sábado, 12 de agosto de 2017

VANIDAD DE VANIDADES

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Dice la palabra de Dios que hay tres cosas que no vienen del Padre sino del mundo. Esas tres cosas son: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida” (1 Juan 2:16). No es difícil entender los dos primeros, Pero ¿Qué es la vanagloria de la vida?
Vanagloria es la suma de vanidad y de gloria. Vanidad viene de vana, que significa vacío o inútil. Gloria  significa  exaltación”; la vanagloria es exaltar algo inútilmente.
El rey Salomón escribió: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 12:8). Lo que nos está diciendo Salomón es que el hombre se esfuerza en vano, como persiguiendo el viento porque al final muere y nada se lleva.
Eso es vanidad y eso es lo que nos ofrece el mundo: la gloria temporal  que nos aleja de la gloria venidera que ha de manifestarse (Romanos 8:18). Eso es el principio babilónico que Dios aborrece.
Recordemos que los habitantes de Babilonia dijeron: “Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre”, (Génesis 11:4).
Ellos querían hacerse un nombre y Dios los confundió y los esparció por toda la tierra. El principio babilónico es un principio de confusión, es el principio religioso que enseña hacer obras para llegar al cielo; es la justicia del hombre contra la justicia de Dios que es por fe (Romanos 1:17) y eso es vanidad. La vanagloria la podemos entender en las palabras de los habitantes de Babilonia: “hagámonos un nombre”.
El Libro de Eclesiastés es un tratado acerca de la vanidad. Fue escrito por Salomón, el hijo de David, rey de Jerusalén (Eclesiastés 1:1). Es un rey “vanidoso” porque ha recibido de Dios más sabiduría, riqueza, bienes y gloria que ninguno antes ni después de él (2 Crónicas 1:12). Vanidad de vanidades, eso es vanagloria.
Pero toda esa vanidad que lo alejó de Dios, parece envolverlo en la desesperación y en la desesperanza y lo hace concluir que una vida sin Dios no tiene sentido: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque esto es el todo del hombre,  porque Dios traerá toda obra a juicio juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés  12:13-14)
Hubo un momento en que el Rey Salomón se enfrenta a la espantosa realidad de que “nada tiene sentido bajo el sol”, o sea aquí en la tierra.  Es entonces que entiende que Dios traerá toda obra a juicio, con toda cosa secreta, ya sea buena o mala.
¿Cuál es el propósito de Eclesiastés? Es un mensaje de aquel que todo lo ha tenido, de aquel lleno de vanagloria, que nos quiere comunicar por sus propias experiencias, que aunque lo tengas todo, nada de lo que tengas tiene sentido si no tienes a Dios, y que una vida pagana no nos da ninguna esperanza.
Salomón no pretende predicar el Evangelio, pero nos alienta a una visión del mundo centrada en Dios,  en lugar de caer víctima de la vanagloria de la vida.
El Predicador” como se hace llamar no es un filósofo ni un pastor evangélico, es un Rey que nos comunica sus propias experiencias para llegar a una conclusión que toda la humanidad debe entender y aceptar.
Su enfoque en Dios es indirecto, él nunca menciona a Dios, solamente menciona “los mandamientos de Dios” al final de su mensaje (Eclesiastés 12:13) ¿Por qué? Porque el Predicador está  contando como se ve la vida sin Dios, esa es la vida que vive el mundo, una vida de vanidad que no tiene sentido.
Eclesiastés parece ser una declaración de arrepentimiento de aquel Rey que se alejó de Dios pero que al final de su vida vuelve a él en busca de misericordia.
Para este Rey predicador, la vida del mundo es la vanidad máxima, es la vanidad de vanidades. El hace notar que la vida del mundo sufre de un gran vacío (la vanidad)  y no tiene propósito: “¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?” (Eclesiastés 1:3)
Esa es una verdad para los que aman al mundo, pero para los que aman a Dios es una gran mentira, porque la vida con Dios sí tiene propósito y es maravillosa.
Dada la perspectiva del mundo de que “Dios no es importante” es cierto que todo es vanidad. Pero ya que esta perspectiva está equivocada, entonces no es cierto que todo es vanidad.
¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? El Predicador sabía que la vida estaba llena de trabajo, pero, ¿valía la pena? ¿Qué provecho tiene?
El Señor Jesús dijo: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36). No hay ningún provecho en las cosas del mundo, el provecho está en salvar el alma. Las cosas materiales son temporales, tenemos que enfatizarnos en las cosas espirituales, “no tenemos que hacer tesoros en la tierra en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino hacer tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21), dijo Jesús.

