lunes, 6 de febrero de 2017

BUSCAR EL REINO DE DIOS

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Muchos creyentes están asustados porque Trump asumió la presidencia de U.S.A. Otros más viven en un temor constante, afanados por la comida, el vestido y un techo, preguntándose si tendrán suficientes recursos para sacar adelante a sus familias. Eso los convierte en esclavos del trabajo o del estudio y les roba un tiempo hermoso que podrían disfrutar de otra manera. Muchos terminan en un hospital o en un cementerio por culpa del estrés a que se ven sometidos.
Esa actitud refleja dos cosas: 1) falta de conocimiento acerca de la palabra de Dios y/o 2) falta de fe. Si conocieran la palabra de Dios y confiaran en ella no tendrían preocupación alguna.

Mateo 6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 6:34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Jesús dijo que no nos afanemos por el día de mañana, que todas las cosas necesarias para vivir serán añadidas si tan solo buscamos  el reino de Dios y su justicia.  ¿Qué significa buscar el reino de Dios y su justicia?
Romanos 1:17 dice: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Lo que nos está diciendo es que en el Reino de Dios no somos justificados por nuestro comportamiento sino por la fe en Jesús y que buscar el Reino de Dios es vivir de conformidad con ciertas reglas. La primera de esas reglas es la fe.

Juan 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

Ahora, si no nacemos de nuevo, ni siquiera podremos ver el Reino. Y ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? Esa fue la pregunta de Nicodemo y de todos los hombres.

Juan 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

Ese nuevo nacimiento es a través del agua y del Espíritu. Las aguas hacen referencia a las aguas del bautismo ¿Cómo lo sabemos? Porque Jesús dijo en Marcos 16:16: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:

Romanos 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Para nacer de nuevo, primero tenemos que morir. Pero no necesitamos suicidarnos, lo que necesitamos en ingresar a las aguas del bautismo. En el bautismo es sepultado el nacido en la carne (de una madre terrenal) y se da a luz al nacido en el Espíritu (concebido por el Espíritu). “Lo que es nacido de la carne, carne es y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”, dijo Jesús.
Una vez que hemos nacido de nuevo, somos parte del Reino de Dios y  no tenemos que preocuparnos por nuestras necesidades pues el Señor las suplirá siempre y cuando vivamos por fe.

Hebreos 11:6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

Como lo adelantamos, la primera regla en el reino de Dios es la fe. Es necesario creer que Dios va a suplirnos, si no tenemos fe es imposible agradar a Dios y no recibiremos nada de él.

Mateo 21:21 Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. 21:22 Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.

Jesús dijo que si tenemos fe, todo lo que pidamos lo vamos a recibir. No es una creencia mental sino una creencia del corazón. Si no dudaré en su corazón, entonces le será hecho, dijo Jesús. Si hay dudas en nuestro corazón, Dios no podrá cumplir sus promesas.

Mateo 10:37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 10:38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 10:39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.

La segunda regla es que debemos amar a Jesús más que a cualquier cosa, no puede haber familiar ni nada que amemos más que a él. El que no toma la cruz no es digno de Jesús y por lo tanto no piense que recibirá nada de él ¿Cómo entender esto?

Lucas 22:42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

La palabra de Dios nos dice que Jesús no quería ir a la cruz y oró tres veces al Padre para que le revelara si existía otra opción. Cuando le quedó claro que no existía otra opción más que la cruz dijo: hágase tu voluntad y no la mía.
Tomar la cruz, es hacer la voluntad del Padre y no la nuestra, en cualquier circunstancia de nuestras vidas. Jesús vivió para el Padre y nosotros debemos vivir para Cristo.

