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Se acerca la semana santa y el catolicismo
romano invita a las personas a confesarse para el perdón de sus pecados. Es lo
que llaman el sacramento de la confesión ¿Pueden los sacerdotes católicos
perdonar pecados? ¿Debemos confesar los pecados ante un sacerdote? ¿Qué dice la
Biblia?
De acuerdo con la palabra de Dios, tenemos que
decir que la persona que acude ante un sacerdote católico para confesar sus
pecados y conseguir el perdón, lo que logra
es todo lo contrario.
El concilio católico de Trento declara: “Ellos (los sacerdotes) perdonan los
pecados, no sólo como embajadores de Jesucristo, sino como los jueces, y por
vía de jurisdicción.”
Más adelante dice: “Todo aquel que afirma que la absolución sacramental del sacerdote no es
un acto judicial, sino un ministerio para pronunciar y declarar que los pecados
de la parte confesada son perdonados, sea anatema.”
El Vaticano no solamente instituye el “perdón de
pecados” en manos de los sacerdotes
católicos, sino que declara que es un anatema
(maldito) todo aquel que se oponga a esa práctica. No es de extrañar estas
amenazas de parte del Vaticano. En el pasado no solamente declaraban anatema a
todo aquel que se oponía a sus doctrinas anti-bíblicas, sino que los quemaban
en la hoguera. El Vaticano fundamenta la práctica del perdón de los pecados en
el siguiente versículo de la Biblia:
Juan 20:23
A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los
retuviereis, les son retenidos.
Si Jesús quiso decir esto de manera literal, entonces ¿por qué no hay un solo ejemplo en el libro de los Hechos o en cualquiera de
las epístolas, que se muestre a un
apóstol confesando y perdonando los
pecados de otros?
Y antes de continuar debo aclarar que los
apóstoles no eran sacerdotes. Y los sacerdotes católicos no son apóstoles, ni siquiera los Papas católicos lo son,
solamente hubo 12 apóstoles y esos fueron los apóstoles de Jesús, pero de eso
hablaremos en otro momento.
Lo cierto es que Dios estableció el sacerdocio para el pueblo judío cuando le dio
la Ley. Y sabedor de que los judíos no cumplirían la ley, Dios ordenó a Moisés
que construyera un tabernáculo, el cual estaba formado por dos partes: el lugar santo y el lugar santísimo. “Y así
dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entraban los
sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto, pero en la segunda
parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por
sí mismo y por los pecados del pueblo”
(Hebreos 9:6-7).
El punto es que
las personas no confesaban sus pecados ante los sacerdotes sino a
Dios, el sumo sacerdote lo que hacía era presentar sacrificios de animales como
ofrenda ante Dios para ese perdón.
Y los sacerdotes tenían que ser exclusivamente
de la tribu de Leví, los miembros de
ninguna de las otras tribus de Israel podían ser sacerdotes. Ese sacerdocio levítico o de Aarón llegó a su
fin con Jesús.
“Si los
pecados se hubiesen perdonado para siempre, por el sacerdocio levítico ¿qué
necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de
Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón (o de Leví)? Porque cambiado el sacerdocio, necesario
es que haya también cambio de ley” (Hebreos
7:11-12).
Como el sacerdocio levítico no perdonaba los
pecados para siempre, Dios dejó sin efecto el sacerdocio levítico y lo cambió
por un nuevo sacerdocio: el sacerdocio
de Melquisedec. Lo particular de este sacerdocio es que el único que puede ejercerlo
es Cristo Jesús.
“Porque
tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los
pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día,
como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios
pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque
la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del
juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre” (Hebreos 7:26-28)
Con Jesús, el sacerdocio levítico llegó a su
fin. El único sacerdote e intermediario entre Dios y los hombres es
Cristo Jesús (1 Timoteo 2:5).
¿A qué orden pertenecen los sacerdotes
católicos? ¿A la orden de Leví? No, porque no son levitas y además el
sacerdocio levítico llegó a su fin ¿Al sacerdocio de Melquisedec? No porque ese
sacerdocio solamente lo puede ejercer nuestro Señor Jesús.
