martes, 27 de diciembre de 2016

NO DECRETES, ES VANIDAD

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¿Podemos decretar lo que sucederá con las personas? ¿Podemos cambiar el rumbo de sus vidas? Veamos algunos ejemplos: En el año 2012, una persona me envió un mensaje que decía lo siguiente: “Yo declaro en el nombre de Jesús, que este año será un año de prosperidad para ti, y nada negativo sucederá en tu vida”. Resulta que ese año no fue próspero para mí, sino que fue todo lo contrario. El decreto sobre mi persona no se cumplió.
En Facebook me encontré la siguiente declaración, hecha en el año 2009: “Yo decreto que a partir de este año ya no habrá más hambre en el mundo, que no habrá más muertes violentas y reinará la paz, YO ato al diablo a partir de este momento”.
Ya pasaron más de siete años y ese decreto no se cumplió. Sigue habiendo hambre en el mundo, siguen las muertes, no está reinando la paz y el diablo sigue haciendo de las suyas. Ese decreto tampoco se cumplió.
Hace pocos días escuché a un pastor manifestar lo siguiente: “yo declaro que el año que viene será de prosperidad para toda la congregación, el que no tiene casa la tendrá, el que está sin trabajo lo obtendrá, se acabará la miseria, se pagaran las deudas…” ¿Se cumplirá esta vez?
Claro que no, eso es parte de la falsa doctrina de la “confesión positiva” que se apoya en  textos bíblicos aislados y “fuera de contexto”, o en “supuestas revelaciones divinas”, que nació con  el único propósito de  manipular a las  masas. Y muchos pastores y discípulos caen en la trampa.
El diccionario define “decretar” de la siguiente manera: “Dicho de la persona que tiene autoridad o facultades para ello; resolver, decidir; un juez que decreta una sentencia o un presidente que emite un decreto”.
Por su parte, “declarar” significa “revelar, confesar, publicar”, lo que está decretado. Nadie puede declarar lo que no ha sido decretado y nadie puede decretar si no tiene la autoridad para hacerlo, porque  para decretarse necesita autoridad y ningún creyente tiene la autoridad para decretar el futuro, entonces, como los creyentes no tienen esa autoridad, decretan el futuro en el nombre de Jesús, lo que es peor, porque usan el nombre de Jesús en vano.

Éxodo 20:7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.

El tercer mandamiento de la ley de Moisés dice, que no tomemos el nombre de Dios en vano, y agrega que Dios no tomará por inocente al que haga tal cosa. En vano, significa que es inútil, que no obtiene el resultado deseado.
Cuando un juez dicta una sentencia, ésta siempre se cumple. Cuando un presidente lo hace, de igual manera, no depende para nada de la “condición” de los decretados.
Si alguien decreta algo y tiene la autoridad hacerlo, entonces el decreto siempre se debe cumplir, independientemente de la condición espiritual, de la persona a quien esté dirigido el decreto. Digo esto, porque muchos pastores se defienden diciendo que lo que decretaron no se cumplió por la condición espiritual del decretado.
Ningún decreto que ha salido de la boca de un creyente se ha cumplido ni se va a cumplir porque ningún creyente tiene la autoridad para decretar. El único que puede decretar el futuro es Dios, porque él es soberano, y tiene el poder y la autoridad, para hacer que lo que diga se cumpla. Lo que podemos es declarar lo que Dios ya ha decretado.
Dios dijo: “Sea la luz y fue la luz (Génesis 1:3). “Después dijo Dios: “Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así” (Génesis 1:11).
Los que decretan sostienen que ese poder creativo de Dios les fue transferido, que esa es la autoridad del creyente.
Yo los reto entonces para que vayan a un lote baldío y decreten lo siguiente: “produzca de ti hierba que de semilla, árbol de que de fruto según su género, que se semilla esté en él, sobre la tierra” ¿Sucederá, sí o no? Claro que no.
Dios nos dio autoridad para expulsar demonios, para poner las manos sobre los enfermos para que sanen (Marcos 16:17) pero no para decretar el futuro, usted no encontrará un solo versículo en la Biblia que diga tal cosa. Tampoco encontrará en los evangelios o en el libro de los Hechos que alguno de los apóstoles decretara el futuro de nadie.
Es Dios, quien decide lo que sucede en nuestras vidas y nadie puede cambiar las circunstancias. Decretar es quitar a Dios de su trono y ocupar su lugar.
¿Por qué Pablo, no se quitó el aguijón que tenía en su carne  o le pidió a un hermano, que decretara que el aguijón se fuera? ¿Será porque nadie le enseñó la doctrina de decretar?
Si Pablo viviese en esta época, es posible que alguien hubiera decretado que el aguijón debía irse, en contra de la voluntad de Dios.
La realidad es que esta doctrina, no tiene ni pies ni cabeza, porque nadie, absolutamente nadie, puede cambiar lo que ya Dios decretó para nuestro futuro.
En el caso de Pablo, Dios lo necesitaba con el aguijón para que la grandeza de las revelaciones no la exaltase desmedidamente (2 Corintios 12:7), por eso le dijo “bástate a mi gracia”.
Eso mismo te dice hoy Dios a ti: “bástate a mi gracia”, y nadie puede decretar lo contrario, nadie puede cambiar los propósitos de Dios  y nadie  puede declarar lo que no está escrito.

