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La Biblia dice en Santiago 4:7: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”.
La mayoría de creyentes creen que resistir al diablo es “evitar caer en el pecado o en las tentaciones”. Entonces argumentan
que debemos evitar ir a los bares, a los
salones de baile o a los lugares en que se den las tentaciones. Si bien es
cierto que deberíamos evitar los lugares en que podemos ser tentados, no con
ello resistimos al diablo. “Resistir”
no significa “evitar caer”, sino que
significa “oponerse o hacerle frente”.
¿Cómo lo hacemos? La misma escritura nos da la respuesta: “Sometiéndonos a Dios”,
porque al someternos a Dios, resistimos al diablo.
LA MENTE
Casi todas las tentaciones de Satanás se presentan por medio de la mente. Satanás siembra
un pensamiento en nuestra mente. Una vez que aceptemos ese
pensamiento, ya habremos caído en su trampa.
2 Corintios 10:4 porque las armas de nuestra milicia no
son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 10:5
derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de
Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,
La “altivez” es el “orgullo y la
vanidad del hombre”. Satanás usa toda
altivez para hacer caer al creyente. ¿Cómo crees que se han originado todas las
religiones del mundo? ¿De dónde han salido tantas doctrinas que contradicen la
palabra de Dios? De la altivez humana. Por ejemplo, Satanás le habló a la mente
de un “hombre de Dios” para decirle
que el bautismo no era necesario para la salvación, que solamente necesitamos
creer para ser salvos. Ese hombre se infló en su vanidad, creyó que era Dios
quien le hablaba, su vanidad lo cegó y convirtió ese pensamiento en una doctrina casi universal.
¿Qué tenía que hacer ese hombre? Someterse
a Dios y a su palabra que dice que para ser salvos debemos “creer y bautizarnos” (Marcos 16:16, Hechos 2:38, Hechos 22:16),
derribando ese argumento y llevando ese pensamiento cautivo a la obediencia de
Cristo.
Al someterse a Dios,
resistía al diablo, pero no, su vanidad lo derrotó y desdichadamente continúa
derrotando a millones de creyentes que creyeron en esa mentira del diablo.
No es agarrándonos con
el diablo que lo vencemos, no es evitando leer falsas doctrinas que lo
vencemos. La manera de hacerlo es sometiéndonos
a Dios y a su palabra.
Pero no solamente eso
sucede en cuanto a la doctrina. Satanás siembra pensamientos de discordia, pensamientos
de celos y todo tipo de pensamientos
malignos en nuestra mente, que no son
una realidad, solo están en nuestra mente.
Hay personas a las que
les sale una espinilla e inmediatamente Satanás siembra en su mente el
pensamiento de que esa espinilla es un principio de cáncer de piel. Esas personas aceptan ese
pensamiento y de hecho terminan enfermas.
Otras no pueden ver el programa
del Dr. Oz porque Satanás usa ese
programa para confundir sus mentes y hacerles ver que por todo lo que las rodea
las contamina y las enferma ¿Qué tienen que hacer estas personas? ¿Dejar de ver
al Dr Oz? No, lo que tienen que hacer es derribar esos argumentos con la
palabra de Dios y recordarle a Satanás que “Jesús fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados;
que el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados” (Isaías 53:5).
Esa es la manera de someternos
al Padre y de resistir al diablo en semejantes circunstancias.
Los argumentos a que se
refiere 2 Corintios 10 se traducen
como “imaginaciones”, porque no son reales, son las mentiras de Satanás, las cuales
se convierten en fortalezas mentales e impiden que la mente se someta a Cristo.
Cuando el diablo nos inyecta un pensamiento y lo aceptamos, permitimos
que él opere en nosotros.
Si rechazamos dicho pensamiento con la palabra de Dios, deshacemos su obra.
Alguien dijo que “no
podemos evitar que los pájaros vuelen sobre nuestra
cabeza, pero sí podemos impedir que aniden en ella”.
Esto es una realidad para los pensamientos que Satanás pone en nuestra mente.
Los pensamientos llegan, pero no tenemos por qué anidarlos si estamos firmes en
doctrina de Cristo.
