viernes, 5 de enero de 2018

MEJOR COMPARTE

Descargar pdf

MEJOR COMPARTE
________________________

Jesús le dijo a un  hombre, que si quería seguirlo, debía vender todo lo que tenía y compartirlo con los pobres. Luego añadió que difícilmente los que tiene riquezas entrarán en el Reino de Dios ¿Es pecado ser rico? ¿Debemos deshacernos de nuestros bienes si queremos entrar al cielo? ¿Adónde quiso llegar Jesús con estas palabras?  Yo te invito a que sigas leyendo, aunque no creo que te guste lo que vas a leer.

Un hombre rico le preguntó a Jesús:Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Lucas 18:18) Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre” (Lucas 18:19-20).

Ante la consulta del hombre rico,  Jesús le preguntó que por qué lo llamaba bueno, si no hay nadie bueno, solamente Dios. Entonces Jesús le  menciona cinco de los diez mandamientos de la Ley de Moisés, y el hombre rico le dice que siempre los ha guardado desde su juventud (Lucas 18:21). Por sus palabras, parecía, que este hombre era un hombre que amaba a Dios y al prójimo como a sí mismo, entonces Jesús le dijo:

Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (Lucas 18: 22).

Entonces el hombre se puso muy triste, porque era muy rico. De esa manera quedó en evidencia en donde estaba su corazón, “porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21).
Aunque este hombre parecía amar y obedecer a Dios, su corazón estaba atado a las cosas materiales. Y mientras no se desatara de las cosas materiales, no podría heredar la vida eterna.
Jesús enseña que si queremos heredar el reino de Dios, debemos despojarnos de las cosas de este mundo.  Ante esa disyuntiva, el hombre rico escogió este mundo.  

“¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!  Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18:23-26).

Entonces Jesús dijo que difícilmente un rico entraría en el reino de Dios, porque la mayoría de los ricos no estarían dispuestos a renunciar a sus riquezas. Y los que oyeron esto dijeron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo? (Lucas 18:26).
Dígale usted a un creyente, que necesita deshacerse de sus riquezas para ser salvo? De seguro renunciaría a la salvación, o diría que Jesús solamente quiso probar al hombre rico, que si hubiera estado dispuesto a renunciar a sus riquezas, Jesús le hubiera dicho que se quedara con todas ellas.
Eso es lo que a mí me enseñaron, y eso lo que yo creí en un tiempo, pero estudiando las escrituras, vemos que no tenemos  evidencia bíblica para afirmar que eso sea cierto, lo que la evidencia bíblica nos enseña es que debemos compartir las riquezas.

Usted puede decirme que el único requisito para entrar al reino de Dios es creer en el evangelio y bautizarse (Marcos 16:16), lo que es muy cierto, pero “la prueba” de que usted “cree” el evangelio es porque “lo obedece”, y el evangelio se obedece de manera “total”, no se obedece de manera parcial o conveniente; y el evangelio dice que usted tiene que compartir sus riquezas.  El apóstol Santiago dice:

“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:17-18)

¿Cómo entender a Santiago? Pablo dice “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9) y Santiago dice “la fe sin obras es muerta” ¿Se contradicen Pablo y Santiago?

Claro que no, la salvación es un regalo de Dios y nadie se salva por obras de justicia, tal y como enseña Pablo, pero una vez salvos, “debemos andar en las buenas obras que Dios preparó de antemano (Efesios 2:10), y eso también lo enseña Pablo.
Las personas que creen que Santiago y Pablo se contradicen es porque leen Efesios 2:8-9 pero no leen Efesios 2:10. Y de las obras que Dios preparó de antemano para que andemos en ellas, según Efesios 2:10, son las obras a las que se refiere Santiago.

La fe muerta es la fe mental, pero no es la fe del corazón, porque con el corazón se cree para justicia” (Romanos 10:9). Esto quiere decir, que si “creo y me bautizo”, pero “solamente creo con la mente” y no con el corazón, “no salgo absuelto” de las aguas del bautismo. Ahora, el que cree con el corazón “obedeceel evangelio y “obra para Dios”.

Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que miles de ricos, incluyendo a muchos pastores evangélicos que se han  enriquecido con el cobro de los diezmos, no entrarán en el reino de Dios, porque no comparten sus riquezas con los más necesitados, tal y como Jesús lo enseñó en su evangelio.

Porque no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad del Padre que está en los cielos (Mateo 7:21).

Y es que el mandato de Jesús de compartir las riquezas no fue solamente para el hombre rico de la historia, lo es también para todos los creyentes, lo sabemos porque así lo entendió la iglesia primitiva:

Hechos 2:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. 2:44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 2:45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 2:46 Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón.

Hay tres cosas que los fieles de la iglesia primitiva hacían: 1) Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, no solo escucharon la palabra de Dios sino que la transmitieron;  2) Tenían en común todas las cosas, vendían sus propiedades y el fruto de su venta lo repartían según la necesidad de cada uno, y 3) Participaban de la cena del Señor y comían juntos con alegría y sencillez de corazón.
En las congregaciones a las que he asistido, no he visto que se practique ninguna de las tres  cosas. No veo que practiquen la cena del Señor cada vez que se pueda, como Jesús lo ordenó.
No veo que perseveren en la doctrina de los apóstoles. Los fieles supuestamente salvos están conformes con ser salvos y no les interesa la salvación de los demás.
En cuanto a los pastores, se olvidaron de perseverar en la doctrina de los apóstoles, la han sustituido por la doctrina de la prosperidad, hablan de pactos, de bendiciones y de cosas materiales, logrando con ello, que los creyentes se apeguen cada vez más a las cosas materiales y se hagan avaros y codiciosos, contrario a lo que enseña el evangelio de Cristo.
Y eso de compartir los bienes, por supuesto que  no cabe en la cabeza de los creyentes de nuestro tiempo, quienes más bien están siendo enseñados que deben enriquecerse.

Algunos afirman que los primeros cristianos eran excesivamente entusiastas o no entendieron claramente la palabra de Dios. Otros afirman que la iglesia primitiva se encontró con multitudes de personas sin hogar, razón por la cual los apóstoles obligaron a los que tenían, a vender sus bienes para compartir. Pero no hay registro alguno de que eso fuera cierto.

La verdad es que los primeros cristianos simplemente creían y obedecían de corazón el evangelio de Jesús que enseña no acumular tesoros en la tierra sino en el cielo (Mateo 6:19-21) y amarse unos a otros como él los amaba (Juan 13:34). 

Hechos 4:32 Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. 4:33 Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. 4:34 Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, 4:35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.

No puedo evitar preguntarme cuántos cristianos profesantes, si leen en un periódico la descripción anterior de una denominación evangélica actual, concluirían inmediatamente que esa denominación es una secta fanática y peligrosa.

La unidad de la iglesia primitiva incluía una unidad económica, de modo que no había entre ellos ningún necesitado ¿Puedes decir que no hay ningún necesitado en tu congregación?
"La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común". Todos tenían un corazón desapegado de las cosas materiales.
Eran verdaderos creyentes y daban testimonio al compartir con los más necesitados. Ahora el testimonio es no tomar, no fumar, aparentar lo que no somos, pero el testimonio no consiste en que dejemos de hacer algo, sino en hacer algo por los demás, el testimonio se resume en una sola palabra: AMOR.

Existen dos opciones: 1) amar el dinero y los bienes materiales, o 2) amar a Dios y al  prójimo. En donde está tu tesoro, allí está tu corazón. El amor a lo que tengas viene del corazón y da testimonio de ti.
Duele decirlo, pero la verdad es que no hay testimonio en las congregaciones actuales porque el amor brilla por su ausencia, los creyentes de hoy son avaros idólatras amantes del dinero y las cosas materiales.