1 Juan 2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

No debemos amar al mundo ni las cosas que están en el mundo ¿Cuáles son esas cosas del mundo?  Las posesiones materiales, los honores mundanos y todo lo relacionado con las cosas seculares.
No améis al mundo” es un mandato que debemos obedecer, no es optativo. Si amamos al mundo, demostramos donde está nuestro corazón. Todo lo que está en el mundo, es todo lo que el mundo te puede dar: Los deseos de la carne, los deseos  de los ojos y la vanagloria de la vida.
Los deseos de la carne son los deseos de cosas materiales, todo lo que hay en este mundo, como un carro o una casa. De hecho, no hay nada malo en tener un carro o una casa, lo malo está en darle prioridad a esas cosas sobre las cosas espirituales.
Los deseos de los ojos están íntimamente ligados a los deseos de la carne porque los deseos de los ojos producen en nosotros los deseos de la carne, esto lo podemos entender claramente cuando deseamos una mujer, como dice el dicho, “todo entra por la vista”.
La vanagloria de la vida es el deseo de poder, el deseo de ser admirado y adorado, es la vanidad o exaltación del yo. Eso es lo que el diablo quiere para él:

Mateo 4:8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 4:9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. 4:10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.

El diablo le ofreció a Jesús todos los reinos del mundo y la gloria de ellos a cambio de que lo adorara. Jesús le dijo que él solamente adoraba y le servía al único Dios verdadero.
La vanagloria de la vida nos hace perder el norte y nos volvemos idólatras, amantes del dinero y del poder, y quitamos a Dios de su trono para ponernos en su lugar.

Génesis 3:6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

El diablo tentó a Eva tal y como tentó a Jesús, con los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Lo hizo con Eva, lo hizo con Jesús y lo hará contigo. Note usted que Eva vio que el árbol era bueno para comer, que era agradable a los ojos y que además era codiciable para alcanzar la sabiduría. Ella tuvo deseos de comer  (deseos de la carne) cuando vio que el árbol era agradable a los ojos (deseos de los ojos) y que además, al comerlo podría alcanzar sabiduría (la vanagloria de la vida) y ser igual que Dios.
El amor por las cosas de este mundo hizo que Eva comiera del fruto prohibido y diera a su marido, que también comió, al igual que ella.
Eva hizo su voluntad y rechazó el amor de Dios.  Eso hacemos muchos creyentes que decimos amar a Dios, estamos en busca de la vanagloria de la vida y no en busca del reino de Dios, quitamos a Dios del trono para ponernos en su lugar. 
Queremos ser adorados y admirados, pero no sucedió así con Jesús, él dijo que estaba para servir y adorar únicamente a Dios. Nunca debemos sacrificar lo espiritual por las cosas de este mundo. ¿Por qué entregar algo eterno como lo es el alma por algo temporal, como las cosas de este mundo? 
El punto está entre lo temporal y lo eterno, debemos recordar nuestra naturaleza transitoria sobre este planeta, comprender que este mundo material no nos pertenece, que nuestra residencia verdadera está en los cielos junto a Jesús. Estas son razones adecuadas y suficientes para no amar al mundo.
Desdichadamente, con las nuevas doctrinas humanas como la falsa doctrina de la prosperidad, en las iglesias les están dando más importancia a las cosas del mundo, provocando en los fieles una desviación de la verdad.
Salomón dijo que todo era vanidad bajo el sol o sea “en este mundo”, cuando no hay la esperanza de una vida  eterna. Si no podemos ver más allá que “bajo el sol”, todos nuestros esfuerzos son vanos”

Eclesiastés 1:4 Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. 1:5 Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. 1:6 El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. 1:7 Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.

Utilizando varios ejemplos, el Predicador observa que nada parece cambiar mucho en el aparentemente ciclo sin fin de la naturaleza.  De lo que Salomón podía observar debajo del sol, estos ciclos expresaban una vida vana y sin propósito.
Todos lo que el mundo nos ofrece, son como ríos que fluyen  hacia el mar de nuestro corazón, pero nunca lo llenarán. Solamente el amor de Dios puede llenar nuestro corazón (Romanos 5:5) para darnos una perspectiva diferente de la vida.

Efesios 4:17 Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, 4:18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;

La vanidad de la mente, el orgullo mundano entenebrece el entendimiento, y no permite ver más allá de debajo del sol, manteniendo a las personas ajenas de la vida de Dios. Esa vanidad endurece los corazones y no permite que penetre la luz de Dios, convirtiendo la vida de las personas en una vida sin propósito.

Eclesiastés 1:8 Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. 1:9 ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. 1:10 ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. 1:11 No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

Todas las cosas son fatigosas, nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.  Lo que fue es lo que es y lo que será para los viven en un mundo sin Dios.
 ¿Hay algo de que se puede decir:  No hay memoria de lo que precedió, ni habrá de  lo que sucederá.
Salomón observó que la vida sin sentido no solamente estaba reflejada en la naturaleza sino también en el esfuerzo y empeño humano. A pesar de toda la obra y progreso del hombre, la vida parece la misma monotonía. Las cosas que parecen nuevas, rápidamente se hacen viejas, así que se podría decir “nada hay nuevo debajo del sol.”  En su nuevo atuendo las antiguas maneras siguen.
Puede no haber ninguna esperanza de cambio para los que viven debajo del sol, pero nosotros somos nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17) que ya no vivimos para el mundo sino para Cristo (2 Corintios 5:15), hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales con Cristo (Efesios 1:3), en él hemos sido hechos sabios, justificados, santificados y redimidos (1 Corintios 1:30), y llenos de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17) y nuestra vida ha sido cambiada, tiene sentido, propósito y tenemos la esperanza de una vida eterna.