El sacerdocio
católico no tiene base bíblica. La Biblia
dice en Apocalipsis
1:6 que “Jesús nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre”. Este
versículo está hablando de un suceso
futuro y es en general para todos los que están en Cristo
Jesús y no para los miembros del Vaticano:
Apocalipsis
20:6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la
segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios
y de Cristo, y reinarán con él mil años.
Aquí está la aclaración; el sacerdocio de los creyentes es en el milenio. Ese sacerdocio y ese
reinado lo ejerceremos con Cristo en el Milenio.
Nadie puede afirmar que es sacerdote en la era
de la gracia, eso es una apostasía
porque el único sacerdote es Cristo Jesús
y solamente él y su el Padre celestial pueden perdonar pecados.
Los sacerdotes católicos no pueden confesar pecados ni mucho menos perdonarlos. Tampoco lo
podían hacer los sacerdotes levíticos del antiguo testamento. Esto fue
entendido claramente por los fariseos en su respuesta “¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Marcos 2:7) después de oír decir a Jesús al paralítico “tus pecados te son perdonados” (Marcos 2:5). Jesús sí podía perdonar pecados porque era el hijo de
Dios (Mateo 9: 6).
Qué trágico que el Vaticano haya ido tan lejos
como para creer que sus sacerdotes tienen la autoridad para perdonar pecados y
dar una falsa esperanza a los que están sin Cristo.
Volvamos a
Juan 20:23, allí dice que “a quienes los apóstoles les remitieran los
pecados, les serían remitidos; y a quienes se los retuviereis, les serían
retenidos”.
Esto lo podemos entender en la conversión de
Pablo. Una vez que Pablo creyó, Ananías le dijo: “Ahora, pues, ¿por qué te
detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”
(Hechos 22:16).
Si Pablo se bautizaba, sus pecados le serían
remitidos, pero si no se bautizaba, le serían retenidos. Los que rechazan a
Cristo y no se bautizan para ser sepultados y resucitar con él para andar en
nueva vida (Romanos 6:3-5) no
obtendrán el perdón de pecados, los que lo hagan obtendrán un perdón
de pecados eterno.
Respecto al perdón, los cristianos deben
predicar el evangelio para que otros puedan tener el perdón de Dios y también
advertir a los que lo rechazan que permanecen bajo Su justo juicio. Eso es lo
que quiso decirle Jesús a sus apóstoles.
Lucas
24:46 y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 24:47 y que se predicase
en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén. 24:48 Y vosotros sois testigos de estas cosas.
¿Entendió eso? El perdón de los pecados es proclamado como el resultado de haber recibido el evangelio, no por ir
a confesar los pecados donde un cura, porque el cura no tiene ningún poder para
perdonar los pecados.
Hebreos 10:17
añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 10:18 Pues
donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
En el nuevo pacto Dios prometió nunca más
acordarse de los pecados de los que
están en Cristo Jesús, porque Jesús pagó
por todos ellos.
Antes de ingresar a las aguas del bautismo, el
creyente confiesa que Jesús es el Señor que dio su sangre para el perdón de
todos sus pecados.
En el momento que sale de las aguas del
bautismo, sale lavado de todos sus pecados, porque esa es la promesa de Dios (Hechos 2:38). En ese instante, el
perdón otorgado por Cristo en la cruz se hace realidad y ese perdón es para siempre, Dios no se acordará nunca de esos
pecados y “nunca” significa “por toda la eternidad”.
Dios no puede acordarse de los pecados porque 1) Jesús
pagó por todos ellos, 2) y
porque el acta que los contiene fue anulada en la cruz (Colosenses 2:12).
Hebreos
9:12 no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre,
entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna
redención.
Note usted que la redención obtenida por Jesús
no es provisional, es una redención
eterna. Una vez que nos bautizamos, no tenemos que pedir perdón por
nuestros pecados porque éstos fueron perdonados para siempre.
