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Una persona me escribe: “no es
cierto que Jesús hará lo que pidamos en su nombre porque no ha sucedido así conmigo
¿Cómo puedo confiar en él si sus promesas no se cumplen. Todo es una mentira”
Aquí vemos a un creyente desilusionado, vemos a
un creyente que ha perdido la fe en el Hijo y en Padre porque su oración no fue
contestada. Por lo que escribe, entiendo que esta persona se está refiriendo a Juan 14:14, donde Jesús dice que si algo pedimos en su nombre él lo hará.
La culpa de que sucedan estas cosas la tienen
los nuevos maestros de la fe, como Kenneth
Coopeland, que mal enseñan que Dios está obligado a conceder lo que le
pidamos.
Eso no es cierto, Dios no está obligado a
contestar nuestras peticiones, él contestará únicamente las que vayan de
acuerdo a su propósito. La oración no es un instrumento para nuestro beneficio, la oración es un instrumento para servirle al Señor.
Juan 14:13
Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo. 14:14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
El versículo 14 de Juan 14 es el versículo de la discordia, pero no podemos leer el
verso 14 sin leer primero el verso 13. Si hacemos eso, no entenderemos lo que
Jesús está diciendo.
En el verso 13 Jesús promete que todo lo
que pidamos al Padre, y él lo hará
con el propósito de que el Padre sea
glorificado. El verso 14 lo que hace es confirmar la
promesa del verso 13.
El contexto lo deja claro, si queremos saber si Jesús
hará lo que le pidamos al Padre en su nombre, entonces debemos preguntarnos
primero ¿Será glorificado el Padre
con nuestra petición? Veamos otro pasaje:
Romanos 11:36
Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por
los siglos. Amén.
Este pasaje dice que de él, por él y para él son
todas las cosas porque de él es la gloria por los siglos, y eso incluye la
oración. Como ya lo dije, la oración es un instrumento para glorificar
y servir al Señor, no es un instrumento para nuestro propio beneficio, como enseñan Coopeland
y otros falsos maestros de la Biblia.
La
manifestación de la gloria de Dios es el propósito
final y superior en todo lo que Dios hace. Por eso Juan 14:13 nos hace ver que “el
Padre sea glorificado en el Hijo” es el propósito por el cual podemos pedir
con la seguridad de que lo que pidamos será hecho.
Si no hay ninguna gloria para el Padre en
nuestra petición, está no será
concedida, porque el requisito para concederla es que haya gloria para el
Padre.
Juan 11:1
Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de
Marta su hermana. 11:2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que
ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) 11:3
Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas
está enfermo. 11:4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte,
sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús nos dio un ejemplo muy claro del tipo de
peticiones que están motivadas por un deseo de la gloria de Dios cuando explicó
el propósito de la muerte de Lázaro.
“Esta
enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de
Dios sea glorificado por ella”. Entonces Jesús oró para que Lázaro
resucitara y Dios contestó:
Juan 11:39 Dijo Jesús: Quitad la piedra.
Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de
cuatro días. 11:40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria
de Dios? 11:41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el
muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por
haberme oído. 11:42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la
multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. 11:43 Y
habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 11:44 Y el que había
muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en
un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
En el
verso 41 Jesús dice “Padre gracias por haberme oído”, lo que
nos deja claro que antes de resucitar a Lázaro, Jesús primero le oró al Padre para
conocer su voluntad.
¿Por qué oramos y no recibimos respuesta? ¿Qué
es lo que hacemos mal? ¿Será que Dios no nos escucha? Muchas personas se hacen
a diario estas preguntas. No es que Dios
no nos escucha. Él siempre escucha, pero, no
siempre actúa.
La oración de los creyentes es más o menos así:
“Padre, bendice a mi familia, ayúdame a
conseguir aquel trabajo, sana a mi perrito, ilumíname en el examen de
matemáticas…”
Es la
oración del “yo”; es una oración
centrada en nosotros, es decir, oramos
para que Dios haga nuestra voluntad y cumpla nuestros propósitos.
Estamos confundiendo las cosas, estamos creyendo
que Dios es el siervo y nosotros los señores. Ese es el evangelio que nos están
vendiendo, ese es el evangelio de la prosperidad, pero ese no es el verdadero evangelio.
