martes, 2 de enero de 2018

EL DIVORCIO DIVINO

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Una nueva doctrina está tomando auge, es la “doctrina del divorcio Divino”, según la cual, una persona que se ha divorciado y vuelto a casar, tiene que volver a divorciarse si es que quiere salvar su alma. Ese segundo divorcio es “Divino” porque la voluntad de Dios es que ese divorcio se lleve a cabo ¿Qué les parece?

Esta doctrina es promocionada por la Comunidad de Permanencia Matrimonial, la cual afirma que "miles de parejas van a estar  muy  sorprendidas cuando Dios los arroje al infierno por mantener sus votos matrimoniales en segundas o siguientes nupcias”. Los puntos principales de esta doctrina son los siguientes:

1)   Dios odia el primer divorcio pero ama el segundo porque ese segundo es un arrepentimiento de adulterio.
2)  Si una persona se divorcia y se vuelve a casar, entonces vive en adulterio y esa persona es enemiga de la cruz y tiene un boleto ganado al infierno.
3)  Su destino solo cambiará si se divorcia nuevamente, entonces obtendrá el boleto al cielo porque cesa el adulterio.
4)  Si esa persona muere casada en segundas nupcias mientras su primer cónyuge esté vivo, será arrojada al infierno; pero, si su primer cónyuge muere antes de que ella muera, aunque sea un segundo antes,  entonces irá al cielo, ya que la muerte de su primer cónyuge la liberará de su "matrimonio adúltero".
5)  Dios ama a los que se divorcian de su segundo matrimonio y dividen sus familias;
6)  Un  gran avivamiento vendría si todos los divorciados y casados en segundas nupcias, se divorciaran nuevamente.

Naturalmente, las iglesias y las denominaciones que adoptan la Doctrina Divina del divorcio no admiten en su membresía a nadie que se haya divorciado y vuelto a casar. La opción para estas personas es a) que se divorcien, o b) que se separen de sus cónyuges en nuevas nupcias hasta que su primer cónyuge fallezca. 

Como vemos, esta doctrina incita al divorcio de las segundas y subsiguientes nupcias, y para aquellos creyentes que quieren terminar con esas nupcias, por la razón que sea, la Doctrina del Divorcio Divino les ofrece la justificación bíblica que estaban buscando.

Pero no solo incita al divorcio, también incita al homicidio, o por lo menos al deseo de muerte de anteriores cónyuges, porque de acuerdo con esa doctrina, una persona divorciada y vuelta a casar, no solo necesita la muerte de Jesús para ser perdonado de sus pecados, sino que también necesita la muerte de su cónyuge en primeras nupcias.

Por ejemplo, un creyente divorciado y casado en segundas nupcias, con siete hijos de un muy hermoso segundo matrimonio, que pertenece a una denominación cristiana que apoya esta doctrina, escribió en Facebook: “Como no quiero perder a mi familia ni tampoco mi salvación, la única opción que me queda es mandar a envenenar a mi primera esposa, sabiendo que Dios no se acordará de ese pecado de asesinato, pero sí ella permanece viva y yo muero, Dios sí se acordaría de mi pecado de adulterio y me enviaría al infierno”.

El fundamento de la Doctrina Divina del Divorcio descansa en las siguientes declaraciones de Jesús:

Mateo 19:3 Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? 19:4 El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 19:5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 19:6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. 19:7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? 19:8 El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. 19:9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.

En sus declaraciones, el Señor Jesús afirma dos cosas: 1) el divorcio solamente puede darse por “causa de fornicación” y 2) el que se divorcia por otra causa, no puede volverse a casar porque si se vuelve a casar, viviría en adulterio
Al leer el pasaje no nos queda más que darles la razón a los que promueven la doctrina del divorcio Divino. Sin embargo, si leemos el  pasaje detenidamente y entendemos el  contexto, podríamos ver que las cosas no son exactamente como parecen.

Es de suma importancia que nos preguntemos ¿A quién están dirigidas esas palabras de Jesús?

