martes, 8 de mayo de 2018

LA LEY DE LA ALABANZA



LA LEY DE LA ALABANZA
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En el reino invisible hay una ley que hace que los milagros fluyan. Esa ley es la ley de la alabanza. Cuando alabas a Dios, conmueves su corazón porque al alabarlo le demuestras su amor, entonces te llena de su gloria.

Dice la palabra de Dios que el rey David era conforme al corazón de Dios porque “hacía lo que Dios quería” (Hechos 13:22) ¿Y qué era lo que David hacía que agradaba tanto a Dios?

El Rey David oraba tres veces al día (Salmo 55:17), pero  alababa  siete  veces  al  día (Salmo 119:164).

David sabía que tenía que acudir al Padre para hacerle algunas peticiones, pero tenía que acudir mayormente, para demostrarle su amor y agradecimiento a través de la alabanza. Tal es así, que designó a algunos levitas para que tocaran salterios y arpas a fin de exaltar, agradecer  y  alabar  a  Jehová  delante  del  arca  del pacto (1 Crónicas  16:4-6).

2 Crónicas 5:12 y los levitas cantores, todos los de Asaf, los de  Hemán, y los de Jedutún, juntamente con sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y arpas al oriente del altar; y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas: 5:13 Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová: y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos  y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre: entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. 5:14 Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios.

Cierre  sus  ojos  e  imagine  la  escena  anterior.  Las  personas  estaban   cantando alabanzas a Jehová y tocando instrumentos. De pronto una nube llenó el templo y esa nube era la gloria de Dios.

Si queremos que la gloria de Dios se haga presente, entonces todos reunidos debemos alabar al Señor, esa alabanza hará que la gloria de Dios nos cubra; y entonces se sucederán los milagros.

Es importante notar que los levitas y cantores decían en su alabanza: “porque Dios es bueno, porque su misericordia es para siempre”. Este canto reconoce que Dios sigue siendo bueno y misericordioso, por lo tanto, las circunstancias negativas de nuestras vidas no son su culpa.

Si algo malo sucede con nuestras vidas, no es culpa de Dios. Lo malo puede ser ocasionado por decisiones equivocadas que nosotros mismos tomamos. También puede ser la consecuencia de nuestros pecados. Y lógicamente por el ataque del “enemigo”.
El  diablo siempre  va a atacar a los creyentes,  máxime cuando  laboran para el reino de Dios. Pero Dios jamás provoca cosas negativas en nuestras vidas, porque su bondad y misericordia es para siempre.

Así, que cuando las circunstancias nos sean adversas, lo que tenemos que hacer es hacer uso de la ley de la alabanza, recordando que Dios  es bueno y misericordioso y él vendrá en nuestro auxilio.

La mayoría de los creyentes busca a Dios con una lista enorme de peticiones, pero casi no lo alaban. Y nuestro Padre Celestial reacciona más rápida y efectivamente cuando lo alaban, porque se conmueve ante el amor que le muestran a través de la alabanza.

Si lo alabaran en lugar de orar, verían mejores resultados. Recuerden que “Dios sabe de qué cosa tenemos necesidad antes que le pidamos” (Mateo 6:8).

David es el maestro de la alabanza y la adoración. El alababa a Dios siete veces al día. Él, más que ningún otro, nos enseña con su ejemplo la manera de expresar el amor a Dios que palpita dentro de nosotros.

Los salmos no solamente son palabras de consuelo o aliento para nosotros, sino que nos revelan el corazón de David. Si queremos tener un corazón conforme al corazón de Dios, deberíamos estudiar los salmos.

El libro de los Salmos está compaginado como una sinfonía. Comienza con suavidad, luego comienza a sonar dos o tres violines, luego sigue el piano, después viene el adagio, luego el mezo forte, en seguida el forte, y cuando todos los instrumentos suenan juntos, en ese momento se sube el tono y nuestras emociones experimentan una sensación de sobrecogimiento difícil de explicar.

El salmo 150 es el último de los salmos, y ese salmo es como cuando todos los instrumentos de la Sinfónica están en el tono más alto.

. 150:3.