2 Corintios 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Jesús murió por nosotros, para que nosotros vivamos para él, lo que significa que nuestras prioridades ocupan un segundo plano y las prioridades de Jesús y del Padre ocupan el primer lugar.
¿Qué significa: "Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo?" (Mateo 6: 10) Significa que debemos abdicar al trono de nuestra vida, en el cual hemos estado sentados desde nuestro nacimiento, y cedérselo a Jesús.
Eso es lo quiso decir Pablo cuando escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios” (Gálatas 2:20).
Antes de ser parte del reino de Dios, gobernábamos nuestras vidas, andábamos conforme a la carne y estábamos condenados, pero luego de ser parte del Reino, andamos conforme al Espíritu porque es Jesús el que gobierna nuestras vidas y no hay para nosotros ninguna condenación (Romanos 8:1).
El gran problema es que en las iglesias están vendiendo un evangelio  en cómodos abonos ¿Cómo es eso? En la iglesia primitiva, los  que creían, se bautizaban y eran llenos del Espíritu Santo el mismo día. El hablar en lenguas era señal de que el Espíritu los controlaba porque estaban dispuestos a obedecer a Dios de corazón.
Hoy damos muchas vueltas antes de obedecer a Dios ¿Cómo vamos a siquiera a hablar en lenguas si el  Señor conoce nuestros corazones y sabe que no estamos dispuestos a renunciar a nuestra voluntad.
En las congregaciones actuales invitan a las personas que creen  en Cristo a que levanten la mano, eso es el primer abono.
Después de varios meses preguntarán ¿Quién quiere bautizarse? El bautismo es el segundo abono. Si hay un buen grupo dispuesto, entonces hay bautismo, pero si solamente una persona quiere, entonces no hay bautismo. Es como si bautizarse fuera una opción innecesaria.
Si una persona dice: "Oh, no, la verdad es que no estoy dispuesto todavía", entonces le contestan "Bueno, no se preocupe. Puede esperar hasta que esté dispuesto a hacerlo".
El mensaje que proclamaba la Iglesia primitiva era: "Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo" (Hechos 2:38).  Esto era una orden, no era una opción.
En las congregaciones actuales, luego de transcurrido cierto tiempo, viene el tercer abono: "Sabe, hermano, tenemos que sufragar los gastos y por eso, debe ofrendar, pero cuando usted ofrenda el noventa por ciento que le queda le rinde mucho más que lo que le rendía anteriormente el cien por ciento de sus ingresos, porque Dios multiplicará su dinero".
Apelan a los intereses de los creyentes y forman en ellos la actitud y el hábito de que lo que Cristo mandó es opcional.
"Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas" (Mateo 6:33) no es opcional, es una orden y el que no la cumple vivirá inseguro, vivirá afanado por el día de mañana y no será justificado.
Hay personas que oran por alguna necesidad, luego van a la congregación y ponen a todos a orar por lo mismo. Pareciera que entre más oren, es más fácil convencer a Dios para que supla la necesidad.
Desde el mismo momento en que fue a la congregación a pedir que oren es porque no tiene fe y no va a recibir nada.
No necesitamos orar por nuestras necesidades porque el Padre sabe de qué cosas tenemos necesidad (Mateo 6:32), lo que necesitamos es trabajar para el Reino y Dios nos suplirá de la manera sobrenatural que él sabe hacerlo.
La mayoría de los creyentes vivimos como si Jesús hubiera dicho: "Busquen primero qué van a comer, qué van a vestir, qué casa van a comprar, qué automóvil les gustaría tener, cuál empleo le producirá mayores ingresos, con quién se casarán y qué deporte van a practicar, luego, si les sobra tiempo, si no les resulta molesto, si les queda tiempo, hagan algo para mí".
Las personas trabajan hasta doce horas al día para comer y comen para tener fuerzas y seguir trabajando. Eso no es vivir, eso solo es existir y es una vida sin propósito.
Si comprendiéramos que el propósito de nuestras vidas es extender el reino de Dios, no nos afanaríamos tanto en el trabajo y nos sobraría tiempo para  Cristo.
Las últimas palabras de Jesús antes de ascender a los cielos fueron: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (Marcos 16:15). Eso no es opcional, es una orden, Jesús quiere conquistar el mundo para Dios.  
No vaya la Universidad para sacar un título, vaya allí a expandir el reino de Cristo, y mientras lo hace, Dios hará que obtenga el título.
No trabaje en el Gobierno para ganar su sustento, trabaje allí porque Dios lo necesita en el gobierno para extender su reino.
"¿Por qué me llaman ustedes 'Señor, Señor', y no hacen lo que les digo?" (Lucas 6:46).
Si no hacemos lo que Jesús nos dijo que hiciéramos, perdemos el tiempo al hacerle peticiones. Y si hacemos todo lo que nos dijo que hiciéramos, tan solo somos siervos inútiles que no podemos hacer algo más (Lucas 17:10)
¿Qué pasó con el joven rico? "Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" le preguntó a Jesús (Lucas 18: 18). Jesús le respondió: "Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes, luego ven y sígueme" (Lucas 18:22).
El joven se retiró triste, ni siquiera pudo ver el reino. El amor al dinero lo tenía atrapado en su propia vida, de la cual no pudo liberarse.
En otra ocasión, Jesús le mandó a otro hombre que lo siguiera, y este dijo: "Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre" (Lucas 9:59).  Jesús le dijo que dejara que otros se ocuparan del entierro. Lo que Jesús quiere es que nos quede claro desde el comienzo este principio: Jesús es mucho más importante que padre, madre o cualquier otra cosa en el mundo.
Otro hombre le dijo: "Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia" (Lucas 9:61). El Señor podía haberle contestado: "Por supuesto, ve y cena con tus familiares y dales las gracias de mi parte por dejar que vengas conmigo". Pero Jesús nunca permitió que algo oscureciera el más importante principio del discipulado: Jesús está siempre primero.
¿Quiere saber si es salvo? Lo es si Dios está primero en tu vida. Si el vivir para  Cristo, se tratara solamente de una invitación, no habría un castigo por no obedecerla:

Ezequiel 3:18 Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.

