jueves, 9 de marzo de 2017

UNA SOLA CARNE CON CRISTO

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Si los creyentes entendieran lo que significa “una sola carne con Cristo”, sus vidas cambiarían para siempre. Lo que eso implica es que aun estando nosotros muertos en pecados, Dios nos dio vida juntamente con Cristo y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús (Efesios 2:5-6). Lo que la escritura quiere que nos quede claro es Dios no hace nada en el creyente independiente de Cristo, todo lo hace juntamente con Cristo.

Efesios 5:31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 5:32 Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.

La base sobre la cual se fundamenta la vida cristiana y la fe es la tremenda afirmación bíblica de que somos una sola carne con Cristo, que él es la cabeza y que nosotros (la iglesia) somos el cuerpo (Efesios 1:21-22).
Nuestra identidad ya no se encuentra “en Adán” sino “en Cristo”.  Ya no somos hombres terrenales, ya no somos simples seres humanos, ya no somos de la familia de Adán.  A través del bautismo hemos sido sepultados y resucitados con Cristo (Romanos 6:3-5). Nos hemos convertido en hombres celestiales (1 Corintios 15:57-58), ahora somos de la familia de Dios, ahora somos nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17), y la frase en Cristo, significa nada más y nada menos que hemos iniciado una nueva vida unida a la vida de Cristo.
Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:5).
¿Sabe usted dónde acaba la rama y comienza la vid? No hay forma de saberlo porque ambas son partes de una sola planta y comparten la misma vida.
¿Ha examinado usted su cuerpo? Éste no es independiente de la cabeza, sino que está unido a la cabeza. Sus brazos, sus piernas, su tórax, todo está unido como una sola pieza con la cabeza, y todos comparten la misma vida.
Que seamos una sola carne con Cristo, es la manera figurativa en que la palabra de Dios nos muestra la manera íntima en que estamos unidos con Jesucristo, para que entendamos que Él es nuestra vida y fuera de él no somos nada.
1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 1:31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.

Usted es sabio, es justo, es santo, es redimido porque es una sola carne con Cristo, fuera de Cristo no eres nadie, pero siendo una sola carne con Cristo lo eres todo. Tal vez no veas nada de esas virtudes en ti, pero esa es la manera como Dios te ve.
Esto no es algo que consigan los grandes “santos” después de años enteros de esfuerzos, de buenas obras, de sacrificios y de abstinencias, es algo que se obtiene únicamente siendo una sola carne con Cristo, y eso se obtiene por gracia.
Así que no piense usted nunca acerca de sí mismo de manera independiente, siempre véase unido a Cristo, porque toda la obra del enemigo tiene como propósito hacer que usted se vea fuera de Cristo y no en Cristo.
Usted no tiene que luchar para santificarse o justificarse, siempre que usted crea esto, volverá a experimentar la culpa y la desdicha y caerá en las manos del enemigo. Usted solo puede escapar a esto cuando regrese de nuevo a esta verdad: que eres una sola carne con Cristo.
Hay una cosa más en la que debemos de fijarnos aquí. Estos verbos están todos ellos en tiempo pasado. Esto es algo que ha sucedido, no algo que va a suceder, es algo que ya ha tenido lugar al creer y bautizarse (Marcos 16:16).
El diablo ha tomado el control de la enseñanza bíblica y ha eliminado la enseñanza del bautismo, porque el diablo no quiere que los creyentes sepan que necesitan bautizarse para ser sola carne con Cristo.
Nosotros, los que nos hemos bautizado, estamos unidos a Cristo, de manera que no podemos continuar viéndonos como éramos antes. Usted está sentado en un lugar celestial junto a Cristo y tiene al diablo y a sus ángeles a sus pies y bajo su autoridad.
Cuando usted se olvida de esta realidad y se ve separado de Cristo, se baja de los lugares celestiales para enfrentar al diablo en su territorio y allí será derrotado, porque la victoria está en Cristo, fuera de Cristo solo encontrarás derrota.

