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Las personas son esclavas del trabajo o del
estudio, por culpa del ¿Qué comeremos? del ¿Qué beberemos? del ¿Qué vestiremos?
o ¿De qué viviremos? Sin embargo Dios nos dice que no nos preocupemos por esas cosas, que busquemos su reino y su justicia y Él se encargará de todas nuestras
necesidades (Mateo 6:33). ¿Qué
es lo que eso significa?
El diccionario define el verbo “buscar” como 1) “Hacer lo necesario con el fin de encontrar a
alguien o algo”, y 2) “Provocar que una cosa produzca otra”. De acuerdo con esas definiciones, deberíamos
hacer algo para “encontrar” o “provocar” lo que el reino de Dios y su
justicia nos ofrecen.
Romanos
14:17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo
en el Espíritu Santo.
Además de suplir nuestras necesidades diarias,
el reino de Dios nos ofrece justicia, paz
y gozo en el Espíritu Santo.
Romanos
1:17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe,
como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
Esa justicia
es por fe y tiene que ver con nuestros pecados. Al encontrar el Reino,
somos justificados de todos nuestros pecados, no por obras ni por merecimiento
sino por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo.
Efesios
2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Somos salvos por medio de la fe, no es algo que nos ganamos o que podemos comprar,
es por gracia, es un regalo de Dios, no por obras para que nadie se gloríe.
Tome en cuenta, que la fe es el camino que nos lleva al Reino de Dios.
Juan 3:3
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Ahora, si no nacemos de nuevo, ni siquiera podremos ver el Reino. Y ¿Cómo puede
un hombre nacer siendo viejo? Esa fue la pregunta de Nicodemo y de todos los
hombres.
Juan 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te
digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino
de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del
Espíritu, espíritu es.
Ese nuevo nacimiento es a través del agua y del
Espíritu. Las aguas hacen referencia a las aguas del bautismo ¿Cómo lo sabemos?
Porque Jesús dijo en Marcos 16:16: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere,
será condenado”. El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:
Romanos
6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
Para nacer de nuevo, primero tenemos que morir.
Pero no necesitamos suicidarnos, lo que necesitamos en ingresar a las aguas del
bautismo. En el bautismo es sepultado el
nacido en la carne (de una madre terrenal) y se da a luz al nacido en el Espíritu (concebido por el
Espíritu). “Lo que es nacido de la carne, carne es y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”, dijo
Jesús.
1
Corintios 15:45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma
viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. 15:46 Mas lo espiritual no es
primero, sino lo animal; luego lo espiritual.15:47 El primer hombre es de la
tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.15:48 Cual
el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también
los celestiales.15:49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos
también la imagen del celestial.
La Biblia menciona dos hombres, el primero de ellos es Adán es el hombre terrenal
y representa a toda la humanidad. El segundo hombre es Cristo, es el hombre espiritual. Todos somos descendientes de Adán,
todos estamos en “Adán” o sea que
todos estamos en su familia o somos su familia y todos somos la
imagen del Adán pecador.
Para poder ser salvos tenemos que ser la
imagen de Cristo. Para ello tenemos que darle muerte al hombre que está
en Adán:
Hechos
2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre
de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo.
Al bautizarnos somos perdonados de todos
nuestros pecados y recibimos el Espíritu Santo en nuestro espíritu, o sea que
somos concebidos por el Espíritu Santo,
eso es lo que Jesús llamó nacer del
Espíritu. En ese momento recibimos la imagen de Jesús, ya que Dios nos ve en Jesús y aunque pequemos él nos ve
tan puros como Jesús porque hemos sido lavados en su sangre.
2
Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Al bautizarnos nacemos del agua y del Espíritu,
dejamos de estar en Adán para estar en Cristo. Somos nuevas criaturas en Cristo
Jesús, criaturas sin pasado y sin culpa
porque hemos sido justificados, hemos
sido lavados de todos nuestros pecados en
las aguas del bautismo (Hechos 22:16).
Esto nos
da paz, el segundo ingrediente importante que recibimos al encontrar el
Reino de Dios. Ya no tenemos que preocuparnos
por nuestra vida después de la muerte. Tenemos la seguridad de que un día
seremos resucitados para vivir eternamente.
