lunes, 27 de febrero de 2017

DEJA DE ORAR Y ACTÚA

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Dice la escritura que Moisés clamó al Señor y el Señor le contestó: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen (Éxodo 14:15).
Hay un momento en la vida cristiana en que debemos de dejar de hacerle peticiones al Señor, en lugar de pedir, debemos actuar.
Muchas congregaciones no crecen, muchas personas no son salvas, muchos milagros no se realizan, muchos propósitos de Dios no se llevan a cabo porque no actuamos, más bien nos dedicamos a pedirle a Dios que actúe por nosotros y eso no va a suceder.  
Dice la palabra de Dios que hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual (Efesios 1:3), que tenemos dentro de nosotros un poder tan grande como el que levantó a Jesucristo de entre los muertos (Efesios 1:20), que tenemos autoridad sobre todo principado, autoridad, poder y señorío (Efesios 1:21-22) y que hemos sido sentados en lugares celestiales con Cristo Jesús (Efesios 2:6).
Esto es lo que se conoce como la autoridad del Creyente. Para entenderlo pongamos de ejemplo a un oficial de tránsito. Si usted conduce por una carretera y un oficial de tránsito le hace una señal de alto, usted obedece, porque la autoridad del oficial es la autoridad del Estado, él ha sido investido con esa autoridad y tenemos que obedecerlo.
De igual manera, Dios nos ha investido con toda su autoridad  sin embargo, en lugar de actuar y detener al enemigo  seguimos clamando a Dios para que él lo detenga por nosotros.
En Marcos 16:17 dice que si ponemos las manos sobre los enfermos, éstos sanarán porque el poder de sanidad está en todos los creyentes, ese poder se llama Espíritu Santo. No obstante, en lugar de poner las manos sobre los enfermos, le oramos a Dios por sanidad.  Le pedimos que haga algo que nosotros podemos hacer.
Dios quiere que conquistemos la tierra prometida y para ello se requiere que nos movamos y pasemos al otro lado, no se requiere de oración, se requiere de acción.
¿Qué significa pasar al otro lado? Movernos hacia el lugar que Dios quiere que por fe nos movamos con algún propósito divino.
La expresión “cruzar al otro lado” significa tomar una decisión o determinación importante. Cuando cruzamos al otro lado nuestras vidas crecen, maduran y nuestra comunión con Dios se incrementa.
Éxodo 14 nos presenta el cuadro de un pueblo que estuvo oprimido bajo el yugo de Egipto. Fue liberado y debía moverse hacia la tierra prometida, este pueblo es el pueblo Judío.
Leyendo como sucedieron los acontecimientos, recibiremos luz del Señor para que nosotros hoy crucemos al otro lado efectivamente.
Jehová Dios le dijo a su siervo Moisés “di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen para que el Faraón diga que están encerrados en el desierto” (Éxodo 14:2-3)
El pueblo debía pasar al otro lado del desierto, había un mar de por medio, pero antes de ello, el Señor les dio una orden de acampar. Esta orden era ni más ni menos la Palabra de Dios, para que el pueblo la obedeciera.
Esta es la primera enseñanza, si deseamos pasar al otro lado debemos aprender a escuchar la palabra de Dios y hacer su voluntad, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra.
 Si Dios dice que hay que cenar en su nombre cada vez que nos congreguemos, no es una vez al año, es cada vez que nos congreguemos como hacían los de la iglesia primitiva.
Si él dice que debemos cenar con vino, es con vino, no es con fanta uva. Si Dios dice que es pan sin levadura, no es pan con levadura. Si él dice que debemos ofrendar, es ofrendar, no es dar limosnas.
Si no obedecemos sus órdenes de manera exacta, entonces seremos derrotados por el enemigo.
En el caso de los hijos de Israel, Dios les dijo que acamparan antes de cruzar al otro lado del mar porque Dios estaba preparando su estrategia, estaba esperando que el ejército enemigo creyera que los judíos estaban atrapados y se acercaran con toda confianza con el único fin de acabar con ellos.
Y yo endureceré el corazón de Faraón para que los siga; y seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová. Y ellos lo hicieron así” (Éxodo 14:4).
