miércoles, 4 de octubre de 2017

LA RESURRECION DE LAZARO

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Cuenta la Biblia que Lázaro, estaba muy enfermo, y que María y Marta sus hermanas le avisaron a su amado amigo Jesús para que viniera a sanarlo. Sin embargo, Jesús no acudió de inmediato sino que se quedó dos días más al lado del río Jordán, mientras Lázaro era consumido por la muerte (Juan 11:1-6). Imaginen  ustedes la decepción de Marta y María ¿Por qué Jesús no vino? ¿Será que no nos ama? se habrán preguntado.
Es posible que todos hayamos experimentado en alguna ocasión algo semejante, hemos acudido al Padre, en el nombre de Jesús (Juan 14:13), en busca de una respuesta urgente, pero pareciera que él Padre no nos escucha o no está interesado en nuestros problemas. Entonces nos cuestionamos ¿Será que  Dios no contesta las oraciones? o ¿Habrá algo malo en nosotros que impide que Dios nos escuche? Surgen muchas preguntas sin respuesta y muchos llegar a perder la fe.
No es que el Padre no nos escucha, ni hay nada malo en nosotros que impida esa comunicación con el Padre. Él es perdonador, él es misericordioso y está siempre atento a nuestras peticiones para ayudarnos, pero en muchas ocasiones tiene que esperar que “algo muera” para poder ayudarnos y la historia de la resurrección de Lázaro nos va a ayudar a entenderlo.
Jesús le respondió a quienes le buscaron: “esta enfermedad no es para muerte, sino para que el hijo de Dios sea glorificado por ella”, revelándonos la clave de todo este asunto.
Jesús permitió “la muerte” de Lázaro con el propósito de que “creyeran” que él era el hijo de Dios y que “el Padre fuera” glorificado ¿Cómo entenderlo? Jesús había hecho muchas sanidades y no existía duda de que sanaría a su amigo amado. Pero, de igual manera, en esa época existían personas que a través de medicinas naturales hacían sanidades. Si Jesús hubiera sanado a Lázaro, pudieron decir que la enfermedad de Lázaro no era grave y que otros también lo habrían sanado, pero ¿Quién podría resucitar a un muerto? Solamente Dios.
Al resucitar a Lázaro entonces los presentes creerían en Jesús como el hijo de Dios y Dios sería glorificado. Esa es la primera enseñanza que nos deja esta historia.

1 Corintios 10 10:31 Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.

Dios espera que “todo” lo que hagamos sea para darle la gloria a él. Y “todo” incluye las peticiones que le hagamos.
El apóstol Santiago dice: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:3). Lo que nos está diciendo Santiago es que  si usted le pide algo al Padre y con esa petición usted no va a darle la gloria a Dios, es posible que esa petición no sea contestada. Dios quiere la gloria para él y para su hijo Jesucristo  en todo” lo que hagamos, mete eso en tu mente.
Dios debe darle muerte a “esa codicia”, Dios debe darle muerte al “yo” para poder conceder tus peticiones. Y esa es la segunda enseñanza que recibimos de la resurrección de Lázaro.
Usted puede asistir a un culto de oración y escuchará: “Padre dame ese trabajo, Padre ayúdame a ganar el examen, Padre cuida a mi perro, Padre esto y aquello”, son las oraciones del “yo” que no le dan ninguna gloria a Dios.
Difícilmente usted escuchará: “Padre envíame a las naciones”, Padre “venga tu reino”, “Padre dale un nuevo nacimiento a mi vecino”. Las oraciones son una lista de peticiones ególatras y eso es así porque no nos han enseñado que las oraciones no son para nuestro beneficio sino para el beneficio de Dios.
Además, si le pedimos a Dios un milagro, en ese milagro no puede haber ninguna intervención “de la carne”.  La carne” debe morir para que Dios pueda conceder el milagro, y esa es otra de las enseñanzas que Jesús nos da, al esperar que Lázaro muriera.

Romanos 4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.

