martes, 3 de enero de 2017

LOS ENEMIGOS DE LA CRUZ

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En la mayoría de las iglesias evangélicas no han entendido lo que es el “nuevo nacimiento”, tampoco lo que” es “la nueva vida en Cristo”, confunden “la gracia con la esclavitud, y el “andar en el Espíritu” con ser “santulones”.
Los cultos no son de enseñanza sino de motivación, en ellos, las “promesas de prosperidad” opacan el verdadero sentido del evangelio que es la salvación de los hombres (1 Timoteo 2:3-4).
El apóstol Pablo dijo “llorando” que “hay enemigos de la cruz de Cristo, el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Filipenses 3:18-19).  
Esos enemigos de la cruz siguen ocupando los púlpitos, en donde solamente hablan  de cosas terrenales, su verborrea es: “Si quieres comprar casa, entonces pacta una suma mensual con Dios, si estás enfermo pacta con Dios, si quieres que tu hijo salga de las drogas pacta con Dios…”, como si la gracia se pudiera comprar o negociar.
Y mejor no hablaran de cosas espirituales, porque cuando lo hacen muestran una total ignorancia de la palabra de Dios. Ellos mandan a los fieles a “santificarse”, como si pudieran hacerlo, ignorando que “somos santificados, justificados, redimidos y hechos sabios en Cristo (1 Corintios 1:30) y no en nosotros mismos.
También enseñan que los creyentes no mienten, no se enojan, no desean la mujer ajena, no dicen malas palabras ni participan de fiestas ni celebraciones, es decir, como si no fueran humanos.
“Extrañamente”, la Biblia no presenta a los grandes hombres de Dios como  inmaculados sino tal y como son, con sus pecados y defectos.
Leemos de un Abraham mentiroso, de un Jacob tramposo, de un Moisés de mal carácter, de un Pablo que tenía “debilidades” en su carne, de un David adúltero,  asesino y bailarín exhibicionista, de un Pedro traidor, que negó a Jesús tres veces. Y con más detalles nos habla de Elías, un gran hombre de Dios sujeto a pasiones como las nuestras (Santiago 5:17).
Y es que la palabra de Dios dice que  El que diga que no peca es un mentiroso” (1 Juan 1:8), pero gracias a  Dios  somos justificados por la fe de Cristo y no por nuestro comportamiento ni por el cumplimiento de la ley” (Gálatas 2:16).
Es mi obligación defender el evangelio de  Cristo, y para ello hago mías las palabras del apóstol Pablo: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10). “A mí no me es molesto escribirles las mismas cosas, y para ustedes es seguro” (Filipenses 3:1).
Empecemos por el nuevo nacimiento. Jesús le dijo a Nicodemo que nadie vería el reino de Dios, al menos que tuviese un nuevo nacimiento (Juan 3:3).
Los enemigos de la cruz enseñan  que tenemos un nuevo nacimiento “al creer y confesar a Cristo (Romanos 10:9)”. Y si bien es cierto que tenemos que creer y confesar a Cristo, también es cierto que no tenemos ningún nuevo nacimiento al hacerlo
Jesús dejo claro que el nuevo nacimiento se da a través del agua y del Espíritu, él dijo que lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es (Juan 3:5-6) ¿Qué es lo que eso significa?  Que todos los seres humanos somos engendrados por una madre terrenal y emergemos de su vientre carnal. Pero para poder ver el reino de Dios tenemos que ser engendrados por el Espíritu Santo y no emerger de ningún vientre sino del agua.
Los enemigos de la cruz enseñan que el agua simboliza la palabra de Dios porque la palabra de Dios es como agua que nos santifica (Efesios 5:26, Juan 17:17). Pero Jesús no estaba hablando de ninguna simbología, Jesús estaba hablando de agua real, estaba hablando del  agua del bautismo ¿Cómo lo sabemos? Porque el apóstol Pablo así lo aclara:

Romanos 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Pablo dice que en el bautismo somos sepultados con Cristo, para poder andar en vida nueva y esa vida nueva es el nuevo nacimiento.

Romanos 6:5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.