Para entender lo que es la oración, debemos
entender primero, lo que no es la
oración. La oración no es una varita mágica, que Dios nos ha dado, para
conseguir cosas de él. ¿Entonces qué es? Es
el método que Dios usa, para llevar a cabo su voluntad y no la nuestra.
¿Cómo es eso? Cuando le preguntaron a Jesús ¿Cómo orar? El dijo:
Mateo 6:9
Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado
sea tu nombre. 6:10 Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra.
Esta enseñanza de Jesús deja al descubierto el pensamiento divino.
Ella nos muestras los tres aspectos
más importantes por los que debemos orar:
En primer
lugar, la oración debe ser para alabar y
santificar a Dios. Debemos orar alabando a Dios, dándole gracias por todo
lo no ha dado, en especial por la
salvación. Ese es el primer aspecto, que en muchas ocasiones pasamos por alto o
lo dejamos de último. Estamos más preocupados por nuestras necesidades que
olvidamos todas las bendiciones que hemos recibido, en especial las
espirituales como la salvación.
En segundo lugar, debemos orar, para que el Reino de Dios venga a la
tierra. Esa es la voluntad máxima de Dios, luego de la adoración.
En tercer lugar, debemos orar para que se cumpla la voluntad de Dios en la
tierra. Él quiere hacer su voluntad,
pero no la hace, si no oramos.
Las oraciones de los creyentes, hacen que la voluntad
de Dios se cumpla. La oración, es el acto mediante el cual, el hombre trabaja
con Dios, para que se haga su voluntad, no es otra cosa.
La oración es la unión del pensamiento del
creyente, con el pensamiento divino. La
oración que un creyente dice en la tierra, debe ser la proclamación de la
voluntad de Dios en el cielo.
La oración, no
es forzar a Dios a cambiar su voluntad, porque Dios nunca va a cambiar su
voluntad, más bien, la oración es pedir
a Dios que haga su voluntad.
La oración no cambia nada, solamente logra lo que Dios ha determinado hacer de
antemano. Por ejemplo: hay una persona con cáncer. Dios quiere sanarla, pero no
la sana sino lo pedimos. Es su voluntad sanarla, pero la sanará únicamente si
se lo pedimos.
Veamos otro ejemplo: Dios quiere que todos los hombres sean salvos llegando al conocimiento
de la verdad (1 Timoteo 2:3-4).
Dios quiere que tu esposo, que tus hermanos, que tus padres sean salvos, pero él no
hará nada al respecto, si tú no oras. Esto nos revela, que la falta
de oración, sí evita que la voluntad
de Dios se cumpla.
Mateo
18:18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el
cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. 18:19
Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra
acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en
los cielos. 18:20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos.
Estas palabras de Jesús, debemos entenderlas
correctamente porque han sido mal interpretadas. No es que Dios va a atar o desatar lo que le pidamos
aunque sea en contra de su voluntad, simplemente porque dos o más se lo piden.
Dios atará o desatará en el cielo, lo que la
iglesia ate o desate en la tierra,
siempre que la voluntad de la iglesia
sea su voluntad.
Muchas cosas hay por atar o desatar pero Dios no
lo hará sólo, él quiere que la iglesia ate o desate primero. Y hablamos de “iglesia”, porque ninguna persona, de
manera individual, puede atar o desatar. La palabra de Dios indica, que cuando por lo menos dos se ponen de acuerdo,
es que Dios ata. Tenemos que ir al
principio de la creación, para entender el comportamiento divino:
Génesis
1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las
bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Dios creó al hombre, para que señoreara sobre la
tierra, la cuidara, y controlará todo lo creado, en especial sobre el animal
que se arrastra sobre la tierra, esto es la serpiente antigua que se llama
diablo y Satanás (Apocalipsis 12:9).
El hombre debía impedir, que Satanás actuara
sobre la tierra. Dios quería, que el hombre se uniera a él, para impedirle a
Satanás llevar a cabo sus malas obras.
Eso sucede exactamente hoy, pero, Dios nos dio
libre albedrío y no nos va a obligar, a que trabajemos con él. Dios espera que el hombre voluntariamente se
le una, para combatir al diablo, ese es
el propósito de la creación, de la redención y también de la oración.
Aunque Dios es todopoderoso, él se recrea en
tener su omnipotencia limitada por sus hijos.
