lunes, 16 de enero de 2017

REBECA, LA MUJER VIRTUOSA

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¿Si quisieras una esposa para tu hijo, cómo quisieras que fuera? “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”, dice Proverbios 31:10.

No abundan las piedras preciosas ni tampoco las mujeres virtuosas y el patriarca Abraham estaba en ese dilema. Dios le prometió bendecir a su descendencia y hacer de ella una nación tan grande como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Sin embargo, su único hijo ya era mayorcito y permanecía soltero. El patriarca estaba muy avanzado en años y no quería morir sin dejar ese asunto resuelto. Imagine usted lo que era elegir una esposa para el hombre a través del cual Dios haría una nación tan grande y bendecida ¿Qué clase de mujer debía ser? ¿Sería una mujer atractiva? Lo mejor es que fuera una mujer virtuosa.

Proverbios 31:30 Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;  La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.

La mujer virtuosa no destaca por su hermosura física ni por su simpatía, sino porque tiene un corazón temeroso de Jehová.  Eso no significa que la mujer debe tenerle miedo a Dios, lo que significa es que no desprecie la sabiduría ni la enseñanza que hay en su palabra.  Proverbios 1:7 dice queel principio de la sabiduría es el temor a Jehováe inmediatamente añade que los insensatos desprecian la sabiduría”. Lo que nos está diciendo es que los sabios se alimentan de la palabra de Dios y se dejan guiar por ella, no hacen así los insensatos, los cuales desprecian la palabra de Dios y la enseñanza que está en su palabra y sus caminos son caminos de muerte.
Cuando uno ama a los padres, obedece sus consejos, no por miedo a un castigo sino por temor a equivocarse, es mejor confiar en ellos que tienen experiencia y más sabiduría. Cada cana que hay en nuestros padres y abuelos es un hilo de sabiduría, tan significativas son las canas, que la Biblia nos presenta al Dios Padre con una cabellera blanca y lleno de años. Nunca te creas más sabio que tus padres, quizás puedes ser más inteligente que ellos, pero no has recorrido el camino que ellos ya recorrieron.
Lo cierto es, que el primer requisito de una mujer virtuosa debe ser el temor a Jehová, es decir, la confianza y la obediencia a la palabra de aquel que está lleno de años y que todo lo creó ¿Quién más sabio que él?

Génesis 24:2 Y dijo Abraham a un criado suyo, el más viejo de su casa, que era el que gobernaba en todo lo que tenía: Pon ahora tu mano debajo de mi muslo, 24:3 y te juramentaré por Jehová, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito; 24:4 sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac. 24:5 El criado le respondió: Quizá la mujer no querrá venir en pos de mí a esta tierra. ¿Volveré, pues, tu hijo a la tierra de donde saliste? 24:6 Y Abraham le dijo: Guárdate que no vuelvas a mi hijo allá. 24:7 Jehová, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra de mi parentela, y me habló y me juró, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra; él enviará su ángel delante de ti, y tú traerás de allá mujer para mi hijo. 24:8 Y si la mujer no quisiere venir en pos de ti, serás libre de este mi juramento; solamente que no vuelvas allá a mi hijo.

Como no era posible hallar a esa mujer con ese temor a jehová en Canaán, Abraham decide buscarla en la tierra de su parentela. Eso sí,  Abraham no quiere que Isaac se vaya a la tierra de su parentela,  sino que la mujer venga a vivir con él en la tierra prometida. Entonces encomienda a su criado más viejo para que vaya a Mesopotamia a buscarla. La comisión era tan seria que el criado tiene que jurar que  traerá la mujer correcta. La insistencia de Abrahán en esta condición destaca la importancia que tiene para él el hecho de que esa mujer sea temerosa de Dios.

Génesis 24:9 Entonces el criado puso su mano debajo del muslo de Abraham su señor, y le juró sobre este negocio.24:10 Y el criado tomó diez camellos de los camellos de su señor, y se fue, tomando toda clase de regalos escogidos de su señor; y puesto en camino, llegó a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor.

