lunes, 27 de junio de 2016

EL PODER DE LA SANGRE DE JESÚS

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Hubo heridas importantes que hicieron sangrar a nuestro Señor Jesús y lo llevaron a la muerte. Pero, al tercer día, el Señor resucitó, salió de la tumba lleno de poder y de gloria. En ese milagro de resurrección, sus heridas sangrantes se convirtieron en poder de transformación para nuestras vidas. Es de suma importancia conocer el poder  de la sangre de Jesús, para vivir una vida de abundancia y llena de gracia.

HERIDAS INTERNAS

Lucas 22:42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 22:43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 22:44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como gotas de sangre que caían hasta la tierra.

Antes de ser arrestado, el Señor Jesús estaba horrorizado, él sabía lo que iba a padecer. Como ser humano tenía miedo y no era su voluntad padecer tanto sufrimiento, pero estaba dispuesto a hacer la voluntad de Dios.
Dice la escritura que Jesús sudaba gotas de sangre y eso tiene una explicación científica. Según los médicos, cuando una persona  tiene demasiado estrés, se le pueden romper los vasos capilares y tener una pequeña hemorragia interna que aunque interna sale a través del sudor. 
Esta no fue una herida física ocasionada por los romanos, era una herida del alma, era una angustia mental y un dolor ocasionado por la soledad, por la impotencia, y por la traición de uno de sus mejores amigos.
Tal vez usted esté pasando por alguna situación que te produce una herida interna, que te llena de dolor, tal vez te traicionó tu esposo, o quizás un socio te estafó, o puede ser que te quedaste sin empleo y no sabes cómo vas a mantener a tu familia.  Tal vez sus finanzas han venido a menos y no tienes voluntad para seguir adelante, entonces debes saber que la sangre de Jesús derramada en el huerto del Edén te ha curado esas heridas. Solamente debes ceder tu voluntad al Señor para que el haga la suya y esas circunstancias negativas la use para tu bien (Romanos 8:28). Esa sangre tiene poder para cambiar toda circunstancia. Jesús sufrió todo estrés, toda angustia y temor, pero esas heridas internas se transformaron en el poder que transforma tu vida, ¡reclama el poder de la sangre de Jesús!

LAS MANOS

Génesis 1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

En este pasaje vemos que Dios le dio “toda autoridad” al hombre sobre la creación. No obstante, el hombre le entregó esa autoridad al diablo:

Lucas 4:6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.

Como vemos en este otro pasaje, el diablo le ofreció a Jesús todos los reinos de este mundo y la gloria sobre ellos, porque el hombre le cedió esa autoridad. Pero, con la sangre que brotó de sus manos, Jesús recobró esa autoridad  y nos la devolvió a nosotros. Las manos son un símbolo de autoridad. Cuando un oficial de tránsito levanta las manos, tienes que hacer un alto, porque ese oficial está revestido de autoridad.

Marcos 16:18 tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.

Jesús dijo que pusiéramos las manos sobre los enfermos para que sanaran,, porque la sangre derramada en la cruz se transformó en un símbolo de autoridad delegada en los creyentes.
Puedes poner las manos sobre los enfermos y ellos sanarán porque las manos del creyente están cargadas de poder, el cual fluyó de la sangre derramada por Jesús en la cruz. Esa autoridad te ha sido transferida, reclama ese poder de autoridad que se encuentra en la sangre de Jesús.




LOS PIES

Efesios 1:22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 1:23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

De igual manera, gracias a la sangre derramada de los pies de Jesús, todas las potestades, principados, poderes y señoríos fueron sujetados a sus pies.
Siendo que esos pies son parte del cuerpo de Cristo que es la iglesia, y siendo que la iglesia somos todos los creyentes, es claro que la sangre de Jesús nos dio poder sobre todas esas criaturas espirituales.
Gracias a esa sangre fuimos sentados en lugares celestiales con Cristo (Efesios 1:3), o sea en lugares con autoridad por encima de todas esas criaturas.
Gracias a la sangre de Jesús, no solamente tenemos autoridad sobre el mundo natural sino también sobre el mundo espiritual comandado por el maligno.
No te dejes amedrentar por el diablo ni por sus ángeles, recuérdale que estás cubierto por la sangre de Jesús y que Jesús te dio toda autoridad, entonces el diablo saldrá huyendo de tu presencia. Tú no puedes vencer al diablo por ti mismo, pero si puedes hacerlo por el poder de la sangre de Jesús (Apocalipsis 12:11).

LAS LLAGAS

Juan 9:1 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó.

En la época de Jesús, aunque la Ley autorizaba azotar a los presos con 40 latigazos, solamente los azotaban 39 veces porque se sabía que nadie soportaba los 40. Ahora, según los médicos todos los virus o enfermedades provienen de 39 enfermedades básicas.
Cada uno de los 39 latigazos que Jesús recibió y lo hizo sangrar, nos libró de una enfermedad, cada latigazo simboliza una enfermedad vencida por la sangre de Jesús. Por eso el apóstol Pedro dice:

1 Pedro 2:24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados (vea  también Isaías 53:5)
La sangre derramada por las heridas de Jesús mediante los latigazos, se transformaron en el poder de sanación para todos los creyentes. Por esas heridas fuimos sanados, dice el apóstol Pablo, solamente reclama esa sanidad que se encuentra en la sangre preciosa de Jesús.

