lunes, 29 de enero de 2018

EL PECADO FUE CONDENADO EN LA CRUZ

Descargar pdf

Muchos predicadores enseñan que los creyentes no pecan ni tienen deseos pecaminosos, y que cualquier pecado nos condena. Hubo un tiempo, que por culpa de estos predicadores, yo sentía que no era salvo porque a pesar de mis esfuerzos seguía pecando y teniendo deseos pecaminosos. Pero el Señor me enseñó unas verdades que hoy quiero compartir con todos aquellos que sienten lo mismo.

La primera verdad es que por más que te esfuerces, nunca dejarás de pecar, no lo digo yo, lo dice la palabra de Dios en 1 Juan 1:7: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:7).

Nadie, absolutamente nadie puede vencer el pecado ni dejar de tener malos deseos a “través de su propio esfuerzo”; los que han dicho que se puede, son unos mentirosos.

Pecamos porque nacemos con una “naturaleza pecaminosa” que heredamos de nuestros primeros padres Adán y Eva. Hay algo dentro de nosotros que nos incita a pecar y ese algo es el “pecado”. No debemos confundir “pecado” con “pecados”, el pecado es la fuente de los pecados, es la fábrica de pecados.

Romanos 7:19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 7:20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.

Aunque queremos hacer el bien, hacemos el mal, porque el pecado mora en nosotros y nos hace pecar.

Romanos 7:21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 7:22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 7:23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.

Dice el apóstol Pablo que “pecamos por ley”, ya que el pecado es una ley ¿Qué es una ley? Algo que se repite constantemente aún en contra de nuestra voluntad. Ejemplo de ello es la ley de la gravedad, la cual hace que todo sea atraído hacia el suelo.

La única manera de vencer la ley de la gravedad es con una ley que anule esa ley de la gravedad y haga que las cosas sean atraídas hacia arriba.

Eso es lo mismo en cuanto a la ley del pecado, tiene que haber una ley que anule la ley del pecado, y  esa es la segunda verdad que quiero compartir contigo.  

Romanos 8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Si bien es cierto que hay una ley del pecado que nos hace pecar aun en contra de nuestra voluntad y no lleva a la muerte, también es cierto que Dios nos dio una nueva ley que también de manera involuntaria nos libra de la ley del pecado y la vence por nosotros.

Esa ley es la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús ¿En qué consiste? En que Dios pone su Espíritu dentro de nuestro espíritu para que pueda vencer el pecado y la tentación, y haga que andemos en sus estatutos, guardemos sus preceptos y los pongamos por obra (Ezequiel 36:27).

Romanos 8:3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;

Dios le dio la ley a Moisés pero “nadie” pudo cumplirla, era imposible por la “debilidad de la carne”, entonces Dios envió a su hijo en “semejanza de carne de pecado”.

¿Qué significa en semejanza? Que Jesús no tenía una naturaleza pecaminosa como la nuestra porque Jesús no fue engendrado por ningún ser humano sino por el Espíritu Santo que no tiene pecado, su carne era semejante a la de los hombres pero no era igual, su naturaleza no era pecaminosa sino que era santa; Jesús no tenía “el pecado” morando dentro de sí, lo que tenía dentro de sí era el Espíritu Santo.

Lo cierto es que Jesús condenó al pecado en la cruz. Cuando Jesús fue condenado, el pecado fue condenado con él y perdió todo efecto de condenación sobre aquel que está en Cristo Jesús ¿Pero Jesús no tenía pecado? Cierto, pero Dios lo hizo pecado por nosotros:

2 Corintios 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

¿Cuándo sucedió eso? Cuando Jesús se bautizó:  

Mateo 3:13 Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. 3:14 Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? 3:15 Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.

Juan no quería bautizar a Jesús porque sabía que Jesús no tenía “pecado ni pecados”, pero Jesús le dijo a Juan que lo bautizara para que “se cumpliera toda justicia”, es decir, para que “todos los pecadores pudiéramos ser justificados”.

En ese momento Jesús tomó el lugar de los pecadores, se hizo pasar por pecador, aunque no lo fuera y cargó con todos los pecados de la humanidad.

Recordemos que Juan llamó a Jesús como el “Cordero de Diosque quita el pecado del mundo (Juan 1:29). Esto es así porque los sacerdotes levíticos sacrificaban un cordero “inocente”, el cual “tomaba el lugar de los pecadores” y era sacrificado por ellos.

El sacerdote ponía las manos sobre la cabeza del animal, simbolizando con ello que le transfería todos los pecados del pueblo, y decía algo así: "Yo he pecado y merezco morir, pero Dios ha permitido a este cordero que tome mi lugar." Luego el sacerdote sacrificaba al cordero.

Eso fue exactamente lo que sucedió con Jesús, cuando Juan el Bautista le puso las manos sobre la cabeza, en ese momento le transfirió todos los pecados pasados, presentes y futuros de todos los hombres, y Jesús cargó con ellos para llevarlos a la cruz ¿Por qué en el agua? Porque el agua simboliza a la humanidad (Apocalipsis 17:15).