Al llegar a la ciudad de los parientes de Abrahán, el criado arrodilla los camellos fuera de la ciudad junto a un pozo, a la hora de la tarde en que las doncellas salen por agua. Entonces le ora al Señor de esta manera: “A la doncella que yo dijere “baja tu cántaro por favor, para que yo beba, y que ella responda: bebe, y también daré de beber a tus camellos”, esta será la señal de que esa será la mujer que tienes destinada para tu siervo Isaac (Génesis 24:11-14). Esa era la señal que  el criado esperaba del Señor.
De seguro, toda mujer del lugar sabía que un camello sediento puede beber mucha agua (hasta 100 litros),  así pues, la que se ofreciese a darle de beber a diez camellos tenía que ser una mujer casi imposible de encontrar. La futura esposa de Isaac tenía que ser una mujer que “busque lana y lino, Y con voluntad trabaje con sus manos. Que sea  como nave de mercader; que traiga su pan de lejos. Una mujer que se levante aun de noche Y de comida a su familia y ración a sus criadas. Que considere la heredad, y la compra, Y plante viña del fruto de sus manos. Que ciñe de fuerza sus lomos, Y esfuerce sus brazos.  Que vea que van bien sus negocios, que su lámpara no se apague de noche. Que Aplique su mano al huso, y sus manos a la rueca, que alargue su mano al pobre, Y extienda sus manos al menesteroso”. (Proverbios 31:13-20), es decir que sea sumamente diligente y no perezosa.  Desdichadamente, esas cualidades no las encontramos en la mayoría de las mujeres sino en una minoría, esa es la razón por la cual la palabra de Dios dice que  las mujeres virtuosas son como las piedras preciosas, difíciles de encontrar y de adquirir.
Antes que el siervo acabara de orar,  apareció Rebeca, nieta de Nacor (hermano de Abrahán), y llevaba su jarro de agua sobre el hombro. La muchacha era de aspecto muy hermoso, virgen, a la que varón no había conocido; la cual descendió a la fuente, y llenó su cántaro. Entonces el criado de Abraham corrió hacia ella, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro (Génesis 24:15-17)
Rebeca, le respondió: “Bebe, señor mío”. Pero su respuesta no se quedó ahí, sino que continuó: “También para tus camellos sacaré agua hasta que acaben de beber” (Génesis 24:18-19).
Ella ofreció más de lo que se podía esperar, mostrando su corazón ante el siervo de  Abraham.  Además de virgen y bella, Rebeca es una mujer llena de humildad y de bondad.  
Entonces ella “rápidamente vacía su jarro en el abrevadero y corre vez tras vez al pozo para sacar agua, y sigue sacando para todos los camellos”.
Lo que más sorprende al criado de Abraham es que Rebeca es un torbellino de actividad, ella va y viene vez tras vez al pozo para darle de beber a los camellos. La bella doncella resultó ser sumamente diligente, calificada para ser la esposa ideal de cualquier varón ¿Quién no quisiera una mujer tan virtuosa para su hijo? ¿Tienes tú una mujer así en tu casa, a la cual no tienes que pedirle que haga esto o aquello? ¿Te casaste con una mujer así de diligente, así de paciente y así de bondadosa? ¿O es el sueño, la pereza y la falta de diligencia lo que destaca en tu mujer? Toma en cuenta esos detalles para que escojas la esposa correcta.

Proverbios 31:11 El corazón de su marido está en ella confiado, Y no carecerá de ganancias. 31:12 Le da ella bien y no mal Todos los días de su vida.