El mismo pasaje nos da la respuesta, allí leemos Jesús se estaba dirigiendo a los escribas y fariseos, maestros de la ley de Moisés, que vinieron a él, tentándole y diciéndole: “¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?

Ellos “estaban bajo la ley”, conocían perfectamente la Ley y sabían que la ley autorizaba el divorcio “por cualquier causa”, pero querían oírlo de la boca de Jesús, querían que Jesús les dijera que sí, que de acuerdo con la Ley, se pueden divorciar por cualquier causa.

Deuteronomio 24:1 Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. 24:2 Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre.

Lo que dice la ley es que los varones se podían  divorciar cuando hallaren en su esposa “alguna cosa indecente”. La frase “alguna cosa indecente” es ambigua y podía interpretarse de muchas formas. Los escribas y fariseos interpretaban esa frase como “cualquier causa”, y cualquier causa era exactamente cualquier cosa, como por ejemplo, “que la mujer no cocinara bien” o que “roncara”, eso era “suficiente causa” para divorciarse.

Es notable, que la ley favorecía únicamente a los varones. La mujer no tenía derecho a solicitar el divorcio aunque encontrara en su marido muchas cosas indecentes. Tampoco tenía derecho a ejercer su defensa ante la carta de divorcio de su marido, la cual era suficiente para decretar el mismo.

Jesús,  respondiendo a los fariseos, les dijo: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo,  y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne”

Aunque la ley de Moisés autorizaba el divorcio por “alguna cosa indecente”, que podía ser “cualquier causa”, Jesús hace una defensa del matrimonio respaldándose en el libro del Génesis que también es parte de la Ley Mosaica, para decirles que al principio no fue así, que el matrimonio es una unión indisoluble donde el hombre y la mujer dejan de ser dos para ser una sola carne.

Y Jesús sentencia: “por tanto, lo que Dios juntó, que no lo separe el hombre”. En otras palabras, el hombre no está autorizado a separar esa unión por “cualquier causa”. Entonces surge la re-pregunta:

¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?

Si el matrimonio es indisoluble, entonces “¿Por qué Moisés mandó a dar carta de divorcio por cualquier causa?”, preguntan los escribas y fariseos.

La respuesta de Jesús es:Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así.

Los fariseos dicen que Moisés mandó dar carta de divorcio, pero Moisés nunca los mandó a dar carta de divorcio, por eso Jesús les dice que Moisés “les permitió” el divorcio, que es algo muy diferente. Lo que les está diciendo es que Moisés nunca promovió el divorcio, solamente lo permitió por la dureza de sus corazones.
Esto es importante, pues universalmente las leyes puede hacer tres cosas: 1) Mandar, 2) Prohibir  y/o 3) permitir.

Los creyentes actuales decimos que la biblia “prohíbe” el divorcio y los fariseos de la época de Jesús decían que Moisés “mandó” a divorciarse. Pero ninguna de las dos afirmaciones son correctas, la Biblia no prohíbe el divorcio y Moisés no mandó a nadie a divorciarse.

Y Jesús les aclara que Moisés permitió el divorcio por la dureza de los corazones de los hombres, pero el divorcio no es parte del plan original de Dios. 
Los hombres tenían tan endurecidos sus corazones, que si Moisés no hubiese permitido el divorcio, es posible que las mujeres hubiesen recibido más maltrato del que ya recibían, incluso podían hasta terminar muertas, de tal manera que el divorcio vino a ser una manera de evitarles mucho sufrimiento a las mujeres. Para muchas de ellas el divorcio pudo ser un gran alivio.

Pero  ¿Cuál es la respuesta de Jesús a la pregunta de los fariseos? De si es lícito a los hombres repudiar a las mujeres por cualquier causa. Después de todo, ellos estaban preguntando por una razón válida para dar carta de divorcio. Y Jesús se las da: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera

Jesús no les dice que no se pueden divorciar, pero les aclara que solamente se pueden divorciar por causa de fornicación, lo que entendemos como la relación sexual entre personas casadas con otras que no son sus cónyuges.
Sin embargo, la palabra que usó Jesús fue porneia que se traduce como inmoralidad sexual, ya sea lujuria, prostitución, inmundicia, vida disoluta, adulterio o cosas semejantes.