Así como los corderos sacrificados tomaban el lugar de los pecadores, Jesús vino a tomar el lugar de los corderos de una vez y para siempre, obteniendo eterna redención  (Hebreos 9;12), por eso Jesús es el Cordero de Dios.

Y en la cruz no solamente fueron perdonados todos nuestros pecados, no solamente fuimos liberados de toda culpa, sino que Jesús condenó con él al pecado, lo que quiere decir que allí lo anuló, lo deshabilitó y lo dejó sin poder de condenación.

Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

¿Por qué no hay ninguna condenación para los que están en Cristo? Porque Jesús pagó por todos “los pecados” en la cruz, y porque el “pecado fue condenado” ¿Y quiénes son los que están en Cristo? Los que han creído en la obra de Jesús y se han bautizado (Marcos 16:16)

¿Por qué bautizarnos? Porque si bien es cierto que Jesús recogió todos los pecados en el agua, nosotros tenemos que depositar los nuestros en ella para que sean parte de ese paquete, de lo contrario, no seremos lavados de los mismos.

Mira lo que le dijo Ananías a Pablo: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16), lo mismo le dijo Pedro a los judíos (Hechos 2:38).

Además, es en el agua que nos deshacemos de la naturaleza pecaminosa que contiene el pecado y que nos hace pecar.

Romanos 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.

En el bautismo, no solo somos lavados de todos nuestros pecados sino que le damos muerte “a semejanza” (v5) al “viejo hombre”, lo crucificamos con Cristo, para que sea destruido y no sirvamos más al pecado.

¿Quién es el viejo hombre? El hombre pecador que contiene el pecado, del cual nos deshacemos en el bautismo. En Colosenses 2:11-12, Pablo lo llama el cuerpo pecaminoso carnal (naturaleza pecaminosa), el cual echamos fuera al bautizarnos.

De allí en adelante somos “nuevas criaturas” en Cristo Jesús (2 Corintios 2:17), participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4), es decir, con el Espíritu Santo en nuestro espíritu.

Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

¿Qué significa que Cristo vive en nosotros? Antes de bautizarnos, estábamos gobernados por “el pecado”,  pero una vez bautizados, el pecado ya no está en nosotros.

Aunque todavía tenemos el mismo cuerpo, y las malas costumbres, Jesús vive en nosotros por medio del Espíritu Santo, él “ha tomado el lugar del pecado” para hacer todo lo contrario que hacía el pecado y cambiar poco a poco nuestras vidas.

Esa es la tercera verdad que quiero compartir contigo y es que lo que no podemos hacer con nuestras propias fuerzas, lo que es imposible para nosotros, Cristo lo hace por nosotros y la victoria sobre el pecado y las tentaciones comienzan a manifestarse en nuestras vidas.

Eso es lo que se conoce como la gracia de Dios, que es lo que Dios hace por nosotros, de manera gratuita e inmerecida. La gracia de Dios es la respuesta a cada lucha que enfrentemos.

Pero eso sí, Cristo no te va a obligar a nada, tú debes de entregarle el control de tu vida de manera voluntaria para que él pueda manifestarse en ti, y esa es la cuarta verdad:

Romanos 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

Tenemos que presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo ante el altar de Dios. Recordemos que el altar significa sacrificio, era en el altar que se ofrecían los corderos para ser sacrificados por el perdón de los pecados.

Nosotros no vamos a ser sacrificados, no vamos a morir en la realidad, es “en semejanza”, debemos considerarnos como muertos (Romanos 6:11), es decir, no debemos intentar vencer el pecado ni las tentaciones por nuestras fuerzas, ni tratar de imponer nuestra voluntad, sino dejar que Cristo actúe por nosotros; esa es la clave de la vida cristiana verdadera.

Mientras intentemos hacer las cosas por nuestras propias fuerzas, Cristo no puede ayudarnos. O nuestra vida está descansando en las manos todopoderosas del Señor, o está descansando en las nuestras, no hay un término medio ni tampoco una mezcla.

Gálatas 5:17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

Lea el anterior versículo con mucho cuidado. Allí se dice que “el deseo de la carne es contra el Espíritu”. Tome en cuenta que Espíritu está con mayúscula porque se refiere al “Espíritu Santo”. O sea que lo que el versículo dice es que “el deseo de la carne es contra el Espíritu Santo y los deseos del Espíritu Santo son contra la carne, y éstos se oponen entre sí para que no hagamos lo que queremos”.

En otras palabras, lo que dice el versículo, es que el Espíritu Santo nos ha sido dado para que venza los deseos de la carne, porque no es algo que nosotros podemos hacer.

Entonces, la primera verdad es que nadie puede dejar de pecar por más que tenga dispuesta su voluntad, la segunda verdad es que ya no hay ninguna condenación porque el pecado fue condenado; la tercera verdad es que el trabajo de vencer las tentaciones y el pecado no es tu trabajo, es el trabajo del Espíritu Santo. Y la cuarta verdad, es que te tienes que apartar para que el Espíritu Santo pueda hacer su trabajo, él no comparte su gloria con nadie. Él quiere que el día de mañana puedas decir: “ya no peco como antes, ya no hago lo que quiero, sino lo que Dios quiere, bendito sea el Señor, toda la gloria sea para Él”.