Pareciera que el escritor de proverbios estaba hablando de  Rebeca al escribir el capítulo 31. Dice que la mujer virtuosa es tan diligente que su marido puede vivir confiado de que nunca carecerá de ganancias porque tiene un gran apoyo a su lado. Es aquella de la que se dice: “Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”. Que difícil encontrarlas. A la mayoría de mujeres hay que rogarles para que se levanten a hacer un desayuno o para que aplanchen una camisa, no hay en ellas esa voluntad ni ese deseo de agradar a su marido.
El siervo de Abraham se quedó maravillado al ver a  Rebeca,  pensando si quizás Dios prosperara su viaje, dándole a esa esa mujer para el hijo de su amo (Génesis 24:20-21)
Cuando los camellos acabaron de beber, el siervo la premió dándole un pendiente de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez, y le dijo: ¿De quién eres hija? Te ruego que me digas: ¿hay en casa de tu padre lugar donde posemos?  Ella se identificó como sobrina de Abraham y le hizo ver al criado que en su casa había paja,  mucho forraje y lugar para posar. Las muestras de bondad siguen apareciendo.
Al descubrir que la joven está emparentada con Abrahán, el criado se arrodilla y dijo: “Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad, guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo”. (Génesis 24:22-28).
Y la doncella corrió, e hizo saber en casa de su madre estas cosas. Y Rebeca tenía un hermano que se llamaba Labán, el cual corrió afuera hacia el hombre, a la fuente. Y cuando vio el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana, que decía: Así me habló aquel hombre, vino a él; y he aquí que estaba con los camellos junto a la fuente. Y le dijo: Ven, bendito de Jehová; ¿por qué estás fuera? He preparado la casa, y el lugar para los camellos. Entonces el hombre vino a casa, y Labán desató los camellos; y les dio paja y forraje, y agua para lavar los pies de él, y los pies de los hombres que con él venían. Y le pusieron delante qué comer; mas él dijo: No comeré hasta que haya dicho mi mensaje. Y él le dijo: Habla. Entonces dijo: Yo soy criado de Abraham. (Génesis 24:28-34).
La gracia de Dios estaba con el criado de Abraham, el cual es recibido con los brazos abiertos por la familia de Rebeca, ofreciéndole comida y hospedaje a él y sus acompañantes. Sin embargo el criado dice que no acepta la comida hasta que lo escuchen. Lo primero que hace es identificarse como criado de Abraham. Luego relata la historia de su visita. Les dice que Jehová ha bendecido mucho a Abraham, que le ha engrandecido; le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos. Y que Sara, mujer de su amo, dio a luz en su vejez un hijo a su señor, quien le ha dado a él todo cuanto tiene.  Y que Abraham le hizo jurar, diciendo: “No tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, en cuya tierra habito;  sino que irás a la casa de mi padre y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo. Y yo dije: Quizás la mujer no querrá seguirme. Entonces él me respondió: Jehová, en cuya presencia he andado, enviará su ángel contigo, y prosperará tu camino; y tomarás para mi hijo mujer de mi familia y de la casa de mi padre. Entonces serás libre de mi juramento, cuando hayas llegado a mi familia; y si no te la dieren, serás libre de mi juramento. “Llegué, pues”, dice el criado, “hoy a la fuente, y dije: Jehová, Dios de mi señor Abraham, si tú prosperas ahora mi camino por el cual ando, he aquí yo estoy junto a la fuente de agua; sea, pues, que la doncella que saliere por agua, a la cual dijere: Dame de beber, te ruego, un poco de agua de tu cántaro, y ella me respondiere: Bebe tú, y también para tus camellos sacaré agua; sea ésta la mujer que destinó Jehová para el hijo de mi señor.  Antes que acabase de hablar en mi corazón, he aquí Rebeca, que salía con su cántaro sobre su hombro; y descendió a la fuente, y sacó agua; y le dije: te ruego que me des de beber. Y bajó prontamente su cántaro de encima de sí, y dijo: Bebe, y también a tus camellos daré de beber. Y bebí, y dio también de beber a mis camellos.  Entonces le pregunté, y dije: ¿De quién eres hija? Y ella respondió: Hija de Betuel hijo de Nacor, que le dio a luz Milca. Entonces le puse un pendiente en su nariz, y brazaletes en sus brazos; y me incliné y adoré a Jehová, y bendije a Jehová Dios de mi señor Abraham, que me había guiado por camino de verdad para tomar la hija del hermano de mi señor para su hijo.  Ahora, pues, si vosotros hacéis misericordia y verdad con mi señor, declarádmelo; y si no, declarádmelo; y me iré a la diestra o a la siniestra” (Génesis 24:35-49).
