miércoles, 18 de enero de 2017

LOS DOS ARBOLES DEL EDEN

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Cuando Dios creó al hombre, tuvo en cuenta que éste necesitaría alimentar su cuerpo para su subsistencia. Entonces hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer (Génesis 2:9); pero llama la atención el hecho de que también hizo nacer dos árboles adicionales: “el árbol de vida” y “el árbol del conocimiento de la ciencia del bien y del mal”.
Estos dos árboles simbolizan las dos maneras de vivir esa vida que Dios le dio al ser humano. Es decir, podemos vivir regidos por dos principios: 1) el principio de la vida Divina o 2) el principio del conocimiento de la ciencia del bien y del mal.
Isaías 55:8 dice que “los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos  ni sus caminos nuestros caminos”, de tal manera que el principio del conocimiento del bien y del mal es lo que el hombre piensa que es bueno o malo para él con respecto a su conducta y para su vida; mientras que el principio de vida es la manera en que Dios piensa que debemos vivir. Dios dejó claro, eso sí, que el principio del  conocimiento del bien y del mal llevaría a la muerte (Génesis 2:17).
Adán y Eva decidieron vivir de acuerdo con el principio del conocimiento del bien y del mal y las consecuencias fueron funestas. Fueron  destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y por su culpa “el pecado entró en el mundo y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos pecaron  (Romanos 5:12).
Todos los incrédulos rigen sus vidas por el principio del bien y el mal. La mayoría de creyentes también se continúan guiando por ese mismo principio del bien y del mal, que es el principio religioso. Y una minoría de creyentes rige su vida de acuerdo al principio de la vida.
Adán y Eva comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal y por ello fueron expulsados del jardín del Edén, lo que nos enseña que todo el que se alimente o viva por ese principio del bien y del mal, no podrá vivir delante de Dios. Si alguien quiere vivir delante de Dios, entonces necesita alimentarse del árbol de la vida que es la palabra de Dios.
Si examinamos un poco este asunto, nos daremos cuenta de que hay personas que viven según el principio del bien y del mal, es decir, según lo que es bueno o malo con respecto a su conducta.
Esto lo vemos en las iglesias evangélicas, en las cuales califican a las personas por su conducta, las señalan y las repudian y hay una competencia para ver quien es menos malo o más bueno.
No han entendido que la vida cristiana no consiste en saber escoger entre el bien y el mal, ni en conducirse según ciertas normas de conducta, sino en dejar que Cristo viva por nosotros.

Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

En este pasaje Pablo nos revela lo que es la vida cristiana, él dice “ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí”,  en otras palabras que es Cristo el que vive su vida por él.  Luego agrega que “no desecha la gracia de Dios”; que si quisiera justificarse por su comportamiento (por el principio del bien y del mal), entonces “por demás murió Cristo”.
Lo que Pablo nos quiere decir es que la vida del cristiano se centra en Cristo y no en discernir entre lo bueno y lo malo.
Cuando nos bautizamos, recibimos el perdón de pecados y además de ello una vida nueva en nuestro interior, esa vida es Cristo en la persona del Espíritu  Santo (Hechos 2:38):

Ezequiel 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Esa vida interior que viene a morar en nuestro espíritu es la que se encarga de regir nuestra vida, es el Espíritu el que hace que andemos en los estatutos de Dios, guardemos sus preceptos y los pongamos por obra, no es algo que nosotros podemos hacer por nosotros mismos.
Si ignoramos este principio, en lugar de ser regidos por la vida divina, viviremos  según el principio del conocimiento del bien y del mal.
Note usted que el principio que no debemos seguir no solamente es del conocimiento del mal sino también del bien, porque nosotros no estamos capacitados para ver la diferencia, ya que lo que en muchas ocasiones lo que  aparenta ser bueno, en realidad no lo es.
 Dios dijo: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Observemos que el bien y el mal se presentan aquí como un solo camino, mientras que la vida se presenta como el otro camino. Por consiguiente, los cristianos no sólo deben rechazar el conocimiento humano del mal, sino que también deben rechazar el conocimiento humano del bien, es decir, no podemos guiarnos por lo que consideramos que es bueno o malo según nuestro humano entender, sino que debemos considerar lo que dice la palabra de Dios.
Por ejemplo, yo iba a una iglesia en la cual el pastor decía que si faltábamos un día al culto nos poníamos bajo condenación, lo mismo si no ofrendábamos o cometíamos algún pecadillo. Pero eso es lo que el pastor pensaba de acuerdo al principio del conocimiento del bien y del mal porque de acuerdo con el principio de la vida o sea de acuerdo con la palabra de Dios “no hay ninguna condenación para los que estamos en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). De hecho, el Espíritu Santo dice en Hebreos 10:17-18 que Dios prometió no acordarse nunca más de nuestros pecados porque Jesús pagó por todos ellos al ofrendar su vida.
Otro ejemplo: hay creyentes que piensan que tomarse una cerveza es ilícito y va en contra de las normas de Dios, pero eso es lo que ellos piensan de acuerdo al principio del bien y del mal  porque el principio de la vida dice que  todo nos es lícito” (1 Corintios 10:23), aunque no todo conviene ni edifica.
Nada que tomemos o comamos nos condena, pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado (Romanos 14:23). O sea, que si yo creo que tomarme una cerveza me condena, entonces me condena, porque me estoy rigiendo por el principio del bien y del mal y no por  la fe en el principio de vida, el cual indica que no hay ninguna condenación en Cristo Jesús.
Otro ejemplo:  Congregarse es bueno de acuerdo con la ley de vida (Hebreos 10:25), pero si nos congregamos por temor a ser condenados o a ser castigados por Dios, aunque sea bueno, estaríamos actuando de acuerdo al principio del bien y del mal y nos estaríamos condenando porque no actuamos de acuerdo con el principio de vida.

