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Cuando Dios creó al
hombre, tuvo en cuenta que éste necesitaría alimentar su cuerpo para su subsistencia.
Entonces hizo nacer de la tierra todo
árbol delicioso a la vista, y bueno para comer (Génesis 2:9); pero llama la atención el hecho de que también hizo
nacer dos árboles adicionales: “el árbol
de vida” y “el árbol del conocimiento
de la ciencia del bien y del mal”.
Estos dos árboles
simbolizan las dos maneras de vivir esa
vida que Dios le dio al ser humano. Es decir, podemos vivir regidos por dos
principios: 1) el principio de la
vida Divina o 2) el principio del
conocimiento de la ciencia del bien y del mal.
Isaías 55:8 dice que “los pensamientos de Dios no son nuestros
pensamientos ni sus caminos nuestros
caminos”, de tal manera que el principio del conocimiento del bien y
del mal es lo que el hombre piensa que es bueno o malo para él con respecto a su
conducta y para su vida; mientras que el principio de vida es la manera en que
Dios piensa que debemos vivir. Dios dejó claro, eso sí, que el principio del conocimiento del bien y del mal llevaría a la muerte (Génesis 2:17).
Adán y Eva decidieron
vivir de acuerdo con el principio del conocimiento del bien y del mal y las
consecuencias fueron funestas. Fueron “destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y por su culpa “el pecado entró en el mundo y por el pecado
la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos pecaron” (Romanos
5:12).
Todos los incrédulos rigen sus vidas por el principio del bien y el mal. La mayoría
de creyentes también se continúan
guiando por ese mismo principio del bien
y del mal, que es el principio religioso. Y una minoría de creyentes rige su vida de acuerdo al principio de la vida.
Adán y Eva comieron
del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal y por ello fueron
expulsados del jardín del Edén, lo que nos enseña que todo el que se alimente o viva por ese principio del bien y del mal,
no podrá vivir delante de Dios. Si
alguien quiere vivir delante de Dios, entonces necesita alimentarse del árbol de la vida que es la palabra de
Dios.
Si examinamos un poco
este asunto, nos daremos cuenta de que hay personas que viven según el
principio del bien y del mal, es decir, según lo que es bueno o malo con
respecto a su conducta.
Esto lo vemos en las
iglesias evangélicas, en las cuales califican a las personas por su conducta,
las señalan y las repudian y hay una competencia para ver quien es menos malo o
más bueno.
No han entendido que la
vida cristiana no consiste en saber escoger entre el bien y el mal, ni en
conducirse según ciertas normas de conducta, sino en dejar que Cristo viva por
nosotros.
Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 2:21 No desecho la
gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió
Cristo.
En este pasaje Pablo
nos revela lo que es la vida cristiana, él dice “ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí”, en otras palabras que es Cristo el que vive
su vida por él. Luego agrega que “no desecha la gracia de Dios”; que si
quisiera justificarse por su comportamiento (por el principio del bien y del
mal), entonces “por demás murió Cristo”.
Lo que Pablo nos
quiere decir es que la vida del cristiano se centra en Cristo y no en discernir
entre lo bueno y lo malo.
Cuando nos
bautizamos, recibimos el perdón de pecados y además de ello una vida nueva en
nuestro interior, esa vida es Cristo en la persona del Espíritu Santo (Hechos
2:38):
Ezequiel 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que
andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
Esa vida interior que
viene a morar en nuestro espíritu es la que se encarga de regir nuestra vida,
es el Espíritu el que hace que andemos en los estatutos de Dios, guardemos sus
preceptos y los pongamos por obra, no es algo que nosotros podemos hacer por
nosotros mismos.
Si ignoramos este principio, en lugar de
ser regidos por la vida divina, viviremos según el principio del conocimiento del bien y
del mal.
Note usted que el principio que no debemos
seguir no solamente es del conocimiento del mal sino también del bien, porque
nosotros no estamos capacitados para ver la diferencia, ya que lo que en muchas
ocasiones lo que aparenta ser bueno, en
realidad no lo es.
Dios
dijo: “Mas del árbol de la ciencia del
bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás”. Observemos que el bien y el mal se presentan aquí como un solo camino, mientras que la vida se
presenta como el otro camino. Por
consiguiente, los cristianos no sólo deben rechazar el conocimiento humano del mal,
sino que también deben rechazar el conocimiento humano del bien, es decir, no
podemos guiarnos por lo que consideramos que es bueno o malo según nuestro
humano entender, sino que debemos considerar lo que dice la palabra de Dios.