Dios no solamente quería que su pueblo cruzara al otro lado, entre sus planes estaba también el acabar con el enemigo. Pero si hacemos nuestra voluntad y no le obedecemos, los derrotados seremos nosotros.
Moverse sin el aval de las Escrituras es lo mismo que pretender ir a la jungla sin un guía. Si usted intenta cruzar al otro lado sin la aprobación previa de Dios, morirá en el intento.
Cuando un creyente desea glorificar al Señor, debe buscar estar en la misma línea de pensamiento de la Palabra de Dios, es decir que nuestra voluntad sea su voluntad.
Muchas veces no obedecemos a Dios porque no conocemos sus planes, y no necesitamos conocerlos, lo que necesitamos es obedecerlo.
Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto, y él siguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa” (Éxodo 14:8).
Dios endureció el corazón del faraón para que persiguiera al pueblo judío  y hacerlo caer en la trampa que le tenía preparada. En este pasaje, el Faraón representa a Satanás y Egipto que es una figura del reino de este mundo, los dos enemigos de Dios.
Cuando vayas por la conquista de la tierra prometida, te encontrarás con estos dos enemigos.
Dice el pasaje que el faraón siguió a los hijos de Israel, pero ellos  habían salido con mano poderosa, esa mano era nada más y nada menos que la mano de Dios.
Esa mano poderosa se encuentra en usted porque el Espíritu de Dios mora en su espíritu”. El hijo de Dios no pelea “con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Y es que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Corintios 10:4),
Nunca trate de servir a Dios en la carne porque será derrotado, las armas del hijo de Dios se encuentran en su espíritu, es el Espíritu de Dios el que logrará las victoria por usted.
Ahora, si solo tenemos la palabra de Dios, seremos derrotados, necesitamos la palabra y el  Espíritu Santo para que nadie nos pueda hacer frente. Y no es creyendo que obtenemos el Espíritu, sino creyendo y bautizándonos (Hechos 2:38).
Millones de creyentes viven en una constante derrota porque han sido engañados que al creer reciben el Espíritu de Dios.  Hacer eso es ir a la guerra sin armas, es ir sin la mano poderosa.
Lo cierto es que el faraón se vino con todo contra el pueblo de Israel, “siguiéndolos, pues, los egipcios, con toda la caballería y carros de Faraón, su gente de a caballo, y todo su ejército, los alcanzaron acampados junto al mar, al lado de Pi-hahirot, delante de Baal-zefón” (Éxodo 14:9).  
Satanás sabe que si cruzamos al otro lado del mar estaremos a salvo, y tratara de acabar con nosotros antes de que crucemos. En este caso, las aguas del mar rojo  simbolizan el bautismo en agua.
Dice la escritura que “los alcanzaron acampados”. Podríamos pensar que lo peor que uno puede hacer es detenerse para ser alcanzado. Pero muchas veces Dios te dirá que te detengas porque quiere que el enemigo caiga en la trampa.  Nunca te detengas por cobardía, hazlo únicamente cuando Dios te lo pida,  como demostración de sujeción al Señor.
Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová” (Éxodo 14:10)
Los hijos de Israel sintieron temor porque a pesar de todo lo que Dios había hecho por ellos, aún seguían siendo incrédulos.
La palabra de Dios dice que “en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (Juan 4:18)”.
Vivir bajo temor es paralizante, anula la fe y acrecienta la incredulidad. Por eso, necesitamos echar fuera el temor, colocándonos bajo la cobertura del Señor.
La escritura dice: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31). Si Dios está con nosotros, no puede haber ningún tipo de temor.
Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Tenemos a nuestra disposición la capacidad para decirle no al temor y decirle sí al poder de Dios, usémosla.
Y acobardados, los judíos clamaron a Jehová. Estaban llenos de temor porque su falta de comunicación con Dios les impedía acrecentar su fe. Y cuando clamaron  el enemigo se les vino encima.
Esto les pasa a miles de creyentes, no tienen comunicación con él y esa falta de comunicación los hace vivir llenos de temor y acobardados ante la primera circunstancia negativa que les aparezca.
Si usted desea cruzar al otro lado desarrolle una comunión diaria e íntima con el Señor, sean los tiempos buenos o malos.