Gálatas 5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.

La religión, que es el arma que el diablo usa para desviarte de la verdad, enseña que debemos de tratar de agradar a Dios a través de nuestro comportamiento, que debemos esforzarnos para santificarnos, pero al hacer eso, lo que logra es que nos desliguemos de Cristo y caigamos de la gracia, porque estaríamos tratando de conseguir algo que ya Cristo consiguió para nosotros.
Al esforzarnos negamos nuestra realidad en Cristo, entonces por demás murió Cristo (Gálatas 2:21). Consecuentemente somos desligados de Cristo.

Efesios 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe. 2:10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Somos salvos por la fe, es un regalo de Dios, no por obras para que nadie se gloríe. El verso 9 está hablando de obras de justicia, está hablando de comportamiento. Usted no puede obtener la gracia de Dios esforzándose por lograrlo a través del comportamiento.  Usted no merece jamás otra cosa que no sea el ser juzgado por la mano de Dios. Si Él nos diese lo que nos merecemos por nuestro comportamiento, acabaríamos todos en el infierno.
Nosotros recibimos Su gracia, Su misericordia y el derramamiento de su amor (Romanos 5:5) por fe, no por obras de justicia.
Pero, éstos dan como resultado las buenas obras a que se refiere el verso 10 y que son diferentes de las obras de justicia del verso 9.  
Estas buenas obras son las obras de amor y de misericordia, que nos hacen llevar el evangelio a toda criatura y ayudar al necesitado, es decir, llevar ayuda espiritual y material  a todo aquel que la necesita.
Las nuevas criaturas hemos sido diseñadas para llevar a cabo las buenas obras que Dios preparó de antemano. Así como hemos traído la imagen del terrenal mientras estábamos en Adán, ahora que estamos en Cristo traemos la imagen del celestial (1 Corintios 15:49) a través de las buenas obras.
La palabra hechura suya, o hechura de Dios, significa que somos Su obra maestra. Dios está preparando y obrando en nosotros para que seamos una manifestación de su imagen, de Su sabiduría, de Su poder y de Su amor.
Él nos está enseñando, nos está capacitando, nos está alentando, aplicando la pintura en los lugares apropiados, produciendo una maravillosa obra de arte para poder exhibirla.
Esto debe dar como resultado las buenas obras.
Cada vez que vayamos a algún lugar, antes de ir deberíamos hacer una oración como esta: “Padre, te doy gracias por las buenas obras que me tienes preparadas en ese lugar, para que podamos experimentar tu gracia”.
En todo lugar Dios tiene preparadas buenas obras para nosotros, lo que tenemos que hacer es aprovecharlas.
Dios está esperando que usted participe en ellas al caminar en fe, dependiendo de Cristo. Las situaciones están ahí, listas y esperando que usted se meta en ellas. Es para ello que Dios le ha llamado y al hacerlo se convierte usted en una manifestación viva de la grandeza y gloria de Dios.

Efesios 2:11 Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.

Los gentiles nos diferenciamos del pueblo judío, en que ellos son circuncidados en la carne. La circuncisión es un despojo de la carne, en términos espirituales es una renuncia a hacer las cosas por nosotros mismos y dejar que Cristo las haga por nosotros, es dejar que sea Dios el que en nosotros produzca el querer como el hacer, por su buena voluntad (Filipenses 2:13).
Si usted está en Cristo, ya usted no es un incircunciso, usted es parte del pueblo de Dios, porque en Cristo usted fue circuncidado con circuncisión no hecha a mano, usted fue circuncidado en el bautismo (Colosenses 2:11-12).

Efesios 2:12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 2:13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.