Ahora, no podemos afirmar que en la iglesia primitiva vendían las casas en las que vivían y se quedaban viviendo en la calle como indigentes, lo que vendían eran lo que tenían de más, ellos siguieron viviendo en sus casas (Hechos 5:42; 12:12; 20:20; 21:8) las cuales usaban como congregaciones, y para albergar a los forasteros, que era como albergar a Jesús (Mateo 25:43).

Muchos afirman que Ananías y Safira no murieron porque se dejaron parte de la ganancia obtenida con la venta de sus heredades  sino por la mentira (Hechos 5:3-4).  Pero eso no es del todo cierto, ellos murieron porque se dejaron parte de las ganancias y por ello mintieron ¿Si no tenían la obligación de dar el todo de las ganancias? ¿Entonces por qué mintieron? Su avaricia e hipocresía les costó la vida, y el juicio de Dios sobre ellos tuvo el efecto deseado: "Gran temor sobrevino en toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron de estas cosas" (Hechos 5:11).

Actualmente millones de creyentes no comparten con los necesitados de su congregación, ni siquiera con su pastor, al cual deben darle lo mejor, creen que es una opción, pero no es una opción es una obligación, es un mandato divino, le están poniendo bozal al buey que trilla, y Dios puede cobrarles su avaricia, dejándolos en la calle;  sería bueno que tuvieran temor.

Vea usted que en la iglesia primitiva tenían todas las cosas en común y todos vendían sus bienes y los repartían para cubrir la necesidad de cada uno ¿Bueno pero eran otros tiempos, eso no se puede hacer en estos momentos? Dirán algunos. Siempre vamos a buscar una excusa o vamos a argumentar algo para no obedecer la palabra de Dios, cuando ésta no nos conviene.

Muy pocos ricos lograrán heredar el reino de Dios, no porque sean ricos, sino porque no comparten sus riquezas, su corazón no los deja obedecer el evangelio. Pero no solamente los ricos, muchas personas pobres o de clase media tampoco heredarán el reino de Dios por causa de su avaricia.

Jesús dijo que “el que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Lucas 16:10). 
Entienda que  Jesús no ve la cantidad, ve la proporción, y eso lo dejó muy claro cuando la viuda pobre echó en el arca todo lo que tenía (Marcos 12:44).

Pregunto: ¿El mandato de compartir los bienes, era solo para el hombre rico pero no para usted ni para mí?, y “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo” (Lucas 3:11) ¿Era solamente para los compatriotas de Jesús? 

No sé si usted va a querer seguir leyendo, es posible que no le guste lo que ha leído hasta este momento. Pero, si quiere seguir leyendo, entonces acompáñeme a Lucas 12:13; allí podemos leer que Jesús se encontraba predicando a una gran cantidad de personas y uno de la multitud le dijo: “Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia

Pareciera que el Padre de un señor falleció y su hermano fue el único heredero, lo que este señor consideraba injusto. Lo cierto es que él tenía la esperanza de que Jesús resolviera su problema. Quizás, pensó que si Jesús le daba la razón ante toda la multitud, su hermano se vería presionado y le daría parte de la herencia.

Pero Jesús no cayó en la trampa: "Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?" (Lucas 12:14). 

Defraudado o no, podemos notar fácilmente, que ese hombre estaba más preocupado por las posesiones materiales que por su vida espiritual, no le interesaban las enseñanzas de Jesús, su  apego a las cosas materiales era tan grande, que ese hombre no pudo esperar a que Jesús terminara su prédica para acercarse privadamente a hablarle del asunto.

Jesús le dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15).

Jesús hizo ver algo que carcome a los seres humanos y les impide alcanzar la vida eterna: la avaricia. Los hombres creen que “la vida” consiste en la abundancia de los bienes que poseen, pero en eso no consiste la vida, porque los bienes materiales no pueden comprar la vida eterna.