Dios nos cobrará por nuestra negligencia de no amonestar a los impíos. Y si somos negligentes y estamos vivos en el momento del arrebato, es posible que no seamos tomados en cuenta.

Hechos 17:30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;

El arrepentimiento no es una invitación, es un mandamiento. De otro modo, Jesús no castigaría a los que lo rechazan. El arrepentimiento es un cambio de rumbo, un cambio de vida, dejamos de hacer nuestra voluntad para hacer la voluntad de Dios.
Jesús nos compró con su sangre, somos sus siervos y él es el Señor. Sin embargo, muchos creyentes creen que son los señores y Jesús el siervo. No hacen nada para  Cristo, sino una lista de peticiones.

2 Corintios 5:20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

¿Qué hace un presidente cuando un embajador no cumple con su labor? No le paga, más bien lo despide.
Dios nos ha dado el privilegio de ser sus embajadores. Si no cumplimos con nuestra labor ¿Cómo esperamos un pago? El hecho de que hemos sido rescatados no significa que podemos acostarnos en un sillón a ver tele durante todo el día sin importarnos los demás. Dios nos ha nombrado como sus embajadores y debemos hacer nuestro trabajo de traer personas a Cristo.
La búsqueda del Reino de Dios nunca termina, el ingresar al Reino es solo el principio de esa búsqueda. Si somos añadidos al reino de Dios, es para hacer la voluntad del Padre, no para seguir haciendo nuestra voluntad.
Una vez que ingresamos al reino de Dios, nuestro modelo de vida debe cambiar. Ya no viviremos para nosotros mismos sino para Cristo. El que quiera seguir viviendo para sí mismo, quizás termine perdiendo la vida eterna.
Desdichadamente la gran mayoría de personas que están en Cristo Jesús, siguen viviendo como si estuvieran en Adán. Siguen aferradas a sus trabajos, a sus estudios, a sus viejas vidas. Creen que asistir una vez a la semana al culto y dar una limosna, eso es vivir para Cristo.
Dolorosamente, la gran mayoría de personas que están en Cristo, siguen gastando el dinero en cosas vanas, se olvidan que su dinero y sus tiempo no es de ellos, que su dinero y su tiempo es de Cristo y que deben administrarlo correctamente para que el Edificio que se llama iglesia no se quede en ruinas.

Efesios 5:31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 5:32 Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.

El apóstol Pablo comparó el reino de Dios con un matrimonio. Cuando las personas se casan renuncian a sus vidas de solteros. Cuando la mujer se casa, ya no puede irse de fiesta constantemente con sus amigas como lo hacía cuando era soltera.
Cuando la mujer se casa ya no puede hacer lo que le da la gana, tiene un esposo al que debe respetar y dedicarle todo el tiempo posible. Sus padres y su familia pasan a ocupar un segundo lugar porque su marido ocupa el primer lugar, su marido es su primer amor.
De igual manera, los creyentes somos la novia de Cristo. Al unirnos a él, renunciamos a nuestras vidas y a todo lo que tenemos para compartirlo con Cristo. Al unirnos a Cristo y ser una sola carne con él, todo lo que tenemos pasa a ser de él. Si nos unimos a Cristo, le debemos dar todo a él, porque él nos da todo lo que tiene.
Nuestras familias y nuestras vidas pasan a ocupar un segundo lugar, porque Cristo se convierte en nuestro primer amor, de no ser así, no hay unión verdadera.

Apocalipsis 2:4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. 2:5 Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.

Tengo contra ti que has dejado el primer amor”, dice Jesús. “Arrepiéntete y haz las primeras obras, para no tener que quitar tu candelero”.

Efesios 2:10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Esas obras que Dios preparó de antemano, no son obras para salvación, son obras que hacemos una vez que somos salvos. Esas obras consisten en llevar la verdad del evangelio a todos los hombres para que sean salvos (1 Timoteo 2:3-4).