Pareciera que Jesús lo dejó claro: el divorcio solamente es por “inmoralidad sexual”, pero no por cualquier otra causa. Jesús defiende el matrimonio, está diciendo que el matrimonio no fue hecho para disolverse, sino para perdurar. Pero nunca dijo que el matrimonio es indisoluble, lo es cuando hay porneia.  

La Biblia nos relata que muchos hombres tenían más de una esposa,  por lo cual si un hombre casado tenía relaciones sexuales con una mujer soltera, se consideraba únicamente como una inmoralidad sexual y no adulterio, de tal manera que podía hacer restitución de su pecado si tomaba a dicha mujer como esposa.
Es por eso que se consideraba adulterio únicamente cuando una mujer casada se involucraba con un hombre que no era su esposo. Pero, Jesús hizo ver que el adulterio también era para el varón:

“Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera

Jesús había apelado al principio de que Dios creó al hombre y luego le dio una sola mujer, es decir, que la voluntad de Dios es que esa mujer sea para toda la vida.

Por lo tanto, si el hombre le daba carta de divorcio a su mujer a no ser por “porneia  y se casaba con otra, éste también adulteraba. Y el hombre que se casaba con la mujer a la que le daban carta de divorcio también adulteraba.

Al tomar de manera literal las declaraciones de Jesús, los defensores del Divino Divorcio concluyen que cualquiera que se divorcie y se vuelva a casar está viviendo en una relación adúltera, y el único remedio es otro divorcio, para que no vaya al infierno al morir. 

Jesús dijo en una ocasión que “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28), lo que Jesús estaba tratando de explicar es que el pecado se origina en el corazón de los hombres:  

Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19)

Si pudiéramos ver el corazón de los hombres, no habría un matrimonio que no estuviera disuelto, porque todos pecan en su corazón. El gran problema es que muchos no solo pecan en su corazón, sino que llevan a la práctica sus malos pensamientos, los cuales terminan en homicidios, adulterios, falsos testimonios, blasfemias, y los más probable es que eso fue  lo que quiso evitar Moisés al permitir el divorcio.
Si Moisés no hubiese permitido el divorcio, es posible que los adulterios hubieran aumentado en gran cantidad. Y es posible también que muchas mujeres hubiesen sido maltratadas y hasta asesinadas por sus maridos.

Ahora, si nos apegamos totalmente a la Ley de Moisés, tenemos que aceptar que la única manera mediante la cual se permite el divorcio, es por causa de adulterio o por cualquier otra corrupción sexual que encaje en la traducción de porneia.

También es cierto, que el que provoque ese divorcio por su porneia, no puede volverse a casar, porque cometería adulterio. De eso no hay la menor duda, y esa es la razón por la cual no solamente la Comunidad de Permanencia Matrimonial, sino también el catolicismo romano y algunas otras denominaciones cristianas no permiten que las personas se divorcien, a no ser por causa de adulterio. Y al que adultera provocando el divorcio no se le permite que se vuelva a casar.

Sin embargo hay algo que tanto el catolicismo romano, así como la comunidad de permanencia matrimonial y algunas denominaciones olvidan, pasan por alto o ignoran, y ese algo es  la gracia de Dios.

Juan 1:17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

El viejo pacto contenía la ley de Moisés, la cual nos acusaba y nos condenaba. El Nuevo Pacto que nos dio Jesús contiene  la gracia que nos perdona y libera de toda condenación.

Romanos 7:1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 7:2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 7:3 Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.