Efesios
2:6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares
celestiales con Cristo Jesús.
En el bautismo somos sepultados con Cristo, pero también somos resucitados con Cristo y sentados en lugares celestiales junto a él. Esos lugares celestiales son lugares por encima de todo principado, autoridad, poder y
señorío, esto es sobre el diablo y sus demonios. Cuando estamos en Adán, somos
esclavos del diablo y él tiene autoridad sobre nosotros, pero cuando estamos en
Jesús las cosas se invierten, en esos lugares celestiales el diablo pasa a
estar bajo nuestros pies (Efesios 1:21).
Al creer y bautizarnos hemos sido librados de la potestad de las tinieblas, y trasladados
al reino del amado Hijo de Dios (Colosenses
1:13),
Mateo 6:31
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué
vestiremos? 6:32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro
Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
Una vez en el reino, no tenemos que preocuparnos
por nuestras necesidades pues el
Señor las suplirá. Eso nos libera del estrés y nos da paz y gozo, gozo en el Espíritu Santo.
VIVIR PARA CRISTO
2
Corintios 5:20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios
rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con
Dios.
Pero no se trata solamente de recibir, los que
estamos en Cristo tenemos nuestras responsabilidades dentro del Reino. El hecho
de que hemos sido salvos no significa que podemos acostarnos en un sillón a ver
tele durante todo el día sin importarnos los demás. Dios nos ha nombrado como
sus embajadores y nos ruega que
hagamos nuestro trabajo de reconciliar a los que aún están en Adán, en otras palabras
que edifiquemos:
1
Corintios 3:14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa. 3:15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien
él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
Todos tenemos que cooperar en la edificación de
la iglesia de Cristo. Cada persona que deje
el reino de las tinieblas y sea parte del reino de Dios es un ladrillo
dentro del edificio espiritual que es la iglesia. La búsqueda del Reino de Dios
nunca termina, el ingresar al Reino es solo el principio de esa búsqueda.
Ezequiel
3:18 Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le
hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva,
el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.
Que seamos pasados por fuego, habla de la
factura que Dios nos cobrará por nuestra
negligencia de no amonestar a los impíos.
Y si los negligentes están vivos en el momento del arrebato, es posible
que no sean tomados en cuenta.
2
Corintios 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí,
sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Debemos tener muy en claro, que Jesús no murió
únicamente para salvarnos de la condenación, sino para que vivamos para él, porque somos sus siervos. Como dice el
Padrenuestro: "Venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mateo 6:10).
Si somos añadidos al reino de Dios, es para hacer la voluntad del Padre, no para
seguir haciendo nuestra voluntad. Sin embargo, la mayoría de creyentes creen
que pueden seguir haciendo su voluntad.
En el capítulo
13 de Mateo, Jesús dijo que el reino de Dios era como un comerciante que
buscaba perlas finas, y cuando encontró la perla de gran precio, vendió todo
cuanto poseía para comprarla.
El reino
de Dios es esa perla de gran precio y nosotros somos los comerciantes. Esa
perla vale todo lo que poseemos,
nuestra casa, nuestra cuenta bancaria, nuestros autos, nuestros trabajos,
cualquier bien material que poseamos, así como nuestros estudios y nuestra
familia. Debemos renunciar a todo lo que poseemos y entregárselo al Señor, de igual manera debemos renunciar a nuestras vidas para vivir para Cristo.
Lucas 9:24
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su
vida por causa de mí, éste la salvará.
Jesús dijo que era necesario perder la vida a
fin de salvarla. Eso no significa que tenemos que suicidarnos, lo que significa
es que el modelo de vida que llevábamos en el reino de este mundo y que
consistía en vivir para nosotros mismos, tiene que quedar atrás.
Una vez que ingresamos al reino de Dios, nuestro modelo de vida debe cambiar. Ya
no viviremos para nosotros mismos sino para Cristo. El que quiera seguir
viviendo para sí mismo, quizás termine
perdiendo la vida eterna.