1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

La palabra de Dios nos enseña que Dios nos hace justos, sabios, santos y redimidos porque estamos en Cristo, fuera de Cristo no somos nada.

Juan 15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Cuando tenemos un nuevo nacimiento, Dios nos liga a  Cristo, pasamos a ser parte de su cuerpo. Él es la vid y nosotros las ramas. Podemos llevar fruto y  vivir de acuerdo al principio de vida porque estamos en  Cristo, fuera de Cristo solamente podemos vivir de acuerdo al principio del bien y del mal y no podemos llevar ningún fruto.  
Las religiones enseñan que debemos de tratar de justificarnos ante Dios por nuestro comportamiento, o sea, de acuerdo con el principio del bien y del mal ¿Pero qué sucede si hacemos eso?

Gálatas 5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.

La palabra de Dios dice que al tratar de justificarnos por nuestro comportamiento nos desligamos de  Cristo y caemos de la gracia, porque si tenemos que hacer algo para conservar nuestra salvación, entonces estaríamos diciendo que la sangre de Cristo no fue suficiente y por demás murió Cristo.
Lo único que agrada a Dios es la fe (Hebreos 11:6), así que por más que intentemos ser buenos, y por más que nos abstengamos de esto o aquello, de nada servirá porque eso es regirse por el principio del bien y del mal y eso nos separa de Cristo.
La vida divina no actúa basándose en nuestro comportamiento sino en nuestra posición y en nuestro sentir interior. El más grave error que cometen las personas es el de determinar si algo es bueno o malo basándose en lo que ven. Muchas personas juzgan algo como bueno o malo según la manera en que fueron criados o basándose en la experiencia que han acumulado con los años y eso es un gran error.

Lucas 7:33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.  7:34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.

En la época de Jesús, los que vivían por el principio del conocimiento del bien y del mal juzgaban de endemoniado a Juan el bautista porque no comía pan ni bebía vino. También juzgaban a Jesús de pecador, porque era comilón, bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores. Sin embargo la palabra de Dios dice que Jesús nunca pecó. Esto nos enseña que no podemos juzgar por el principio del bien y del mal.

Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Pablo dice que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Andar conforme a la carne es andar conforme al principio del conocimiento del bien y del mal y andar conforme al Espíritu es andar conforme al principio de la vida.

Mateo 5:40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 5:41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.

