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Es muy común
escuchar a los fieles cristianos, en especial a los pastores proclamar lo siguiente: “yo te ato Satanás
en el nombre de Jesús”, o “yo desato toda bendición material y
espiritual sobre ti y sobre tu familia”. Es como si “atar y desatar”
fueran unas palabras mágicas como “abracadabra”, que todo lo consiguen.
Sin embargo, es
triste decirlo, pero esa práctica no tiene ningún sustento bíblico. En
solamente tres versículos de la Biblia se habla de atar y desatar, lo hace
nuestro Señor Jesús y para entender a qué se refiere, debemos estudiar
cuidadosamente esos versículos y su contexto.
PRIMER
VERSÍCULO:
Mateo 16:19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo
lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en
la tierra será desatado en los cielos.
Jesús le dice al
apóstol Pedro: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo
que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la
tierra será desatado en los cielos”.
De acuerdo con el
diccionario, el verbo atar significa “amarrar, “asegurar”,
“controlar”, “encadenar”, “ligar”.
Desatar significaría entonces: “Soltar”, “liberar”, “desligar”,
“desencadenar”.
En el uso de los
rabinos judíos de la época de Jesús, atar o desatar, consistía en
declarar 1) que cierta doctrina era correcta o incorrecta, 2) que
cierta conducta era lícita o ilícita.
Tanto los rabinos
como los intérpretes de la ley, tenían la autoridad para “atar
o desatar una doctrina”. Atarla era aprobarla y desatarla era
rechazarla, lo mismo que las conductas de la gente.
Lo primero que
tenemos que entender, es que detrás de la orden de atar y desatar hay autoridad.
Para atar y desatar se necesita estar autorizado por Jesús. ¿Le estaría
dando Jesús a Pedro la autoridad para aprobar o rechazar cualquier
doctrina o conducta? O ¿Le estaría dando autoridad para atar a Satanás y para
desatar bendiciones sobre las personas? Devolvámonos unos versículos para que
conozcamos el antecedente:
Mateo 16:13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó
a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
16:14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o
alguno de los profetas. 16:15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16:16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente. 16:17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo
de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los
cielos. 16:18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca
edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
16:19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares
en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra
será desatado en los cielos.
Observe usted, que
cuando Jesús preguntó a sus discípulos quién creían ellos que era él,
únicamente Pedro acertó al decir que era el Cristo, el Hijo del Dios
viviente. Entonces Jesús le dijo que esa revelación no se la dio ningún ser
humano sino que le vino del Padre e inmediatamente y por causa de ello, le dijo
que le daría las llaves del Reino de los Cielos y con ello la
autoridad para atar y desatar.
Lo primero que
podemos aprender, es que la autoridad para abrir la puerta del reino de los
Cielos, y de atar y desatar, se le otorga únicamente al que tiene revelación de parte de Dios. Sin revelación, no hay
autoridad, ni el derecho de atar y desatar.
Lo segundo es
que el atar y desatar están íntimamente relacionados con el ingreso
al reino de los cielos, no tienen
nada que ver con Satanás ni con las bendiciones materiales.
Pedro usó
las llaves el día de Pentecostés. Ese día, lleno del
Espíritu Santo, predicó el evangelio por primera vez (Hechos 2:38-41), y más de tres mil personas creyeron, se bautizaron
e hicieron ingreso al Reino de los cielos. Hasta ese momento,
absolutamente nadie había ingresado al Reino Dios.
Pedro tuvo el
privilegio de abrir las puertas del reino, a través de su predicación, para que
ingresaran las primeras tres mil personas.
Aunque esas
personas se quedaron en la tierra, a partir de ese momento, dejaron de
pertenecer al reino de las tinieblas, para pertenecer al Reino de los Cielos:
Colosenses 1:13 el cual nos ha librado de la potestad de las
tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 1:14 en quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecados.
Ellos eran esclavos
del diablo, estaban atados al diablo
y al pecado. Con la predicación del evangelio, creyeron, se bautizaron y
fueron desatados del reino
demoniaco, para atarse a
la iglesia, que es el reino de Dios en la tierra y a Cristo
Jesús.
Cuando digo “iglesia”
no me refiero a ninguna denominación religiosa, sino a la congregación de todos
los salvos.
Note usted en Efesios 5:31-32 que la iglesia es una sola carne con Cristo, porque la iglesia es el cuerpo de Cristo
(Efesios 1:22-23) y por lo tanto está
atada a Cristo.
Gálatas 5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os
justificáis; de la gracia habéis caído.
Este versículo lo
confirma, al creer y bautizarnos nos ligamos a Cristo. Como es por gracia que
podemos ligarnos a Cristo, si hacemos obras de justicia para mantenernos
salvos, caemos de la gracia y nos desligamos de Cristo. Lea bien “nos
desligamos de Cristo”, es decir, nos desatamos de Cristo.
En el contexto,
podemos entender que desatar significa desligar, liberar a
una persona del reino de las tinieblas. Atar significa ligar, unir a
esa persona al reino de los Cielos y a Cristo.