LAS HERIDAS EN LA FRENTE

Jesús fue humillado, se burlaron de él porque sostuvo que era el Rey de los judíos (Juan 18:33), “entonces los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! y le daban de bofetadas” (Juan 19:2-3).
Las coronas son símbolo de autoridad sobre las naciones. Esa sangre que brotó de la cabeza de Jesús, por la corona de espinos que le pusieron, hizo que Dios lo  declarara “Hijo de Dios con poder” (Romanos 1:4), Rey de reyes  y Señor de señores (Apocalipsis 19:16), cambiando esa corona de espinos por una corona de oro puro que simboliza la pureza de Cristo.  

1 Pedro 5:4 Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.

Apocalipsis 2:10 … Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.

Como puedes ver, esa sangre nos alcanza, esa sangre preciosa nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, (Apocalipsis 1:6) y vendremos a gobernar con él al final de los tiempos (Apocalipsis 20:4). En aquel entonces  recibiremos la corona incorruptible de gloria y la corona de la vida.  
Pero no todo termina allí. Esa sangre que salió de la frente de Jesús nos liberó de toda maldición. Recordemos que cuando Adán pecó, Dios pronunció una maldición:

Génesis 3:17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 3:18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 3:19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.

Desde entonces “maldita es la tierra por causa de Adán”. El hombre todo lo tenía, pero a partir de ese momento tuvo que trabajar para conseguir su sustento. Y la tierra le produjo espinos y abrojos” haciéndole las cosas más difíciles. El llanto, el sufrimiento y el dolor acabaron con la paz y la felicidad que el hombre tenía en el jardín del Edén, del cual fue expulsado. El sudor en la frente de Adán vino a ser símbolo de maldición; y cuando vino la ley, esa maldición se hizo más grande:

Deuteronomio 28:15 Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. 28:16 Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo. 28:17 Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. 28:18 Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. 28:19 Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir. 28:20 Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. 28:21 Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. 28:22 Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas. 28:23 Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. 28:24 Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas…

Todo estaba muy mal para el hombre, pero la sangre preciosa en la frente de Jesús vino a cambiar las cosas.

Gálatas Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 3:14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

La sangre derramada en la cruz por Jesús, transformó toda maldición en bendición. De acuerdo con la ley, era una maldición morir colgado en una cruz, entonces Jesús se hizo maldición para que la bendición de Abraham se hiciese efectiva en los creyentes.
Ya no hay maldición alguna que alcance al que está en Cristo, porque hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales con Cristo (Efesios 1:3).
No puede haber maldición y bendición a la vez, o estamos bendecidos o estamos maldecidos. Los que no han sido lavados con la sangre de Jesús continúan bajo maldición, pero los que hemos sido lavados con su sangre estamos bendecidos y no tenemos nada de qué preocuparnos.
La sangre de Jesús nos autoriza para reclamar que seamos productivos, que nuestro trabajo y esfuerzos no sean en vano, que generen abundancia y veamos frutos que aseguren el futuro de nuestras generaciones.  Se traduce a una bendición generacional en toda la familia. Pero más allá de las cosas materiales, la sangre de Jesús nos asegura la promesa de salvación hecha a Abraham.

EL COSTADO HERIDO

Hace algunos años, un Juez chileno estableció que algunos delitos no serían castigados con cárcel o con multa, sino que los que los cometieran obtendrían el perdón al pagar con su sangre, la cual donarían al hospital local.
Si la letra con sangre entra,  la culpa con sangre sale” había dicho el juez. Con ese sistema se podría solucionar el eterno déficit de sangre en los hospitales del mundo y se podrían salvar muchas  vidas.
Lo establecido por ese Juez, aunque parece pintoresco, nos lleva a hacer una última reflexión acerca del poder de la sangre de Jesús establecido en la palabra de Dios;

Juan 19:31 Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. 19:32 Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. 19:33 Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. 19:34 Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.

Hebreos 9:22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

La sangre emanada del costado de Jesús es un símbolo de salvación, gracias a esa sangre obtenemos el perdón de pecados. Esa ofrenda de sangre hizo perfectos para siempre a los santificados (Hebreos 10:14).
Es curioso pero no casual, que la sangre no saliese sola, sino que saliese acompañada de agua. Lo que eso significa es que Jesús dio su sangre y fue sepultado por nuestros pecados, pero para que ese perdón se haga efectivo en nosotros, tenemos que ser sepultados con Cristo en el Bautismo en agua (Romanos 6:3-5, Hechos 22:16).
Esa sangre nos perdonó los pecados para siempre, o sea por toda la eternidad y sin esa sangre no hay perdón. Por eso  el Espíritu Santo nos advierte: “ay del que tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado” (Hebreos 10:29).
Lo que eso significa es que cuando una persona cree que algún pecado no le fue perdonado, está teniendo por inefectiva e inmunda la sangre de Cristo y eso le roba la salvación.
Concluimos, que la sangre derramada por Jesús en la cruz tiene el poder de salvarnos de la condenación, tiene el poder de librarnos de la maldición, nos da autoridad sobre el diablo, nos sana de toda enfermedad y nos convierte en reyes y sacerdotes para Dios.  Además nos da la gracia necesaria para vivir una vida llena de  paz y gozo en el Espíritu Santo.
No puede haber circunstancia alguna que te derrote, porque cada gota derramada por Jesús en la cruz  cumplió con un propósito divino. Satanás te va a acusar, Satanás va a señalarte, Satanás va a hacer que creas que has sido maldecido,  y va a tratar de bajarte del lugar celestial en que has sido puesto. No le contestes con tu comportamiento, no te defiendas en tus fuerzas, solamente recuérdale que la sangre de Jesús te ha limpiado de todo pecado, recuérdale al diablo que él está bajo tus pies y en el nombre de Jesús  y por el poder de su sangre repréndelo para que se aleje de tu vida ¡Aleluya!



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