Por ejemplo,
yo iba a una iglesia en la cual el pastor decía que si faltábamos un día al
culto nos poníamos bajo condenación, lo mismo si no ofrendábamos o cometíamos
algún pecadillo. Pero eso es lo que el pastor pensaba de acuerdo al principio del
conocimiento del bien y del mal porque de acuerdo con el principio de la vida o
sea de acuerdo con la palabra de Dios “no
hay ninguna condenación para los que estamos en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). De hecho, el Espíritu
Santo dice en Hebreos 10:17-18 que Dios prometió no acordarse nunca más de
nuestros pecados porque Jesús pagó por todos ellos al ofrendar su vida.
Otro ejemplo: hay creyentes que
piensan que tomarse una cerveza es ilícito y va en contra de las normas de
Dios, pero eso es lo que ellos piensan de acuerdo al principio del bien y del
mal porque el principio de la vida dice
que “todo nos es lícito” (1 Corintios 10:23), aunque no todo
conviene ni edifica.
Nada que tomemos o comamos nos condena, pero el que duda sobre lo que come, es
condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado
(Romanos 14:23). O sea, que si yo
creo que tomarme una cerveza me condena, entonces me condena, porque me estoy
rigiendo por el principio del bien y del mal y no por la fe en el principio de vida, el cual indica
que no hay ninguna condenación en Cristo Jesús.
Otro ejemplo:
Congregarse
es bueno de acuerdo con la ley de vida (Hebreos
10:25), pero si nos congregamos por temor a ser condenados o a ser
castigados por Dios, aunque sea bueno, estaríamos actuando de acuerdo al
principio del bien y del mal y nos estaríamos condenando porque no actuamos de
acuerdo con el principio de vida.
1
Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido
hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
La palabra de Dios nos enseña que Dios nos hace
justos, sabios, santos y redimidos porque estamos en Cristo, fuera de Cristo no somos nada.
Juan 15:5
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Cuando tenemos un nuevo nacimiento, Dios nos
liga a Cristo, pasamos a ser parte de su
cuerpo. Él es la vid y nosotros las ramas. Podemos llevar fruto y vivir de acuerdo al principio de vida porque
estamos en Cristo, fuera de Cristo
solamente podemos vivir de acuerdo al principio del bien y del mal y no podemos
llevar ningún fruto.
Las religiones
enseñan que debemos de tratar de justificarnos ante Dios por nuestro
comportamiento, o sea, de acuerdo con el principio del bien y del mal ¿Pero qué
sucede si hacemos eso?
Gálatas 5:4
De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia
habéis caído.
La palabra de Dios dice que al tratar de
justificarnos por nuestro comportamiento nos
desligamos de Cristo y caemos de la
gracia, porque si tenemos que hacer algo para conservar nuestra salvación,
entonces estaríamos diciendo que la sangre de Cristo no fue suficiente y por
demás murió Cristo.
Lo único
que agrada a Dios es la fe (Hebreos 11:6),
así que por más que intentemos ser buenos, y por más que nos abstengamos de
esto o aquello, de nada servirá porque eso es regirse por el principio del bien
y del mal y eso nos separa de Cristo.
La vida divina no actúa basándose en nuestro
comportamiento sino en nuestra posición y en nuestro sentir interior. El más
grave error que cometen las personas es el de determinar si algo es bueno o
malo basándose en lo que ven. Muchas personas juzgan algo como bueno o malo
según la manera en que fueron criados o basándose en la experiencia que han
acumulado con los años y eso es un gran error.
Lucas 7:33
Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio
tiene. 7:34 Vino el Hijo del Hombre, que
come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de
publicanos y de pecadores.
En la época de Jesús, los que vivían por el
principio del conocimiento del bien y del mal juzgaban de endemoniado a Juan el
bautista porque no comía pan ni bebía vino. También juzgaban a Jesús de
pecador, porque era comilón, bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores.
Sin embargo la palabra de Dios dice que Jesús
nunca pecó. Esto nos enseña que no podemos juzgar por el principio del bien
y del mal.
Romanos 8:1
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los
que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Pablo dice que no hay ninguna condenación para
los que están en Cristo, los que no andan conforme
a la carne sino conforme al Espíritu.
Andar conforme a la carne es andar conforme al principio del conocimiento del
bien y del mal y andar conforme al Espíritu es andar conforme al principio de
la vida.
Mateo 5:40
y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 5:41
y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.
Para alguien que se rige por el principio del
bien y del mal es imposible darle la capa al que le quita la túnica. Se
pregunta: “¿Acaso no es suficiente con dejar
que se lleve la túnica? Jesús dice que no es suficiente, pues esto no es
andar de acuerdo con el principio de vida. Es preciso que también le de la capa
y al hacer esto, demuestra que no tiene apego por las cosas materiales y que
confía plenamente en que el Señor le dará otra túnica y otra capa cuando la
necesite.
En la carne es imposible cumplir lo que dijo
Jesús, si tratamos de hacerlo, moriremos en el intento, pues somos
absolutamente incapaces de cumplir esta palabra. Sin embargo, tenemos la vida
de Cristo en nosotros que nos dice que no estaremos satisfechos hasta que
hagamos lo que él dice.
