miércoles, 18 de abril de 2018

EL PODER DE LA IGLESIA PRIMITIVA



EL PODER DE LA IGLESIA PRIMITIVA
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La iglesia primitiva era una iglesia llena de prodigios y milagros, todos hablaban en lenguas. Dios se manifestaba en ella,  su amor y su poder llenaban a cada cristiano. Hoy leemos de ella y anhelamos tener lo que aquellos fieles tenían, pero no es así ¿Por qué? ¿Cuál es el secreto?

Algunos opinan que eso era solamente para aquella. Sin embargo Jesús dijo que el que en él creía, haría las obras que él hizo y aún mayores (Juan 14:12), así que es innegable que esas maravillas son también para la iglesia actual.

Hechos 2:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. 2:43 Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.

El libro de los hechos nos aclara el misterio, la doctrina de los apóstoles,  la comunión unos con otros, el partimiento del pan y las oraciones se conjugaban para abrir las puertas de los cielos.

Esos son los 4 propósitos básicos de una congregación. Los de la iglesia primitiva se “congregaban en las casas” para vivir una realidad espiritual compuesta de tales propósitos. Ninguno de esos propósitos podía faltar, mucho menos el partimiento del pan.

Ellos no solamente entendían la palabra de Dios, sino que la vivían al pie de la letra, se negaban a sí mismos y tenían una dependencia total en el Espíritu Santo.

Pero las cosas cambiaron con el Emperador Constantino. Con él la historia de la iglesia dio un vuelco tremendo.  Constantino se hizo “cristiano” y ordenó a todos los paganos a que se convirtieran al cristianismo o eran ejecutados.

¿Qué consiguió? Que un poco de levadura leudara toda la masa (Gálatas 5:7). Se mezcló el paganismo con el Cristianismo dando origen a la religión ¿Qué es la religión? Es el método humano para supuestamente llegar a Dios, son las filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo y no según Cristo” (Colosenses 2:8).

Constantino ordenó construir “templos” que sustituyeran “las casas” como congregaciones, perdiéndose la “esencia” de la iglesia, y dándole vida a la organización institucional, que solamente busca poder a través de la manipulación de la palabra de Dios.

La iglesia de Cristo” dejó de llamarse así para llamarse “Iglesia católica romana”. Su nombre lo dice, dejó de ser la iglesia de Cristo para convertirse en una institución humana.

Luego vino la reforma protestante y aparecieron las iglesias evangélicas donde cada líder impuso sus propias filosofías.

Al introducirse las filosofías humanas, la iglesia dejó de depender de la Biblia como única fuente valida del conocimiento divino, y empezó a depender de  las doctrinas de los hombres.  Y los elementos básicos de la congregación cristiana se perdieron.

LA DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES

La doctrina de los apóstoles fue dejada de lado, el catolicismo romano introdujo las “doctrinas de los papas”. Por su parte, la iglesia evangélica introdujo “las doctrinas de los nuevos profetas”. La palabra de Dios fue adulterada una y otra vez, al gusto de cada cual.

Las congregaciones evangélicas se convirtieron en centros de recolección de dinero, y en los cultos  ya no se enseña la doctrina de los apóstoles. Los cultos son de “motivación”, razón por la cual los fieles no aprenden nada.

Los fieles asisten únicamente para ser motivados, para escuchar lo que quieren oír, como dice el pastor Joel Osteen. Este pastor dirige la congregación más grande de los Estados Unidos y nunca ha dado una enseñanza acerca de ningún tema en específico. Él no es un pastor, no es maestro, es un motivador y como él son la mayoría de los actuales líderes cristianos.

Y si no existe la doctrina de los apóstoles, no espere las manifestaciones del Espíritu Santo.

LA COMUNIÓN UNOS CON OTROS

¿Qué es eso? Eso no se conoce en las congregaciones actuales. Usted no verá que los católicos ni los evangélicos se deshagan de sus bienes para compartirlos con los demás miembros,  el amor al prójimo se enfrió y a los fieles dejó de importarles lo que sufren sus vecinos.

Miles de creyentes viven en la miseria y no reciben la mínima ayuda de sus congregaciones. Mientras que en la iglesia primitiva no había ningún necesitado porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido (Hechos 4:34).

Usted oye al papa Francisco hablar de amor al prójimo pero es incapaz de donar un dólar para los más necesitados. Lo mismo sucede en las congregaciones evangélicas, y esto es así porque la intimidad y la relación que se daba en las “casas” se perdió en los templos, a los cuales asisten muchas personas que no se conocen entre si. Y nadie está interesado en conocer a los demás fieles ni sus necesidades.

Jesús, poniéndose en el lugar de los prójimos dijo: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles, porque Tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;  fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis” (Mateo 25:41-43).