En el Nuevo Testamento se confirma y no se niega, que de acuerdo con la ley de Moisés, la mujer casada está sujeta al marido mientras este vive. Si se casa con otro, cometería adulterio, igual sería con el hombre. De acuerdo con la ley de Moisés, es necesario que uno de los cónyuges muera, para que el otro pueda volver a casarse. Pero dichosamente, allí no terminan las cosas:

Romanos 7: 6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.

El pasaje reconoce la ley de Moisés pero da una salida, y esa salida es que quedamos libres de la ley por haber muerto para aquella ¿Cómo entenderlo? El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:

Romanos 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 6:5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección;

El apóstol enseña que se muere en el bautismo, es decir, si una persona se bautiza, luego de creer, por supuesto (Marcos 16:16, Hechos 2:38), para los efectos del Cielo, esa persona muere para la ley y esa muerte es “en semejanza” o simbólica.

La persona es sepultada al ingresar a las aguas del bautismo; las cuales se convierten en su sepultura. Cuando esa persona emerge de las aguas, ya no es ella misma, ahora es  una nueva criatura en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17), es una hija de Dios sin pasado y sin pecado. Esa persona ha muerto para la ley y la ley no tiene ningún alcance sobre ella.

Romanos 6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.

Si has muerto para la ley mediante el bautismo, has sido justificado de todo adulterio y de cualquier otro pecado, eres libre del adulterio que podrías vivir en tu segundo matrimonio. Y si aún eres divorciado, estás en todo tu derecho de volverte  a casar ¿Por qué? Porque has muerto para la ley y ya no estás sujeto a ella.

Para entender esto, supongamos que usted comete un delito. La policía vendrá para llevárselo, aplicarle todo el peso de la ley y condenarlo. ¿Pero qué sucede si usted se suicida? Estaría muerto para la ley y ningún juez ha condenado jamás a un muerto; lo que hace es dar por el caso por cerrado y archivar el expediente.

Así sucede con todas las personas que se han bautizado; están muertas para la ley de Moisés y el Padre Celestial ha dicho: “caso cerrado”. Esa es la gracia y esa es la verdad del evangelio.

Colosenses 2:13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 2:14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.

Todos los expedientes que habían en tu contra, fueron clavados en la cruz de Cristo el día de tu bautismo. No existe ninguna acusación,  has sido absuelto de todos sus pecados.

Si estás divorciado, tienes toda la libertad de volverte a casar; si estás casado pues sigue casado, es lo mejor para ti; pero si tu matrimonio es un infierno, puedes divorciarte, Dios no va a condenarte.

Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Ya no hay ninguna condenación para el que está en Cristo Jesús, ya seas casado, divorciado o vuelto a casar, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo lo ha liberado de la ley del pecado y de la muerte ¿Y quiénes son los que están en Cristo Jesús? Todos los que han muerto en el bautismo. Esa ley del Espíritu de Vida en Cristo es la gracia.

Dios ha establecido su perdón sobre el creyente y nunca más se acordará de sus pecados (Hebreos 10:17). Nunca es por toda la eternidad.

Hay la tendencia a confundir los principios de la ley de Moisés con los de la gracia, pero no se deben confundir ya que son como dos líneas paralelas. 

La ley es castigo, es maldición, es condena, es muerte (Deuteronomio 27:26, Hebreos 10:28). La gracia es bendición (Efesios 1:3), es sabiduría, es  justificación, es santificación y es redención (1 Corintios 1:30). Por eso, ambas, ley y gracia,  no pueden estar unidas en un mismo sistema: o estás bajo la ley o estás bajo la gracia.

Mediante la Ley el hombre está obligado a cumplir cosas para Dios. En la ley, Dios declara lo que el hombre debe hacer, y lo maldice si no lo hace. Nadie pudo ni podrá cumplirla. En la ley no hay gracia ni misericordia.
La ley es como un acreedor que nos asfixia, exigiéndonos que le paguemos hasta el último centavo de la deuda, aunque estemos en  las peores condiciones económicas. La ley no tiene contemplaciones, ni rebaja la deuda, ni perdona nada al deudor.
En Derecho una de las formas de extinguir una obligación es mediante la subrogación (artículo 786 del Código Civil), que se da cuando un tercero paga la deuda por el deudor. Cristo, como autor de la gracia, actúa  como un subrogador, que dándose perfecta cuenta de lo implacable del acreedor y de la insolvencia del deudor, se presenta a pagar toda la deuda. ¿Por qué lo hace? Porque es misericordioso.