De hecho, ningún avaro que es idólatra tiene herencia en el Reino de Dios, dice Efesios 5:5.  ¿Por qué un avaro es un idólatra? Porque pone su fe y su seguridad en los bienes que posee y no en Dios.
El temor a quedarse sin sus bienes y perder su seguridad, lo hace ser avaro. Si confiara en Dios compartiría sus bienes, eso fue lo que le sucedió al hombre rico, el cual muy entristecido se alejó.

De acuerdo con el diccionario, la  avaricia es el afán de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie. Por su parte, la codicia es el "deseo de tener más de lo que necesitamos o merecemos".
Lógicamente que todo avaro es codicioso, pero no necesariamente todo codicioso es avaro, porque a veces un codicioso puede “querer más para compartir con otros”.
De acuerdo con estas definiciones el hermano que no quería compartir la herencia era un avaro, mientras que el que anhelaba parte de la herencia era en apariencia un codicioso. La pregunta que sigue es ¿Cuánto necesitamos para vivir? 

La Biblia dice que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto (1 Timoteo 6:8), entendiendo por “sustento” la comida y la bebida; y por “abrigo”, lo que nos cubre, eso es, la ropa y un techo donde guarecerse.
Ahora te pregunto ¿Puedes decir honestamente que estarías contento si todo lo que tuvieras es  sustento y abrigo?

Mateo 6:34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.

El sustento es diario, no es tener almacenado para un mes, porque cada día tiene su propio afán. Cuando los judíos fueron liberados de la esclavitud de Egipto, Moisés los dirigió al desierto y allí Dios les proveyó un maná diario para que se alimentaran.

Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. 16:20 Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. 16:21 Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía” (Éxodo 16:19-21)

¿Por qué Moisés les dijo que no guardaran para el día siguiente? Porque Dios quería que dependieran totalmente de él, que no confiaran en otra cosa que no fuera en él. Si dejaban para el otro día entonces el maná criaba gusanos y hedía para que no se lo pudieran comer.  
Y los judíos, no satisfechos con el maná que Dios proveía cada día, lloraban por la carne. Enojados por sus quejas, Dios prometió enviar carne al día siguiente que duraría un mes:

"No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?" (Números 11:19-20).

Dios lo dejó muy claro, menospreciaron lo que él les daba, es decir, no estaban conformes con lo que Dios les daba ¿Estás conforme con lo que Dios te da?
Al día siguiente, Dios envió codornices que se amontonaban alrededor del campamento de los israelitas, de aproximadamente un metro de profundidad, de modo que los israelitas pasaron los siguientes dos días reuniéndolos. La Escritura nos dice que la persona que menos reunió, reunió 10 montones (Números 11:32).

"Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande. Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava (las tumbas de la codicia), por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso” (Números 11:33-34).

Dios les dio muerte a las personas codiciosas que acumularon codornices porque esa era una muestra de que no confiaban en él. El apóstol Pablo escribió: "Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros" (1 Corintios 10: 6).
Dios quiere que confíes día a día en que Él te proveerá, él no quiere que acumules riquezas, él quiere que compartas lo que tienes y sigas viviendo día a día confiando en sus promesas. Ese que eso suena como una locura, pero el evangelio es una locura (1 Corintios 1:21, 1:23).
La Biblia dice que “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”, lo que podríamos traducir como “el piadoso o el dador alegre” que se place en dar ¿Por qué es gran ganancia? Porque acumula tesoros en el cielo, y no en este mundo. “Porque nada hemos traído a este mundo y nada podremos sacar” (1 Timoteo 6:6-7).
Tome en cuenta, que entre más riquezas acumules en la tierra, menos riquezas acumulas en el cielo, así de sencillo. Y el dar nos llena el corazón de satisfacción y de alegría, porque es más satisfactorio dar que recibir. 

Volvamos a la historia del hombre que reclamaba parte de la herencia. Inmediatamente después de que Jesús conversó con este hombre, advirtió a la multitud acerca de la avaricia, y luego contó una parábola acerca de un hombre codicioso que había dedicado su vida a acumular riquezas:

Derribaré mis graneros, edificaré mayores y allí guardare todos mis bienes y diré a mi alma: tienes asegurada el futuro, repósate, come, bebe y regocíjate” (Lucas 12:16-19).

