miércoles, 18 de octubre de 2017

EL DESIERTO NO ES TU TIERRA

Descargar pdf



Dios le ordenó a Moisés que dejara Egipto y llevara el pueblo judío a la tierra prometida (Éxodo 33:1). Sin embargo, de más de 600.000 judíos que dejaron Egipto, solamente dos de ellos (Josué y Caleb) lograron conquistar la tierra prometida, el resto quedaron postrados en el desierto, el cual se convirtió en un verdadero cementerio. “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11).  Esa historia es un ejemplo para nosotros, Dios quiere mostrarnos a través de ella que el desierto no es nuestra tierra.
A través de muchos milagros Dios liberó al pueblo judío de la esclavitud de Egipto para llevarlos a la tierra prometida. Tome en cuenta que los judíos no hicieron nada, no tuvieron que pelear para obtener su libertad, solamente tuvieron que “poner las manos” para que los egipcios depositaran en ellas el oro y sus joyas más preciadas.
La gracia de Dios se manifestó sobre aquel pueblo, pero ellos no hicieron uso de esa gracia ¿Qué provecho tenía ser libre en un desierto? ¿De qué les servirían aquellas riquezas si con ellas no podían ni comprar agua?
Los cuerpos de estas personas habían sido liberadas pero sus mentes no, ellos tenían mente de esclavos, mentes conformistas, mentes naturales que opacaban su fe y que les impidió avanzar a la tierra prometida.  En cuanto apareció el primer obstáculo se rindieron y ese obstáculo fueron los gigantes que habitaban aquella preciada tierra.

Números 4:1 Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. 14:2 Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! 14:3 ¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?

Ellos “razonaron” y vieron que era “ilógico” enfrentar a los gigantes. Sus mentes naturales opacaron su fe.

Hebreos 11:1 La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

La fe es algo sobrenatural, la fe no tiene lógica ni razón. Si  nuestra mente no ha sido renovada para lo sobrenatural, no podemos tener fe. Note usted que entre aquella multitud hubo dos hombres de fe, Josué y Caleb, que  habían dicho:

Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis” (Números 14:9).

Estos dos guerreros de Dios sí habían renovado sus mentes, ellos no aplicaban la lógica ni la razón,  ellos simplemente tenían fe.
Que dejemos Egipto y nos dirijamos a la tierra prometida sigue siendo el mandato de Dios para su iglesia. Desdichadamente, la historia se repite y la gran mayoría de creyentes se quedan postrados en el desierto sin recibir la herencia prometida.
Esto sucede por dos razones,  la primera de ellas es que la inmensa mayoría de cristianos creen que la salvación se limita al acto de salvación.
Para ellos la salvación es la meta;  no han entendido que la salvación no es  la meta, la salvación es la línea de salida hacia la meta, por eso el apóstol Pablo dice: “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14).
La segunda razón que impide a los creyentes llegar a la tierra prometida es que no renuevan sus mentes,  siguen confiando en sus recursos naturales y al primer problema se rinden tal y como sucedió con los judíos en aquel desierto.
Entonces, todo creyente debe tener muy en claro que la salvación está compuesta de dos elementos, el primero es un acto y el segundo es una experiencia.
El acto de salvación para los judíos se dio el día que Dios los liberó de la esclavitud sin que ellos tuvieran participación alguna. Para nosotros los cristianos, el acto es la prerrogativa divina de salvación, es la liberación del pecado, la liberación de  la ley y la liberación de la condenación.
La experiencia para ellos consistía en que tendrían que ir a conquistar la tierra. Con  excepción de Josué y Caleb, ninguno de ellos tuvo la experiencia y su salvación se limitó a ser liberados de la esclavitud de Egipto.
Ellos no estaban dispuestos a  perder sus vidas” y no lograron la meta para la cual estaban predestinados. Se quedaron con el acto de salvación porque “no renovaron sus mentes”, ambas razones están relacionadas.
Ese sigue siendo el impedimento para millones de creyentes, sus mentes naturales les impiden correr riesgos.  Todo es calculado, y ese cálculo es un impedimento para la fe.
De mil estudiantes que se gradúan, quizás uno inicia su propia empresa, el resto deciden ser empleados porque prefieren la comodidad que el riesgo, aunque esa comodidad sea limitante. Otros intentan su negocio personal y al encontrar el primer gigante se rinden. Ese gigante puede ser un problema económico, un poco de clientela inicial, la desmotivación o algo semejante.
La escritura dice que Abraham salió sin saber adónde iba, Abraham no hizo cálculos, simplemente estuvo dispuesto a perder su vida obedeciendo a Dios.
Jesús dijo que el que no estaba dispuesto a tomar la cruz y seguirlo no era digno de él” (Mateo 10:38). Tomar la cruz consiste en renunciar a nuestras vidas, consiste en dejar nuestra comodidad para obedecer al Señor y dirigirnos a la tierra prometida.
El Señor Jesús también dijo: “El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 10:39), es decir, si no arriesgas no recibes tu herencia.