Dios tuvo que esperar a que Abraham estuviera “como muerto”, es decir, que ya no pudiera concebir para poder darle a Isaac, el hijo de la promesa. De no ser así, Abraham hubiera creído que se lo habría procurado en la carne, tal y como hizo con Ismael y no le hubiera dado la gloria a Dios.
Hablemos por un momento de la sanidad divina. Suponga que usted está enfermo, entonces le pide sanidad a Dios, pero también va al médico o se toma unas pastillas. Dios no va a actuar mientras eso suceda porque él no va a compartir su gloria ni con el médico ni con los medicamentos. O lo sana el médico y los medicamentos, o lo sana Dios, y Dios solamente lo va a sanar cuando usted se deshaga de los medicamentos. De lo contrario podrías dudar de si te sanó Dios o te sanaron las medicinas.
Algunos argumentan que Dios les da la sabiduría a los médicos y a los científicos que elaboran las medicinas y que por eso podemos confiar en los médicos y  en las medicina y combinar esa confianza con la fe en Dios, pero eso es un argumento humano que no tiene asidero bíblico.
El argumento bíblico dice que: “La fe es la certeza de lo que se espera, es la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). En otras palabras, la fe es la seguridad de que algo sucede aunque no tengamos ninguna posibilidad natural de que eso suceda.   
En la fe no hay cabida para lo natural, la fe es algo sobrenatural, por ello no debe intervenir la carne.
Dice Hebreos 1:3 que “por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”-, o sea que la creación fue algo sobrenatural, en donde todo fue creado de la nada y sin intervención humana.

Hebreos 11:7 Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.

Noé no tenía ninguna prueba de que habría un diluvio, lo único que tenía era la palabra de Dios, y sin embargo por  la fe construyó el arca. Tuvo que darle muerte a su vida en sentido figurado,  al enfrentarse al escarnio y a la burla de la gente durante cien años, eso es fe.

Hebreos 11:8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.

Abraham dejó la comodidad de su hogar y salió sin saber adónde iba, no tenía ninguna prueba de que había una tierra esperándolo, solamente le creyó a Dios  y lo obedeció. Cuando le dio muerte a su vida, renunciado a todo lo que tenía, fue entonces que Dios pudo darle la tierra prometida.
En el caso de la sanidad, cuando los médicos “desahucian” a una persona y le dicen que la medicina ya nada puede hacer, es entonces cuando Dios puede obrar, no antes.

1 Pedro 2:24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados

“No necesitamos creer que Dios nos va a sanar”, lo que “necesitamos es “creer que ya nos sanó” porque así está escrito. El versículo no dice que Dios nos va a sanar, dice que “por su herida fuimos sanados”. Debemos creer que estamos sanos aunque el cuerpo diga otra cosa, eso es fe. Si esperamos ser sanados no vamos a ser sanados porque eso no es fe, eso es esperanza.
Nosotros creemos que Jesús llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, damos por un hecho que eso es una realidad, pero nos cuesta creer que ya fuimos sanados.
La sanidad se recibe del Padre de la misma manera que se recibe el nuevo nacimiento. Cuando nacemos de nuevo no obtenemos un nuevo cuerpo, tenemos el mismo cuerpo, el cambio es espiritual, Dios nos cambia el espíritu y el corazón (Ezequiel 36:26), no nos cambia el cuerpo, nosotros no vemos ningún cambio en el cuerpo, pero creemos en el nuevo nacimiento. Lo mismo es con la sanidad, debemos creer en nuestra mente, en nuestro espíritu y en nuestro corazón para que la sanidad se de en el cuerpo. Mientras el cambio no se de en nuestro interior no habrá ninguna sanidad exterior.
Yo no soy radical, pero la palabra de Dios sí lo es. Si acudimos a la medicina y la medicina es suficiente, Dios no va a actuar. Él va a actuar cuando la medicina no sea suficiente.
Igual sucede con otro tipo de problemas, si los tratamos de resolver en la carne, Dios no meterá las manos. Él esperará nuestro fracaso para poder intervenir para que de esa manera estemos seguros que es él quien nos está resolviendo el problema.
Dios actúa como un salvavidas, mientras estemos aleteando, él no va a meterse al agua con nosotros, como tampoco lo hace un salvavidas, él meterá las manos al agua cuando dejemos de aletear y estemos como muertos.
Cuando nos rendimos, cuando damos por muerto el asunto, es cuando Jesús viene a darle vida, es cuando él viene a hacer una resurrección para que le demos la gloria y creamos que él es el hijo unigénito de Dios.