Al analizar el pasaje, podemos advertir primeramente que el hombre rico no solo era codicioso, también era avaro, solo pensaba  sí mismo: diré a mi alma”. A este hombre jamás se le ocurrió compartir con aquellos que tenían necesidades, él no amaba a su prójimo, solo se amaba a sí mismo. 

En segundo lugar, este hombre rico pensó que la vida solamente consistía en los bienes que poseía, consideraba su vida solo en términos de su duración terrenal, y no en su duración eterna. 

Mateo 6:19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 6:20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 6:21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

El hombre rico de la historia se guardó un tesoro en la tierra, sin considerar las ramificaciones eternas de su decisión. El resto de su vida terrenal podía ser envidiable, pero ¿Qué de su vida después de la muerte? Tanto el hombre rico del que hablamos al inicio,  al igual que este otro rico, tenían puesta su mirada en las riquezas terrenales y no en la eternidad.

Ciertamente, la mayoría de nosotros somos tan necios como lo ricos de los que hemos venido hablando,  si pensamos que nuestras vidas consisten en el disfrute adquisitivo de las cosas materiales.  ¿En dónde está tu corazón? No puedes tener tu corazón puesto en las cosas del mundo y decir que eres seguidor de Cristo, no te engañes.

Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lucas 12:20-21).

En cuarto lugar, el rico necio asumió que por tener tantos bienes tenía poder sobre su vida, algo que ninguna persona debería asumir. Él murió la misma noche que hizo planes con sus bienes; su muerte bien pudo haber sido el juicio de Dios que conocía perfectamente sus pensamientos ególatras. 

Ciertamente, Jesús no nos dejó mucho lugar, para pensar que el rico necio fue al cielo esa noche. En un momento, perdió todo por lo que vivió. Dios le preguntó: "¿Y ahora de quién será lo que has provisto?"
Tenga en cuenta que el rico necio era culpable ante Dios, no porque fuera rico, sino por su avaricia, “hizo tesoro para sí y no para Dios ni para sus prójimos”.

Jesús dijo: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mateo 6:25)

Por qué nos afanamos tanto, la vida es más valiosa que cualquier comida o cualquier bebida. Nos afanamos porque somos codiciosos y queremos algo más que sustento y abrigo ¿De qué le valió al rico necio tener un montón de alimentos y vestidos?

Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26)

Si Dios no abandona a las aves del cielo que no siembran ni siegan, ni recogen en graneros ¿Por qué piensas qué te abandonará a ti? ¿No vales más tú que eres hecho a su semejanza? ¿Eres un hijo de Dios, por qué habría de abandonarte?

No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas (Mateo 6:31-32)

No te afanes, tu Padre Celestial sabe de qué cosas tienes necesidad. Y también sabe de qué cosas no tienes necesidad, pero él proveerá únicamente  las cosas de las cuales tienes necesidad, que se resumen en sustento y abrigo.

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:33)

¿Qué tenemos que hacer para que el Señor provea lo que necesitamos? Buscar el reino de Dios, lo que significa renunciar a nuestro “yo”, y de esa manera conocer cuál es la voluntad de Dios agradable y perfecta (Romanos 12:2)

¿Por qué no hacemos la voluntad de Dios? Porque no hemos renunciado al yo, y seguimos apegados a las cosas materiales. Ni siquiera nos pasa por la mente la idea de compartir lo que tenemos con otros, y eso, te guste o no, es avaricia.

La mayoría de los que se dicen cristianos, no están  buscando el reino de Dios, como Jesús nos ordenó, están tratando de encontrar la felicidad en la riqueza material, no en conocer, amar, disfrutar y obedecer a Dios. Son ricos, pero “no son ricos para con Dios" (Lucas 12:21), y la evidencia puede ser abrumadora.