Esto nos lleva a una quinta verdad,  que la vida cristiana es una vida de gracia, o sea que dependemos totalmente del Espíritu Santo para poder hacer la voluntad de Dios porque aunque nuestra voluntad esté dispuesta, la carne es débil y siempre cede.

2 Corintios 2:9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 12:10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

El apóstol Pablo tenía una debilidad que no podía manejar, eso lo hacía sentirse muy mal y le rogó a Dios que se la quitara, pero Dios le respondió que se bastara a su gracia, en otras palabras que dejara que él manejara esa situación como él quería y que no hiciera nada al respecto.

Además Dios agregó que su poder se perfecciona en la debilidad. Dios se perfecciona en los débiles, no se perfecciona en los fuertes, él se perfecciona en aquellos que aceptan ser débiles, que aceptan ser pecadores, Dios se manifiesta en aquellos que son pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los Cielos (Mateo 5:3).

Sí no aceptas tus debilidades, el poder de Dios no Dios no puede reposar en ti, porque estarías rechazando la gracia de Dios.

En una ocasión, un pastor que fue invitado a nuestra pequeña congregación. Él dijo que hacía 15 años que había tomado la decisión de no pecar y que no había pecado en 15 años.

Este pastor es un mentiroso porque ya vimos que la palabra de Dios dice que el que niega que es pecador es un mentiroso y la verdad no está en él.
Además, Dios no  puede manifestar su gracia  en este pastor porque  él no acepta su pobreza espiritual, él parece no necesitar de la gracia de Dios, más bien parece no conocerla o no entenderla, al creer que puede vencer el pecado y la tentación por sí mismo, algo que nos pedía que hiciéramos.

Cuando escuches a un pastor enseñar que debes buscar la santificación a través de tu propio esfuerzo, entiende que ese pastor no ha entendido la gracia y mejor huye de él, porque puede hacer que caigas de ella.

Pero, cuando permitimos que Cristo gobierne en nosotros, nuestra manera de manejar las presiones de cada día cambiará. Aunque es posible que Dios permita que sigan las dificultades, Él nunca quiere que seamos aplastados por ellas.

Tal vez una buena manera para determinar si está dejando que Cristo viva a través de usted, es que examine su forma de manejar las cargas. ¿No cree que Jesús ya sabe todo lo que se necesita para vivir en este mundo, con todas sus responsabilidades y tensiones. Es por eso que nos invita a venir a Él y tomar su yugo, para hallar descanso para nuestras almas (Mateo 11.29).

Recuerde que la paz que usted necesita no depende de las circunstancias. Puesto que el Espíritu Santo vive dentro en cada creyente, la paz se tiene fácilmente si decidimos apropiarnos de ella por fe.

Cuando le rindes tu vida al Señor, el poder sin límites de Cristo fluye a través de ti, para que puedas lograr todo lo que Él te ha llamado a hacer. Ya sean humildes o importantes nuestras tareas, Él nos fortalecerá para llevarlas a cabo.

Desdichadamente, en vez de depender de Él, millones de creyentes viven confiados en sus capacidades y conocimientos. Pero todo lo que  logran viene a ser nada en la eternidad y al final será un fracazo.

Cada vez que usted piense que es capaz de hacer algo, sea humilde y confíe en el Señor. Y si una tarea le parece demasiado grande, láncese con fe a realizarla: pídale a Dios que Él actúe por medio de usted, y tenga fe en que lo hará.

Cada vez que Satanás te acusa, no le respondas esforzándote por no pecar, respóndele con la sangre de Jesús, dile : “Satanás, es cierto que soy un pecador, es cierto que todos los días me resbalo, pero es más cierto que Jesús pagó por todos mis pecados y ahora yo vivo por gracia”.

No hay nada que Satanás pueda lanzarle, que Jesús no pueda vencer. Al decidir usted dejar que Jesús maneje la tentación, experimentará la victoria del Señor.

El tratar de luchar en tus propias fuerzas terminará en derrota, pero si usted confía en Cristo, Él te dará la victoria sobre cualquier tentación que estés enfrentando.

Reconozca su insuficiencia; los creyentes que se han rendido al Señor Jesús, se dan cuenta de que no pueden experimentar la vida cristiana sin su ayuda.

Todos nuestros nuevos esfuerzos para cambiar y mejorar, resultarán en vano, la solución está dejar que Cristo viva en nosotros. Él es nuestra única esperanza para tener una vida fructífera y victoriosa.

Entréguele a Dios que las áreas de derrota continua. ¿Qué hábitos o prácticas controlan su vida? Dios quiere que usted tenga la victoria, y Él le ha dado todo lo que necesita para ser libre en Cristo. Si está luchando en un área particular hoy, deje de luchar y deje que Cristo luche por usted,  y muy pronto verá la victoria.


Recuerda que no estás solo, que Dios ha puesto su Espíritu Santo dentro de ti, y Él tiene un propósito, una función, un trabajo que consiste en santificarte y cambiar tu vida. Y no se te olvide, el pecado fue condenado en la cruz. 




No hay comentarios.:

Publicar un comentario