“Alabadle a son de bocina; Alabadle con salterio y arpa. Alabadle con pandero y danza; Alabadle con cuerdas y flautas. Alabadle con címbalos resonantes; Alabadle con címbalos de júbilo. Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya (Salmo 15- 3-6)

Se va subiendo en tono como en la sinfonía ¿Por qué todo ese estruendo? Hay un por qué:

Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza (salmo 150:1-2)

No se trata de pegar gritos sin sentido, no se trata de alabarle por alabarle, sino de alabarle por sus proezas, por su grandeza, por la obra de sus manos. porque la alabanza es el reconocimiento de las virtudes de Dios.

Te alabo, te alabo, te alabo no es una verdadera  alabanza, tenemos que alabarlo “por” algo. “Te alabo por la creación”, esa sí es una verdadera alabanza.

Generalmente, usamos la palabra alabanza, pero no decimos ninguna alabanza. Nuestras palabras han pasado a ser como cajas de regalos vacías. El rótulo dice "Regalo", pero al abrirlas no hay nada. ¿Dónde está el regalo? O “Aleluya” ¿Aleluya por qué?

La gente concurre a la iglesia con carretillas llenas de cajas envueltas en papeles de hermosos colores, con cintas y moños, y grandes tarjetas que dicen: "Gloria al Señor, Aleluya, Gloria a Dios, Amén" creyendo que esa es una alabanza, pero cuando Dios las abre no encuentra nada adentro. Una caja vacía hace más ruido que una caja llena.

La inmensa mayoría de creyentes han aprendido a gritar cuatro palabras: "Aleluya, Gloria a Dios, Alabanza y Amén". A veces le ponen armonía y cantan esas mismas palabras y creen que en realidad están cantando alabanzas.

David escribió: "Alábenlo por sus proezas, alábenlo por su grandeza". Eso nos hace comprender que la alabanza consiste en subrayar virtudes, en proclamar hechos, en admirar las proezas y la grandeza de Dios, definiéndolas inteligentemente.

La palabra “alabanza” viene del vocablo hebreo “halal” que significa “alabar, celebrar, glorificar, cantar, alardear”.  La alabanza es un acto de gratitud por todo lo que Dios hace en nuestras vidas. Cuando alabamos a Dios le estamos dando el lugar que le corresponde, le estamos honrando y le estamos glorificando.

Mucho del griterío que hacen en las iglesias son palabras sin entendimiento, son cajas vacías, son palabras huecas.

Muchas personas no entienden la diferencia entre la adoración y la alabanza. La adoración  (proskuneo) significa  postrarse delante” o “arrodillarse delante”. Adorar significa postrarse ante Dios para reconocerlo como tal, y solamente podemos adorar a Dios.

Cuando Dios dijo: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás” (Éxodo 20:4), lo que estaba diciendo, es que no deberíamos adorar ni honrar a nadie ni a nada que no fuera  a él.

Cada vez que las personas se inclinan ante alguna imagen, están violando este mandamiento.

En la mayoría de las congregaciones hablan de cantos de alabanza y cantos de adoración,  y yo, la verdad, demostrando que no saben la diferencia entre alabar y adorar.

La adoración no es ninguna alabanza, más bien la alabanza es parte de la adoración. La adoración es un culto, una honra, un reconocimiento de la deidad Divina, y en ese culto estudiamos su palabra, partimos el pan y también le alabamos.

Jesús dijo que adoráramos al Padre “en espíritu y en verdad; porque el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23)  ¿Qué es lo que eso significa?

Adorar en verdad, significa que toda alabanza debe  fundamentarse en la verdad absoluta de la palabra de Dios. Hay muchas alabanzas que no se fundamentan en la palabra de Dios. Son muchas, las que contienen errores en cuanto a la doctrina de Cristo.

Cuando alabamos, testimoniamos, si cantamos alabanzas que no se ajustan a  la verdad, testimoniamos una mentira. Eso no va a honrar ni agradar a Dios, lo que hará es ocasionar su ira.