Al leer este versículo recuerdo que el otro día leí que un indígena de América del Sur le dijo al misionero que le había guiado a Cristo: “Cuando yo vivía en la selva, no hubo un solo día que no viviese con temor. Cuando nos despertábamos por la mañana, lo hacíamos sintiéndonos asustados. Cuando nos marchábamos de nuestras casas, lo hacíamos atemorizados. Cuando caminábamos junto al río, lo hacíamos atemorizados. Veíamos un espíritu maligno en cada roca, en cada árbol y en cada cascada. Y cuando caía la noche, el miedo entraba en nuestras cabañas y dormía con nosotros durante toda la noche”.
Eso es lo que sucede cuando no somos una sola carne con Cristo. Estamos llenos de temor, sin esperanza, llenos de temor y alejados de las promesas de Dios.  Pero, ahora, hemos sido acercados a Dios por la sangre de Cristo.
No es sencillamente la muerte de Cristo, es la sangre de Cristo. Resulta significativo este término. Las Escrituras hablan acerca de la muerte de Cristo pero hablan con más frecuencia acerca de la sangre de Cristo. Son muchas las personas a las que actualmente no les gusta esto. No les gusta pensar en la muerte de Jesús en la cruz como algo sangriento. Pero Dios lo enfatiza porque la sangre es siempre una señal de violencia. Como ve usted, la muerte de Cristo no fue algo sencillo y natural, no fue una muerte por vejez en una cama cómoda.
La muerte de Cristo fue una muerte violenta, sangrienta, una escena despreciable de un hombre colgado, malherido y destrozado sobre una cruz con la sangre que le caía por los costados.
Dios quiere que recordemos esta muerte violenta, porque la violencia es el resultado de una vida sin Cristo.  La crueldad se manifiesta de inmediato cuando no está presente el amor y la verdad de Cristo. Por ello, Dios nos recuerda que cuando la humanidad actuó de la peor manera posible, cuando se hundió hasta tocar fondo, cuando dio rienda suelta a su ira en una manifestación de perversidad y violencia absolutas mediante la sangre derramada en la cruz, Dios manifestó Su amor en ese mismo lugar y, valiéndose de ese acto de violencia, comenzó a redimir, a hacer volver a aquellos que se encontraban lejos para traerlos cerca mediante la sangre de Cristo.
Y mediante la sangre de Jesús todas las ventajas que tenían los judíos alcanzaron también a los gentiles. Ignorantes, paganos, viviendo en tinieblas, llevando una vida insensata, luchando, sin esperanza, a pesar de ello tuvimos el mismo acceso a Dios por la sangre de Cristo que cualquier judío tenía por medio de su templo, de su ley, de su sacerdocio y de su sacrificio.
De este modo la escritura está intentando enfatizar para nosotros la maravillosa e inmensa gracia de Dios, que dejó a un lado todos estos impedimentos y nos tendió la mano a nosotros, haciendo que pudiéramos ser considerados justos, acercándonos por medio de la sangre de Jesucristo, nuestro Señor. ¡Qué don tan extraordinario por el que dar gracias!