En una ocasión un pastor me dijo que en el bautismo se perdonan
los pecados pasados pero no los futuros. Entonces yo le pregunte “¿Dónde estaba usted cuando Cristo murió”
- Me contestó que no había nacido. Le dije: “entonces que Jesús no perdonó sus pecados pasados sino sus pecados
futuros, los que habría de cometer” - esa es la verdad.
EL PELIGRO
DE LA CONFESIÓN
Ya vimos que en Hebreos 10:17 Jesús dijo que Dios
nunca se acordaría de nuestros pecados.
Más adelante dice:
Hebreos
10:19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo
por la sangre de Jesucristo, 10:20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió
a través del velo, esto es, de su carne, 10:21 y teniendo un gran sacerdote
sobre la casa de Dios, 10:22 acerquémonos con corazón sincero, en plena
certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los
cuerpos con agua pura.
Lo que aquí dice es que ya no necesitamos ningún
sacerdote, que podemos entrar
directamente al lugar Santísimo en donde se encuentra el Padre, porque Jesús nos abrió ese camino con su sangre.
Y el Espíritu Santo nos invita a acercarnos al
Padre, con corazón sincero, con una fe segura, con una conciencia libre de acusaciones y con un cuerpo lavado en las aguas del bautismo.
Hebreos
10:23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza,
porque fiel es el que prometió.
Seguidamente nos dice que nos mantengamos firmes
como un ancla en la esperanza de ese perdón, porque fiel es el que prometió.
Hebreos 10:26
Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento
de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 10:27 sino una
horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los
adversarios.
Y lo que sigue es una advertencia del que peca voluntariamente después de conocer esa
verdad. Aquí no está hablando de cualquier pecado, porque ya vimos que Dios
prometió no acordarse de nuestros pecados, está hablando es del pecado de negar ese perdón eterno,
lo que se aclara en los versículos siguientes:
Hebreos
10:28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres
testigos muere irremisiblemente. 10:29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que
merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del
pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
10:30 Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el
Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo.
Aquí se nos dice que el que viola la ley de
Moisés debe morir. Y que mayor es el castigo al que pisotee al hijo de Dios y tenga por inmunda la sangre en la cual
fue santificado ¿Cuándo sucede eso? Cuando creemos que la bendita sangre de
Jesús no cubrió alguno de nuestros
pecados, que no fuimos santificados totalmente. Al hacer esto, tenemos por
inmunda la sangre de Jesús y blasfemamos contra el Espíritu Santo, cometiendo
el único pecado imperdonable (Mateo
12:31).
Eso sucede cuando creemos que algún pecado no
fue perdonado. Debemos tener en claro que no hay pecado, por más grande que
sea, que la sangre de Jesús no lo haya cubierto.
Otra
manera
de cometer el pecado imperdonable es
cuando una persona acude ante un cura para que le perdone los pecados.
En lugar de que los pecados le sean perdonados,
saldrá condenado eternamente por tener por inmunda la sangre de Cristo.
Ahora, como lo haces involuntariamente, lo haces por ignorancia, Dios te perdona, pero
ahora que lo sabes ya no te perdonará, porque lo harías voluntariamente.
Por eso, al inicio del tema dijimos que cuando
una persona acude ante un sacerdote católico para que le perdone los pecados,
lo que obtiene es todo lo contrario.
Esto es así, porque el sacerdote puede perdonarte, pero ese perdón no tiene ninguna validez;
en cambio Dios no te perdona esa ofensa.
Ese sacramento es un mandamiento del Vaticano que no tiene nada de sacramento.
¿Yo le creo a Dios? ¿Usted a quién le cree?
Para terminar, quiero hacer mías las palabras de
Pablo: “Pues, ¿busco ahora el favor de
los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía
agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).
Yo me debo a Cristo, no me debo al Vaticano ni a
ninguna religión, mi obligación como siervo de Cristo es decir la verdad, no mi
verdad, sino la verdad de Dios que se encuentra plasmada en las Santas Escrituras,
y eso es lo que he hecho, y eso es lo que debes hacer tú.
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