Para alguien que se rige por el principio del bien y del mal es imposible darle la capa al que le quita la túnica. Se pregunta: “¿Acaso no es suficiente con dejar que se lleve la túnica? Jesús dice que no es suficiente, pues esto no es andar de acuerdo con el principio de vida. Es preciso que también le de la capa y al hacer esto, demuestra que no tiene apego por las cosas materiales y que confía plenamente en que el Señor le dará otra túnica y otra capa cuando la necesite.
En la carne es imposible cumplir lo que dijo Jesús, si tratamos de hacerlo, moriremos en el intento, pues somos absolutamente incapaces de cumplir esta palabra. Sin embargo, tenemos la vida de Cristo en nosotros que nos dice que no estaremos satisfechos hasta que hagamos lo que él dice.
No importa cuanto nos haya ofendido o cuanto nos haya robado, a menos que nos arrodillemos y oremos por el ofensor, no tendremos gozo interiormente y estaríamos impidiéndole a Dios que nos bendiga.
Cuando cumplimos dichas exigencias, la vida divina queda satisfecha, liberada, en paz y llena de gozo y el Señor se complace en bendecirnos.
En esto se resume todo el asunto: ¿andamos por el camino que corresponde a la vida o por el camino que corresponde a lo bueno y lo malo? Si leemos la Palabra de Dios, veremos claramente que es erróneo tomar decisiones según el principio del bien y del mal, o vivir y comportarnos según nuestra propia vida.
A veces algún amigo actúa de manera insensata. Lo correcto, de acuerdo con el principio del bien y del mal sería darle una buena reprimenda. Entonces vamos a buscarlo con ese fin, pero justo en el momento que nos disponemos a tocar a la puerta, algo interiormente nos detiene, ese algo es la vida divina.
Aunque estamos seguros de tener la razón en lo que habíamos pensado hacer, nos damos cuenta de que no se trata de lo que es bueno o malo, sino de lo que la vida de Dios nos permite hacer.
Mientras vivimos delante de Dios, nuestras acciones no deben ser determinadas por el bien o el mal, sino por la vida que reside en nuestro interior. Vale la pena hacer todo lo que esta vida nos pide que hagamos. Cualquier acción que realicemos independientemente de la vida divina, por buena que sea, nos traerá condenación.
El principio que debe regir nuestro vivir no es el de discernir entre el bien y el mal. Tenemos que acudir a Dios para poder discernir lo que proviene de la vida y lo que proviene de la muerte.
Si sentimos que la vida divina se activa dentro de nosotros y fluye, entonces sabemos que estamos haciendo lo debido. Pero si ésta no se activa ni sentimos la unción en nuestro interior, no nos debe importar lo correcto ni lo incorrecto.

1 Corintios 4:3 Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. 4:4 Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor

Pablo dijo que ni él mismo se examinaba a sí mismo, sino que Dios era su juez. Muchas personas no entienden este pasaje, en realidad, la idea presentada aquí es muy sencilla, pero si no conocemos la vida divina, es muy difícil entenderla.
El punto es que si nos regimos por el principio del bien y del mal, es muy fácil juzgar si lo que vamos a hacer está bien o mal. Puesto que Pablo no actuaba según ese principio, lo único que podía decir era: “Ni aun yo me examino a mí mismo. Porque no estoy consciente de nada en contra mía, pero no por eso soy justificado; pero el que me examina es el Señor”.
El que nos examina es el Señor que mora en nosotros y nos guía interiormente. Por esta razón, Pablo dijo en 2 Corintios 5:7: “Porque por fe andamos, no por vista”. Nosotros no tomamos decisiones basándonos en una norma externa y visible, sino según la dirección que el Señor nos da en nuestro interior.
Tenemos que aprender delante de Dios a no regirnos por la norma de lo bueno y lo malo. No se trata de que esta norma sea mala; de hecho puede ser buena, pero no es para el que vive por el principio de la vida.
La norma que rige a los cristianos está muy por encima de la norma del bien y el mal.
Por supuesto, es incorrecto hacer lo malo, pero no siempre es correcto hacer lo bueno. Poe ejemplo, yo acostumbro darle a todo el que me pida, si es que tengo para dar, y sin embargo, no siempre eso es correcto aunque  lo parezca, Debemos consultar con la vida divina que está en nuestro interior.
Cada vez que busquemos a Dios y le pidamos que nos hable, la luz espontáneamente resplandecerá en nuestro interior. Tengamos presente que es un hecho que Cristo vive en nosotros por medio del Espíritu Santo y él está expresándose continuamente desde nuestro interior. Por consiguiente, esperamos que cada uno de nosotros pueda decirle a Dios: “Concédeme Tu gracia para vivir según el árbol de vida, y no según el árbol del conocimiento del bien y del mal. Quiero estar siempre atento a la vida divina. En cada situación deseo preguntarme: ¿Cuál es el sentir que me comunica Tu vida?”. Si éste es el principio que rige nuestro vivir, notaremos un gran cambio en nuestra vida cristiana.

Muchos problemas surgen debido a que nos guiamos por el principio del bien y del mal, pero si nos guiamos por el principio de la vida, evitaremos muchos problemas.




2 comentarios:

  1. Quiero aprender mas de la biblia porque me edifico en gran manera

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  2. gracias!!! por hacrlo entender claramente. He aprendido hoy a vivir del árbol de la vida.

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