Efesios 2:14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,

Ahora, si está usted teniendo un conflicto con alguna persona, esta es la manera de conseguir tener paz: “Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno”. La escritura empieza con una definición de lo que es exactamente la paz, la verdadera paz es la unidad.
No es sencillamente el hecho de que cese la hostilidad, la ausencia de conflictos; más bien significa ser uno. Todo lo demás es superficial, temporal y totalmente insatisfactorio.
Usted sabe que esto es cierto, tal vez ha hecho las paces por medio de términos humanos y ha descubierto que es solo algo externo. Si usted se limita a estar de acuerdo en no luchar, eso no es paz e invariablemente da como resultado un nuevo enfrentamiento, poniéndose de nuevo de manifiesto la anterior animosidad.
Este es el motivo por el cual lo que llamamos paz entre las naciones nunca dura, porque no es realmente paz. No representa de ninguna manera la unidad. Es tan solo una manifestación del agotamiento que es el resultado de esa lucha o guerra, es el acuerdo para ponerle fin durante un tiempo hasta que todos podamos recuperarnos y volver a armarnos, y entonces empieza otra vez la guerra, porque nunca ha quedado nada acordado.
Pero la palabra de Dios nos habla acerca del secreto de la paz, es la unidad en una persona, “Cristo es nuestra paz”, la cual la encontramos únicamente cuando somos una sola carne con él.
Y cuando el Señor Jesucristo hace la paz, la paz es satisfactoria, permanente y verdadera. Para vivir en paz es preciso que tenga usted la paz que únicamente se obtiene en Cristo.
El problema es que por nosotros mismos queremos acabar con los resultados del conflicto.  Pero nunca podremos conseguir la paz por nosotros mismos porque la paz está en Cristo.
Cuando no somos una sola carne con Cristo, guardamos rencores, nos cuesta perdonar y vamos de conflicto en conflicto, pero cuando somos una sola carne con Cristo le dejamos los conflictos a él que es la cabeza y podemos reposar en paz.
Si las personas acuden a ti con diferentes problemas que tienen que ver con conflictos, que están molestas, turbadas, desanimadas o enojadas por las cosas tan terribles que les ha hecho otras personas, debes hacerles ver que tiene un conflicto, pero además tiene otro problema mayor, y ese problema mayor es que no tienen paz.
La persona se siente molesta, furiosa y emocionalmente afligida, de modo que todo lo que hace se ve influido por su estado emocional, y le resulta imposible resolver el conflicto hasta que ella misma tenga paz.
Debes hacerle ver que la paz está en Cristo, que le deje a él ese conflicto. A partir de ese momento estará en paz. Esa es la promesa que Dios nos ha hecho: Él es nuestra paz, y una vez que hemos dejado el asunto en manos del Señor y nos damos cuenta de que Él está actuando al respecto, que Él tiene la solución, nuestro corazón podrá estar en paz.
Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).
No sé si alguna vez has tenido un problema legal. Lo cierto es que las personas que tienen problemas legales, llevan esos problemas al abogado y una vez que el abogado se hace cargo, descansan y tienen paz.  Esto nos recuerda que Jesús es nuestro abogado (1 Juan 2:1), déjale los problemas a él y vive en paz. Cristo es nuestra paz y solo Él y en él podemos encontrarla.

Efesios 2:15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 2:16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. 2:17 Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; 2:18 porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.