¿Cómo se va a manifestar Jesús en las congregaciones donde el hambre, la sed y las necesidades del prójimo son ignoradas?

 LAS ORACIONES

Las oraciones como una conversación con el Padre Celestial también se esfumaron para darle cupo a las repeticiones de los Padres Nuestros y las Aves Marías.

En las congregaciones evangélicas las oraciones tampoco son conversaciones con el Padre, son listas de peticiones que demuestran que no hemos entendido el objetivo de la oración y que vemos al Señor como nuestro siervo.

Si creemos que Jesús es el siervo y nosotros los señores ¿Cómo esperamos las manifestaciones del Espíritu Santo?

EL PARTIMIENTO DEL PAN

Se acabó el derecho de todos los creyentes de participar en el partimiento del pan”.  El catolicismo romano cambió el partimiento del pan por el  comulgar” católico”.

Mientras que en la iglesia primitiva todos participaban de la Cena del Señor, en el catolicismo romano solo participan los dignos.  Los “indignos”, como los divorciados, por ejemplo,   perdieron el derecho de participar en ese comulgar.

Pero no solo eso, la doctrina de la transustanciación que se volvió oficial en el "Cuarto Consejo de 1215" y en el "Concilio de Trento" (1545-63) vino a decir que el pan se convertía en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre (algo que nunca ha sucedido), y que estos elementos debían ser adorados porque eran el propio Cristo Dios.

Esta doctrina fue un invento del monje católico Radertus, la copió de rituales egipcios, que hacían lo mismo con el dios pagano  Osiris, dentro del templo de Amón-Ra, miles de años antes que Jesús viniera.

En esta ceremonia, el sacerdote invocaba con el sonido de una campanilla el espíritu de Osiris, levantando los brazos hacia una estrella flamígera de cinco puntas, algo muy semejante a lo que hacen los curas católicos.

Supuestamente el líquido incoloro de la copa de consagración se tornaba de un color rosado, y entonces creían que su dios estaba en la copa.

No solo eso, el catolicismo romano enseña que en cada misa “Cristo es sacrificado” para el perdón de nuestros pecados, ignorando totalmente la palabra de Dios, la cual enseña que: “no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. (Hebreos 9:24-26)

No se extrañe que nunca suceda un milagro ni nada sobrenatural en las iglesias católicas.

La comunidad evangélica no acepta la doctrina de la comunión, pero tampoco participa de la Cena del Señor de manera constante, sino que lo hacen “una vez perdida”.

Era irrefutable la sobrenaturalidad de Dios que se manifestaba en la iglesia primitiva, los fieles veían ángeles, eran arrebatados de un lugar a otro, y vivieron milagros extraordinarios.

¿Por qué eso no sucede ahora? Porque no se participa de la Cena del Señor. Si el reconocimiento al Señor es dejado de lado, cómo esperar esas manifestaciones sobrenaturales?

Si bien es esencial la doctrina de los apóstoles, lo mismo que la comunión entre los hermanos y la oración, hay algo que es de suma importancia y es la participación en la cena del Señor.

1 Corintios 11:23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 11:24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 11:25 Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;  haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 11:26 Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.

El hijo de Dios se hizo carne, y habitó entre nosotros y se sigue viviendo internamente en nuestro espíritu a través del Espíritu Santo para cambiar nuestras vidas y santificarnos.  Eso es lo que se conoce como el “Espíritu morador”.

Pero hay una manifestación externa del Espíritu Santo que se conoce como “el Espíritu derramado”. Esa manifestación se da únicamente en la congregación y es la que hace que se produzcan prodigios y milagros, la cual está muy ausente en las iglesias de hoy. Y está ausente porque no cumplen con el mandato de Jesús de participar  la mayor cantidad de veces en la cena del Señor, hasta que él venga.

El  propósito  de   esa  cena  es    para hacer memoria de Cristo. En otras palabras, para anunciar su muerte redentora.

Al participar en la cena del Señor, confesamos que Jesús es el Señor y que Dios lo levantó de entre los muertos (Romanos 10:9) porque Jesús no solamente murió sino que también resucitó.

Cuando anunciamos su muerte, también anunciamos que él vendrá porque él resucitó. En la cena del Señor testimoniamos de Cristo. Ese es el propósito de la Cena.

ES UN DESFILE TRIUNFAL

2 Corintios 2:14 Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. 2:15 Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; 2:16 a éstos ciertamente olor de muerte
para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?

El verbo “llevar” que se usa en el contexto del anterior pasaje, significa “conducir a un hombre cautivo en un desfile triunfal”. Luego de una conquista, los enemigos de Roma eran trasladados cautivos y exhibidos en un desfile triunfal; unos eran  ejecutados y a otros se les perdonaba la vida. 