Génesis 12:1  Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.

Por medio de Abraham, Dios quería tomar posesión de la tierra, ejercer su autoridad y expresar su gloria en la tierra, esa era la razón primordial por la cual llamó a Abraham.  
Ese fue el mismo propósito de la creación, Dios creó al hombre para que fructificara, se multiplicara, llenara la tierra y la sojuzgara (Génesis 1:28).
Dios sembró dos árboles muy significativos en el jardín del edén, uno era el árbol de la vida, el cual simboliza la vida eterna que se adquiere a través de la fe sobrenatural y la obediencia al Altísimo. El otro árbol, el de la ciencia del bien y del mal simboliza la razón, la lógica y la obediencia a nosotros mismos, haciendo las cosas independientes de Dios. Este segundo árbol solo trae muerte y maldición.
Tome en cuenta que Dios llamó a Abraham no sólo para darle una tierra,  sino también para hacer de él una gran nación.   Dios llamó a Abraham con el propósito de hacer de él y sus descendientes un pueblo, deseaba obtener un pueblo en la tierra, un grupo de personas que estuvieran apartadas para Él, para su gloria, y que le pertenecieran a él.  Eso es lo mismo que Dios quería con Adán.
Ante el fracaso de  Adán, Dios llamó a Abraham, luego a Isaac y por último a Jacob en el cual estableció una nación: Israel. El propósito de Dios al escoger un pueblo es que éste llegue a ser su testimonio en la tierra. ¿Qué es lo que deben testificar? Ellos deben dar testimonio de Dios.

Hechos 15:14  Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre.

Dios visitó a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre, este es el cuadro descrito en el Nuevo Testamento, donde la iglesia constituye el pueblo de Dios que da testimonio.
Dios actúa en un solo hombre primero, y por medio de él bendice a otros. Dios deposita toda su gracia, poder y autoridad en un hombre, y luego por  medio  de  él  imparte  todo  ello  a  muchos otros  hombres. 
Este  es  el  principio aplicado en la elección de Abraham, y sigue en vigencia hoy en día,  el propósito eterno de Dios y su plan están ligados a los hombres que él escoge. La firmeza o el fracaso de los escogidos de Dios determinan la sobre edificación o no de la iglesia. 

Gálatas 3:7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.

Los hijos de Abraham son los que viven por fe, no son los  que se dejan llevar por la lógica y la razón. Somos engendrados, no solamente como hijos de Abraham, sino como hijos de Dios por medio de la fe (1 Juan 5:1, Juan 1:13)).
Por eso la Biblia declara: “en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). El justo vive por la fe, no vive por la lógica ni por la razón.

Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

La mayoría de creyentes leen solamente la primera parte de este versículo, ellos leen “ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús” y aplauden victoriosos, pero no leen la segunda parte, la cual condiciona la primera parte y esa segunda parte dice “los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.
Lo que nos dice este versículo es que no hay condenación para los que están en Cristo Jesús y los que están en Cristo Jesús son aquellos que no andan conforme a la carne, es decir no viven conforme a la lógica o la razón, no viven por vista, sino que viven  una vida sobrenatural conforme a la fe. No podemos vivir en la carne y en el Espíritu a la vez, eso es acomodar el evangelio.
El principio de la obra de Dios es engendrar a una persona primero y luego engendrar a otros por medio de ella. Pablo les dijo a los corintios: “No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados, pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4:14-15).
A fin de tener un grupo de creyentes, Dios primero obtuvo uno: Abraham,  el primero que creyó. Luego muchos creyentes fueron engendrados por medio de él.
Dios obró primero en Abraham, y luego por medio de él extendió su obra a mucha gente. La obra de redención comenzó en los días de Abraham, Dios hizo una obra en él a fin de hacerlo un vaso, pero el fin de dicha obra no era Abraham, el fin era eran conseguir muchos vasos a través de Abraham.

 Génesis 12:1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.

Que Dios “hubiera dicho a  Abraham”,  significa que Dios le hizo dos llamados  y no solamente uno.

Génesis 11:31 Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se quedaron allí.

Dios llamó a Abraham por segunda vez; la primera vez lo llamó estando en Ur, mientras que la segunda fue en Harán. Y no dice que Abraham tomo la iniciativa, sino que la iniciativa la tomó su padre. Fue taré el que tomó a su hijo Abraham, a su sobrino Lot y a la esposa de éste y los condujo a la mitad del camino, los llevó hasta Harán y se quedaron allí.
Taré fue un estorbo en la vida de Abraham porque no lo llevó a su destino. La palabra  Taré significa “estación”. Abraham siguió a su padre y se estacionó en Harán; sólo avanzó hasta la mitad del camino. Esa es la historia de la gran mayoría de creyentes. 
De tal manera que Dios tuvo que esperar que Taré muriera para volver a llamar a Abraham y hará que muchas cosas mueran en nosotros si nos estamos quedando a mitad del camino.
Es muy difícil olvidar el acto de salvación, pero es fácil olvidar la visión de nuestro llamado. Abraham olvidó que Dios lo había llamado, así que necesitaba que Dios lo llamara por segunda vez, y le dijera lo mismo que le había dicho en Harán. Abraham oyó el segundo llamamiento, la fe que había sido depositada en él revivió  y pudo continuar su camino.

Génesis 2:7 Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. 12:8 Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová.

Abraham plantó la tienda teniendo en Bet-el al occidente y a Hai al oriente, lo que es muy significativo.  Mientras que Bet-el  significa “la casa de Dios”, Hai significa “un montón desolado”.
El montón desolado representa al viejo hombre, simboliza la vieja vida antes de ser engendrados como hijos de Dios. Si hemos de tener nuestro rostro hacia la casa de Dios, tenemos que darle la espalda al montón desolado. Es decir, a menos que un cristiano renuncie a su pasado no tiene posibilidad de conquistar la tierra prometida.
Si queremos la casa de Dios, tenemos que rechazar el montón desolado. Una vez que renunciemos a nuestra vieja vida, espontáneamente expresaremos la vida de Cristo en nuestra vida.
Por consiguiente, la vida de la vieja creación tiene que ser quebrantada y rechazada por completo. No importa lo que haya en el montón, de todos modos es un montón desolado y no la casa de Dios.

Génesis 13:18 Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová.

Abraham removió su tienda y vino a Morar en Hebrón en donde edificó un altar a Jehová y eso es también muy significativo para nosotros. En el idioma original, Hebrón significa “comunión”. En este punto volvemos a donde empezamos.
Tener comunión con Dios es pensar como Dios. Para ello debemos renovar nuestro entendimiento. Si nuestro entendimiento no es renovado no podremos nunca tener comunión con Dios y nunca podremos conquistar la tierra prometida.
Una vez que estamos dispuestos a darle la espalda al montón de escombros  para dirigirnos a la tierra prometida, entonces debemos depositar la ofrenda en el altar.