Romanos 6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

De esa misma manera es que Dios trata con el pecado y las tentaciones. Luchamos una y otra vez por vencer el pecado y las tentaciones, pero vamos de fracaso en fracaso.
Cuando nos consideramos muertos y no hacemos nada al respecto, en entonces cuando Jesús en la persona del Espíritu Santo nos da la victoria. De pronto y sin hacer ningún esfuerzo nos damos cuenta que ya no decimos malas palabras, que ya no nos emborrachamos, que ya no vemos pornografía, entonces entendemos que fue por obra de Dios,  que fue por gracia y le damos toda la gloria al Padre y al Hijo.

Lucas 11:7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. 11:8 Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? 11:9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 11:10 pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11:11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.

Jesús espero que Lázaro falleciera y una vez que esto ocurrió, entonces acudió a la cita. Como ya lo dijimos, Jesús permitió la muerte de Lázaro con el propósito que creyeran en él como el hijo de Dios y le dieran la gloria al Padre.
De igual manera, Jesús permitirá que la muerte se refleje en nosotros en todos los aspectos de nuestra vida, con el propósito de darnos vida y que de esa manera reafirmemos nuestra fe. Nada fue casual en la muerte de Lázaro, todo estaba debidamente planificado en el Cielo y nada es casual en nosotros.

Juan 11:17 Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 11:18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; 11:19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. 11:20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. 11:21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. 11:22 Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

Jesús acudió al llamado cuatro días después de que Lázaro había fallecido. Jesús quería que el cuerpo de Lázaro estuviera putrefacto para que todos estuvieran seguros de que estaba bien muerto.
Dice la escritura que “Marta salió a recibirlo, pero María se quedó en casa” y esto no está escrito por casualidad, sino para darnos otra enseñanza. Para María, Lázaro estaba muerto y no había nada que hacer, perdió a su hermano y eso era “punto y aparte”, no había una coma, no existía un más allá, era el final de la historia y resentida no salió a recibir a Jesús.
Muchos de nosotros actuamos igual que María, si no recibimos la respuesta de manera inmediata y esa tardanza ocasiona que perdamos algo, entonces nos resentimos y hasta dejamos de creer.
Pensamos que es es el final de la historia y ponemos un punto y aparte. Nos cuesta entender que las cosas son a la manera y en el momento de Dios, no a nuestra manera ni en nuestro momento y que muchas veces es necesario que haya pérdida, que haya muerte, para que Dios se manifieste.
Para Marta en cambio, sí “había una coma”, la historia no había llegado a su fin, aunque ella le reprochó a Jesús que no hubiese venido a sanarlo, ella pensaba que Jesús podría resucitarlo.
Mas también sé”, dijo Marta, “que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará”. “También sé” no es un punto y aparte sino una coma  en la gramática de Dios. Ese “también sé” era la esperanza de “una resurrección”.

2 Corintios 1:20 porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.

Las promesas de Dios no son “un tal vez” o “si es su voluntad”, las promesas de Dios son “en él sí y en él amén”. Si Dios lo prometió, esas promesas dentro de la gramática de Dios son en este caso “un punto y aparte”, “no son comas” para que agreguemos: “si él quiere” o “si es su voluntad”. 
Desdichadamente hemos sido mal enseñados a cambiar la gramática de Dios, quitando puntos y poniendo comas o quitando comas y poniendo puntos.

Apocalipsis 22:18 Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. 22:19 Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.
El apóstol Juan nos enseña que no podemos cambiar la gramática de Dios, ni siquiera podemos cambiar un punto por una coma. Donde Dios dice aquí es una coma, es una coma y no un punto. Y donde Dios dice esto es un punto y aparte es un punto y aparte  y no una coma.
Nadie puede añadir ni nadie puede quitar ni siquiera una coma a la palabra de Dios. Si lo hace, se las verá con Dios porque estaría cambiando totalmente el sentido de su Palabra.