Filipenses 4:11 No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. 4:12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece..

Pablo vivió momentos de pobreza y de necesidad, como parte del proceso de Dios, para su crecimiento espiritual. Sin embargo, para los pastores modernos, estas cosas solamente les sucedían a Pablo y a  los apóstoles.
Para los pastores actuales, la prosperidad debe ser parte del cristiano. Si no eres próspero es porque o no tienes fe o porque tienes algún pecadito por ahí. Pablo no dijo que esto fuera así.

1 Timoteo 6:6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 6:7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 6:8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 6:9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 6:10 porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores..

Lejos de estimular la búsqueda de la prosperidad, el apóstol Pablo nos exhorta a estar CONTENTOS con lo que tenemos, y a no ser codiciosos.
La voluntad de Dios no puede ser cambiada.
Dios es Rey soberano, sobre todas las cosas, y nunca puede ser sorprendido por lo que alguien decrete. Él reina sobre todo, haciendo que todas las cosas, obren para el bien, de todos aquellos que le aman y que han sido llamados por Él, para ser su pueblo Santo.

Ezequiel 13:6 Vieron vanidad y adivinación mentirosa. Dicen: Ha dicho Jehová, y Jehová no los envió; con todo, esperan que él confirme la palabra de ellos. 13:7 ¿No habéis visto visión vana, y no habéis dicho adivinación mentirosa, pues que decís: Dijo Jehová, no habiendo yo hablado?

El decretar es una especie de profecía originada en la vanidad del que decreta. El que decreta se cree Dios y actúa como tal. “Vieron vanidad y adivinación mentirosa”, dice Jehová.
ÉL no los envió, con todo, esperan que confirme la palabra de ellos. El diablo también puede darte una visión, pero “es una visión engañosa, Yo no he hablado”, ha dicho el Señor.

Ezequiel 13:8 Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto vosotros habéis hablado vanidad, y habéis visto mentira, por tanto, he aquí yo estoy contra vosotros, dice Jehová el Señor. 13:9 Estará mi mano contra los profetas que ven vanidad y adivinan mentira; no estarán en la congregación de mi pueblo, ni serán inscritos en el libro de la casa de Israel, ni a la tierra de Israel volverán; y sabréis que yo soy Jehová el Señor.

Por tanto, Dios dicta sentencia: “como han hablado vanidad y mentira, yo estaré contra esos profetas mentirosos, no estarán en la congregación de mi pueblo ni serán inscritos en el libro de la vida”.
La mano de Dios es dura contra aquellos que decretan mentiras salidas de su vanidad: sus nombres no estarán en el libro de la vida.

Santiago 4:13 ¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; 4:14 cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. 4:15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.  4:16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala;

Nadie puede decir que mañana irá a algún lugar o que hará tal cosa, porque no sabe si estará vivo. Eso es soberbia, como soberbia es declararle a alguien el futuro. Lo que debe decir es que si Dios lo permite, le irá bien, o hará esto o aquello.
Estamos en las manos de Dios, y es Dios quien decide, lo que sucederá mañana. Debemos tener mucho cuidado de estas prácticas que están  mal enseñando.

