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Casi todos hemos
oído hablar de la ley de Dios. Sin embargo son muy pocos los que han oído
hablar de la ley del pecado y de la muerte, y son menos los que han oído hablar
de la ley de vida en Cristo Jesús. Debido a ello, muchos siguen viviendo en
esclavitud y bajo condenación.
Romanos 7:22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de
Dios; 7:23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi
mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
En al anterior
pasaje de la Biblia, el apóstol Pablo se pone en tercera persona y en tiempo
presente para explicarnos lo que sucede con los creyentes que no están en Cristo Jesús.
Vemos claramente,
que ellos quieren someterse a la ley de
Dios pero se les hace imposible, porque hay una ley en sus miembros que se rebela contra la ley de sus mentes y
que les impide someterse a la ley de
Dios.
Observe
detenidamente para que note que en ese pasaje se mencionan tres leyes: la ley de Dios,
la ley en los miembros y la ley en la mente.
La ley de Dios es la ley de Moisés, más todas los mandamientos
que se encuentran en la Biblia.
La ley en sus miembros es la ley del pecado, la misma escritura lo
dice. Y la ley en sus mentes es la
ley de la conciencia. Es la que nos
dice que debemos obedecer a Dios, pero esa ley no tiene el poder para vencer a
la ley del pecado.
¿Qué es una ley? De acuerdo con el
diccionario una ley es “una norma dictada
por una autoridad superior para regular las relaciones humanas”.
Existen muchas
leyes dictadas por los hombres, pero también existe una ley dictada por Dios,
que es la ley de Dios.
Pero una ley es
también “un suceso sobrenatural que se da manera constante”, sin que el
hombre pueda hacer nada al respecto. Ejemplo de ello es la ley de la gravedad. Esta ley hace que “todas las cosas caigan al suelo” en el momento en que las soltamos
y no podemos hacer nada para evitarlo. Usted puede sostener un objeto de 5
kilos por un rato y vencer así la ley de la gravedad. Pero pasados unos minutos
su brazo se va a cansar y tendrás que dejar que el objeto caiga. La ley de la
gravedad siempre terminará venciendo.
LA LEY DEL PECADO
Así como hay una
ley de la gravedad, también hay otras leyes sobrenaturales, una de esas leyes es la ley del pecado. Esta ley tiene la
particularidad que opera directamente en el hombre, haciendo que el desobedezca
a Dios y a su conciencia.
Esta ley hace que el hombre peque de manera constante y sin esfuerzo alguno e incluso contra su voluntad. El hombre peca
por culpa de esa ley, es algo que no
puede evitar, como tampoco puede evitar que las cosas caigan al suelo cuando
las suelta por culpa de la ley de la gravedad.
No hay ningún
hombre que haya podido vencer la ley del pecado, excepto Jesucristo. Pero Él lo pudo hacer porque tenía el Espíritu
Santo morando dentro de sí.
Romanos 7:17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el
pecado que mora en mí.
En el momento que
Adán comió del fruto prohibido, un espíritu de pecado entro en
él. Por eso la escritura dice: “no
soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mi”. No debemos
confundir “pecado” con “pecados”. El pecado que mora en el
hombre es lo que lo hace cometer pecados. El pecado es una ley que se encuentra
dentro del hombre. Como es una ley, el hombre siempre peca.
Ahora, Dios dictó su ley, mediante la cual
tipificó los pecados y estableció que la
paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23. Debido a ello, a la ley
del pecado, también se le llama la ley
del pecado y de la muerte porque por culpa del pecado somos condenados a
muerte.
Romanos 7:7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera.
Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la
codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. 7:8 Mas el pecado, tomando ocasión
por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado
está muerto.
La ley de Dios no
es pecado, pero si la ley de Dios no dijera por ejemplo que “codiciar” es
pecado, entonces al codiciar no cometeríamos pecados, pero Dios estableció a través
de su Ley que codiciar es pecado y al codiciar pecamos e infringimos la ley de
Dios. Si no hubiera ley, no habría castigo por el pecado.
Romanos 5:13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero
donde no hay ley, no se inculpa de pecado.
Antes de la ley
había pecado, pero como no había ley, nadie era inculpado de pecado. Así sucede
con las leyes de los hombres. Por ejemplo, la ley de narcotráfico es reciente.
Hace unos años nadie era acusado de narcotráfico porque no existía esa ley.
ANALOGIA CON EL MATRIMONIO
Romanos 7:1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen
la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 7:2
Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive;
pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 7:3 Así que, si
en vida del marido se uniere a otro varón,
será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley,
de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. 7:4 Así también
vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo,
para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos
fruto para Dios.
EL apóstol Pablo
nos hace una analogía o comparación entre la ley y el matrimonio. Dice que de
acuerdo con la ley, la mujer está sujeta al marido mientras el marido esté
vivo. Si estando el marido vive, se
separa para unirse a otro es una adúltera. De acuerdo con la ley, la única
forma de que la mujer quede libre
del marido es que su marido muera.
Pues bien, para
Dios, al igual que la mujer casada, nosotros estamos sujetos a la ley de Dios y debemos cumplirla hasta que la
ley muera. Pero, como la ley de Dios es eterna,
no tendríamos ninguna esperanza de liberarnos de ella, excepto que seamos
nosotros los que muramos.