Pedro fue el
primero en desatar y atar a más de tres mil personas, a través de su
predicación. Tuvo la autoridad para hacerlo, porque tenía suficiente revelación
acerca del Evangelio de Jesús.
2 Corintios 5:19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al
mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a
nosotros la palabra de la reconciliación. 5:20 Así que, somos embajadores en
nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en
nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Este mandato de
atar y desatar a través de la predicación del evangelio, no solamente es
para Pedro, sino para todo los habitantes del reino de Dios. Es el ministerio
de la Reconciliación, en el cual todos hemos sido nombrados como
embajadores. Todos los creyentes que hemos creído el evangelio y nos hemos
bautizado, tenemos la autoridad para
atar y desatar. No solamente la autoridad sino la obligación de hacerlo, es
una orden divina:
2 Corintios 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no
vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Una vez que
pertenecemos al Reino de Dios, tenemos que dejar nuestra propia vida para vivir
para Cristo y concentrarnos en llevar personas a Cristo, desatándolas de Satanás
y atándolas a Cristo. En otras palabras,
cuando llevamos a una persona Cristo, la estamos desatando de Satanás y la estamos atando a Cristo.
SEGUNDO
VERSÍCULO
Mateo 18:18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será
atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el
cielo, 8:19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en
la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre
que está en los cielos. 18:20 Porque donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Nuevamente Jesús
pronuncia la orden de atar y desatar.
Esta vez se dirige a todos los
discípulos, no solamente a Pedro y les dice que si dos se ponen de
acuerdo, pueden atar y desatar cualquier cosa que pidieren.
Podemos ver
claramente, que la autoridad para atar y desatar en este caso, es dada a la congregación. La orden no es individual sino colectiva. ¿Está
Jesús hablando de llevar personas a
Cristo? ¿Por qué ahora la orden es colectiva? Analicemos el contexto.
Mateo 18:15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele
estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 18:16 Mas si no te
oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos
conste toda palabra. 18:17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no
oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
Jesús dice que si
alguien comete alguna una ofensa personal o algún pecado, contra un hermano de
la congregación, ese hermano debe reprenderlo, estando ambos solos. Si el que
comete la ofensa no lo escucha, entonces que tome de uno a tres hermanos y lo
visiten, para que lo reprenda delante de esos testigos. Si aun así, el ofensor
no se arrepiente, entonces que ponga el asunto en manos de la congregación, para
que tome una decisión al respecto.
Esa decisión
consiste en tenerlo por gentil y publicano. En
la época de Jesús los judíos eran el pueblo de Dios y los demás pueblos eran gentiles
o publicanos. Unos estaban apartados para Dios y otros no lo estaban. Lo
que Jesús está diciendo, es que si el ofensor no se arrepiente, que
lo echen fuera, que lo desaparten, que lo desaten de la iglesia. El apóstol Pablo entendía perfectamente lo que
Jesús enseñó y lo aplicó en el siguiente caso:
1 Corintios 5:4 En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos
vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, 5:5 el tal
sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu
sea salvo en el día del Señor Jesús.
Aquí podemos ver que
se da una ofensa en la congregación de Corinto, en el sentido de que un hermano
estaba teniendo relaciones sexuales con la mujer de su padre. Posiblemente no
atendió la exhortación que le hizo el ofendido y es la congregación la que debe
de tomar una decisión, la cual consiste en sancionarlo, tal y como lo enseñó
Jesús.
La sanción
consiste en entregar al hermano en las manos de Satanás, que es lo
mismo que declararlo gentil y publicano.
Es decir, desatarlo de la iglesia y dejarlo sin protección divina, en las manos
del diablo, para que se arrepienta y pueda salvar su alma. Podríamos decir que
es lo que el catolicismo romano llama “excomulgar”.
En Juan 15:5, Jesús dice que él es la vid y los creyentes son los
pámpanos. En el verso 6 dice: “El
que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los
recogen, y los echan en el fuego, y arden”. Eso sucede cuando el
creyente es desatado. ¿Quién puede desatar a un creyente de la iglesia?
Únicamente la congregación. ¿Quién puede atarlo a la iglesia? Cualquiera
de manera individual, cualquiera que le enseñe el evangelio de Cristo a un
incrédulo. Si éste cree y se bautiza será atado.
TERCER
VERSÍCULO
Mateo 12:29 Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre
fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su
casa.
En este versículo, Jesús
no da ninguna orden de atar ni desatar nada. Simplemente pone un ejemplo, de que para limpiar a una
persona de un demonio, primero hay que atar al hombre fuerte, como lo hace un
ladrón cuando saquea una casa, y en este caso el hombre fuerte es Satanás.
Si leemos todo el
pasaje, podemos ver que los fariseos acusaron a Jesús de expulsar un demonio
por orden de Beelzebú. Jesús les hace ver que Beelzebú no va a actuar contra
los de su reino, porque acabaría con el mismo. Afirma más bien, que él expulsa
los demonios por el Espíritu Santo y si los expulsa es porque ha llegado el
Reino de Dios a la tierra, para acabar con el reino de las tinieblas.