Como leemos, Labán y Betuel, hermano y padre de Rebeca respectivamente,  escuchan la historia del siervo, se dan cuenta de que no hay casualidades, que todo sucedió tal y como el siervo se lo pidió a Dios, de tal manera que entienden que es la voluntad de Dios que Rebeca sea la esposa de Isaac.
Entonces Labán y Betuel respondieron y dijeron: “De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno. He ahí Rebeca delante de ti; tómala y vete, y sea mujer del hijo de tu señor, como lo ha dicho Jehová” (Génesis 24:50-51).
El hermano y el papá de Rebeca también son temerosos de Dios y deciden hacer su voluntad, entregando su hija al criado para que la lleve a Isaac.
Cuando el criado de Abraham oyó sus palabras, se inclinó en tierra ante Jehová. Y sacó el criado alhajas de plata y alhajas de oro, y vestidos, y dio a Rebeca; también dio cosas preciosas a su hermano y a su madre.
 Y comieron y bebieron él y los varones que venían con él, y durmieron; y levantándose de mañana, dijo: “Enviadme a mi señor”. Entonces respondieron su hermano y su madre: “Espere la doncella con nosotros a lo menos diez días, y después irá”. Y él les dijo: “No me detengáis, ya que Jehová ha prosperado mi camino; despachadme para que me vaya a mi señor.  Ellos respondieron entonces: Llamemos a la doncella y preguntémosle. Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón? Y ella respondió: Sí, iré”. (Génesis  24:52-58).
Ante la pregunta de si saldrá de inmediato, Rebeca responde con una palabra hebrea que significa: “Estoy dispuesta a ir”. No se la obliga a aceptar la propuesta de matrimonio. Abraham así lo estipuló cuando dijo a Eliezer que quedaría libre de su juramento: “si la mujer no desea acompañarte te libero de la promesa”. Pero Rebeca confía en Jehová, ella cree que no hay casualidad, que  Jehová la ha escogido para ser la esposa de Isaac y obedece a su palabra. Así que sin dilación deja a su familia para casarse con un hombre al que no conoce. Esta valiente decisión constituye una extraordinaria muestra de fe obediente, de fe que actúa, lo que confirma lo acertado de la elección.
Que hermoso es ver cuando toda una familia es temerosa de Dios, dispuesta a obedecer su voluntad.  Eso es lo que Pablo llamó “andar conforme al Espíritu” (Romanos 8:1) y no conforme a la carne. ¿Andas tu conforme al Espíritu o continúas haciendo tu voluntad? La gran mayoría de creyentes dicen amar a Dios pero no obedecen su palabra, no hay en ellos ese deseo de servicio, tampoco son diligentes, no aportan ideas ni nada que contribuya en el crecimiento de iglesia, creen que con asistir una hora a la semana al culto y dar una limosna ya cumplieron para con Dios.
Esa gran mayoría  no viven para Cristo (2 Corintios 5:15) sino que continúan viviendo para ellos mismos, lo que demuestra que no hay en ellos el temor a Dios que había en el corazón de Rebeca y sus parientes, los cuales no dudaron ni un segundo en obedecer al Señor.  
Entonces dejaron ir a Rebeca su hermana, y a su nodriza, y al criado de Abraham y a sus hombres. Y bendijeron a Rebeca, y le dijeron: “Hermana nuestra, sé madre de millares de millares, y posean tus descendientes la puerta de sus enemigos”. Entonces se levantó Rebeca y sus doncellas, y montaron en los camellos, y siguieron al hombre; y el criado tomó a Rebeca, y se fue” (Génesis 24:59-61).
Jesús dijo: “el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Los parientes de Rebeca demostraron ser dignos del Señor, desprendiéndose de su hija amada para obedecerlo. Eso es lo que Dios espera de nosotros, que la obediencia a su palabra sea más fuerte que nuestros deseos y propósitos y el amor por nuestra familia. Esa confianza en él es lo que nos hace dignos.  
Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde; y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían. Rebeca también alzó sus ojos, y vio a Isaac, y descendió del camello; porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? Y el criado había respondido: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió. Entonces el criado contó a Isaac todo lo que había hecho (Génesis 24:62-65).
Al encontrarse con Isaac, Rebeca se cubre con un velo en señal de sujeción. Esa es otra señal de una mujer virtuosa, es una mujer que se sujeta, es una mujer que entiende que así como Cristo es la cabeza del varón, el varón es la cabeza de la mujer (1 Corintios 11:3).

