jueves, 14 de septiembre de 2017

QUE IMPIDE LA PRESENCIA DEL ANTICRISTO?

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El apóstol Pablo nos advierte para que no nos dejemos engañar en cuanto al “arrebato de la iglesia” y los tiempos del fin. Dice que eso no sucederá sin que antes venga la apostasía y se manifieste el hijo de perdición o anticristo (2 Tesalonicenses 2:3).
Hay algo que ha impedido que el hijo de perdición se manifieste. Sin embargo, el impedimento será quitado muy pronto ¿Cuál es ese impedimento?
 Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio” (2 Tesalonicenses 2:6-7).
Pablo afirma que los tesalonicenses sabían que era lo que detenía al anticristo. ¿Lo sabemos nosotros? Lo primero que se nos revela es que tiene que venir la apostasía y ésta ya está presente en casi todas las iglesias cristianas del mundo.
Es difícil encontrar una iglesia cristiana en donde no se enseñe una mentira que contradiga la palabra de Dios. Unas enseñan que no se necesita el bautismo para salvación contradiciendo las palabras de Jesús (Marcos 16:16), otras que se necesita hacer obras para salvación contradiciendo Efesios 2:8-9, que no es enseña que la salvación es por gracia, no por obras para que nadie se gloríe. Otras enseñan que no hay que hacer obras para salvarse pero hay que hacer obras para mantenerse salvos, otras que no hay arrebato ni segunda venida de Cristo, otras ofrecen pactos a cambio de la gracia, es la doctrina de la prosperidad. Son muchas las apostasías dentro del protestantismo cristiano, y ni hablar del catolicismo romano, que invita a los fieles a la idolatría y ha inventado más mentiras que ninguna.
Los principados, las potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo, las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:10) dirigidas por Satanás, su comandante en jefe, tratan de impedir que se cumpla la voluntad de Dios y que el conocimiento de la verdad llegue a todos los hombres (1 Tesalonicenses 2:3-4) y que en su lugar llegue la apostasía.
Y un poderoso comandante en jefe de los ejércitos de Dios llamado  Miguel es el encargado de hacerles frente. Esto lo podemos ver claramente en Daniel 10:12-13 donde se relata que Miguel tuvo que venir a luchar contra el príncipe de Persia (un principado demoniaco), el cual estaba impidiendo que Daniel recibiera la verdad de parte de Dios.
A veces invitamos a una persona a un estudio bíblico y Satanás activa a sus súbditos para que impidan que esa persona llegue a escuchar la verdad a través de muchas circunstancias. Los ángeles caídos ocasionan pereza, causan accidentes y enfermedades, o le ofrecen a esa persona otras actividades que parecen más atractivas. Ellos están aquí para hurtar, matar y destruir (Juan 10:10) con el propósito de impedir que las personas conozcan la verdad del evangelio de Cristo.
Las hordas maléficas harán lo que sea para impedir que alguien escuche la verdad ¿Qué tenemos que hacer? Pedirle a Dios en oración que envíe a Miguel y sus ángeles a luchar contra los súbditos de Satanás. Si no oramos, le facilitamos a Satanás su trabajo.
La presencia del arcángel Miguel es hasta hoy el gran impedimento para que el anticristo se presente como el Mesías esperado. Pero se acerca el día en que Miguel será levantado y el anticristo ya no tendrá ninguna oposición de parte de los ejércitos celestiales:

Daniel 12:1 En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. 12:2 Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.

Jesús levantará sus manos y con gran voz dirá Hecho es,” y todos los ángeles abandonarán su ministerio en la tierra.  Miguel  regresará al cielo y anunciará que su obra está terminada; al mismo tiempo, los escogidos serán arrebatados y el mundo será sometido a la gran tribulación.

Apocalipsis 13:6 Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. 13:7 Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. 13:8 Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.