Pablo dice que en el bautismo somos sepultados en la semejanza de la muerte de Cristo. El bautismo significa “sepultura”.  No puede haber nuevo nacimiento sin ser sepultados primero. Al ingresar a las aguas del bautismo el viejo hombre es sepultado ¿Quién es el viejo hombre? El nacido de la madre terrenal. El viejo hombre es sepultado y una nueva criatura emerge en su lugar (2 Corintios 5:17), las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas. Esa nueva criatura no es hija de ningún hombre porque ningún hombre la engendra, esa nueva criatura es hija de Dios porque es engendrada por el Espíritu santo, ese es el nuevo nacimiento.
Sin bautismo no hay muerte para el viejo hombre ni vida para la nueva criatura, es decir, no hay nuevo nacimiento.
El apóstol Pedro predicó por primera vez, acusó a los judíos de matar al Mesías, ellos creyeron en Jesús pero no tuvieron un nuevo nacimiento, y compungidos preguntaron a Pedro lo que debían hacer. Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
Si quieren ser salvos deben arrepentirse de matar al Mesías y bautizarse para el perdón de sus pecados, les dijo Pedro. Sin bautismo no hay perdón de pecados y sin perdón de pecados no hay nuevo nacimiento.
Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado (Romanos 6:7), dijo Pablo ¿Cómo se muere? En el bautismo; de tal manera que el que no ha muerto en el bautismo, por más que crea y confiese a Cristo, sigue sin ser perdonado y sin tener un nuevo nacimiento.
En el libro de los Hechos se mencionan 9 conversiones y en todas ella se ordena a los creyentes que se bauticen inmediatamente. No se les dice que lleven un curso sobre el  bautismo o que esperen unos meses sino que se bauticen inmediatamente.
El caso más claro lo encontramos en Hechos 8:26 al 39. Allí se narra que un etíope eunuco venía leyendo a Isaías 55, pero no entendía de quien hablaba. Felipe le explica que está hablando de Jesús, el cual fue crucificado por nuestros pecados y le predica el evangelio. Al pasar cerca de un río el etíope le dijo a Felipe: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:36). Felipe le contestó: “Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó (Hechos 8:37 y 38).
¿Por qué el eunuco preguntó si podía ser bautizado? Porque Felipe le había explicado claramente que para nacer de nuevo necesitaba ser bautizado. Pero antes de bautizarlo, Felipe le pregunto si creía en el Señor de todo corazón. El eunuco creyó de todo corazón y confesó que Jesús era el hijo de Dios, tal y como lo demanda Romanos 10:9, entonces Felipe lo bautizó. Como vemos, para tener un nuevo nacimiento, primero debemos creer y confesar a Cristo, ese es un requisito previo, pero se necesita el bautismo para completar la salvación. Sin bautismo no hay perdón de pecados, no hay salvación ni nuevo nacimiento.
¿Pero, acaso el ladrón que creyó en la cruz fue bautizado? No fue bautizado porque no lo necesitaba. El bautismo es para los del Nuevo Pacto, el cual dio inicio con la resurrección de Jesús. Lo que el ladrón necesitaba era estar circuncidado a los 8 días de nacido, esa era la exigencia del Viejo Pacto (Génesis 17:12) y siendo judío, es un hecho que estaba circuncidado.

Colosenses 2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 2:12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. 2:13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,

Los judíos del Viejo Pacto se circuncidaban, nosotros, los del Nuevo Pacto nos bautizamos. El bautismo es una circuncisión espiritual, mediante la cual nos deshacemos de la naturaleza pecaminosa, es decir, de la naturaleza del viejo hombre.

Marcos 16:16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Estas fueron las últimas palabras de Jesús antes de ascender a los cielos. Él dijo que el que no creyere está condenado, pero el que creyere debe ser bautizado para ser salvo.
Entonces soy salvo porque fui bautizado de niño”, dirá un católico. Siento decirle que no, porque primero debió creer y cuando lo bautizaron no creía en nada.
Al nacer de nuevo, entonces iniciamos una nueva vida en Cristo, lea bien, es una nueva vida “en Cristo”. La palabra de Dios habla de dos hombres, el primero de ellos es Adán y el segundo es Cristo (1 Corintios 15:45-47).
Todos los seres humanos estamos en Adán, es decir, somos una carne con él. Aunque no peques, eres pecador porque estás en Adán y eres todo lo que es Adán. Debes sepultar al nacido en Adán y tener un nuevo nacimiento en Cristo para que seas de su linaje. Cuando eso sucede, entonces eres una sola carne con Cristo (Efesios 5:32) y aunque peques no eres pecador porque eres todo lo que es Cristo.  O eres una sola carne con Adán, o eres una sola carne con Cristo. No hay término medio.

1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

En Cristo eres sabio, justo, santo y redimido, no es algo que te ganaste, es algo que obtienes por gracia, a través de la fe, en el nuevo nacimiento, no por obras o merecimientos para que no te gloríes (Efesios 2:8-9)

Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Este pasaje describe lo que es andar en nueva vida. Esa nueva vida  no la vives tú, porque tú fuiste sepultado en el bautismo, es Cristo el que la vive por ti. Es Cristo el que vence el pecado y la tentación por ti. Lo que tú necesitas es vivir por fe, confiando que Cristo lo hará por ti, eso es lo que se llama andar conforme al  Espíritu..

Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

O estamos en Cristo o estamos en Adán, si estamos en Cristo, andamos conforme al Espíritu, libres de toda condenación (Romanos 8:1). Pero, si estamos en Adán, andamos conforme a la carne y cargando con todo el peso de nuestros pecados. Es un asunto de posición, no es un asunto de comportamiento. Yo diría que andar conforme al Espíritu es andar en gracia y andar conforme a la carne es andar en desgracia (sin gracia).
Los enemigos de la cruz enseñan que debemos intentar vencer el pecado y la tentación por nuestras fuerzas, que debemos abstenernos de esto y aquello para cumplirla ley de Dios y ser justificados  ¿Pero que dice la palabra de Dios?

Gálatas 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

La palabra de Dios dice que si tratamos de ser justificados a través de nuestro comportamiento o el cumplimiento de la ley, es porque creemos que el sacrificio de Cristo no fue suficiente. Con ello estaríamos desechando la gracia de Dios (el regalo de la salvación), y al hacer eso, en lugar se ser salvos, caemos de la gracia (Gálatas 5:4), que es lo que quiere Satanás.
 Por culpa de las enseñanzas de los enemigos de la cruz es que los creyentes, como una estrategia de defensa, proyectan una falsa imagen de su realidad con la esperanza de ser aceptados dentro de la comunidad religiosa.
Pero, en su interior se sienten indignos porque no alcanzan el status de “santos” que se les exige para servirle a Dios. Muchos se alejan de las iglesias y otros  que observan a la distancia, ni siquiera intentan acercarse. No han entendido que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo y que aunque estemos en Cristo, seguimos siendo seres humanos que pecamos y cometemos errores.

Santiago 5:17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 5:18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.

La escritura nos dice que Elías era un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras. Podríamos decir en términos latinos, que “un hombre sujeto a pasiones” es un ser humano que se ríe, que se divierte, que se enoja, que se alegra, que se deprime, que es vulnerable y pecador.
Si la Biblia hablase de nosotros, nos mostraría tal cual somos. Esto es así porque Dios quiere usar personas reales, no versiones editadas y él ama a las personas tales y como son.

1 Corintios 1:25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. 1:26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 1:27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 1:28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 1:29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.

Dios no escoge personas perfectas, Dios no escoge personas que no pecan. Dios no escoge personas que viven en grandes mansiones y usan vestidos tejidos en oro.  Dios no escoge sabios según la carne. Ninguno de los apóstoles reunían esos requisitos Esto es así, porque Dios no quiere que nadie se jacte en su presencia.
Dios quiere personas que reconozcan su debilidad humana y que anden conforme al Espíritu, es decir, que dependan de él en su lucha contra la tentación, el pecado y la subsistencia.
Dios tampoco quiere personas que aparenten lo que no son, Él no quiere sepulcros blanqueados,  no está interesado en gigantes espirituales que se gloríen sino en pobres espirituales que le den la gloria a Dios, por eso es que la salvación es por gracia, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).

Mateo 5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

El reino de Dios y la verdadera iglesia de Cristo, no la componen hombres inmaculados sino pobres en espíritu que reconocen su debilidad humana. Pero, son hombres que tienen un corazón dispuesto para Dios y eso es lo único que Dios ve.

Hechos 13:22 Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.

David era un pecador, una persona llena de pasiones, y con todo ello Dios lo amaba, porque tenía un corazón dispuesto para él. Dios no busca personas inmaculadas, él busca personas con un corazón dispuesto para servirle.
El profeta Elías enfrentó a los 400 profetas de Acab, confiado que Dios le daba la victoria, pero luego vino la reina Jezabel y lo amenazó de muerte, y Elías se olvidó que tenía un Dios todopoderoso y huyó a esconderse.  Pasó de la victoria a la derrota, de la euforia a la depresión (1 de Reyes capítulos 18 y 19).
Elías huyó sin dar espacio a la fe, era un ser humano como usted y yo, se dejó llevar por el temor y le pidió a Dios que le quitase la vida antes de caer en manos de Jezabel.
Todos somos como Elías. En la primera carta a Timoteo 1:15, el apóstol Pablo confiesa ser “el primero de los pecadores”. En Romanos 7, versos 15 en adelante dice que no hace el bien que quiere hacer sino el mal y se siente un miserable que le falla a Dios. No  hay creyentes inmaculados ¿Y que tiene Dios que decir?
La respuesta de Dios es que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo, porque Jesús anuló en la cruz las acusaciones que había en nuestra contra (Colosenses 2:14).  Deja ya de acusarte que Dios no te acusa, sino que te justifica (Romanos 8:33) en Cristo.
Anda conforme al Espíritu, en otras palabras vive por gracia,  vive de regalado, no trates de obtener lo que Dios ya te dio en Cristo Jesús.
Cuando Satanás te agobie con sus acusaciones, no debes contestarle con tu comportamiento, sino con la sangre de Jesús, porque la sangre de Jesús te limpia de todo pecado (1 Juan 1:7) pasado, presente y futuro.
Cuando los enemigos de la cruz te señalen, no contestes con tu comportamiento, hazlo con la sangre de Jesús. Y diles: “el que está libre de pecado que lance la primera piedra”.