LA CONCIENCIA
Apocalipsis 12:10 Entonces oí una gran
voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino
de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el
acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y
noche.
Satanás no solamente nos
acusa ante el Padre, sino que nos acusa en
nuestra conciencia. Tan pronto como una persona está en Cristo, empieza a discernir el pecado porque el Espíritu Santo inquieta su
conciencia.
Cuando estamos en Cristo
podemos ver pornografía sin ningún pudor y sin ninguna culpa, pero una vez que
estamos en Cristo, las cosas no suceden igual. Desde el mismo momento en que
queremos ver pornografía hay algo dentro de nosotros que dice que no debemos
hacerlo. Es como la luz amarilla de un
semáforo que nos advierte de no cruzar la línea que nos separa del pecado. Satanás se aprovecha de la conciencia, falsifica la obra del Espíritu
Santo, y nos acusa constantemente.
Romanos 7:22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de
Dios; 7:23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi
mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
7:24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
Aquí vemos a una persona
que está en Cristo y que está siendo acusada por el diablo en su conciencia. El
hombre quiere hacer el bien pero falla y comete pecados, entonces el diablo lo
acusa en conciencia haciéndolo sentirse miserable. ¿Qué le dice Dios a este
hombre?
Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Dios le dice, “no hay ninguna condenación para los que
están en Cristo, así que deja de
andar en la carne y anda conforme al Espíritu”, eso significa “quitar
los ojos de él mismo y ponerlos en Cristo Jesús”:
Hebreos 2:1 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro
tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos
asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 12:2
puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo
puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios.
Debemos despojarnos de
todo peso del pecado, porque eso es un asunto resuelto por Cristo en la cruz. Debemos dejar de vernos a nosotros mismos y
comenzar a ver a Jesús en nosotros, el autor y consumador de la fe, que sufrió la cruz por nosotros.
Jesús ahora está sentado a la diestra del Padre, no acusándonos sino intercediendo por
nosotros y justificándonos con su sangre preciosa (Romanos 8:34).
Cuando Satanás te acuse
de pecado, solamente debes decirle “largo
Satanás, no ves que estoy en Cristo y en Cristo no hay ninguna condenación”.
Muchos hijos de Dios podrían haber sido de gran utilidad en las manos de Dios, pero no lo son debido a que han sido debilitadas por Satanás
en sus conciencias. Satanás les hace sentir que han pecado en alguna
área de sus vidas. Por ello,
no se
sienten dignos de servir a Dios. Como resultado, quedan
incapacitados espiritualmente por el resto
de sus vidas.
¿COMO RECONOCER LA VOZ DE QUE NOS HABLA EN LA CONCIENCIA?
Muy fácil, el Espíritu Santo nunca nos acusa, no
puede acusarnos porque Jesús pagó por nuestros pecados y prometió no acordarse
nunca más de ellos (Hebreos 10:17).
Las acusaciones siempre vienen de Satanás.
Lo que el Espíritu Santo hace es advertirnos acerca del peligro que nos acecha. El Espíritu Santo actúa antes
de que pequemos y Satanás lo
hace después.
Esa advertencia del Espíritu
Santo nos lleva a ponernos en las manos del Señor, mientras que la acusación de Satanás nos hace perder
la fe.
Desdichadamente, muchos
pastores evangélicos viven aumentado la carga de la conciencia de quienes están bajo la acusación de Satanás.
He asistido a cultos en donde el pastor ha dedicado dos horas para hablar que
el pecado condena y para señalar las muchas
faltas de los creyentes, en lugar de explicar que ya no hay condenación por el
pecado, para los que están en Cristo Jesús.
Si
bien es cierto, debemos exhortar a alguien de nuestra comunidad cristiana que
esté “practicando el pecado”, más
cierto es que la obra de santidad es una
obra del Espíritu Santo, no es la obra de los pastores.
Si usted quiere ayudar a un hermano, dele una palabra de
aliento. No saque a colación sus faltas, porque sólo logrará desanimarlo. No debemos apagar el pabilo que humea, sino que debemos volverlo
a encender. Nunca pongamos la conciencia de los demás bajo condenación.