Romanos 3:24  Siendo justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús.

Gálatas 3:13 Cristo nos  redimió de la Maldición de la Ley

Jesús nos redimió de la maldición de la ley y nos justificó gratuitamente por su gracia, él pagó por todos los pecados que pudimos cometer. 
Jesús perdonó a la adultera que los fariseos querían apedrear, y nos perdonó a todos nosotros, eso es gracia y la Ley de Moisés, no tiene ninguna implicación sobre nuestras vidas.

La explicación que Jesús dio sobre la única causal de divorcio, fue dirigida los fariseos de su época, que estaban bajo la Ley. Si hubieran estado bajo la gracia, como usted y yo, Jesús les hubiera dado otra explicación.

Así que si eres casado, trata de mantener esa relación. Para ello necesitas permanecer en Cristo y tu esposa también. Si eres divorciado y quieres casarte, cásate y trata de ser una sola carne con tu nueva esposa. Sea fiel, respétela, ámela y Dios bendecirá esa nueva relación. 

Ya que al casarse el hombre y la mujer se vuelven una sola carne, el divorcio es equivalente a amputarse una parte de uno mismo y puede ser permitido por varias causas para evitar males mayores.

Por ejemplo, un médico nos puede quitar algún miembro de nuestro cuerpo para evitar que un cáncer dañe todo el cuerpo y nos lleve a la muerte.

De igual manera, el divorcio debe darse cuando la vida de uno de los esposos está en peligro y el daño en la familia puede ser irreversible.  La violencia doméstica, los abusos deshonestos, las violaciones, la drogadicción y muchas otras cosas que son porneia o que no son porneia pero que podrían poner en riesgo la vida de alguien, deben ser causa de divorcio.

Yo no creo que Dios se oponga a un divorcio en un matrimonio en que los hijos son abusados, o ellos y su madre están siendo maltratados y amenazados constantemente o en peligro. También creo que Dios no ve a aquellos que están divorciados y vueltos a casar como "viviendo en adulterio".

Lo creo, porque de no ser así, nunca nos hubiera dado su gracia, es decir, nunca nos hubiera liberado de la ley  y tampoco nos hubiera librado de toda condenación.


Es trágico que los defensores del Divorcio Divino estén pidiendo a las personas que alcancen el ideal original de Dios con un nuevo divorcio. Ellos intentan arreglar con otro pecado lo que solo puede ser reparado por la gracia, e involuntariamente se suman a la carnicería de matrimonios destruidos y familias arruinadas. 

Es una paradoja que un grupo que dice defender la "permanencia del matrimonio" llame a  millones de personas a divorciarse para que según ellos no vayan al infierno.
Ellos afirman que si todos los que están casados en segundas o siguientes nupcias, luego de divorciarse de su primer cónyuge, se divorciaran nuevamente, entonces vendría un gran avivamiento.
Eso sucedería si ellos enseñaran la gracia y la verdad que nos vino de Jesucristo y no permanecieran en la ley.

No te estoy animando para que peques ni para que te divorcies y te vuelvas a casar. Ojalá y tu matrimonio sea para toda la vida, esa es la voluntad de  Dios.
Pero, si las circunstancias “obligan” a un divorcio y quizás a un nuevo matrimonio futuro, independientemente de quién es el culpable, recuerda que Dios ya te perdonó y te ofreció su gracia.

En cierto sentido, el ideal original de Dios del matrimonio para toda la vida, puede ser alcanzable a través de un nuevo matrimonio para aquellos que han experimentado su gracia transformadora.

No hay un pecado que la gracia de Dios no cubra, “porque cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Romanos 5:20-21).









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