Éxodo 14:11 Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? 14:12 ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto.

Este pasaje revela el corazón de los judíos. Comenzaron a murmurar, se arrepintieron de su liberación y pensaron que era mejor ser esclavo que morir en el desierto. Estaban mirando las circunstancias en vez de mirar a Dios. Cuando no ejercemos fe, crece la incredulidad y miramos las cosas como seres racionales en vez de mirarlas con ojos espirituales.
Muchos de los que se convierten, ante  el primer ataque del enemigo, reniega de  Dios y se arrepiente de su liberación del reino de las tinieblas. Ellos dice: “cuando no estaba en Cristo nada malo me sucedía, mejor me hubiera quedado como estaba”.
Debemos dar lugar a la presencia del Espíritu para que nos ministre fe inamovible y ante la adversidad podamos proclamar: “Voy a vencer en el nombre del Señor”.
Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis.  Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éxodo 14:13-14).
Moisés les dijo no temieran, que si cruzaban al oro lado verían la salvación. Moisés sabía que si temían se iban a llenar de incredulidad y no verían la gloria de Dios.
La falta de fe trae temor y el temor nos impide creerle al Señor. Cuando vemos por la fe podemos proclamar confiadamente: “Si, veo que cruzaré hacia el otro lado”. Para poder cruzar es necesario estar firmes creyendo la Palabra de Dios.
Moisés lo dijo claramente: “Jehová peleará por vosotros, estén tranquilos”.
Eso no fueron simples palabras que salieron de la boca de Moisés, Jehová lo había prometido.
Cuando damos lugar a la fe, veremos al Señor peleando contra nuestros enemigos, que no quieren que alcancemos la salvación.
Hay personas que creen el evangelio, lo que significa ser liberados de Egipto, pero deben cruzar al otro lado para ser salvos, en este caso ser bautizados. Entonces el diablo pone toda clase de obstáculos, pretextos y temores para que no crucen al otro lado.
Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen (Éxodo 14:15).
Aquí se confirma lo que dijimos al inicio, es como si el Señor le hubiera dicho a Moisés: “diles a los herederos de mis promesas que tomen la autoridad que les he dado”.
En este momento crucial para el pueblo de Israel, hasta el mismo Moisés llegó a dudar. Dime con quién andas y conoceré tu fe. Cuando andamos con incrédulos terminamos contagiándonos de su incredulidad.
Moisés dudó y clamó a Dios, por eso fue que el Señor le ordenó: “Deja de clamar y dile a los hijos de Israel que marchen”.
Debemos de dejar de pedirle a Dios que nos de lo que ya nos ha dado. Hay personas que viven pidiéndole a Dios que los bendiga en lugar de tomar la bendición que ya recibieron (Efesios 1:3). Viven pidiéndole a Dios un poder una ayuda que está en ellos. La Biblia dice que el Espíritu Santo es nuestro ayudador y nuestro consolador.
No tenemos que pedir lo que ya tenemos, lo que tenemos que hacer es empezar a marchar y dejar de poner escusas. No hacerlo es lo mismo que orar por un plato de comida que tenemos servido en la mesa. En esa situación lo que usted debe hacer es dejar de orar,  y sentarse a comer. Esto es lo que significa “marchar” en términos espirituales.
Entonces Dios le dijo a Moisés: “Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco” (Éxodo 14:16).
Cuando el pueblo de Dios “marcha” debe tomar autoridad. Las palabras “alza”; “extiende”; “divídelo” y “entren” son sinónimos de la expresión “tomar autoridad”, son órdenes a la misma naturaleza.  
La autoridad y el poder de Dios estaba simbolizado en la vara de Moisés, pero hoy esa autoridad y poder  están en ti. Estás sentado en lugares celestiales y tienes poder sobre toda autoridad, poder y señorío, solo actúa.
No ceso de  orar por ustedes, le dijo Pablo a los efesios, para que Dios alumbre su entendimiento y puedan comprender de una vez por todas cuál es la riqueza de la gloria de Dios en sus hijos y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos. Ustedes tienen el mismo poder que operó en Cristo, resucitándole de los muertos y que lo sentó a su diestra en los lugares celestiales, lugares de autoridad  sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. (Efesios 1:16-22)
Y eso no es todo, “juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, (Efesios 2:6), es decir,  nos dio autoridad sobre todos esos entes espirituales de maldad.
Usted ordena y el diablo obedece, no tienes por qué temerle al diablo y sus ángeles, porque todos ellos están bajo tu poder.
Como consecuencia, dice el Señor: “Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería; y sabrán los egipcios que yo soy Jehová cuando me glorifique en Faraón, en sus carros y en su gente de a caballo” (Éxodo 14:17-18).
Las expresiones “yo endureceré” y “yo me glorificaré”, expresan claramente que Dios haría la obra por los judíos. Eso no era solo para ellos, es para ti y para mí,  después que usted y yo nos movamos por fe, Dios hará la obra, él solamente espera que su pueblo se esfuerce y ejerza su fe.
Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas  e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquéllos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros.” (Éxodo 14:19-20).
El ángel de Dios cambió de posición, se pasó de adelante para atrás. Se puso en medio del pueblo de Dios y el enemigo de Dios. Eso mismo hace Dios contigo y conmigo. Él nos dice: “Vamos, toma la delantera que yo cubro tus espaldas, cuando seas perseguido”.
Dios se mueve de esa manera para que usemos la fe y recibamos recompensa. Hebreos 11:6 dice que la fe es lo único que agrada a Dios, y tiene un premio para todos aquellos que la ejercen.
Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas” (Éxodo 14:21).
Si Moisés no hubiera ejercido su fe, Dios no hubiera hecho que el mar se dividiese, pero como él por fe levantó su vara en señal de autoridad sobre el mar, Dios hizo que las aguas se dividieran.
Si tú no ejerces su autoridad, Dios no hará nada por ti. Deja de llorar, deja de quejarte, deja de pedirle a Dios, solamente actúa, camina hacia el mar, levanta tus manos hacia él y éste se abrirá.
Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar,  en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda” (Éxodo 14:22) y pudieron llegar al otro lado.