Hebreos 10:22
acerquémonos con corazón sincero, en
plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y
lavados los cuerpos con agua pura.
La
palabra de Dios dice que purifiquemos nuestros corazones de la conciencia que
nos acusa, a través de la fe. El principio de toda persona que está en
Cristo, es que jamás debe sentirse
culpable, su conciencia debe estar libre de toda condenación. La meta de Satanás
es desviarnos de ese principio, acusándonos constantemente.
Romanos 5:20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas
cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 5:21 para que así como el
pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida
eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.
Cuando abundó el pecado,
sobreabundó la gracia, para que reine la justicia mediante Jesucristo. Esto
implica que entre mayor acusación, mayor
liberación de esa acusación.
Cuanto más Satanás trate de hacernos sentir culpables, más debemos
recordarle que la sangre de Jesucristo nos
limpia de todo pecado (1 Juan 1:7)
y que no hay pecado por más grande que sea, que no lo cubra la gracia de Dios.
Apocalipsis 12:11 Y
ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del
testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
¿Cómo vencer a Satanás? No
es esforzándonos por no pecar o evitando ir aquí o allá, sino rechazando sus acusaciones, haciéndole
ver que hemos
sido perdonados de todos los pecados pasados, presentes y futuros por la sangre del Cordero y
que ya no hay condenación.
Podemos declarar: “Satanás, reconozco que he pecado. Pero el Señor Jesús pagó mi pecado con su sangre”.
Jamás debiéramos de ser tan presumidos como para pensar que tenemos suficiente voluntad para evitar
pecar. Los que confían en su
voluntad para vencer al diablo son necios. Tenemos que darnos cuenta de que la sangre del Cordero
ya ha cumplido con todas las demandas
de Dios y ha prevalecido sobre todas las acusaciones de Satanás.
En
segundo lugar, vencemos por la palabra de nuestro testimonio,
no solamente creyendo, sino confesando
con nuestra boca, que Jesús es el Señor (Romanos 10:9). Debemos hacer esto siempre, sin importar las
circunstancias, sin temor y sin vergüenza, y el diablo huirá de nosotros.
Tercero, debemos despreciar nuestra vida hasta la muerte. Lo que
esto significa es que debemos “vivir
para Cristo” porque esa es la razón por la cual él murió por nosotros (2 Corintios 5:15).
Hay creyentes que están
dedicados a vivir su propia vida y de esa manera se ponen en manos del enemigo.
Cuando tus propósitos ocupen un segundo
lugar, para que los propósitos de
Cristo ocupen el primer lugar, en ese momento estás despreciando tu vida y Satanás está vencido.
Juan 8:32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
La verdad es que fuimos
lavados por la sangre de Jesús y que
ya no hay ninguna condenación sobre nosotros. Una vez que conocemos esa verdad, somos liberados del ataque
satánico.
El poder de Satanás reside en sus mentiras; una vez que éstas fracasan, su poder se desvanece.
No podemos evitar que Satanás nos tiente,
ni que nos acuse, sin embargo, sí podemos
impedir que anide esos pensamientos en nuestra mente. Si desechamos esos pensamientos que Satanás
introduce en nuestra
mente, estos cesarán de inmediato.
Filipenses 4:8 Todo lo que es verdadero, todo lo honorable,
todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable,
todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza,
a esto estad atentos.
Dependiendo en lo que
ocupemos nuestra mente, de eso depende que le sea fácil o no a Satanás inyectar sus pensamientos en nuestra mente.
Hace poco me escribió una persona preguntándome si era malo o era pecado
ver películas de terror. Le respondí que no era ningún pecado ver esas
películas, pero por causa de ellas, Satanás
podría sembrar pensamientos de temor en su mente.
Santiago 4:7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de
vosotros
Volvemos al principio.
Resistid al diablo y el diablo huirá de nosotros. Tenemos que
creer que cuando resistimos al diablo, él huirá
de nosotros. Si no lo creemos de corazón, la acusación continuará ¿Qué palabras
hemos de creer? Que “hemos sido lavados de todos nuestros
pecados por la sangre preciosa de Jesús”, y que “no hay ninguna condenación para los que
estamos en Cristo Jesús”. Si creemos eso, el diablo no tiene base alguna
para quedarse y acusarnos.