Por ejemplo, hay alabanzas que dicen que tenemos dos naturalezas, una pecaminosa y una divina y  que ambas se pelean entre sí. Esa alabanza no dice la verdad porque en Colosenses 2:11-12 se dice claramente que al bautizarnos  somos despojados de la naturaleza pecaminosa. El creyente bautizado es despojado de la naturaleza pecaminosa y pasa a ser participante de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4)

Nadie tiene dos naturalezas; los del reino de las tinieblas tienen una naturaleza pecaminosa y los del reino de Dios tienen una naturaleza divina. Cualquier alabanza que diga que tenemos dos naturalezas, está diciendo una mentira y no debemos utilizarla.

Hay muchas alabanzas que afirman cosas que no están en la palabra de Dios. Otras dicen medias verdades, pero no verdades absolutas.

Debemos recordar que al alabar testimoniamos y no podemos testimoniar una mentira. Siempre que alabemos, debemos hacerlo, basados en la  verdad bíblica; y eso es adorar en verdad.

Ahora, cuando alabamos a Dios, nuestro espíritu se debe remontar  por encima de las circunstancias; eso es lo significa adorar en espíritu.

Lo que eso quiere decir es que no alabamos por lo que ven nuestros ojos, sino por lo que ve nuestro espíritu. En otras palabras, la alabanza tiene que hacernos percibir alguna realidad espiritual.

Si la alabanza es de agradecimiento, es porque podemos ver la realidad espiritual de nuestra salvación y podemos percibir que toda bendición que hemos recibido, vino de Dios.

Si estamos en medio de la tormenta y alabamos, es porque podemos ver a Jesús en su trono, y por ello proclamamos nuestra victoria, a través de la alabanza.

Al ver esas realidades espirituales, es posible que lo más profundo de nuestro  ser se vea afectado. Nuestra alma es tocada y es posible que lloremos o que gritemos de júbilo. Cuando eso sucede, nos damos cuenta de que estamos adorando en espíritu y en verdad.

Debemos ser más observadores, meditar en nuestras vidas y experiencias, y reconocer cuántas maravillas Dios ha hecho y hace en nosotros, en nuestra familia y en nuestra congregación, para alabarlo.

¿Se imagina el milagro de la vida? Una microscópica célula que comienza a multiplicarse y a formar el cuerpo de una persona? ¿Se imagina el milagro de la digestión? Un plato de arroz que se transforma en piel, hueso, cabellos y más. El milagro de la vista, del oído, del cerebro, un universo de milagros, maravillas y proezas.

Dice Romanos 1:20que las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas”.  La creación habla de Dios y nos da motivos para alabarlo.

¿Y qué de Cristo? Alabemos al Señor porque nos sacó de un vicio, porque  nos sanó, porque vive dentro de nosotros, porque nos rescató del infierno, porque nos dio vida eterna.

La alabanza es más que una  explosión de palabras en el culto, si tenemos los ojos abiertos y miramos alrededor, tendremos tema de alabanza continua.

Alabar es expresar lo positivo, y nunca hablar o comentar lo negativo. Usted identifica a los habitantes del reino de Dios por las alabanzas que fluyen de sus corazones y de sus bocas.

Así lo dijo David: "Bendeciré al Señor en todo tiempo; mis labios siempre lo alabarán"  (Salmo 34:1).

Al leer los salmos, aprendemos que David  alababa  al Señor no solamente en los cultos, sino en su trabajo, y en su descanso. En sus salmos, él habla de los cielos, la luna y las estrellas, las ovejas y los pastores. "Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos.." (Salmo 8:3).

La alabanza es una ley en el reino de Dios. La queja es una ley en el reino de las tinieblas.

La alabanza es subrayar todo lo positivo que hizo y hace Dios. La queja es subrayar todo lo negativo que hizo y hace Satanás. La alabanza es reconocer virtudes, mientras que la queja es acentuar lo negativo.

La alabanza agradece por la lluvia, la queja se queja por la lluvia. La alabanza agradece el calor, la queja se queja, la alabanza agradece el frío, la queja se queja: Y todos los seres humanos se rigen por una de estas dos leyes.

Qué maravilla es estar con una persona que habla positivamente de todo. Qué mal efecto causa el que habla negativamente de todo. Hasta las  caras  son diferentes cuando hablan. La cara del que alaba es dulce, la cara del quejoso es amarga.