Apocalipsis 3:16 Ojala fueses frío o caliente. Pero por cuanto eres tibio, te vomitaré de mi boca

¿Cuáles son las cosas que vomitamos? Aquellas que contienen algo que nos impide digerirlas. En la digestión, lo que se come se desintegra. Al ser digeridos por Cristo, dejamos de ser nosotros mismos. Por eso es que la Biblia nos llama nuevas criaturas (2 Corintios 5:17) ¿Cómo es eso? Suponga que usted se come un bistec. Al ser digerido, el bistec deja de ser bistec y se transforma en piel, músculo o hueso de usted mismo. Igual sucede cuando somos digeridos por Cristo, dejamos de ser nosotros y nos convertimos en parte del cuerpo de Cristo.
Pero si usted no puede digerir el bistec porque hay algo en el bistec que se lo impide, usted lo vomita y el bistec nunca será parte de su cuerpo.
Eso es lo que pasa con las personas que Cristo vomita. Nunca serán parte del cuerpo de Cristo. Al unirnos a Cristo, somos digeridos por él ¿Hemos perdido algo? Por el contrario, hemos ganado. No solamente tenemos una vida mejor aquí, sino que tenemos vida eterna. Esto es lo que significa "el que pierde su vida en mí la salvará, pero el que se quiere salvar de mí, la perderá".
Jesús es el amo que murió por nosotros para rescatarnos de Satanás y del pecado. Los que le hemos entregado todo, nuestros bienes, nuestro trabajo, nuestro tiempo, hemos notado que nuestra vida es mucho más feliz que los más ricos de este mundo.
Desdichadamente, la gran mayoría de creyentes, cuando vuelven del trabajo, piensan en mirar televisión, comer y dormir o irse a la mejenga
de futbol. No se les ocurre pensar en el reino de Dios, en invitar a un vecino a su casa para hablarle del evangelio, o en llamar a algún amigo enfermo para saber cómo está y orar con él
Cuando llega la semana santa, se preparan para el viaje, para la diversión, no hay tiempo para meditar en la obra de Cristo y aprovechar algo de esa semana para testimoniar de Él.
La mayoría de los creyentes tienen una actitud opuesta a la de un siervo. Si van al culto, aprovechan para mandarle a Jesús una larga lista de pedidos de cosas que quieren que les haga, como si el Señor fuera el siervo y ellos los señores.
Piden que el Señor les supla, pero no buscan el Reino. Si lo buscaran, no tendrían de que preocuparse.
Cuando el Señor venga, serás llamado a cuentas. Si no has producido fruto alguno, aunque salvo, serás pasado por fuego (1 Corintios 3:15). Y no habrá campo para ti en el rapto. Recuerda la parábola de las vírgenes y entiende que los negligentes no serán tomados en cuenta.
¿Quién es el Señor y quiénes son los siervos? ¿Quién da las órdenes a quién? Los siervos no son los que dan órdenes al Señor, sino los que preguntan: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?".
Póngale atención a las oraciones de los creyentes y pregúntese quién está dando las órdenes a quién. Quieren que Dios los satisfaga, pero ellos no están interesados en satisfacer a Dios.
Por otro lado, muchos creyentes creen que las alabanzas sustituyen a las ofrendas. Creen que con sus alabanzas se puede pagar un loca, se pueden comprar biblias, se pueden imprimir folletos y se puede tener un pastor dedicado a tiempo completo al evangelio. “Dios te bendiga” le dicen al pastor, pero ni a palos se meten la mano al bolsillo. Se les olvida que el dinero que tienen no es de ellos. Tienen la desfachatez de pedirle al Señor que les cumpla sus deseos, cuando le están poniendo bozal al buey que trilla (1 Timoteo 5:18).
En Romanos 12:1, Pablo dice que nuestro verdadero culto es ofrecer “nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios". Es decir, darnos nosotros mismos incondicionalmente a Él para que haga lo que quiera de nosotros.

Lucas 17:10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.

¿Podemos decir que hemos hecho todo cuanto el Señor nos ha mandado? De ser así, somos "Siervos inútiles", porque no hacemos más de lo que se nos manda. ¿Pero realmente hacemos lo que se nos manda? Ni siquiera somos siervos inútiles.
Debemos entender, que nuestra recompensa no es en esta vida, sino después de esta vida. Quiera Dios ayudarnos a hacer con alegría aquello que hacen los siervos en su reino. Jesús dijo: "Después que yo haya comido y bebido, entonces comerás y beberás tú".

Ojalá llegue ese día para nosotros y que Jesús nos diga: "Hiciste bien, siervo bueno y fiel. En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. Ven a compartir la felicidad de tu señor" (Mateo 25:21). ¿Pero, cuántos de los millones de creyentes que estamos en Cristo viviremos esa experiencia?



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