Gálatas 3:27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

Dios no ve nuestra vestimenta pecaminosa, porque esa vestimenta fue sustituida en el bautismo por la vestimenta de Cristo, Dios nos ve cubiertos con la santidad de Cristo.
El pecado es un asunto del viejo hombre, no es un asunto de la nueva criatura; entiende de una vez por todas que la nueva criatura no tiene pecado.

1 Reyes 19:3 Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. 19:4 Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.

Elías se llenó de temor, no dijo. “así como me sacaste en otra ocasión confío en que me saques ahora”. Olvidó lo que Dios había hecho, el temor le causó amnesia espiritual.
Cuántas veces, al igual que Elías nos acobardamos ante ciertas circunstancias y olvidamos que tenemos un Dios que todo lo puede. Nos metemos en la cueva y buscamos la soledad como compañía. No te avergüences, si le pasó a Elías, te puede pasar a ti.
Elías no tuvo el valor de quedarse a enfrentar a la reina, se encerró en una cueva y se comparó con sus padres. El creyó que los había superado, pero en la cueva se dio cuenta que era igual a los demás, que era humano. Esa era una razón para estar deprimido, era una razón para que su fe decayera.

1 Reyes 19:5 Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. 19:6 Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. 19:7 Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. 19:8 Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.

Pero si tú te olvidas de tu Dios, Dios no se olvida de ti. A Dios no le importa la humanidad que envolvía a Elías ni la que te envuelve a ti ni a mí. Dios le envió un ángel para que lo alimentara y lo animara. Lo hizo con Elías y lo hará contigo. Para Dios no hay acepción de personas (Efesios 6:9).

1 Reyes 19:11 El le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. 19:12 Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.

Dios le dijo que saliera y se pusiera en su presencia. No era para castigarlo, no era para regañarlo, era para fortalecerlo.
Cuando le fallamos a Dios, solemos escondernos de su presencia, solemos buscar una cueva, pero eso no es lo que Dios espera de nosotros. Lo que él espera es vayamos a su presencia para fortalecernos y darnos auxilio.
Dice la escritura que sopló un fuerte viento, seguidamente vino un terremoto y luego cayó fuego, pero el Señor le dijo a Elías que él no estaba ni en viento, ni en el fuego ni en el terremoto, y esto es muy importante. Elías identificaba a Dios con el fuego consumidor, tal y como lo hacen los enemigos de la cruz, pero ahora Dios le dice que no lo identifique siempre con el fuego o con lo que produce destrucción, porque eso es solamente para los que lo rechazan.
De pronto se oye un silbido apacible y delicado y entonces Elías identifica a Dios en ese sonido y sale afuera. Ese susurro no es un fuego consumidor, es un llamado a la redención, al perdón y al amor. Es como el silbido que usamos para llamar a nuestra mascota para darle amor.
Cuando Elías salió de la cueva, salió con una nueva percepción de Dios. Ya no veía a Dios como el Dios terrible sino como el Dios apacible y amoroso que estaba allí para levantarlo, para decirle: estoy contigo no ha pasado nada.
Dios le dijo a Elías que volviera por su camino, que su trabajo no había terminado (1 Reyes 19:15-18). A pesar de su depresión, a pesar de su miedo, a pesar de su humanidad, Dios sigue contando con Elías y esto es lo que hace con nosotros. A pesar de nuestro pecado, a pesar de nuestros temores, Dios siempre contará con nosotros.

Hebreos 10:22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

Dios quiere que te acerques a él con corazón sincero, lleno de fe, y purificado de mala conciencia, es decir, libre de toda culpa.
Las iglesias evangélicas deberían ser lugares donde las personas puedan compartir defectos, fracasos y adicciones sin caretas y sin fingimiento, y sin temor a ser señalados por sus debilidades, pero los enemigos de la cruz son un impedimento para ello.
Si Dios no te señala, si  Dios no te acusa ¿Por qué lo va a hacer el pastor o un miembro de la congregación?
En las iglesias, la mayoría de los asistentes se llenan de posturas para parecer perfectos, pero eso lo será únicamente ante la congregación, porque a Dios nadie lo engaña ya que él conoce los corazones.
Despójate de toda aquella religiosidad que han impreso en tí los enemigos de la cruz, ya no los escuches, libérate de sus señalamientos, recuerda que estás en Cristo y en Cristo eres libre de toda condenación y señalamiento.


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