Desdichadamente la gran mayoría de personas que
están en Cristo Jesús, siguen viviendo
como si estuvieran en Adán. Siguen aferradas a sus trabajos, a sus estudios, a
sus viejas vidas. Creen que asistir una
vez a la semana al culto y dar una limosna, eso es vivir para Cristo.
Dolorosamente, la gran mayoría de personas que
están en Cristo, siguen gastando el dinero en cosas vanas, se olvidan que su dinero no es de ellos, que su dinero
es de Cristo y que deben administrarlo correctamente para que el Edificio que
se llama iglesia no se quede en ruinas. Deben entender que si viven para
Cristo, su dinero es de Cristo.
La televisión, el cine, los conciertos, los
paseos, los partidos de futbol les roban el tiempo que deben dedicar para testimoniar de Cristo. Se han olvidado que el
tiempo no es de ellos, que el tiempo es de Cristo y que ese tiempo es corto.
Efesios
5:31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer,
y los dos serán una sola carne. 5:32 Grande es este misterio; mas yo digo esto
respecto de Cristo y de la iglesia.
El apóstol Pablo comparó el reino de Dios con un
matrimonio. Cuando las personas se casan renuncian a sus vidas de solteros.
Cuando la mujer se casa, ya no puede irse de fiesta constantemente con sus
amigas como lo hacía cuando era soltera.
Cuando la mujer se casa ya no puede hacer lo que
le da la gana, tiene un esposo al que debe respetar y dedicarle todo el tiempo
posible. Sus padres y su familia pasan a ocupar un segundo lugar porque su
marido ocupa el primer lugar, su marido es su primer amor.
De igual manera, los creyentes somos la novia de Cristo. Al unirnos a
él, renunciamos a nuestras vidas y a todo lo que tenemos para compartirlo con
Cristo. Al unirnos a Cristo y ser una sola carne con él, todo lo que tenemos
pasa a ser de él. Si nos unimos a Cristo, le debemos dar todo a él, porque él
nos da todo lo que tiene. Nuestras familias y nuestras vidas pasan a ocupar un
segundo lugar, porque Cristo se convierte en nuestro primer amor, de no ser así, no hay unión verdadera.
Apocalipsis
2:4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. 2:5 Recuerda, por
tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si
no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres
arrepentido.
“Tengo
contra ti que has dejado el primer amor”, dice Jesús. “Arrepiéntete y haz las primeras obras, para no tener que quitar tu
candelero”.
Efesios
2:10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Esas obras que Dios preparó de antemano, no son
obras para salvación, son obras que hacemos
una vez que somos salvos. Esas obras consisten principalmente en hacer la voluntad de Dios que consiste en llevar la verdad del evangelio a todos los
hombres para que sean salvos (1
Timoteo 2:3-4).
Apocalipsis
3:16 Ojala fueses frío o caliente. Pero por cuanto eres tibio, te vomitaré de
mi boca
¿Cuáles son las cosas que vomitamos? Las que no
podemos digerir. Lo que se digiere no se vomita. Los vomitados por Jesús son
los que se niegan a ser digeridos por el Señor, los que no quieren "perderse"
en Jesucristo”.
En la digestión, lo que se come se desintegra.
Al ser digeridos por Cristo, dejamos de ser nosotros mismos. Por eso es que la
Biblia nos llama nuevas criaturas (2
Corintios 5:17) ¿Cómo es eso? Suponga que usted se come un bistec. Al ser
digerido, el bistec deja de ser bistec y se transforma en piel, músculo o hueso
de usted mismo. Igual sucede cuando
somos digeridos por Cristo, dejamos de ser nosotros y nos convertimos en parte
del cuerpo de Cristo.
Pero si usted no puede digerir el bistec porque
hay algo en el bistec que se lo impide, usted lo vomita y el bistec nunca será
parte de su cuerpo.
Eso es lo que pasa con las personas que Cristo
vomita. Nunca serán parte del cuerpo de
Cristo. Al unirnos a Cristo, nos perdemos en él. ¿Hemos perdido algo? Por
el contrario, hemos ganado. No solamente
tenemos una vida mejor aquí, sino que tenemos vida eterna. Esto es lo que
significa "el que pierde su vida en
mí la salvará, pero el que se quiere salvar de mí, la perderá".