1 Pedro 3:1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas,

Este es uno de los grandes problemas de las mujeres de hoy, no quieren sujetarse a su marido, no entienden que han sido creadas para ser ayuda idónea para el varón, creen que han sido creadas para competir con él o para someterlo. 
Ellas dicen: “si nos aman nos sujetamos”, no han entendido que si se sujetan van a ser amadas porque Dios va a llenar de amor a su marido. La mujer que no se sujeta a su marido, no se rebela contra él, se rebela contra Dios y lo que hace es acarrear condenación para sí misma (Romanos 13:1-2) destruyendo a su familia y su propia vida.
Lo cierto es que Isaac toma a Rebeca por esposa, y sin duda alguna, debido a su belleza y a sus virtudes, se enamora rápidamente de ella (Génesis 24:62-67).
Durante diecinueve años, Rebeca permanece estéril. Finalmente concibe gemelos, pero el embarazo resulta difícil debido a que las criaturas luchan en su vientre, por lo que Rebeca clama a Dios. Jehová la escucha y la tranquiliza explicándole que llegará a ser madre de dos naciones y que “el mayor servirá al menor” (Génesis 25:20-26).
Y Rebeca escucha a Jehová y el menor se convierte en su protegido. De hecho su primogénito Esaú no muestra ningún interés por las cosas espirituales, lo que si hace  Jacob.
Tal es así, que Esaú en su desprecio hacia Dios, vende a Jacob su primogenitura por tan solo un plato de lentejas. La primogenitura es el derecho a heredar las promesas de Dios.
El matrimonio posterior de Esaú con dos mujeres hititas revela ese desprecio por los valores espirituales, lo que causa mucha aflicción a sus padres (Génesis 25:27-34;26:34-35).
Cuando Isaac está a punto de morir piensa bendecir a Esaú cuando éste le lleve un plato de caza. Entonces Rebeca actúa de inmediato. El celo por la palabra de Dios sale nuevamente a relucir. Ella sabe que es Jacob el que tiene que ser bendecido porque es Jacob a quien Dios ha escogido.  Rebeca ‘manda’ a Jacob que vaya en busca de dos cabritos, con los que preparará un plato del agrado de su esposo. De este modo, Jacob, haciéndose pasar por Esaú, recibirá la bendición. Temeroso de que su padre se percate de la estratagema y lo maldiga, Jacob se niega, pero Rebeca insiste. “Sobre mí venga la invocación de mal propuesta para ti, hijo mío”, dice ella, confiada en la promesa del  Señor. Entonces prepara la comida, disfraza a Jacob y lo envía a su esposo (Génesis 27:1-17).
Pese a que muchos condenan la conducta de Rebeca, la Biblia no lo hace, ni tampoco Isaac cuando descubre que ha bendecido a Jacob. Al contrario, Isaac, amplía la bendición (Génesis 27:29; 28:3, 4) porque comprende que Rebeca lo hace en cumplimiento de la profecía divina, no porque desee contrariarlo  y que tal proceder está en armonía con la voluntad de Jehová de que en Isaac le sería llamada la descendencia (Romanos 9:6-13). Esaú no podía ser la descendencia correcta porque se casó con mujeres que adoraban otros dioses.

Proverbios 31:21 No tiene temor de la nieve por su familia,  Porque toda su familia está vestida de ropas dobles.

No se concibe una mujer virtuosa cuya familia esté descuidada por ella, Dios ha encomendado a las esposas y madres una labor sumamente importante y es el velar por el cuidado no solamente material sino el cuidado espiritual de su familia. Una verdadera mujer virtuosa sabe perfectamente que su ministerio más importante ante Dios es el cuidar de su familia y conoce el corazón de cada uno de sus hijos. Por eso la Biblia dice que la mujer se salvará engendrando hijos si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia (1 Timoteo 2:15), es decir, si se dedica a cuidar a su familia, conservando ese temor y ese celo por las cosas de Dios.  
Y eso es lo que hace Rebeca, la cual, con tacto le transmite a su esposo su inquietud ante la idea de que Jacob se case con una cananea. Basta con sugerirle esa posibilidad para convencer a Isaac de que prohíba a Jacob semejante matrimonio y lo envíe a donde vive la familia de Rebeca para que halle una esposa temerosa de Dios. No hay constancia de que Rebeca haya vuelto a ver a Jacob, pero sus acciones sin duda reportaron grandes beneficios a la futura nación de Israel (Génesis 27:43–28:2).
Lo que sabemos de Rebeca nos impulsa a admirarla. Aun siendo muy atractiva, su verdadera belleza estribaba en su devoción piadosa, precisamente lo que Abrahán buscaba en una nuera. El resto de sus buenas cualidades, de seguro superaron las expectativas que tenía su suegro.
Toda cristiana debería imitar su fe y su valor para seguir la guía divina, así como su celo, modestia y generosa hospitalidad, pues son las mismas cualidades que el propio Jehová busca en una mujer verdaderamente ejemplar.
Sí eres mujer: esperamos que las cualidades de una Mujer Virtuosa te sirvan como un parámetro para saber cómo comportarte y evaluar estas áreas de carácter, a la vez te animamos a que estudies con más detenimiento el capítulo 31 del libro de Proverbios y lo puedas poner en práctica en tu vida diaria.
Como hombres, nuestro principal ministerio es nuestra familia, así que deberíamos ser los más interesados en que nuestras futuras esposas sean mujeres virtuosas, cuya principal virtud sea el temor a Jehová,  de ésta forma creceremos más en carácter al lado de personas excepcionales y compartiremos de mejor manera el misterio llamado matrimonio.


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