El hijo de perdición tomará el poder durante cuarenta y dos meses. Serán los cuarenta y dos meses más terribles en la historia de la humanidad.
Los creyentes que se han quedado deben vivir sin Jesús su intercesor y sin la protección de los ángeles comandados por Miguel.
La paciencia de Dios se habrá acabado, el mundo habrá rechazado su gracia y le ha dicho no a su hijo.
Desamparados ya de la gracia divina, estarán a merced de Satanás, el cual sumirá entonces a los habitantes de la tierra a su gusto y antojo.
Cuando Miguel y sus súbditos dejen de contener a Satanás y sus ángeles, todos los elementos demoniacos se desencadenarán y el mundo entero será envuelto en una ruina espantosa.
Los malvados demonios que serán liberados del pozo del abismo (Apocalipsis 9:2-5) no tendrán contención y llenarán de ira y de odio a los gobernadores de la tierra contra todos los que hayan recibido el mensaje Divino, desatando una persecución implacable contra todo lo que parezca cristiano.
En el Viejo Testamento se nos relata que lámpara de Dios se apagó y su presencia se retiró de la nación judía, porque habían despreciado las cosas de Dios, consecuentemente Israel fue derrotado y los filisteos se llevaron el arca (1 Samuel, capítulos 3 y 4); la protección de Dios ya no estaba.
Así también sucederá prontamente, seguimos despreciando las cosas de Dios y viendo al Señor como un servidor, entonces la decisión irrevocable de Dios será tomada y el mundo sufrirá las consecuencias de su desprecio.
La religión y su idolatría seguirán en vigor entre las muchedumbres y el príncipe del mal hará que se cumplan sus crueles designios.
Se demandará que no se tolere a los pocos que se oponen al ecumenismo romano; pues vale más que esos pocos sufran y no que naciones enteras sean precipitadas a la confusión y anarquía. Este mismo argumento fue presentado contra Cristo hace más de dos mil años por los “príncipes del pueblo.” “Nos conviene”, dijo Caifás, “que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda” (Juan 11:50).
Este argumento parecerá concluyente y finalmente se expedirá contra todos los cristianos verdaderos un decreto que los declare merecedores de la muerte.
El Catolicismo Romano y el Protestantismo apóstata actuarán unidos bajo la bandera del ecumenismo religioso e irán contra todos los que se opongan a su mentira.
El pueblo de Dios se verá entonces sumido en las escenas de aflicción y angustia descritas por el profeta Jeremías como el tiempo de  angustia de Jacob (Jeremías 30:7)
El apóstol San Juan, estando en visión, oyó una gran voz que exclamaba en el cielo: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo.” (Apocalipsis 12:12). ¿Quién venció al diablo y sus ángeles, los expulsó del cielo para siempre y los arrojó a la tierra?  Miguel y sus ángeles (Apocalipsis 12:7-9).
La ira de Satanás crece a medida que se va acercando el fin, y su obra de engaño y destrucción culminará durante el tiempo de angustia.
Ya están apareciendo en el cielo signos pavorosos de carácter sobrenatural, en prueba del poder milagroso del diablo y sus ángeles. Muchos terremotos, un huracán detrás de otro ocasionado muerte y destrucción no es lo natural.
En el libro de Job se nos revela claramente que Satanás puede alterar la atmósfera, él puede hacer que caiga fuego del cielo (Job 1:16), y puede originar huracanes y tormentas (Job 1:19).
Lo que estamos viviendo no es algo natural, es algo provocado por las huestes del mal, sin embargo los científicos tratan de darle una explicación a todo lo que sucede, ignorando totalmente las profecías.
Los espíritus de los demonios irán en busca de los reyes de la tierra para aprisionar a los hombres con engaños e inducirlos a que se unan a Satanás en su última lucha contra el gobierno de Dios. Surgirá el anticristo, un hijo del diablo que reclamará para sí el título de mesías y ordenará que le den culto, tal si fuera el redentor del mundo.
Tanto él como su jefe de propaganda (falso profeta) harán curaciones milagrosas y asegurarán haber recibido del cielo revelaciones contrarias al testimonio de las Sagradas Escrituras.
Hace mucho que los judíos esperan la venida de Cristo, pues bien, el gran engañador simulará que Jesús habrá venido. En varias partes de la tierra, se manifestará a los hombres como un ser majestuoso, de un brillo deslumbrador.
La gloria que le rodee superará cuanto hayan visto los ojos de los mortales. El grito de triunfo repercutirá por los aires: “¡El mesías ha venido! ¡El Mesías ha venido!” El pueblo se postrará en adoración ante él (Apocalipsis 13:8), mientras levanta sus manos y pronuncia una bendición sobre ellos. En tono amable y falsamente compasivo, enunciará sus mentiras, curará las dolencias del pueblo en el engaño más poderoso e irresistible que ha habido jamás.
Así como los samaritanos fueron engañados por Simón el Mago,  también las multitudes, desde los más pequeños hasta los mayores, creerán en ese sortilegio y dirán: “Este es gran poder de Dios” (Hechos 8:10).
Las enseñanzas del falso Cristo y del falso profeta van dirigidas a los que adoran la bestia y su imagen, precisamente aquellos sobre quienes dice la Biblia que la ira de Dios será derramada sin mezcla.
El Salvador nos previno contra este engaño y predijo claramente cómo será su segundo advenimiento:

Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán señales grandes y prodigios; de tal manera que engañarán, si es posible, aun a los escogidos. Así que, si os dijeren: He aquí en el desierto está; no salgáis: He aquí en las cámaras; no creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre.” (Mateo 24:24-27)

No se puede remedar la aparición del verdadero Mesías. Porque cuando venga, todos, del oriente al occidente, lo verán descender de los cielos montado en su caballo blanco, con una ropa teñida en sangre, con un nombre escrito en su vestidura y en su mulo que dice “Rey de Reyes y Señor de Señores”,  y con él vendrá su ejército celestial (Apocalipsis 19:11-16).
Sólo los que hayan estudiado diligentemente las Escrituras y hayan recibido el amor de la verdad en sus corazones, sabrán que el anticristo no es el Mesías y serán protegidos de los poderosos engaños que cautivarán al mundo. Merced al testimonio bíblico descubrirán al engañador bajo su disfraz.
Satanás espera que Miguel sea quitado para así poder disponer de las  cosas, de modo que el camino de la verdad les esté obstruido a los creyentes.
Desde ya Satanás aturde a los creyentes con bienes materiales, les hace llevar una carga pesada y abrumadora para que sus corazones se sientan recargados con los cuidados de esta vida, con el propósito de mantenerlos distraídos y que el día de la prueba los sorprenda como ladrón. Y Miguel no deja de ser un problema para el diablo.
Pero cuando Miguel sea quitado, los creyentes que no sean arrebatados deberán huir de las ciudades y de los pueblos y unirse en grupos para vivir en los lugares más desiertos y solitarios.
Muchos encontrarán refugio en puntos de difícil acceso en las montañas, como los cristianos de los valles del Piamonte y convertirán los lugares elevados de la tierra en santuarios suyos y darán gracias a Dios por las “fortalezas de rocas” (Isaías 33:16).
Pero muchos no lograrán escapar, grandes y pequeños, ricos y pobres, negros y blancos, serán arrojados en la más injusta y cruel servidumbre. Los que se queden pasarán días penosos, encadenados, encerrados en cárceles, sentenciados a muerte, algunos abandonados adrede para morir de hambre y sed en sombríos y repugnantes calabozos. Ningún oído humano escuchará sus lamentos; ninguna mano humana se aprontará a socorrerlos.
El Señor es “compasivo y clemente, lento en iras y grande en misericordia y en fidelidad, que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado.” Sin embargo “visita la iniquidad de los padres sobre los hijos, y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y hasta la cuarta generación.” (Éxodo 34:6, 7).
“¡Jehová es lento en iras y grande en poder, y de ningún modo tendrá por inocente al rebelde!” (Nahúm 1:3). El vindicará con terribles manifestaciones la dignidad de su gracia pisoteada. Puede juzgarse de cuán severa ha de ser la retribución que espera a los culpables, por la repugnancia que tiene el Señor para hacer justicia.
Cuando los que honran a Dios hayan sido privados de la protección de Miguel y de las leyes humanas, empezará en varios países un movimiento simultáneo para destruirlos. Conforme vaya acercándose el tiempo señalado, el mismo pueblo conspirará para extirpar a los creyentes.
Los hijos de Israel, algunos en las celdas de las cárceles, otros escondidos en ignorados escondrijos de bosques y montañas, invocarán la protección divina, mientras que por todas partes, compañías de hombres armados, instigados por legiones de ángeles malos, se dispondrán a emprender la obra de muerte.
Multitudes de hombres perversos al mando del Anticristo y profiriendo gritos de triunfo, burlas e imprecaciones, estarán a punto de arrojarse sobre su presa, cuando de pronto densas tinieblas, más sombrías que la oscuridad de la noche caerán sobre la tierra.
Luego un arco iris, que refleja la gloria del trono de Dios, se extenderá de un lado a otro del cielo, las multitudes encolerizadas se sentirán contenidas en el acto. Sus gritos de burla expirarán en sus labios. Olvidarán el objeto de su ira sanguinaria. Con terribles presentimientos contemplarán el símbolo de la alianza divina, y ansiarán ser amparados de su deslumbradora claridad.
Los hijos de Dios oirán una voz clara y melodiosa: “Enderezaos,” y, al levantar la vista al cielo, contemplarán el arco de la promesa. Las nubes negras y amenazadoras que cubrían el firmamento se han desvanecido, y al igual que Esteban, clavarán la mirada en el cielo y verán la gloria de Dios y al Hijo del hombre descender hacia la tierra.
Un ángel aparecerá en pie en el sol, y clamará a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: “Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes”.