Jesús dijo que de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34); es decir, por lo que sale de la boca de la persona con la que estamos hablando, conocemos su corazón.

Uno se quejará porque tiene que ir a trabajar y el otro dará gracias a Dios porque tiene trabajo. Uno se quejará porque el café está muy caliente y el otro dará gracias por el café.

Lo triste es ver a “creyentes” rigiéndose por la ley de  la queja. Van a la iglesia, cantan "Aleluya, aleluya", pero al salir de la reunión se quejan porque llueve o porque hace calor.

¿Sabes quién hizo que lloviera o que hiciera calor? Aquel a quien alababas. En el culto, cantamos: "Este es el día que hizo el Señor. Alegrémonos y gocémonos en él". Sin embargo, al  salir  criticamos  el  día,  el  tiempo  y  hasta  al  predicador.

¿Quién hizo ese día? Lo hizo el Señor. ¿Cómo es posible que cantemos "Alabado sea el Señor" y unos minutos después lo critiquemos.

Nada de lo que Dios hizo es horrible, ni espantoso ni feo. La lluvia es una manifestación de sus proezas. Lo mismo lo es  el calor y frío. Aprendamos a decir: "Qué precioso día de sol, qué lindo día de lluvia, qué hermosa tarde fría, qué espléndido día caluroso”.

Todos los días son hermosos, porque Dios los hizo y Él merece  ser alabado por haberlos hecho. Pablo le dijo a Timoteo: "Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada es despreciable si se recibe con acción de gracias" (1 Timoteo 4:4).

Nunca usemos la palabra “problema”, en su lugar usemos la palabra “desafío u oportunidad”. Las dificultades de la vida, según las Escrituras, “nos ayudan para bien” (Romanos 8:28), “sabiendo que la prueba de nuestra fe produce paciencia, mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4).

Cada paso difícil es un desafío a crecer, a confiar en el Señor, y a ser creativo. Siempre, después de la prueba, entendemos que esa  dificultad fue una gran bendición.

La mayoría de las bendiciones vienen disfrazadas de dificultad. Cuando enfrente una, no diga que tiene un gran problema, sino tiene una gran oportunidad de crecer, de mejorar, de adelantar, de experimentar algo nuevo, tiene un desafío que lo obligará a crecer y a navegar aguas desconocidas hasta  ahora. 

La palabra de Dios dice que ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre (Hebreos 13:15) ¿Por qué la alabanza es un sacrificio.  Para entenderlo, devolvámonos cinco versículos:

Hebreos 13:10 Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo. 13:11 Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. 13:12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.

En el viejo Testamento, los sacerdotes hacían los sacrificios para el perdón de los pecados, y siempre hacían esos sacrificios “dentro del tabernáculo”.

Solamente ellos estaban autorizados para hacer los sacrificios. El pueblo aguardaba  afuera y no tenía ninguna intervención. Pero Jesús, fue sacrificado “afuera”, para santificar a todo el pueblo mediante su propia sangre.

Y, Jesús fue sacrificado una sola vez para llevar la culpa del pecado de todos nosotros (Hebreos 9:28). Con ello, nos dijo que ya no eran necesarios los sacrificios ni los sacerdotes (Hebreos 10:9) porque su sangre los cubrió todos y para siempre.

Con ellos nos dijo que teníamos libertad para entrar al lugar santísimo (Hebreos 10:19) en la presencia del Padre, al igual que lo hacían los sacerdotes, sin necesidad de ellos como intermediarios.

Hebreos 13:13 Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; 13:14 porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir. 13:15 Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.

En el nuevo Testamento, la orden divina no es hacer sacrificios de animales para Dios y para su hijo Jesucristo, “dentro del tabernáculo”, sino salir afuera, a hacer “sacrificios  de alabanza

Un sacrificio implica la muerte de algo. ¿Qué sacrificamos cuando alabamos? Le damos muerte a nuestro yo. En la alabanza, nuestros labios confiesan el nombre de Jehová y el nombre de Jesús, no nuestro  nombre, la gloria no es para  nosotros sino para ellos.

Al alabar, nos despojamos de toda gloria. Obtuvimos un título, obtuvimos un trabajo, hicimos un gran partido de fútbol; entonces, alabamos al Señor. Nuestros labios confiesan su nombre.