En Cristo no solamente encontramos paz para con nuestros semejantes, con los judíos, sino también para con nuestro Padre Celestial. Jesús abolió en su carne lo que nos enemistaba. Eso que nos enemistaba eran las ordenanzas de la ley, la cual nos acusaba y exigía un cumplimiento para no condenarnos a la muerte.
Jesús abolió las ordenanzas de la ley e hizo de los gentiles y de los judíos un solo pueblo, para crear en sí mismo un nuevo hombre en Cristo y consiguiendo la paz.
En Cristo no hay ley alguna que nos condene, no hay ninguna condenación para el que es una sola carne con Cristo Jesús, aquel que no anda conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Romanos 8:1) porque Jesús es su paz.
Andar conforme al Espíritu es vivir unidos a Cristo, protegidos y en paz en Cristo, es permanecer siendo una sola carne con Cristo y no abandonar los lugares celestiales.
Cuando luchamos por nosotros mismos, nos salimos de la burbuja de protección y somos presa del diablo, el cual como león rugiente anda viendo a quien devorar (1 Pedro 5:8).
Recuerda que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Corintios 10:4). Solamente en Cristo es que podrán destruirse las fortalezas, no es algo que nosotros podemos hacer fuera de Cristo.
Recuerda también, que solamente a través de Cristo es que tenemos entrada al Padre (Efesios 2:18), no es algo que puedes lograr por ti mismo.
Efesios 2:19 dice que aquellos de nosotros que hemos venido a Cristo ya no somos extranjeros ni forasteros, sino ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.
Estas no son simples palabras, son palabras maravillosas, son el cumplimiento de grandes promesas de Dios. Para empezar, somos “conciudadanos de los santos”, hemos entrado a un nuevo reino donde solo habitan santos, hemos cambiado de ciudadanía y esa ciudadanía está en los cielos.
Como ciudadanos de Costa Rica nos encontramos bajo la autoridad y la protección de un gobierno humano.  Pero lo que hace que nos regocijemos en nuestra ciudadanía es que disfrutamos de ciertos privilegios.
Igualmente, en el reino de Dios usted está bajo la autoridad y protección del Rey de reyes y Señor de señores. NO hay quien puede oponerse a su persona ¿Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31)
Pero, además el Rey de reyes ha puesto a su disposición una serie de privilegios.
Él nos ha bendecido con toda bendición espiritual (Efesios 1:3), y ha puesto en nosotros el poder que levanto a Cristo de entre los muertos, la clase de poder que obra mucho más allá de la manera de pensar y de los planes humanos.
Además, nos ha dado autoridad sobre todo principado, autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero (Efesios 1:19-22.
Y lea con atención, somos “miembros de la familia de Dios”, no somos miembros de cualquier familia. Ni la familia más poderosa del planeta se compara con la familia de Dios.
Somos hijos de Dios, y un hijo siempre es de categoría superior a cualquier embajador, gobernador o secretario.
Una biografía de Abraham Lincoln contaba un incidente cuando el presidente estaba con su gabinete en una reunión de importancia crucial. De pronto, alguien llamó a la puerta. Allí estaba Willy, el hijo de diez años del presidente, que quería ver a su padre. Lincoln dejó a todos los miembros del gabinete para ver qué era lo que quería Willy, porque su hijo era superior a todos los allí reunidos.
Esta es la gran verdad que nos dicen las escrituras, somos hijos de Dios y él nos da prioridad sobre cualquier cosa y está atento a nuestras necesidades para suplirlas.
La escritura agrega que hemos sido edificados “sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20).
Lo que nos está diciendo es que tu fe no está fundamentada en ninguna religión, está fundada en la enseñanza de los apóstoles, enseñanza que ellos adquirieron del mismo Cristo. Cristo es la base de nuestra fe, él es la piedra angular del edificio llamado iglesia.
Estamos unidos a Cristo y no hay forma que nada nos derrumbe, porque no hay nadie que pueda derrumbar a Cristo y nosotros somos uno con él.
Todos tenemos una relación íntima con Cristo que el diablo no puede romper a menos que tú así lo quieras.
Es posible para los miembros de una familia terrenal encontrarse dispersos en diferentes lugares, pero en la familia de Dios todos estamos unidos, ninguna separación de los ladrillos que forman los muros es posible. Todos somos parte del edificio, somos una sola carne con Cristo, somos todo lo que Cristo es y gozamos de todos los beneficios de Cristo.
Espero que este pequeño estudio te haga recapacitar para que no vuelvas nunca más a verte separado de Cristo. Toma en cuenta que eres ciudadano de los cielos, toma en cuenta que eres de la familia de Dios, toma en cuenta que eres uno solo con Cristo.
Cuando estés consciente de ello, irás de victoria en victoria, vivirás en paz, a pesar de las circunstancias que se te presenten, porque todo lo podrás en Cristo Jesús que te fortalece (Filipenses 4:13).
Deja de poner los ojos en ti, pon los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Dios sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios (Hebreos 12:2).
Tú estás donde está Cristo y eres todo lo que Cristo es, porque eres parte de él. Cuando tus ojos espirituales puedan ver esta verdad, tu vida dará un giro de 160 grados y cambiará totalmente.  
Desde el día de tu bautismo, cambiaste de familia, cambiaste de ciudadanía, te uniste a Cristo, y eres una sola carne con él. Al igual que un matrimonio, todo lo de Cristo es tuyo, además él es tu protector y tu proveedor. Ya tu vida no es tu vida, como tampoco lo es la vida del soltero, ahora iniciaste una nueva vida con Cristo ¿Qué mejor vida que esa?





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