EL CUERPO
El diablo no ataca
solamente nuestra mente, sino que también ataca nuestro cuerpo a través de
muchas enfermedades.
Marcos 9:25 Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al
espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y
no entres más en él. 9:26 Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con
violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está
muerto.
En este pasaje vemos el caso de un niño sordomudo. A los ojos del mundo, la sordera y la mudez de
ese niño eran enfermedades normales. Pero el Señor Jesús reprendió
al espíritu inmundo
que las causaba, diciendo: “Espíritu mudo y sordo, Yo te mando, sal de él, y
no entres más en él”.
Si
bien es cierto, muchas enfermedades son dolencias naturales,
hay muchas enfermedades
que en realidad
son ataques del diablo. Veamos
el caso de Job. Todos sus males,
incluidas sus llagas fueron ocasionadas por el diablo. Esas no podían ser sanadas por
la
medicina, pues no era una enfermedad
natural, sino que eran ocasionadas por el diablo.
Si uno no
resiste al demonio que causa este tipo de
enfermedades, no habrá manera alguna de sanar. En tal caso, necesitamos pedirle
al Señor que reprenda la enfermedad, y ésta se irá.
Satanás no desea que descubramos que esa enfermedad es causada por él,
ya que si lo descubrimos y lo reprendemos, la enfermedad
se desvanecerá.
Cuando los cristianos se enferman, deben preguntarse: ¿Existe
alguna causa natural
para esta enfermedad? De hecho, antes de ir a un médico, primero deberíamos reprender a la
enfermedad, no perdemos nada con ello.
Juan 10:10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Satanás no solo nos
enferma, sino que nos roba, nos destruye y hasta nos mata. Las personas mueren en accidentes o por
enfermedades repentinas y sus parientes acusan a Dios. Ellos dicen “era la voluntad de Dios”. ¿Cómo pueden
decir eso? La voluntad de Dios es que
tengamos vida y vida en abundancia, eso significa larga vida y calidad de
vida.
Toda idea de suicidio, todo deseo de fallecer
o de morir prematuramente es una tentación
de Satanás. Muchas cosas en nuestro entorno son el resultado de la obra directa de Satanás
quien provoca enfermedades y hasta accidentes.
2 Corintios 12:7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me
exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de
Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; 12:8 respecto a lo cual tres veces he rogado
al Señor, que lo quite de mí. 12:9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi
poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más
bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
En este pasaje podemos
ver que es obvio que el aguijón de Pablo era obra de Satanás.
Pablo dijo: “Me fue dado un aguijón en mi carne,
un mensajero de Satanás,
para que me abofetee”. Dios lo permitió para
que Pablo no se exaltare desmedidamente y para que su poder se pudiera
perfeccionar en Pablo.
EL MEDIO AMBIENTE
Mateo 8:24 Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande
que las olas cubrían la barca; pero él dormía. 8:25 Y vinieron sus discípulos y
le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!8:26 El les dijo:
¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los
vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.
Satanás también puede
manipular el medio ambiente y el clima. En este pasaje vemos que provocó una
tormenta. Si el Señor Jesús reprendió los vientos y el mar, era porque Satanás estaba provocando la tormenta. Satanás no sólo ataca nuestro cuerpo, nuestra
conciencia y nuestra
mente, sino también nos ataca mediante
nuestro medio ambiente y a través de nuestros semejantes. Hay personas que levantan una campaña
de difamación contra nosotros sin causa alguna.
Nos molestamos con esas personas, pero no es con ellas el problema,
ellas solamente están siendo usadas por el diablo. Lo que tenemos que hacer es reprender al demonio que las está
manipulando.
1 Pedro 5:8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo,
como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; 5:9 al cual
resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van
cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
Tenemos que velar, estar
preparados para los ataques del maligno. Tenemos que resistirlo, no a través de nuestro comportamiento ni a través de
nuestro propio esfuerzo, sino a través
de la fe en Cristo Jesús.
A Satanás lo resistimos cuando nos sometemos a Dios, y nos sometemos a
Dios cuando le creemos, y obedecemos
su palabra.