Éxodo 14:23 Y siguiéndolos los egipcios, entraron tras ellos hasta la mitad del mar, toda la caballería de Faraón, sus carros y su gente de a caballo. 14:24 Aconteció a la vigilia de la mañana, que Jehová miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y nube, y trastornó el campamento de los egipcios, 14:25 y quitó las ruedas de sus carros, y los trastornó gravemente. Entonces los egipcios dijeron: Huyamos de delante de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios. 14:26 Y Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros, y sobre su caballería.

Los egipcios no entendieron que el mar se abría únicamente para el pueblo de Dios, que los que no eran su pueblo morirían ahogados en las aguas.
Cuando ejercemos la autoridad que Dios nos ha dado los enemigos y las circunstancias caerán derrotados, pues ellos deben postrarse ante la autoridad del creyente.
Los enemigos de Dios son nuestros enemigos. Estos deben rendirse ante la autoridad del Señor y deben ser destruidos para que no nos toquen ni nos afecten negativamente.
Note usted que Jehová trastornó el campamento de los egipcios pero también  le dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre su caballería”.
Entonces “Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza, y los egipcios al huir se encontraban con el mar; y Jehová derribó a los egipcios en medio del mar. Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno” (Éxodo 14:27-28).
Para que la victoria sea total, no solo debemos ver a nuestros enemigos retroceder sino que también necesitamos verlos aniquilados, de tal manera que no quede ni uno solo de ellos. Entonces, cuando eso suceda, proclamemos ¡Señor Jesús, tuya es la magnificencia, el poder, la gloria, la victoria y el honor! (1 Crónicas 29:11­12). Si ganamos estas batallas vamos a crecer en la vida cristiana.

Éxodo 14: 31 Y vio Israel aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios; y el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo.

Tres cosas sucedieron luego de aquellos hechos:
Primero: el pueblo vio aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios. Una vez que actuamos por fe, veremos las grandes maravillas de Jehová.
Segundo: el pueblo temió a Jehová. Se dio cuenta que con Jehová no se juega, que Dios es amor para los que le temen, pero es fuego consumidor para los que no le temen.
Tercero: Creyeron a Jehová, es decir se llenaron de fe en el único Dios verdadero.
Desdichadamente esa fe fue momentánea, cuando volvieron las circunstancias negativas, volvieron a lamentarse, no se atrevieron a caminar  y su fe se terminó. De más de un millón de personas, solamente Josué y Calé pudieron conquistar la tierra prometida, su fe los salvó, los demás cayeron postrados en el desierto.
Si usted desea ver crecer su fe, necesita pasar al otro lado, no necesita orar, lo que necesita es caminar hacia el otro lado, las aguas se abrirán y podrás caminar seguro. Y el Señor vendrá atrás cubriéndote la espalda.
No solamente eres un hijo de Dios, eres su embajador (2 Corintios 5:20), tienes la obligación de actuar, esto es llevar el evangelio al lugar que Dios te ha asignado, debes cruzar al otro lado y ejercer tu autoridad.
Hay personas que oran para que sus parientes sean salvos pero no les hablan a éstos del evangelio. Dios te ha dicho que no clames, sino que les hables, que camines, que cruces al otro lado. Si lo haces  serás premiado, si no lo haces,  sufrirás pérdida porque no recibirás ningún primero. Si bien te mantendrás salvo, serás pasado por fuego (1 Corintios 3:14-15). Y si se diera el arrebato, no serás tomado en cuenta. Esfuérzate y se valiente, cruza al otro lado, que Dios está contigo.





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