Para ilustrarlo,
suponga que usted comete un delito, entonces la policía viene y lo arresta para
que un juez le aplique todo el peso de la ley ¿Pero qué sucede si usted se
suicida antes de que lo arresten? Queda
libre de la ley porque ningún juez ha condenado jamás a un muerto. Así es
como Dios resolvió el asunto, haciendo que fuésemos nosotros los que muriéramos
para su ley:
MUERTOS EN CRISTO
Romanos 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no
sirvamos más al pecado. 6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del
pecado.
Para los efectos de
Dios, a través del bautismo somos
sepultados con Cristo En el bautismo le damos muerte al viejo hombre nacido de
Adán y la ley de Dios no puede condenarnos porque hemos muerto para la ley y el
que ha muerto para la ley ha sido justificado del pecado.
Aquel hombre que se
lamenta que no puede cumplir con la ley de Dios, porque hay una ley en sus
miembros que lo hace pecar ha dejado de existir.
Pero en el bautismo
no solamente se le da muerte al viejo hombre, sino que se le da vida a la nueva
criatura en Cristo Jesús:
2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura
es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
La palabra de Dios
enseña que Cristo es la cabeza del
cuerpo que es la iglesia (Colosenses
1:18). Cuando nos bautizamos somos
añadidos a la iglesia (Hechos 2:41)
que es el cuerpo de Cristo. Al estar en Cristo podemos sentirnos tranquilos, porque
no hay
ninguna condenación para el que está en Cristo Jesús.
Hasta aquí Dios ha
resuelto el problema de nuestra condenación. La preocupación ahora no es la
condenación, la preocupación es que no queremos seguir pecando. Lo cierto es
que tampoco debemos preocuparse por eso, porque Dios también resolvió ese
problema a través de la ley de vida.
LA LEY DE VIDA
Romanos Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha
librado de la ley del pecado y de la muerte. 8:3 Porque lo que era imposible
para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en
semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la
carne.
Lo primero que hizo
Dios fue acabar con la fábrica de pecados. Cristo condenó al pecado, lo dejó sin efecto, con ello anuló la ley del pecado y de la muerte,
porque era el pecado el que la producía.
Y puso una nueva
ley sobrenatural en lo que están en Cristo. Esa nueva ley es la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús. Como su nombre lo
dice, es exclusivamente para los que están en Cristo Jesús. Esa ley comienza a
operar en nosotros en el momento mismo que emergemos de las aguas del bautismo.
Así como hay una
ley para el que no está en Cristo que lo hace pecar de manera espontánea, hay
una ley para el que está en Cristo que hace que deje de pecar también de manera
espontánea y sin esfuerzo alguno.
Así como la ley del
pecado nos hacía pecar y nos condenaba a muerte, la ley de vida nos da vida
eterna y nos libra de pecar:
Ezequiel 36:25 Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis
limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. 36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón
de carne. 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en
mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
Cuando nos bautizamos,
somos limpiados de todas nuestras
inmundicias. Pero además Dios cambia
nuestro corazón y nuestro espíritu y pone
su espíritu dentro de nuestro espíritu, para que podamos servir a Dios.
No eres tú el que
deja de pecar, no eres tú el que puede vencer el pecado y la tentación, es obra
del Espíritu Santo que llega a morar en tu corazón. Así que si vas a gloriarte,
gloríate en el Señor.
La ley de vida no
está en nosotros para regularnos y decirnos cómo comportarnos, su función principal es liberarnos de la ley
del pecado y de la muerte y conformarnos
a la imagen de Cristo (Romanos 8:29)
para que podamos expresar a Dios y todo
lo que Él es en nuestra vida cotidiana.
Cuando no estábamos
en Cristo, no había manera de ser liberados
de la ley del pecado, en cuanto más nos esforzábamos por no pecar, más activa
se volvía la ley del pecado. Pero ahora que estamos en Cristo, la ley de vida
nos libera de pecar. Cada día pecamos menos, es un proceso maravilloso que el
Espíritu Santo lleva a cabo en nosotros.
Una función de la
ley de vida es dar fin a las cosas negativas
y la otra función es conformarnos a la imagen de Cristo, quien es la imagen del
Dios invisible (Colosenses 1:15).
La ley de vida
espontáneamente trabaja en nosotros, impartiendo los elementos de Cristo. Esta
operación nos transformará a su imagen y así el deseo de Dios se cumple por la ley de vida.
Esta ley produce en
nosotros todo lo que Dios desea. Dios no es solamente nuestro Dios, sino
también nuestro Padre. El desea ser nuestro Dios según la ley de vida.
Por otra parte,
nosotros no somos solamente criaturas de Dios, sino también Sus hijos. Por lo tanto, El desea que
seamos Su pueblo, conforme a la ley de vida. El no sólo desea ser nuestro Dios
según la ley externa de la letra, sino también nuestro Padre, conforme a la ley
de vida en nuestro interior.
La observancia de
la ley externa de la letra no puede satisfacer el deseo de Dios. Podemos agradarlo solamente si vivimos de
acuerdo con la ley de vida en nuestro interior. El no sólo desea que seamos
Sus criaturas, carentes de Su vida, sino que también seamos Sus hijos, aquellos
que poseen Su vida. Así que, Dios quiere que seamos Su pueblo, conforme a la
ley de vida, o sea, que vivamos conforme a la ley de vida en nuestro interior y
no según la ley externa de la letra.
La relación que
exista entre Dios y nosotros debe ser una relación en la ley de vida. La letra
de la ley sólo trae la muerte, pero la ley de vida trae la vida, y solamente
ésta puede satisfacer el deseo divino.
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