Juan 14:13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14:14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

Jesús nos autorizó usar su nombre para pedirle al Padre en oración, no para que decretáramos en su nombre. Use el nombre de Jesús para pedirle al Padre, no para decretar lo que ignoras.
En las iglesias, escuchamos a los pastores: “Yo decreto en el nombre de Jesús, yo profetizo en el nombre de Jesús, yo declaro en el nombre de Jesús”. Que el Señor se apiade de ellos por usar su nombre en vano.

Marcos 11:23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. 11:24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

Este pasaje es el que usan los maestros de la doctrina de decretar. Así que léalo con mucho cuidado. Allí se dice que “todo lo que digamos será hecho si lo creemos, pero note que el versículo 24 dice: “por tanto” es decir, en resumen, “Todo lo que pidieres orando, si lo crees lo recibiréis”. No es lo que decretamos sino lo que pedimos.
La frase “por tanto” usada por Jesús es una conclusión de la enseñanza que viene dando. “Por tanto os digo que todo”, dice Jesús ¿Cuánto? Todo, “todo lo que pidieres” ¿Cómo? “orando”.
Lo que Jesús nos está diciendo, es que todo lo que digamos será hecho, pero primero debemos orar al Padre para pedirle y saber si esa es su voluntad.
Entonces lo que hacemos es declarar que el milagro será hecho. No decretamos nada, lo que hacemos es declarar la voluntad de Dios.
No podemos declarar nada que no esté de acuerdo con la voluntad del Padre. Ya vimos que no era la voluntad del Padre librar a Pablo del aguijón en su carne.

1 Juan 5:14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. 5:15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho..

Debemos pedir de acuerdo a la voluntad de Dios. La oración es hacer que la voluntad de Dios se cumpla, no que su voluntad se modifique. Dios nos oye si lo que hablamos está de acuerdo a su voluntad. Si la petición, no está de acuerdo a su voluntad, Dios no nos oirá. Ese “todo” o, “cualquier cosa” está sujeto en última instancia, a la voluntad soberana de Dios.
En la oración, deben quedar fuera, todas las peticiones que no se amolden a su voluntad. La voluntad de Dios, ya está revelada claramente en las escrituras.
Claro que le puedes decir a un monte en particular, quítate de aquí y échate en el mar, pero ¿Es la voluntad del Padre que eso suceda? Además, debemos orar para que nos quede claro que el milagro lo hace el Espíritu Santo y no nosotros. Si no oramos al Padre, podríamos creer que el milagro es nuestro. Y hay más:

Santiago 4:2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 4:3 Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.

La mayoría de nuestras oraciones son para complacer nuestros deleites o los de nuestros seres queridos. Y esas oraciones no son escuchadas por Dios, porque la oración está para complacer a Dios, no para complacernos a nosotros mismos.

Mateo 6:31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 6:32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Dios conoce nuestras necesidades y las suplirá cuando nos interesemos en las necesidades de su reino. No tenemos que decretar abundancia ni prosperidad en nadie, lo que tenemos que hacer es interesarnos en el reino de Dios y él suplirá conforme a su voluntad.
Entendamos entonces, que el único designio que se cumplirá es el de Dios, no declaremos lo que no sabemos. No quitemos a Dios de su trono, por culpa de nuestra vanidad.
Debemos entender, que si algo no está en el plan eterno de DIOS, si DIOS no determinó desde la eternidad, que ese algo iba a suceder, aunque declaremos mil veces que va a suceder, no sucederá.
Esas enseñanzas no vienen de Dios, son doctrinas humanas, que vienen de la metafísica, e incluso del enemigo, para enemistarnos con nuestro Padre Celestial.
Confesemos, sí, confesemos, declaremos lo que está escrito, declaremos la palabra logos, lo que es para todos y que realmente ha salido de la boca de Dios. No declares lo que no es palabra logos.
Y no decretes, porque decretar es vanidad, es quitar a Dios de su trono y si lo haces, Dios te quitará la salvación.
Los ignorantes dicen: “Yo decreto y Dios me obedece”, haciendo con ello, que esa ignorancia se convierte en blasfemia…




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