¿Por qué el cristiano promedio no proporciona comida y ropa a los más necesitados (Mateo 25: 31-46)? ¿Por qué el cristiano promedio no está dispuesto a dar un porcentaje de sus ingresos para ayudar a cumplir la gran Comisión de predicar el evangelio? ¿Por qué el cristiano promedio es  tan propenso a adquirir deudas por artículos no esenciales y no apreciables, para poseer lo último y lo mejor?
Solamente hay una respuesta, al igual que los hombres ricos de la historia, sigue atado a las cosas de este mundo y es avaro y codicioso. Perdonen tanta verdad, si quieren no sigan leyendo.
Y si siguen leyendo, no me salgan que las palabras de Jesús no son para usted y para mí.  El rico necio es representativo de cualquiera que tenga más de lo que necesita.
Todas nuestras posesiones terrenales están destinadas a perecer; de hecho, la mayoría están pereciendo ante nuestros ojos en este momento. Por lo tanto, tiene mucho sentido vender lo que tenemos de más y compartirlo, para hacer tesoros eternos en el cielo, como Cristo ordenó.

El hombre que quería parte de la herencia, estaba de pie entre una multitud de personas que escuchaban un sermón de Jesús sobre las realidades eternas, pero en lo único que podía pensar era en obtener más  cosas materiales.  
Desdichadamente eso sucede con una gran mayoría de creyentes, gustan de asistir a las iglesias en donde les hablan de que deben ser ricos porque son hijos de Dios: donde les dicen que hagan pactos con él para que él los enriquezca.
Esa es la gran mentira del evangelio de la prosperidad, decirles a las personas que van a ser ricas porque son hijas de Dios. “Dios enriqueció a Abraham y te enriquecerá a ti”, enseñan.  ¿Y quién dice que eso sucederá? No todos los que son ricos, lo son porque Dios los ha enriquecido. Y Dios no va a enriquecer a alguien que como el rico necio haga mal uso de las riquezas que él le dé. Además, Dios enriqueció a Abraham porque tenía un motivo específico para hacerlo y ese motivo era mostrarles a los gentiles que el Dios de Abraham estaba con él.

En esas iglesias enseñan el versículo que dice que Jesús se hizo pobre siendo rico para que ellos sean enriquecidos (2 Corintios 8:9).  Claro que eso es cierto, pero este versículo no está hablando de riquezas materiales sino de riquezas espirituales, Jesús, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó de su deidad, se humilló para venir a morir a la cruz (Efesios 2:6-8), no con el propósito de que nos hiciéramos ricos materialmente, sino para que adquiriéramos la salvación ¿Qué mayor riqueza que esa?

¿Cómo define Dios la avaricia? Como un pecado de violación de los dos mandamientos más importantes: amar a Dios con todo el corazón, alma y mente, y amar al prójimo como a uno mismo (Mateo 22: 36-39).
Los avaros no aman a sus prójimos como a ellos mismos. Si los amaran no los dejarían pasar necesidades. Tampoco aman a Dios, si lo amaran darían un porcentaje de sus ingresos para la edificación del cuerpo de Cristo.
Pero es que gano muy poco, no me alcanza para dar”.  Pero si te alcanza para  ir al paseo aquel, o para comprar la pantalla de 52 pulgadas, o el carro nuevo  ¿A quién engañas? Dios no puede ser burlado. La avaricia indica que el “Yo”  está gobernando tu vida y no el Espíritu Santo.

Para Dios, tan idólatra es el avaro como el que se inclina ante la imagen de un Dios falso para darle honra (Efesios 5: 5; Col. 3: 5). En este caso,  el avaro se inclina ante el mismo para darse honra ante los demás.
Quiero decirte algo, no existen los hijos de Dios avaros, los avaros no son hijos de Dios, porque los avaros no van al cielo y si no van al cielo es porque no son hijos de Dios. Mejor comparte!



No hay comentarios.:

Publicar un comentario