Por más que Dios quiera destruir la obra de Satanás, no lo hará, si el
hombre no muestra interés en ello.
Debido a que los creyentes, se ocupan demasiado
de sus propios asuntos, fallan en trabajar unidos con Dios. Muchos crímenes
continúan efectuándose y millones de personas van al infierno diariamente, por
nuestra falta de oración. Esto
implica además, una falta de sensibilidad y amor hacia los demás y hacia Dios
mismo.
¿Cómo
sabemos cuál es la voluntad de Dios? Mucha de su voluntad, la conocemos a
través de la Palabra escrita. En
muchos casos particulares, Dios nos
habla a nuestra mente, pone un sentir en nuestro corazón, utiliza las
circunstancias o se rebela a través de los miembros de la congregación. Pero,
generalmente lo hace a través de la
misma oración.
Debemos pedir a Dios que nos revele su voluntad
en algo específico. Cuando Jesús resucitó a Lázaro, ya había sido revelado que
la muerte de Lázaro era con el propósito de que fuera resucitado para la gloria
del Padre.
La oración no es solamente hablar y que Dios
escuche, es un acto recíproco. Debe
haber un momento en la oración en que callemos,
para que Dios hable. Una vez que lo escuchemos y conocemos su voluntad,
entonces podemos orar por esa voluntad.
Debemos aprender a negarnos a nosotros mismos. Debemos saber que nuestro deber es
servir a Dios y no servirnos de Dios.
Debemos vivir enteramente para él y no buscar nada para nosotros
mismos.
Mateo
26:39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre
mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como
tú.
En el Huerto de Getsemaní vemos a Jesús orando
al Padre y esa oración es una consulta
de sí debía o no ir a la cruz. Jesús no quería ir a la cruz. Él oró: “Padre mío, si es posible, pase de mi esta
copa”. En otras palabras: “Padre mío, si existe alguna posibilidad, de
que yo no vaya a la cruz, dímelo, pero
que sea tu voluntad no la mía”.
Jesús oró tres veces por lo mismo. Quizás por su
misma angustia, en su mente se mezclaba su voluntad y la voluntad de Dios, estaba la carne de por medio. Esa fue
la razón por la cual oró tres veces, para que no le quedara duda alguna de cuál
era la voz que debía escuchar. Una vez que tuvo claro cuál era la voluntad del
Padre, entonces se negó a sí mismo y tomó la cruz.
En otra ocasión Jesús dijo: “Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”
(Mateo 16:24). En otras palabras: “si alguno quiere venir en pos de mí, deje de
hacer su voluntad, haga la voluntad del Padre y sígame”.
No se trata de repetir las mismas frases o las
mismas oraciones. Se trata de tener muy en claro cuál es la voluntad de Dios a
la hora de orar.
Si no lo tenemos claro, porque la carne se
entromete, debemos orar una y otra vez hasta que haya claridad en nosotros, no
porque Dios no nos escucha, no confundamos las cosas.
Mateo 6:7
Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por
su palabrería serán oídos. 6:8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis
necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Jesús dijo que no hiciéramos vanas repeticiones.
El Padre conoce nuestras necesidades, no tenemos que estarle repitiendo las
cosas. Somos nosotros, los que no conocemos las necesidades, ni la voluntad del
Padre. Somos nosotros, los que no escuchamos a Dios, y por eso insistimos en lo
mismo.
Jesús dijo además que nuestras oraciones no deben ser egoístas,
pues Dios conoce nuestras necesidades.
Debemos pedir por lo que el Padre quiere que pidamos, no por lo que
nosotros queremos pedir. Sabemos por ejemplo, que siempre podemos orar por la
salvación de otras personas, porque es la voluntad del Padre, que todos sean
salvos.
Los falsos maestros de la prosperidad enseñan
que “somos hijos de un rey”, y que
no tenemos por qué pedirle a Dios que nos de un carrito cualquiera, sino que
debemos indicarle a Dios el modelo del carro y hasta el color del mismo. Ese no
es el evangelio, esas son doctrinas de demonios. Las oraciones de este tipo molestan
a Dios, y nunca las va a contestar.
Mateo 6:11
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Jesús no dijo que pidiéramos por “un diario”, para todo el mes, el dijo
que pidiéramos por la comida de cada día. Durante el éxodo, Dios alimentó a los
judíos con maná que enviaba del cielo. Pero ellos debían recoger maná para un
día solamente.