Romanos 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Esa ofrenda que debemos depositar es nuestra propia vida, debemos poner nuestras vidas en el altar, renunciando a ellas, no de palabra, sino de hecho, renovando nuestro entendimiento para conocer la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.  
Mientras usted no renuncie a su vida de corazón, mientras usted no le dé la espalda a Hai, no podrá llevar la ofrenda al altar
 2 Pedro 1:3  Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 1:4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.

Dios hizo el depósito, él puso al Espíritu Santo en nuestro espíritu y con ello el poder, la gloria y la excelencia para hacerle frente a los gigantes que nos vamos a encontrar en el camino. También para ser participantes de la naturaleza divina. Pero, para participar de la naturaleza divina debemos despojarnos de nuestra vida pasada y eso conlleva necesariamente que renovemos nuestra mente.
Al bautizarnos, Dios nos cambia el corazón y el espíritu y nos da un corazón y un espíritu nuevos y deposita su Santo Espíritu en nuestro espíritu para que podamos hacer su voluntad (Ezequiel 36:26-27). Sin embargo, muchos bautizados siguen haciendo su propia voluntad y viviendo su propia vida ¿Por qué? Porque no han renovado su mente.
Recordemos que el hombre está compuesto de cuerpo alma y espíritu (1 Tesalonicenses 5:23) y aunque Dios nos cambia el espíritu y el  corazón el día de nuestra salvación para capacitarnos a vivir una vida nueva,  no nos cambia el alma.
Tomemos en cuenta que la voluntad es parte del alma, Dios podría cambiarnos el alma y la voluntad para que hagamos lo que él quiere, pero él no va a hacer eso porque quiere que lo obedezcamos voluntariamente, esa es la razón por la cual no nos cambia el alma.
El hombre tiene tres diferentes órganos para adquirir el conocimiento que viene de Dios: el cerebro que forma parte del cuerpo, el corazón que es parte del espíritu y  la mente que  es parte del alma.
El corazón es la conciencia y ésta es renovada en el momento de la salvación, por eso a partir de ese momento, somos conscientes cuando pecamos, porque el corazón nos reprende.
La comunión con Dios se da a través del corazón que es parte del espíritu. La mente, interpreta lo que hay en el corazón  y lo envía al cerebro y lo expresa a través de la boca, por eso Jesús dijo que de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34).
Teníamos un corazón de piedra, un corazón insensible  Dios nos  cambia ese corazón en el acto de salvación por un corazón de carne, o sea por un corazón espiritualmente sensible (Ezequiel 36:26).
Ahora, podemos escuchar el corazón, pero si la mente no ha sido renovada, seremos personas necias con un pensamiento natural y limitado.

Efesios 4:17 Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, 4:18 teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; por la dureza de su corazón;

En el caso de los incrédulos, el corazón no ha sido cambiado, está endurecido y eso impide que reciban la luz que viene de Dios, entonces sus mentes permanecen entenebrecidas porque son ajenos a la vida Divina.
Ellos andan en la vanidad de su mente, es decir andan de acuerdo a su mente natural, andan de acuerdo a la sabiduría de este mundo, se creen sabios pero son necios.

2 Corintios 10:4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 10:5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.

En el camino debemos enfrentar  gigantes, éstos pueden ser problemas económicos, enfermedades, ansiedades, miedos, depresiones o cosas semejantes.
Esos gigantes no pueden ser derrotados a través de la lógica y la razón, necesitamos armas poderosas en Dios que derriben todo argumento natural que se levanta contra el conocimiento de Dios y nos impide avanzar.
Si no renovamos nuestra mente, cambiando los pensamientos del hombre por los pensamientos de Dios que se encuentran en su Santa Palabra, andaremos siempre en derrota y al igual que los judíos nos quedaremos en el desierto sin lograr llegar a la tierra prometida.
Por ejemplo, tu mente dice “no lo puedo lograr”. Debes cambiar ese pensamiento por “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Tu mente dice “estoy enfermo y sin cura”, cambia “por su herida fuimos sanados” (2 Pedro 2:24), así que no puedes estar enfermo. Tu mente dice “ese pecado me condena”, cambia por “no hay ninguna condenación para los que están en Cristo” (Romanos 8:1).

