí vio el asna: al ángel en el camino.
Hay muchos Baalames,  cegados por consideraciones personales, que anteponen sus propósitos, casi siempre materiales, a los propósitos de Dios.
Si alguna vez, por un momento, permitimos que nuestros propósitos y pensamientos sustituyan a los pensamientos de Dios, estaremos siendo como Balaam.

Hechos 9:8 Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, 9:9 donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.

Saulo de Tarso es el mejor ejemplo de lo que es la ceguera  ocasionada por la tradición religiosa. Era tan celoso de su religión, que ese celo lo tenía ciego y perseguía a los cristianos para matarlos, acerca de lo cual tuvo que decir más adelante: “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret” (Hechos 26:9).
Cuando Saulo pudo ver, descubrió que lo que había creído y considerado como la verdad,  era completa y diametralmente opuesto a Dios y a su  verdad.
Dios quiera que todos aquellos que están ciegos por la religión, puedan ver este ejemplo y se despojen de su religiosidad, la cual les ciega el entendimiento.
Pablo dijo de sí mismo: “circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo;  en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (Filipenses 3:5-7).
Pablo tuvo que renunciar a todo aquello de lo que se sentía orgulloso, para poder servir al Señor. Cuando sus ojos fueron abiertos, pudo ver que había vivido un completo engaño.
Como lo dije, Saulo es un ejemplo para todos aquellos que tienen celo de su religión, porque lo correcto es lo que enseña la palabra de Dios, no lo que enseña el sacerdote ni el pastor, los cuales en su mayoría distorsionan el espíritu de la Palabra.
Para que los ojos espirituales de Pablo fueran abiertos, Dios tuvo que cegar sus ojos naturales. En las cosas de Dios el uso excesivo de los ojos naturales puede ser una indicación de cuan ciegos estamos; y puede ser que Dios se vea obligado a tomar medidas drásticas, tal y como lo hizo con Pablo.
El ver demasiado con nuestra mente, pero en una dirección equivocada es un gran impedimento para ver la verdad. Es muy difícil convencer a alguien que ha estado en la religión católica o en alguna denominación religiosa por muchos años, de que ha vivido un engaño. El ejemplo de Pablo nos dice que a veces, para ver realmente es necesario que seamos cegados.

Hechos 2:14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. 22:15 Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. 22:16 Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.

Una vez que quedó ciego, Pablo creyó en el evangelio. Pudo ver a medias, entonces se le dijo: “levántate y bautízate” para que laves tus pecados y puedas llevar el evangelio a todos los hombres.
Y esta es una verdad inmutable. Hay muchas medias verdades o mentiras en las iglesias, pero la peor de todas es la que tiene que ver con la salvación, la que tiene que ver con evolucionar a la etapa espiritual.
A Pablo se le dijo claramente: bautízate ¿Para qué? Para que fuera perdonado de sus pecados y pudiera ser testigo a las naciones.
Jesús dijo: el que creyere y se bautizare será salvo, el que no creyere será condenado (Marcos 16:16).  El que creyere puede ver a medias, pero si quiere ver claramente  y ser testigo ante las naciones, debe bautizarse.
El día de pentecostés, los judíos creyeron el evangelio que Pedro predicó, entonces preguntaron ¿Qué haremos? Es decir ¿Qué sigue? Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38)
Es maravilloso notar que la comisión recibida por Pablo cuando fue cegado físicamente en el camino a Damasco estaba enteramente relacionada con los ojos. Dios lo envió para que  a través de su predicación, los ojos de los gentiles fueran abiertos y fueran trasladados de la potestad de las tinieblas al reino del hijo de Dios (Colosenses 1:13), o sea que evolucionaran de la etapa terrenal a la etapa espiritual.
Los hombres naturales que están predicando te dirán que no necesitas bautizarse, que con solo creer en Cristo recibes el Espíritu Santo y evolucionas a la etapa espiritual, pero esa es una media verdad que te impide sanar de la ceguera espiritual.
Ellos te darán muchos argumentos humanos para contradecir la verdad absoluta de Dios, y podríamos discutir todos esos argumentos uno a uno, con la Biblia en la mano. Pero, mejor les menciono el siguiente pasaje de la palabra de Dios:

1 Timoteo 6:3 Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 6:4 está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 6:5 disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales. 6:6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento;

La palabra de Dios que si alguno enseña otra cosa y no se conforma a las palabras de Jesús y a su evangelio, está envanecid0. Esa vanidad está en la mente, la sabiduría humana lo tiene cegado. Si Jesús dijo que para evolucionar a la etapa espiritual hay que creer y bautizarte, el que diga otra cosa no sabe nada, es un corrupto de entendimiento, un privado de la verdad que usa el evangelio como fuente de ganancia. La orden de Dios es que nos apartamos de este tipo de elementos, que son los muchos.
Pregunta a tu pastor si es necesario el bautismo para salvación. Si su respuesta es negativa, debes dejar esa congregación, debes apartarte de él, porque Dios no quiere que seas contaminado. Si un pastor no tiene esa verdad en cuanto a la salvación es porque sigue siendo un hombre natural que no entiende las verdades de Dios. Si él no ha evolucionado a la etapa espiritual, tampoco lo harán sus alumnos. Imagina las otras medias verdades o mentiras que podría enseñarte.

Efesios 4:17 Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente,

La palabra de Dios dice que no andemos en la vanidad de la mente, en otras palabras que no le creamos a nuestro raciocinio, sino que le creamos a Dios. Ese es el problema, miles de hombres naturales, cegados por la vanidad de su mente, han tomado los púlpitos, ciegos, guías de ciegos.

Apocalipsis 3:21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.

Para los que han vencido y han logrado evolucionar a la etapa espiritual,
“existe un lugar arriba junto a Jesús. Puedes ser todo lo religioso que quieras, puedes asistir al culto todas las semanas, puedes participar de todas las actividades de tu iglesia, pero si no has evolucionado a la etapa espiritual, el Señor tiene sólo una palabra:

Apocalipsis 3:18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.

El Señor te dice que compres oro refinado en fuego de él, es decir, que adquieras de él la verdad absoluta de la palabra de Dios, sin ninguna mezcla de religiosidad.
Ese es el colirio que te hará ver la verdad y te hará rico, espiritualmente. Solo y entonces serás vestido con vestiduras blancas, que simbolizan que eres un hijo de Dios.
Esto nos lleva entonces a la necesidad de todos los tiempos, la necesidad de cada hora, de cada día y de cada época. Es la necesidad de que las personas puedan decir: “Veo”.
Es una necesidad grande y terrible y no habrá ninguna esperanza hasta tanto no se supla esta necesidad. La esperanza pende de este hecho, de que se levanten personas en este mundo, en este oscuro, confuso, caótico, trágico y contradictorio mundo, personas que estén dispuestas a pelear por la verdad absoluta de Dios contra los ciegos, guías de ciegos, sin importar lo que esto les pueda afectar.
Si ya evolucionaste a la etapa espiritual, debes llevar la verdad a todos los que aún están ciegos. Si no has evolucionado entonces por qué te detienes, levántate y bautízate. El tiempo es hoy, puede ser que mañana ya no estés en este mundo. ¿Qué harás al respecto?