Éxodo
16:19 Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. 16:20 Mas ellos
no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió
gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. 16:21 Y lo recogían cada
mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se
derretía.
Dios estaba enseñándoles a ellos y también a
nosotros, que él quiere que vivamos por
fe, día con día. Los judíos debían
recoger maná para un día, pero algunos recogieron para dos días y el maná crió
gusanos y hedió. El pasado ya pasó y el futuro no ha llegado, vivamos el presente, y vivámoslo por fe.
Muchos ven la oración, como una oportunidad,
para que Dios supla necesidades o deseos. Ese es un pensamiento carnal y equivocado,
Dios no va a permitir, que los creyentes hagan su voluntad, Dios va a permitir
que se haga su voluntad. La oración es el medio, para que Dios logre sus fines,
no para que el hombre logre los suyos.
Siempre que un creyente tiene un deseo, debe
orar a Dios, para saber si ese deseo, es de acuerdo a su voluntad. Una vez que esté seguro que esa es la
voluntad de Dios, entonces puede pedir por ello, no antes. Debemos buscar que
la voluntad de Dios se haga en nuestro asunto personal y no que nuestra propia
necesidad se supla.
Mateo 6:31
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué
vestiremos? 6:32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro
Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 6:33 Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas. 6:34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de
mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
En el cielo y en la tierra, sólo hay una oración
legítima y aceptable a Dios, la de pedir que se cumpla su voluntad. Nuestras voluntades
deben desaparecer en las oraciones.
Pedirle a Dios que supla nuestras necesidades,
no se puede considerar una oración del más alto nivel. Dios sabe de qué tenemos
necesidad. La oración por las necesidades personales, debe ser indirecta. Si
oramos porque se cumpla la voluntad de Dios, en cosas ajenas a nosotros, Dios
suplirá lo que necesitamos.
Ese es el secreto
de la oración, esa es la llave de la victoria y eso es lo que significa buscar el Reino de Dios. El propósito
de Dios es que estemos tan llenos de su voluntad, que nos olvidemos de nuestros
propios intereses.
ORAR ES TRABAJAR
PARA DIOS
La oración no es para pedir a Dios, que nos de
lo que deseamos o necesitamos. La oración es
trabajar en conjunto con Dios, para
que su voluntad se cumpla.
La oración es preparar el camino para Dios, es
la vía para la obra de Dios. La locomotora es una máquina muy poderosa que
puede recorrer kilómetros en un día, pero necesita la vía, sino hay vía no
avanza un metro.
La voluntad de Dios sin la oración, es una
locomotora sin vía. Son muchas las cosas
que Dios quiere hacer, pero si no hay vía no las puede hacer.
Cuando no oramos, atamos a Dios, le quitamos el
apoyo. Por el contrario, si oramos, desatamos a Dios y su poder. La oración no es para subyugar la voluntad de
Dios, sino para subyugar la voluntad de Satanás. Cualquier oración que no esté
de acuerdo a la voluntad de Dios, carece de toda fuerza y no será contestada.
Lo he dicho muchas veces, la verdad absoluta de
Dios es como un rompecabezas,
debemos unir todas las piezas para ver el panorama completo, por eso el Salmo 119:160 dice que la suma de la palabra de Dios es la verdad.
La verdad nunca es un versículo aislado, la
verdad nunca es una pieza del rompecabezas. La verdad absoluta no está en Juan
14:14, ese versículo es tan solo una pieza del rompecabezas
1 Juan
5:14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa
conforme a su voluntad, él nos oye.
Este versículo es una pieza más y así se va
armando la figura. Aquí se dice que el que ora, debe hacerlo conforme
a la voluntad de Dios, para que Dios nos oiga, lo que quiere decir que si
no oramos conforme a su voluntad, Dios
no escuchará esas peticiones.
No es que no las escuchará, simplemente las
pasará por alto, las ignorará y no las contestará. Solamente, si oramos
conforme a su voluntad, Dios nos oye.
Cuando la oración se origina totalmente en
nuestra necesidad, no es contestada. La
oración debe originarse en la voluntad de Dios.