Para unos, el olor del incienso era “un olor de muerte para muerte”; mientras que para otros, a quienes se les perdonaba la vida, era “un olor de vida para vida”.

Cada vez que Pablo llevaba el evangelio adonde fuera, eso era como participar de un desfile celebrando el triunfo de Cristo y dejando un olor grato para los que creían y un olor de muerte para los que no creían. Al final alzaban la copa de la victoria, cuando participaban de la cena del Señor.

Colosenses 2:15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

Cristo exhibió a las potestades y principados en su desfile triunfal sobre el pecado y sobre Satanás. Este desfile lo realizó hasta la cruz del calvario.  Mientras los seres humanos veían a Jesús caminar hacia la cruz para morir crucificado y derrotado, los principados, las potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo, las huestes espirituales de maldad (Efesios 6:12), lo veían caminar al lugar en donde los derrotaría y los exhibiría públicamente a ellos como los derrotados.

En la cruz, Jesús condenaría al pecado en la carne (Romanos 8:2) y destruiría por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo (Hebreos 2:14).

Para los que no creyeron en Jesús,  aquel desfile hacia la cruz, fue un desfile para muerte, pero, para los que creyeron, fue un desfile para vida.

Los creyentes participamos en ese desfile triunfante cuando nos congregamos para escuchar el mensaje de salvación. Y al final hacemos una cena en honor al Señor, y en ella levantamos la copa de la victoria.

Dios mandó a los judíos que eran esclavos en Egipto a participar de una Cena en su honor para liberarlos del ángel de la muerte y de la esclavitud. Ellos sacrificaron un cordero y pintaron los dinteles de las puertas con la sangre del animal sacrificado como una señal. El cordero simbolizaba a Cristo Jesús.

Ellos sobrevivieron a las plagas, vieron suceder cosas sobrenaturales, fueron liberados de la esclavitud y salieron victoriosos en un desfile triunfal hacia la tierra prometida. La cena previa fue un anuncio del triunfo que se venía.

Cuando el Señor Jesús cenó con Zaqueo, éste dijo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:9-10), y la vida de Zaqueo fue cambiada totalmente.

El Señor Jesús participó en la última cena, en la cual anunció el nuevo Pacto y nos dio el mandato de celebrar esa cena en su honor. Luego de esa Cena, el Señor fue a la cruz y allí consiguió el perdón de nuestros pecados y la victoria sobre el diablo y sus huestes de maldad.

Cada una de esas cenas fueron la previa de una victoria, cada una de esas cenas anunció una victoria, algo extraordinario sucedió después de cada cena.

Actualmente, cuando participamos de la cena del Señor, el Señor está presente para darnos una victoria sobre cualquier tribulación que estemos pasando; él dijo que cuando dos o más estuvieran reunidos en su nombre, él estaría allí en medio (Mateo 18:20).

Y él está presente en la persona del Espíritu Santo para repartir dones, para que sucedan prodigios y milagros (1 Corintios 12:8-12) porque él se regocija cuando levantamos la copa de la victoria en su nombre.

¿Cómo esperan en una congregación que se den las manifestaciones sobrenaturales sino participan de la cena del Señor?

Unos pocos lo hacen, pero lo  hacen como un acto rutinario, como un cumplimiento del mandato, y de cierta manera externa, no interna, no lo sienten en su espíritu, razón por la cual no se producen los milagros.

No debemos dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre (Hebreos 10:25), menos aún dejar de participar en la cena del Señor. Recuerda que después de cada cena hay una victoria.

Al alzar la copa y partir el pan, recordamos la victoria de Cristo sobre Satanás y sus ángeles, al participar de la cena del Señor, nos acordamos y les recordamos a Satanás y a sus ángeles, que ellos han sido sometidos bajo los pies de Cristo y a la vez bajo los pies de la iglesia, la cual es su cuerpo. Nos acordamos y les recordamos, que estamos sentados en lugares celestiales con Cristo y tenemos autoridad sobre ellos (Efesios 1:19-22). Eso es algo que ya sucedió.

Pero falta una cena especial, es una cena a la cual todos estamos invitados, es la Cena de Bodas del Cordero, la cual servirá para anunciar que el mundo será liberado para siempre del dominio del diablo y que Jesús gobernará eternamente en la tierra.

Recuerda entonces que si participamos en la Cena del Señor, tendremos un invitado especial, ese invitado es el Señor Jesús que se hará presente con la intención de repartir dones, de efectuar milagros y prodigios y de darnos la victoria . 

Debemos volver a la iglesia en las casas, debemos volver a la doctrina de los apóstoles, debemos volver a la comunión unos con otros, debemos volver a la oración y participar activamente en la cena del Señor.

Cuando eso hagamos con fe y con convicción, entonces veremos los milagros. Esa era  la clave de la iglesia primitiva y es la clave para la iglesia contemporánea.

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