Alabar es un testimonio público de fe, No nos importa quién nos vea o quién nos escuche. Lo que nos importa es aquel a quien dirigimos nuestra alabanza.

En los salmos podemos detectar alabanzas de agradecimiento, pero también podemos encontrar sentimientos de dolor y de arrepentimiento. Este segundo tipo de alabanza es sumamente agradable al Señor y recibe su bendición porque va impregnado de fe, ya que no es lo mismo alabar a Dios por lo que hizo, sino por lo que va a hacer. Recordemos, que es de la fe, de lo que Dios se agrada (Hebreos 11:6)

Salmos 106:12 Entonces creyeron a Sus palabras Y cantaron Su alabanza.

Los judíos alabaron a Dios después de que Dios los liberó de los egipcios. Ellos creyeron en lo que vieron, entonces cantaron su alabanza.  Cuando estuvieron a salvo, al otro lado del mar, alabaron al Señor. Eso está muy bien. Esa era una alabanza por favores concedidos.

Pero, una cosa es creer y otra es tener fe. Los judíos creyeron porque vieron los milagros que Dios efectuó. Ellos vieron  las plagas sobre Egipto, ellos fueron liberados de la esclavitud y sus amos tuvieron que darles sus joyas. No solamente fueron liberados sino que salieron enriquecidos. Ellos vieron abrirse el mar para que pasaran, y luego lo vieron cerrarse cuando los egipcios intentaron pasar. ¿Cómo no iban a creer?

Sin embargo, cuando las circunstancias fueron adversas no alabaron, sino que se lamentaron y se quejaron de su Dios. Se quejaron cuando les faltó agua, se quejaron cuando les faltó comida, se quejaron cuando supieron que en la tierra prometida vivían gigantes.

Ellos creyeron en lo que vieron, pero no tenían fe. Entonces se quejaron y acabaron sepultados en el desierto.

Hebreos 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

La definición de fe, en nuestras propias palabras sería: creer en algo que va a suceder aunque no tengamos ninguna prueba visible de que eso sucederá.

Los judíos no tuvieron fe de que Dios vencería los gigantes que habitaban la tierra prometida.  Los  judíos  decían,  ellos  son  gigantes  y  nosotros  enanos,  no podemos         vencerlos. Solamente se veían ellos, no veían a su Dios allá en el  trono.

Debemos alabar a Dios por los favores concedidos. Pero ante todo, de vemos debemos alabarlo cuando las circunstancias  nos  son negativas. Dios se agrada de  estas  alabanzas,  porque  alabamos con fe, creyendo que las cosas van a cambiar aunque no tengamos ninguna prueba visible de ello.

En esos momentos no vemos hacia nosotros mismos, sino que ponemos los ojos en Jesús (Hebreos 12:2), lo vemos sentado en su trono, esperando la alabanza para cambiar las circunstancias negativas en positivas (Romanos 8:28). Solamente los que tienen fe, alaban en esas   circunstancias.

La verdadera alabanza, es aquella en que renunciamos a nuestra realidad, y alabamos al Señor, como si la realidad fuera otra. Es en ese momento, que la alabanza se convierte en un sacrificio.

Hay personas que se levantan y lo primero que hacen es hacerle peticiones a Dios. Pero  Dios  sabe  de  qué  cosas  tienen  necesidad.  Lo  que  él  espera,  es  que renuncien al yo y que en lugar de hacerle peticiones, le alaben; entonces verán los milagros.

No me malinterpreten, no he dicho que no debemos orar, claro que debemos orar. Lo que he dicho, es que la alabanza produce más resultados que la oración, porque en la alabanza renunciamos al yo, mientras que nuestras oraciones tienden a ser muy egocéntricas.

Usted no tiene que hacerle peticiones a Dios, lo que tiene que hacer es alabarlo, entonces él mandará sus ángeles y tapará las bocas de los que los calumnian. Mandará sus ángeles para que hablen con su jefe y éste mejore su  salario. Mandará sus ángeles para que provean lo que usted necesita para pagar su deuda. Está en problemas, alabe y verá llover las bendiciones.