Y la bestia (el anticristo), los reyes de la tierra y a sus ejércitos, se reunirán para guerrear contra el que monta el caballo, y contra su ejército. Y la bestia será apresada, y con ella el falso profeta que habrá hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos serán lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.  Y los demás serán muertos con la espada que sale de la boca del que monta el caballo, y todas las aves se saciaran de las carnes de ellos (Apocalipsis 19: 17-21). Y Satanás será encadenado, arrojado y encerrado en el abismo por mil años (Apocalipsis 20:2-3). Los malos mirarán la escena con terror y asombro, mientras los justos contemplarán con gozo las señales de su liberación.  
Antes que eso suceda, la naturaleza entera parecerá trastornada. Los ríos dejarán de correr. Nubes negras y pesadas se levantarán y chocarán unas con otras. En medio de los cielos conmovidos habrá un claro de gloria indescriptible, de donde la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, dirá: “Hecho está.” (Apocalipsis 16:17).
Relámpagos, voces y truenos y un gran terremoto, “cual no fue jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra” se sucederá, la gran ciudad de Jerusalén se dividirá en tres partes y muchas ciudades de la tierra serán derribadas (Apocalipsis 16:18).
El firmamento parecerá abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parecerá cruzar la atmósfera. Los montes serán movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se esparcerán por todos lados. Toda la tierra se alborotará e hinchará como las olas del mar, su superficie se rajará porque sus fundamentos parecerán ceder. Se hundirán cordilleras y desaparecerán las islas.
Los puertos marítimos serán tragados por las enfurecidas olas. “La grande Babilonia vendrá en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira” (Apocalipsis 16:19-20).
Ya no habrá lugar para la falsa religión, la ciudad que reúne a millones de personas para ver al falso “vicario de Cristo” será quemada en su totalidad (Apocalipsis 18:19).
Y caerá del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemarán contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga será sobremanera grande (Apocalipsis 16:21). La lluvia de granizos hará su obra de destrucción, las más soberbias ciudades de la tierra serán arrasadas, los palacios suntuosos en que los magnates han malgastado sus riquezas en provecho de su gloria personal, caerán en ruinas ante su vista.
Ese será el destino de la gran mayoría de incrédulos e incluso de millones  de creyentes.
Pero, en el momento justo en que el anticristo esté tomando el poder para su gobierno de cuarenta y dos meses, se escuchará una voz de mando, una voz de arcángel, y con trompeta de Dios, que descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.  Luego los creyentes escogidos y que aún estén vivos, serán arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estarán siempre con el Señor (1 Tesalonicenses 4:16-17).
Antes de ser arrebatados, los escogidos serán transformados en personas inmortales, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “Sorbida es la muerte en victoria.  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”. Esto sucederá en un abrir y cerrar de ojos, al sonido de la final o sétima trompeta (1 Corintios 15:51-55).
¿Quiénes son los escogidos? Aquellos que han tenido un nuevo nacimiento al creer y bautizarse, pero no se conformaron con su salvación, sino que pusieron su granito de arena y cumplieron con su deber como embajadores del reino de Dios (2 Corintios 5:20), llevando a otros a reconciliarse con Dios.
Millones que creyeron ser salvos se quedarán a vivir lo espantoso de la gran tribulación bajo el gobierno del anticristo. En aquel momento se acordarán que les dijeron: “ya aceptó a Cristo, entonces ya es salvo”. O se acordarán que les dijeron que todos los creyentes salvos se irían en el arrebato.
En ese momento se dará cuenta que eso era mentira. Y recordarán que no hicieron nada por la salvación de otras personas. Recordarán que estuvieron tan ocupadas en las cosas del mundo, que no tuvieron tiempo de comparar si lo que escucharon de sus pastores era cierto. Se lamentarán pero será tarde, tendrán que huir, esconderse para no ser aniquilados, si es que tienen la suerte de lograrlo, porque el arcángel Miguel no estará allí para ayudarlos. En ese momento se darán cuenta que dejaron su primer amor (Apocalipsis 2:4); en ese momento se darán cuenta que solamente los vencedores se irían en el arrebato y que los cristianos nominales se quedarían a vivir la gran tribulación, consecuencia de su desprecio hacia las cosas de Dios.
 No me queda más que recordarte que la apostasía ya está entre nosotros y que Miguel será quitado en cualquier momento. Las señales están por todo lado, y si no estás haciendo nada por el Ministerio de la Reconciliación, aunque seas salvo, aquí te quedarás a vivir las consecuencias de tu negligencia. Estás avisado!







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