Eclesiastés 1:12 Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén. 1:13 Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él. 1:14 Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu. 1:15 Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse.

Salomón fue un rey famoso por su gran sabiduría. Si las respuestas para las aparentes vanidades de la vida podían ser halladas por medio de la sabiduría humana, Salomón era aquel que las podía encontrar.
Cuando Dios le ofreció lo que él quisiera, él pidió sabiduría, especialmente la sabiduría para dirigir al pueblo de Dios (1 Reyes 3:5-28). Por lo tanto Dios hizo tan sabio a Salomón que él escribió miles de proverbios, y él era considerado el más sabio que todos los hombres de sus días (1 Reyes 4:29-34).
Él dio su corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo, con la habilidad única para realizar tal búsqueda, Salomón buscó las respuestas en la sabiduría, pero era solamente eso: sabiduría humana, que no contenía las respuestas que él necesitaba.
Esta sabiduría ciertamente tiene valor, y muchas vidas estarían mejor si la siguieran. Pero si ésta excluye una verdadera apreciación de la eternidad, es una sabiduría muy limitada.
Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse. La búsqueda inicial del Predicador para las respuestas en la sabiduría humana, le trajeron únicamente desesperación.

1 Corintios 1:21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

Si bien la sabiduría humana es un don que viene de Dios y que Salomón señala en varias ocasiones (Eclesiastés 7:11-12, 7:19), esta forma de sabiduría no nos lleva a Dios. Por eso Dios tuvo que hacer uso de la predicación del evangelio.

1 Corintios 2:6 Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. 2:7 Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, 2:8 la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. 2:9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 2:10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.

Salomón no recibió la sabiduría espiritual que Dios predestinó para los que habríamos de ser adoptados como sus hijos, sabiduría  y que nos vino a través del evangelio. Esa sabiduría estuvo oculta para él y por eso estaba tan frustrado.

Eclesiastés 1:16 Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. 1:17 Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu. 1:18 Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.

Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor, escribe Salomón. Esta frustración es para los sabios de este mundo apartados de una perspectiva eterna. Ellos buscan dentro de ellos las respuestas, pero las respuestas las tiene Dios y solamente las revela a través de su Espíritu.
Mientras el Predicador entendía más la vida debajo del sol, más grande era su desesperación. Mientras más aprendía, más se daba cuenta de lo que él no sabía. Mientras más sabía, más sabía de las tristezas de la vida.
Mientras que la sabiduría sea de este mundo, es sabiduría vana, y veremos la vida  corriendo alrededor de sus circuitos por siempre repetitivos, y nada más, tal y como le sucedió al Predicador.
Entendida la vanidad, cerraremos el tema hablando un poquito más acerca de la vanagloria de la vida. Ya vimos que la vanagloria de la vida  es la exaltación del yo, es vanidad de vanidades en aquellos que se creen justos, pero por creerse justos no son justificados (Lucas 18:9-14).
La vanagloria es jactancia, es soberbia, es engreimiento, es altivez, es altanería, es presunción, es orgullo, es petulancia, es pedantería, es fatuidad.
Esa vanagloria es lo que impide que las personas sean salvas, pues no solamente se creen justas sino que se creen sabias, todo lo saben y los demás están equivocados por lo tanto no escuchan el evangelio. Lo contrario a la vanidad es la humildad, la modestia y la sencillez.

Mateo 6:1 Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. 6:2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6:3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 6:4 para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.

Jesús nos pone en guardia contra la tentación de querer sacar gloria o reconocimiento por causa del evangelio. Por eso la salvación no es por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).
La iglesia primitiva desapareció para darle campo a una iglesia vanidosa donde muchos se autonombran apóstoles y profetas y anuncian milagros en sus presentaciones, tal cuales dioses. Para ello cobran sumas desmesuradas como si fueran artistas de cine. Vanidad de vanidades, todo es vanidad.

Romanos 1:21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 1:22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 1:23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

La idolatría no viene de Dios, viene de la vanidad de la mente. Profesando ser sabios, los hombres se hicieron necios y cambiaron la gloria de Dios para dársela a las imágenes de los hombres tal y como sucede en el catolicismo romano. Se creen sabios pero son necios que tienen  una mente reprobada (Romanos 1:28).
Durante dos mil años no hubo un solo apóstol, pero en el 2001 Paul Wagner se autonombró apóstol y comenzó a vender apostolados. Esa es la gran estrategia del diablo para poder desvirtuar la verdad del evangelio. Los falsos apóstoles modernos, hinchados de vanidad están inventando doctrinas que contradicen la palabra de Dios.
El diablo usa la vanidad para gloriar a estos falsos maestros, y que éstos desvíen a los creyentes de la verdad. Eso ha dado a luz a cientos de denominaciones cristianas, cada una con un líder que profesa una doctrina diferente. Vanidad de vanidades, todo es vanidad.







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