Un ejemplo lo vemos en
Génesis, cuando Dios advirtió a Adán y a Eva, que no comieran del árbol prohibido para que no murieran. Esa es la
manera en que El Espíritu Santo usa nuestra conciencia, advirtiéndonos.
Pero luego vino el
diablo disfrazado de serpiente y le habló
a Eva, diciéndole que era mentira que morirían, sino que serían iguales
a Dios (Génesis 3:5). Eva creyó en
las mentiras del diablo y cayó en la trampa e hizo caer a su marido. Si ellos
se hubieran sometido a Dios y
hubieran obedecido su palabra, esto
no habría sucedido. Y no obedecieron la palabra de Dios porque no la creyeron.
LA ARMADURA
Efesios 6:10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en
el poder de su fuerza. 6:11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que
podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 6:12 Porque no tenemos
lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra
los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes. 6:13 Por tanto, tomad toda la armadura de
Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar
firmes.
La palabra de Dios nos
invita a fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza, que es lo mismo
que someterse a Dios a través de la fe.
En otras palabras, significa confiar en
Dios y en su palabra, o sea cobijarse en él.
No tenemos lucha contra
sangre y carne sino contra principados, potestades, gobernadores de las
tinieblas, huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales. No
podemos resistirlos a través de nuestra voluntad ni por nuestro propio esfuerzo
sino a través de Dios. Para ello Dios
nos ha dado su armadura:
Efesios 6:13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis
resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
La primera pieza de esa
armadura es la verdad (Efesios 6:14). La verdad es la palabra
de Dios escrita, no es la palabra del hombre. La verdad es que estamos en Cristo y que no hay condenación
alguna para nosotros. Mientras estés firme en esta verdad, Satanás no puede acusarte.
Lo segunda pieza de la
armadura es la justicia (Efesios 6:14), no la justicia humana (a
través de nuestro comportamiento), sino la
justicia que es por fe (Romanos 1:17),
aquella mediante la cual somos justificados
gratuitamente por la gracia de Dios, mediante la redención que es en Cristo Jesús
(Romanos 3:24).
La tercera pieza de la
armadura es el evangelio de la paz (Efesios 6:15). Debemos caminar con los
zapatos del evangelio dando testimonio de nuestra salvación a todo lugar al que
vayamos. Si te avergüenzas del evangelio, si niegas tu posición en Cristo, el
diablo te hará daño.
La otra pieza es el escudo de la fe (Efesios 6:16), debes protegerte con la fe en Cristo para que puedas
apagar los dardos de duda e incredulidad que vienen de Satanás.
Las piezas siguientes
son el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu (Efesios 6:17). El yelmo sirve para proteger
la cabeza. Satanás te atacará con diferentes doctrinas diciéndote que vas a
perder la salvación, pero tú debes resistirlo y mantenerte firme en que tu
salvación no depende de ti, sino de Cristo y que tú estás en él y por lo tanto
eres salvo y esa salvación es eterna.
La espada es la única arma ofensiva y esa espada es la palabra de Dios
con la cual puedes contra atacar las mentiras y las tentaciones del diablo. El
diablo usa versículos aislados de la palabra de Dios como lo hizo cuando tentó
a Jesús (Capítulo 4 de Lucas). Él le
dijo a Jesús: “escrito está” y le
recitaba un versículo, pero Jesús le contestó “También está escrito” y le mencionaba otros versículos. Si tú no
lees la palabra de Dios, Satanás te atacará con falsas doctrinas que se
sustentan en versículos aislados y no podrás resistirlo.
Por último, debes orar en todo tiempo (Efesios 6:18), por todos los santos
(los que están en Cristo) para que puedan resistir los embates del diablo y al
igual que el apóstol Pablo cumplan con su responsabilidad de embajadores del
reino de Dios (Efesios 6:19).
Podemos concluir
entonces que el diablo nos va a atacar, y que debemos resistirlo. No es
evitando esto o aquello o absteniéndose de esto o de aquello, que lo podemos
resistir, es enfrentándolo con la palabra de Dios.
Espero que comprendas
esta verdad.
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