1 Corintios 3:18 Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. 3:19 Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. 3:20 Y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.

Nadie se engañe, la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios, los pensamientos del hombre son vanos porque los pensamientos del hombre no son los pensamientos de Dios ni sus caminos los caminos de Dios (Isaías 55:8).
Hay una canción de Luis Aguilé que se llama el “reino del revés”, esa canción es muy significativa para mí, porque me recuerda que así es el Reino de Dios, es el reino del revés a como nosotros pensamos.

2 Corintios 4:3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 4:4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.

La verdadera sabiduría viene de Dios, por eso Satanás endurece el corazón de los incrédulos impidiéndoles recibir la luz del evangelio, cegando de esa manera su entendimiento.
Loa incrédulos no son solamente los que no creen en Dios, también son incrédulos los que no le creen a Dios porque su mente no ha sido renovada. Los judíos creían en Dios pero no  creyeron que Dios los llevaría a la tierra prometida.
Las congregaciones están llenas de creyentes incrédulos que se dejan dominar por su vanidad, la cual les impedirá ser arrebatados, les impedirá gobernar con Cristo y a muchos les robará la salvación.
Un recién convertido, es incapaz de explicar inteligentemente su experiencia, sin embargo tiene el conocimiento de que ha sido iluminado y de que ahora es salvo. Lo que Dios le dio a su corazón, fue comunicado a su cerebro a través de la mente, esa luz es registrada en la mente y procesada en el cerebro. El corazón, la mente y el cerebro operan simultáneamente.  
Y aunque la mente  es iluminada al momento de la salvación,  necesita ser renovada diariamente.
El problema de la inmensa comunidad de creyentes es que reciben una luz inicial y allí se quedan. Se quedan en el acto de salvación, no entienden, que necesitar avanzar a la tierra prometida. ¿Cómo saber si nuestra mente ha sido renovada? ¿Cómo saber si estamos en camino a la tierra prometida?

Mateo 6:25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 6:26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 6:27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 6:28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 6:29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 6:30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 6:31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 6:32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 6:34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

Una mente no renovada, no pone su confianza en Dios, está llena de dudas, vive con miedo y preocupada por su vida, pensará si tendrá o no tendrá para sobrevivir al día siguiente. Una mente renovada tiene absoluta confianza en Dios, vive al día, y a pesar de la adversidad no se afana por nada.

2 Corintios 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos

Una persona con una mente renovada vive para Cristo, no vive para sí mismo. No planifica su vida, sino que planifica como hacer la voluntad de Dios (1 Timoteo 2:3-4). Una persona con una mente renovada busca el reino de Dios y deja que Dios se encargue de sus necesidades.
 Solo una persona con una mente renovada puede controlar sus pensamientos y los lleva cautivos a la obediencia de  Cristo, pero para ello, debe tener el conocimiento, debe haber recibido la luz suficiente.
Una persona ajena al estudio bíblico y la oración, no es iluminada, no es renovada en su mente y los pensamientos naturales lo dominarán.
Además es incapaz de comunicar la palabra de Dios, no puede impartir a otros, porque su mente no se encuentra en condición de ser usada por Dios.
Pregúntate cuántas personas has llevado a los pies de Cristo y entonces sabrás que vas camino a la tierra prometida. No se trata de asistir una vez a la semana al culto, se trata de sobreedificar, recuerda que la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará (1 Corintios 3:13)

Cuando llegue el día del arrebato, muchos creyentes que se quedarán en la tierra y se preguntarán ¿Por qué? La respuesta es muy sencilla: no cumplieron con el propósito de Dios para sus vidas y se quedaron viviendo en el desierto.  Solo entonces recordarán que ¡El desierto no es su tierra!



No hay comentarios.:

Publicar un comentario