La verdadera oración, es iniciada
por Dios. No necesitamos muchas palabras, sino conocer la voluntad de Dios.
La oración
consta de tres partes: 1) el propósito de la oración 2) a
quién le pedimos y 3) contra quién oramos.
En primer
lugar, el propósito debe ser siempre glorificar al Padre pidiendo que se haga su voluntad. Debemos tener claro
por qué vamos a orar y si esa oración va de acuerdo a la voluntad de Dios y si eso
lo va a glorificar.
Mateo
16:21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era
necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales
sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. 16:22
Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten
compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. 16:23 Pero él,
volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres
tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los
hombres. 16:24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Jesús dijo que debía ir a Jerusalén, para
padecer y morir en la cruz. El apóstol Pedro, lleno de sus mejores intenciones,
lo llamó aparte, para reconvenirle que no hiciera tal cosa. Jesús le llamó “Satanás”, porque esa era la voluntad de
Satanás, que Jesús no fuera a la cruz.
No debemos nunca dejar que nuestros
sentimientos, afectos o deseos se interpongan entre la voluntad de Dios y
Satanás, nunca debemos darle chance a la
carne.
En segundo
lugar, la oración siempre debe de ser dirigida
al Padre, no a ningún santo ni a ninguna virgen, sino al Padre. Jesús dijo:
“oraréis así: Padre nuestro que estás en
los cielos”. Lo tercero, es que
debemos pedir es que Dios reprenda
a Satanás.
Daniel
10:12 Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que
dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios,
fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. 10:13 Mas el
príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí
Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con
los reyes de Persia.
Daniel le había orado a Dios y pasaron muchos días sin que la respuesta
llegara, pero no porque Dios no contestara inmediatamente, sino por la intervención
del maligno. La contestación a la
oración fue intervenida por Satanás, que utilizó a uno de sus príncipes, para
que la respuesta no llegara. Por eso Dios envió al arcángel Miguel, a pelear
con este súbdito del diablo, para que la respuesta llegara correctamente.
Esto nos enseña, que toda oración conforme a la voluntad de Dios,
revolverá el infierno y afectará a Satanás. Todas las oraciones que hacen la
voluntad de Dios, tocan los poderes del infierno. Satanás se nos vendrá encima,
nos atacará con enfermedades, en nuestra familia, en nuestra economía, en
cualquier cosa que considere.
El enemigo atacará con la intención que dejemos
de orar y lanzará al aire cualquier obstáculo, para retrasar la respuesta. Debido a esto, la respuesta a nuestra oración
queda suspendida en alguna parte.
Cada vez que oramos a Dios, lo hacemos en contra
del diablo y éste va a tratar de impedir, que la respuesta llegue. No es
maldiciendo a Satanás que lo vencemos, sino pidiendo a Dios que lo reprenda, que lo espante, que lo quite de
encima.
Dios siempre escuchará esta oración, porque es su voluntad reprenderlo. Si el Señor lo
reprende, la contestación de Dios vendrá a toda prisa, porque Satanás no puede
resistir a la reprensión divina. Esa tercera parte, es la que casi todos
olvidan, dejándole la oportunidad al diablo de actuar.
Santiago 4:3
Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
Esta es otra pieza del rompecabezas. Aquí dice
que la oración no es para complacer tus deseos, porque la oración es para
complacer los deseos de Dios. Si pides para complacerte a ti, pides mal y no vas
a recibir nada.
Juan 14:13
Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo. 14:14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
Y terminamos por donde empezamos. Toda oración
debe ser dirigida al Padre en el nombre
de Jesús y voy a repetirlo, debe tener un propósito único: glorificar
al Padre en el hijo.
Se le pide al Padre, no se le pide a Jesús, se le pide al Padre en el “nombre de Jesús” ¿Por qué en el nombre
de Jesús? Porque nosotros no somos nadie para acudir al Padre en nuestro
nombre. Jesús nos prestó su nombre, para que el Padre escuche nuestras
oraciones.
Como vemos, Dios
siempre contestará nuestras oraciones, pero, siempre y cuando las mismas
cumplan con los requisitos divinos. No es que Dios no te escucha, no es que Dios
no te quiere, es que no estás orando correctamente. No pierdas tu fe, pero
entiende que la oración no es para complacerte a ti, sino para complacer los
deseos de Dios. Amén.
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