No importa cuanto nos haya ofendido o cuanto nos
haya robado, a menos que nos arrodillemos y oremos por el ofensor, no tendremos
gozo interiormente y estaríamos impidiéndole a Dios que nos bendiga.
Cuando cumplimos dichas exigencias, la vida
divina queda satisfecha, liberada, en paz y llena de gozo y el Señor se
complace en bendecirnos.
En esto se resume todo el asunto: ¿andamos por
el camino que corresponde a la vida o por el camino que corresponde a lo bueno
y lo malo? Si leemos la Palabra de Dios, veremos claramente que es erróneo
tomar decisiones según el principio del bien y del mal, o vivir y comportarnos
según nuestra propia vida.
A veces algún amigo actúa de manera insensata.
Lo correcto, de acuerdo con el principio del bien y del mal sería darle una
buena reprimenda. Entonces vamos a buscarlo con ese fin, pero justo en el
momento que nos disponemos a tocar a la puerta, algo interiormente nos detiene,
ese algo es la vida divina.
Aunque estamos seguros de tener la razón en lo
que habíamos pensado hacer, nos damos cuenta de que no se trata de lo que es
bueno o malo, sino de lo que la vida de Dios nos permite hacer.
Mientras vivimos delante de Dios, nuestras
acciones no deben ser determinadas por el bien o el mal, sino por la vida que
reside en nuestro interior. Vale la pena hacer todo lo que esta vida nos pide
que hagamos. Cualquier acción que realicemos
independientemente de la vida divina, por buena que sea, nos traerá condenación.
El principio que debe regir nuestro vivir no es
el de discernir entre el bien y el mal. Tenemos que acudir a Dios para poder
discernir lo que proviene de la vida y lo que proviene de la muerte.
Si sentimos que la vida divina se activa dentro
de nosotros y fluye, entonces sabemos que estamos haciendo lo debido. Pero si
ésta no se activa ni sentimos la unción en nuestro interior, no nos debe
importar lo correcto ni lo incorrecto.
1
Corintios 4:3 Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal
humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. 4:4 Porque aunque de nada tengo mala
conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor
Pablo dijo que ni él mismo se examinaba a sí
mismo, sino que Dios era su juez. Muchas personas no entienden este pasaje, en
realidad, la idea presentada aquí es muy sencilla, pero si no conocemos la vida
divina, es muy difícil entenderla.
El punto es que si nos regimos por el principio del
bien y del mal, es muy fácil juzgar si lo que vamos a hacer está bien o mal.
Puesto que Pablo no actuaba según ese principio, lo único que podía decir era:
“Ni aun yo me examino a mí mismo. Porque
no estoy consciente de nada en contra mía, pero no por eso soy justificado;
pero el que me examina es el Señor”.
El que nos examina es el Señor que mora en
nosotros y nos guía interiormente. Por esta razón, Pablo dijo en 2 Corintios 5:7: “Porque por fe andamos, no por
vista”. Nosotros no tomamos decisiones basándonos en una norma externa
y visible, sino según la dirección que el Señor nos da en nuestro interior.
Tenemos que aprender delante de Dios a no
regirnos por la norma de lo bueno y lo malo. No se trata de que esta norma sea
mala; de hecho puede ser buena, pero no es para el que vive por el principio de
la vida.
La norma que rige a los cristianos está muy por
encima de la norma del bien y el mal.
Por supuesto, es incorrecto hacer lo malo, pero
no siempre es correcto hacer lo bueno. Poe ejemplo, yo acostumbro darle a todo
el que me pida, si es que tengo para dar, y sin embargo, no siempre eso es
correcto aunque lo parezca, Debemos
consultar con la vida divina que está en nuestro interior.
Cada vez que busquemos a Dios y le pidamos que
nos hable, la luz espontáneamente resplandecerá en nuestro interior. Tengamos
presente que es un hecho que Cristo vive en nosotros por medio del Espíritu
Santo y él está expresándose continuamente desde nuestro interior. Por
consiguiente, esperamos que cada uno de nosotros pueda decirle a Dios: “Concédeme Tu gracia para vivir según el
árbol de vida, y no según el árbol del conocimiento del bien y del mal. Quiero
estar siempre atento a la vida divina. En cada situación deseo preguntarme:
¿Cuál es el sentir que me comunica Tu vida?”. Si éste es el principio que
rige nuestro vivir, notaremos un gran cambio en nuestra vida cristiana.
Muchos problemas surgen debido a que nos guiamos
por el principio del bien y del mal, pero si nos guiamos por el principio de la
vida, evitaremos muchos problemas.
Quiero aprender mas de la biblia porque me edifico en gran manera
ResponderBorrargracias!!! por hacrlo entender claramente. He aprendido hoy a vivir del árbol de la vida.
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