Jesús es el amo que murió por nosotros para
rescatarnos de Satanás y del pecado. Los que le hemos entregado todo, nuestros
bienes, nuestro trabajo, nuestro tiempo, hemos notado que nuestra vida es mucho
más feliz que los más ricos de este mundo.
Desdichadamente, la gran mayoría de creyentes,
cuando vuelven del trabajo, piensan en mirar televisión, comer y dormir o irse
a la mejenga de futbol. No se les ocurre pensar en el reino de Dios, en invitar
a un vecino a su casa para hablarle del evangelio, o en llamar a algún amigo
enfermo para saber cómo está y orar con él. Se les olvida que ya no viven para
sí mismos sino que viven para servir al Señor.
Cuando llega la semana santa, se preparan para el viaje, para la diversión, no hay tiempo para meditar en la obra de
Cristo y aprovechar algo de esa semana para testimoniar de Cristo.
La mayoría de los creyentes tienen una actitud
opuesta a la de un siervo. Y si van al culto,
aprovechan para mandarle a Jesús una larga lista de pedidos de cosas que
quieren que les haga, como si el Señor fuera el siervo y el creyente el Señor.
Cuando oran dicen: "Señor, voy a salir, cuida mi casa para que no entren ladrones".
Si realmente la han entregado la casa al Señor, no tienen de que preocuparse,
Él la cuidará, no hace falta pedirle. Otros piden que el Señor les supla, pero no hacen las obras que Dios preparó de
antemano para ellos. Si hicieran esas obras, no tendrían de que preocuparse.
Cuando el Señor venga, serás llamado a cuentas.
Si no has producido fruto alguno, aunque salvo, serás pasado por fuego. No habrá campo para ti en el rapto.
Recuerda la parábola de las vírgenes
y entiende que los negligentes no serán tomados en cuenta.
¿Quién es el Señor y quiénes son los siervos?
¿Quién da las órdenes a quién? Los siervos no son los que dan órdenes al Señor,
sino los que preguntan: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?".
Póngale atención a las oraciones de los
creyentes y pregúntese quién está dando las órdenes a quién. Quieren que Dios
los satisfaga, pero ellos no están interesados en satisfacer a Dios.
Por otro lado, muchos creyentes creen que las
alabanzas sustituyen a las ofrendas. Creen que con sus alabanzas el pastor
puede sobrevivir y dedicarse al evangelio. “Dios te bendiga” le dicen al pastor, pero ni a palos se meten la
mano al bolsillo. Se les olvida que el dinero que tienen no es de ellos. Tienen
la desfachatez de pedirle al Señor que les cumpla sus deseos, cuando le están poniendo bozal al buey que trilla
(1 Timoteo 5:18).
En Romanos
12:1, Pablo dice que nuestro verdadero culto es ofrecer “nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios". Es decir, darnos nosotros mismos incondicionalmente
a Él para que haga lo que quiera de nosotros, eso es "perdernos
en Él".
Una vez que nosotros nos hemos rendido
totalmente a Jesús, y que Él está satisfecho con nosotros, no hay nada que le
satisfaga más que le traigamos nuevos discípulos que se rindan totalmente en su
presencia. Cuando llevamos a otros a sus pies, le estamos dando su plato favorito:
almas.
Lucas 17:10
Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado,
decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
¿Podemos decir que hemos hecho todo cuanto el
Señor nos ha mandado? De ser así, somos "Siervos inútiles", porque no hacemos más de lo que se nos
manda. ¿Pero realmente hacemos lo que se nos manda? Ni siquiera somos siervos inútiles.
Debemos entender, que nuestra recompensa no es
aquí, es en el más allá. Quiera Dios ayudarnos a hacer con alegría aquello que
hacen los siervos en su reino. Jesús dijo: "Después que yo haya comido y bebido, entonces comerás y beberás tú".
Ojalá llegue ese día para nosotros y que Jesús nos
diga: "Hiciste bien, siervo bueno y
fiel. En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. Ven a compartir
la felicidad de tu señor" (Mateo
25:21). ¿Pero, cuántos de los millones
de creyentes que estamos en Cristo viviremos esa experiencia?
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