1 Corintios 4:6 Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros.

El apóstol Pablo nos dice que ni siquiera “debemos pensar más allá de lo que está escrito”, porque eso es vanidad y esa vanidad atenta contra la gramática de Dios.

Juan 11:39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 11:40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?

Hay una ley que se llama la ley de entropía, la cual enseña que con el tiempo todo se deteriora o putrefacta. Lo cierto es que esta ley se había cumplido en Lázaro, de tal manera que hedía, pero eso era necesario para que los presentes creyeran.  Dios necesitaba que la ley de entropía hiciera su función para de esa manera manifestar su gloria a través de la ley de la resurrección.

Juan 11:23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. 11:24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. 11:25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 11:26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? 11:27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

Cuando Jesús le dijo a Marta que Lázaro resucitaría, ella le respondió que eso sucedería en el día postrero, pero Jesús no se refería a aquel día postrero.
Si bien es cierto que todos resucitarán en el día postrero, unos para vida eterna y otros para condenación, también es cierto que para poder tener una resurrección en el día postrero, primero debemos tener una muerte y una resurrección aquí y ahora.
Con la resurrección de Lázaro Jesús quería enseñarnos que debemos tener una resurrección aquí y ahora para que la del día postrero sea para vida eterna. Por eso le dijo a Nicodemo que si quería entrar al Reino de Dios debía nacer de nuevo (Juan 3:3).

Romanos 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
6:5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.

Si queremos ser resucitados en el día postrero para vida eterna, primero debemos ser sepultados y resucitados “a semejanza” en el bautismo aquí y ahora. Es la única manera de que nuestros pecados sean perdonados,  que Dios deposite su Espíritu en nuestro espíritu (Hechos 2:38, 22:16), y es la garantía de que viviremos con Cristo.
En el bautismo somos revestidos de Cristo (Gálatas 3:27), lo que quiere decir que Dios nos quita todo lo que es de Adán y nos da todo lo que es de Cristo.
Solamente al morir en el bautismo es que podemos obtener el perdón de pecados y la sanidad que Jesús efectuó en la cruz. Sin muerte no hay milagro.

Colosenses 2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 2:12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.

Nacer de nuevo es una resurrección” después de “una muerte”. Sin esa muerte no hay resurrección aquí y ahora y  si no hay resurrección aquí y ahora, la resurrección en el día postrero será para condenación. 
Es necesario que muchas cosas mueran en nuestra vida para que la resurrección de Cristo se manifieste en nosotros y debemos empezar por darle muerte a nuestra naturaleza pecaminosa para que el Espíritu Santo pueda obrar en nuestras vidas.

2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Si alguno está en Cristo es una nueva criatura, todo el pasado se quedó en las aguas del bautismo y todas las cosas son hechas nuevas.  No puedes estar en Cristo sin darle muerte al viejo hombre ¿Cuál es el viejo hombre? La nueva criatura es la que está en Cristo, mientras que el viejo hombre es el que aún no está en Cristo porque no ha muerto en el bautismo. En el bautismo Dios le da muerte al viejo hombre pecador y le vida a la nueva criatura en Cristo Jesús.
Quizás tenemos un problema, entonces oramos por el problema, pero el mismo persiste. Y no es que Dios no escucha nuestras oraciones, claro que las escucha, pero está esperando, en primer lugar, que le demos muerte al viejo hombre, y en segundo lugar, que le demos muerte a todo lo que nos quede del viejo hombre (Colosenses 3:5).
Los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, él piensa muy diferente a nosotros (Isaías 55:8), de tal manera que tenemos que renovar nuestro entendimiento, tenemos que comenzar a pensar como Dios para llegar a conocer cuál es su voluntad agradable y perfecta (Romanos 12:2) dándole muerte a nuestros pensamientos. Cuando le damos muerte a todo lo que sea del viejo hombre, entonces, él vendrá a decir: “sal de esa tumba y camina”.

Romanos 8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Hay una ley de entropía espiritual llamada la Ley del pecado y de la muerte que nos acusa y nos condena, pero también existe la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús. Ésta segunda ley es la ley de la resurrección que nos libra de la ley del pecado y de la muerte.

2 Corintios 4:7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 4:8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 4:9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 4:10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.