Aquí podemos ver
nuevamente, Jesús relaciona el atar con el reino de Dios. Pero en este
caso, no es la congregación ni nadie de manera individual que puede atar a Satanás.
El único que puede atar a Satanás es Jesús.
Apocalipsis 20:1 Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave
del abismo, y una gran cadena en la mano.20:2 Y prendió al dragón, la serpiente
antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Apocalipsis 20:7
Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión.
Apocalipsis 20:10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago
de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos.
Satanás será atado
al final de los tiempos. Aquí, “atado” tiene otro significado. No
significa que será ligado a ningún reino, significa que será “encadenado”.
Eso no lo podemos hacer ni tú ni yo. Jesús enviará un ángel para tales efectos
y lo atará por mil años. Luego será desatado por un poco de tiempo, para ser
atado nuevamente y enviado al lago de fuego y azufre por toda la eternidad.
Efesios 1:19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con
nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 1:20 la
cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en
los lugares celestiales, 1:21 sobre todo principado y autoridad y poder y
señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también
en el venidero; 1:22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por
cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 1:23 la cual es su cuerpo, la
plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Satanás es el
hombre fuerte, y aunque no ha sido
atado, ya no tiene ninguna
autoridad sobre la iglesia. Nuestro Señor Jesús sometió a Satanás y a
todo principado, poder y señorío bajo sus pies y lo dio por cabeza a la
iglesia, la cual es su cuerpo.
Jesús le dijo a
Pedro: que las puertas del hades no
prevalecerían contra la iglesia (Mateo
16:18), es decir, que no tendrían el poder para impedirle a la iglesia
que libere a quienes se encuentren esclavizados en el reino de las tinieblas.
Esa es la razón por
la cual la iglesia puede expulsar demonios, pero no tiene poder para
atar al diablo. ¿En dónde lo va a atar? Eso lo hará Cristo al final de los
tiempos.
CONCLUSIÓN
FINAL
Jesús habló de atar
y desatar, y nos dio dos maneras de hacerlo:
1. Los creyentes, de manera individual, podemos desatar a los
incrédulos a través del poder del evangelio. Esto es, que se los podemos arrebatar
de las manos al diablo para traerlos al reino de los Cielos. Entonces los
atamos a la iglesia y a Cristo. El diablo no tiene el poder para impedirlo.
Aunque en realidad no somos nosotros, es
el poder de Dios a través del Evangelio (Romanos 1:17). Nosotros solo somos un instrumento para ese
propósito.
2. La congregación y solamente la congregación,
puede desatar a un miembro si éste comete algún pecado intolerable o
hace algo indebido contra otro miembro de la misma. Al desatarlo, lo desliga
de Cristo y se lo entrega en las manos al diablo, para ver si el ofensor se
arrepiente y puede salvar su alma. A eso se refirió Jesús cuando habló de atar
y desatar.
El hombre fuerte,
el enemigo o diablo no ha sido atado, lo será al final de los tiempos.
El único que tiene el poder para atarlo es Jesús. En este caso el significado
de atar es “encadenar”, lo que no podemos hacer ni usted ni yo,
ni ningún otro creyente.
La buena noticia es
que Jesús le quitó toda autoridad al diablo. La iglesia tiene toda la
autoridad sobre el enemigo, por eso puede expulsar demonios sin que el
diablo lo impida.
Aunque no está
atado, el diablo no tiene el poder para impedir que la iglesia limpie su casa.
Las puertas
del reino de las tinieblas no tienen el poder de prevalecer cerradas. El poder del evangelio las abre de par en par para que los incrédulos
sean liberados.
En cuanto al desatar
bendiciones. De hecho, Efesios 1:3
dice que ya fuimos bendecidos con toda bendición espiritual. No
necesitamos desatar ninguna bendición espiritual, porque ésta ya nos fue dada,
lo que necesitamos es saber tomarla.
¿Qué de las bendiciones
materiales? La palabra de Dios nos manda a conformarnos con sustento y
abrigo (1Timoteo 6:8). Jesús dijo
que no hiciéramos tesoros en la tierra, sino en el cielo y esos tesoros se hacen atando almas a Cristo.
Para que no
tengamos escasez, debemos buscar el reino
de Dios y su justicia y todas las cosas que necesitamos serán añadidas (Mateo 6:33). En otras palabras,
trabajemos en el Ministerio de la Reconciliación y el Señor se encargará de que
no nos falte nada.
No hagas lo que no
debes ni puedes hacer, no andes por allí intentando atar al diablo. Eso solo lo
puede hacer Dios y Cristo. Tampoco te pongas en el lugar de Dios y
comiences a declarar bendiciones para éste o para aquel. Solamente ora para que
Dios haga su voluntad en cada una de esas personas. No hagas no lo que no se ha dicho que hagas, ni pienses más allá de lo
que está escrito (1 Corintios 4:6),
no sea que por tu causa te envanezcas o lo hagan otros.
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