En 2 Crónicas 20:20-24 se relata la descripción de una batalla. Los judíos  estaban  en  desventaja,  su derrota era inminente. Pero, Josafat designó cantores para que entonaran alabanzas a Jehová. Les pidió que  alabasen  diciendo: “Dad  gracias  a Jehová,  porque su misericordia  es  para siempre”.

Y cuando comenzaron a entonar las alabanzas, en ese preciso momento, Jehová puso emboscadas contra los hijos de Amón, de Moab y de los  del  monte de Seir, Él respondió derribándolos a todos.

Si usted se enfrenta a situaciones y problemas que lo desmoronan, entonces recuerde una cosa: ¿Por qué no alabar? Invoque a Jehová a través de la alabanza y será salvo de sus enemigos.

Aprenda esto: cuando te quejas, la batalla es tuya y Dios te dejará en manos del enemigo. Pero si alabas, la batalla es de Jehová y la victoria es inminente.

Se enseña que debemos orar y orar hasta que Dios nos quite la carga. Y que una vez quitada la carga, entonces alabemos. Esta es una enseñanza equivocada. Si uno ora y ora por lo mismo, es porque reconoce que el problema no ha desaparecido. El que esto hace sigue atado al problema.

Pero si oramos una sola vez y después de orar solamente alabamos, las circunstancias cambiaran, porque ya no pregonamos el problema sino que anunciamos la victoria de Dios sobre ese problema.

En Hechos 16:23-26 se narra que Pablo le ordenó a un espíritu de adivinación que saliera de una mujer; eso molestó a los que la explotaban, quienes prendieron a Pablo y a Silas y los entregaron a las autoridades. Éstas los encarcelaron, los enviaron al calabozo de más adentro y les pusieron grilletes en los pies. Pablo y Silas no se quejaron, sino que a medianoche comenzaron a alabar a Dios desde su celda. Aunque las circunstancias les eran adversas, aunque sus cuerpos sentían dolor, ellos veían a Dios en su trono; eso aseguraba su victoria, por eso alababan. Eso hizo, que Dios produjera un terremoto y envió a sus ángeles a que les quitaran los grilletes y abrieran  todas las puertas de la cárcel, para que ellos salieran (Hechos 16:16-26).

Entienda que a través de la ley de la Alabanza Dios abre puertas y rompe cualquier cadena. Tome en cuenta que Dios no provocó nada en el caso de Pedro y Siles, pero, Dios aprovechó esas circunstancias negativas para obtener tremenda victoria sobre Satanás. Dios se gloria en derrotar a Satanás cada vez que lo alabamos.

Satanás no quería que ellos predicaran y por eso usó a los amos de la adivina para encarcelarlos. Dios no solamente los liberó, sino que por ese suceso, el carcelero y toda su casa creyeron, se bautizaron y fueron salvos en medio de gran júbilo  (Hechos  16:32-34). Ese día la alabanza produjo una gran victoria sobre el infierno.

Siempre recuerde, que el Señor ha puesto en nuestras manos la ley de la alabanza para darnos la victoria.

Si usted ha visto las películas de superman, recordará que su amigo Jimmy, usaba un aparato para que él viniera en su ayuda. Nosotros tenemos a un Dios todopoderoso, muy superior a superman. No hay criptonita que acabe con él. Y tenemos el aparato para llamarlo y que él se haga presente de manera inmediata; ese aparato es la alabanza.

Salmos 50:23 El que sacrifica alabanza me honrará; Y al que ordenare su camino, Le mostraré la salvación de Dios

El Señor está esperando que le honremos a través de la alabanza, para venir en nuestro auxilio. Ninguna otra acción glorifica tanto a nuestro Dios como la alabanza. La profecía pasará, la oración pasará, pero la alabanza perdurará por la eternidad. La Biblia nos muestra algunos pasajes celestiales y en ellos, siempre encontramos adoradores alrededor del trono.

Cuando lleguemos a los cielos, no vamos a orar, no vamos a profetizar, no vamos a echar demonios, al cielo vamos a ir a alabar a nuestro Dios y a nuestro Señor Jesucristo. Nunca olvides la ley de la alabanza, recuerda que a través de esa ley, Dios te dará la victoria.  

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