Tenemos un tesoro en un vaso de barro, ese tesoro es el Espíritu Santo, de tal manera que la excelencia del poder es de Dios y no de nosotros. Quizás estamos atribulados pero no angustiados, en apuros pero no desesperados, perseguidos pero no desamparados, derribados pero no destruidos. Dios va a permitir que llevemos la muerte en nuestro cuerpo para que la vida de Jesús se manifieste en nosotros.
Si no hay muerte no hay vida, si no sufrimos humillación no podemos darle muerte al orgullo. Si no le damos muerte al odio que hay en nosotros, no podemos darle vida al amor que Dios nos da. Si no sufrimos penalidades, nuestra fe no pasará de un nivel mental y no podremos hablarle de fe a nadie. El creyente verdadero siempre vivirá entregado a muerte por causa de Jesús, para de esa manera llevar vida a otros:

Juan 12:24 De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. 12:25 El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.

Si el grano de trigo no es sembrado en la tierra no producirá fruto. Debe ser sepultado para que renazca y de fruto. Jesús fue crucificado y sepultado, entonces resucitó y con ello obtuvo su fruto: el “nacimiento de la iglesia” y “la salvación de todos los creyentes”.
Si Jesús no hubiese muerto, nosotros no seríamos salvos, y al igual que Jesús nosotros debemos ser sepultados para poder dar fruto. El orgullo, la vanidad, los deseos de los ojos cesarán en nosotros cuando tengamos una pérdida. Las personas que continúan con su vida, no producen otras vidas. 
El que ama su vida en este mundo  terminará perdiéndola. Hay personas apegadas a todo lo que este mundo le ofrece, no quieren perder nada. Si una olla se quema sufren como si fuera su vida. Por esa razón dedican todo el tiempo para obtener las cosas materiales.

Lucas 9:24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. 9:25 Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? 9:26 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. 9:27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.

El Señor dictó sentencia: el que quiera salvar su vida la perderá y todo el que pierda su vida por causa de mi la salvará.  En esa frase no hay una coma sino un punto. El que quiera salvar su vida la perderá pues que aprovecha el hombre si llega a tener todo en este mundo pero no obtiene la vida eterna. 
Si el reino de este mundo domina tu vida, la perderás. Si es el reino de Dios el que la domina, entonces la salvarás. Se necesita la muerte en tu vida para que también haya resurrección.

Juan 11:25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 11:26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? 11:27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

Jesús le dijo a Marta que él era la resurrección y la vida. Jesús dijo que había que creer en él para poder vivir y no morir eternamente. ¿Lo crees le dijo Jesús? Sí creo, dijo Marta, eres el Cristo, el hijo de Dios que has venido al mundo.

Juan 11:28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. 11:29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.

Entonces Jesús mandó a llamar a María para que ella también creyera, entonces  ella se levantó y salió de prisa.

Juan 11:41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 11:42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.

Aquí vemos la manera en que actúa la fe. Jesús había orado para que el Padre le concediera el resucitar a Lázaro y aunque Lázaro no había resucitado, Jesús ya había creído en esa resurrección antes de que está se diera.
Entonces Jesús levanta la voz para darle las gracias a Dios por esa resurrección y que de esa manera todos tengan claro que el milagro viene de lo alto y le den la gloria al Padre.
A veces oramos por una persona enferma que no está presente y en ocasiones Dios no concede el milagro ¿Por qué? Porque quizás el enfermo le va a dar la gloria a las medicinas, entonces Dios requiere que vayamos a esa persona y pongamos nuestras manos en ella (Marcos 16:18) y al igual que Jesús digamos “Padre gracias,  yo se que siempre me oyes” para que el Padre haga el milagro que  de esa manera sea glorificado.

Juan 11:43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 11:44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.

Entonces Jesús le ordenó a Lázaro que se levantara de su tumba y saliera. El propósito de la muerte de Lázaro se había cumplido con la resurrección.
Si queremos que Dios actúe y se manifieste en nosotros, si queremos que se sucedan milagros y que las oraciones sean contestadas, si queremos resurrecciones, entonces primero debemos darle muerte a todo aquello del viejo hombre que pueda ser un tropiezo para la fe.





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